En el siglo XVIII, un impetuoso marino escocés llamado Alexander Selkirk se convirtió en la inspiración para el protagonista de una de las novelas más emblemáticas del escritor británico William Defoe, "Robinson Crusoe". Aunque no todos los estudiosos están de acuerdo con esta teoría.
Muchos de nosotros hemos leído en nuestra infancia o adolescencia las aventuras de Robinson Crusoe, el famoso náufrago creado por el escritor británico Daniel Defoe. Pero la mayoría desconoce la verdadera historia en la que tal vez se basó el autor inglés para escribir una de las novelas más emblemáticas de la literatura de aventuras. Y es que, al parecer, la historia de Crusoe se inspira en las vivencias de un marino escocés que sí existió en realidad, llamado Alexander Selkirk.
DE OFICIO, PIRATA
Alexander Selkirk nació en 1676 en la localidad escocesa de Lower Largo, un pequeño pueblo pesquero situado en la región de Fife, a orillas del mar del Norte. Se sabe muy poco de su juventud, tan solo que era el séptimo hijo de un zapatero que a los diecisiete años tuvo que hacerse a la mar tras ser acusado de conducta inmoral durante una misa. En sus primeros años como marino sirvió en diversos barcos corsarios. Sus viajes lo llevaron hasta el Pacífico durante la guerra de Sucesión española. El 11 de septiembre de 1703, Selkirk se unió a la expedición comandada por el capitán William Dampier, quien a veces actuaba como bucanero y corsario, a bordo de la nave Cinque Ports, capitaneada por el teniente Thomas Stradling.
Este óleo de Jean-Antoine Gudin representa el abordaje de un navío español frente a la costa de las Bahamas. Los piratas y corsarios fueron una de las grandes amenazas que enfrentó el Imperio español en sus dominios caribeños durante el siglo XVIII.
Sus primeros años como marino sirvió en diversos barcos corsarios que lo llevaron hasta el Pacífico durante la guerra de Sucesión española.
La tripulación del Cinque Ports saqueó el puerto de Santa María, en Panamá, y tras ello la nave puso rumbo al archipiélago de Juan Fernández, situado a 600 kilómetros de Chile, donde fondeó en una isla llamada Más a Tierra. Allí se desató una discusión entre el propio Selkirk y Thomas Stradling. Selkirk afirmaba que la nave necesitaba una buena reparación antes de continuar el viaje, mientras que Stradling opinaba que no era necesario. Convencido de que el barco corría un grave peligro de hundirse, Selkirk pidió quedarse en tierra firme, a pesar de que el lugar era una isla desierta. Stradling no intentó persuadirlo. Pidió a la tripulación que proveyera a Selkirk con algunos elementos básicos para su supervivencia (un mosquete, pólvora, un cuchillo, un hacha, unas mantas y una Biblia), y ordenó dejarlo en tierra.
EN COMPLETA SOLEDAD
Durante los cuatro años que Selkirk pasó solo en la isla, se alimentó básicamente de pescado y de la carne y la leche de las cabras que vivían en libertad en el interior de la isla. Con las herramientas que le dejaron, Selkirk construyó dos cabañas y confeccionaba su propia ropa con la piel de los animales que cazaba. En la isla, Selkirk tuvo que enfrentarse a muchas situaciones peligrosas, entre ellas, y no la menor, la presencia de los barcos españoles que fondeaban allí. Una vez no pudo evitar ser descubierto y fue perseguido, aunque logró escapar. Si hubiera sido capturado por los españoles muy posiblemente hubiera sido condenado a muerte por su condición de corsario escocés.
Durante los cuatro años que Selkirk pasó solo en la isla, se alimentó básicamente de pescado y de la carne y la leche de las cabras que vivían en libertad en el interior de la isla.
Cuatro años después, el 2 de febrero de 1709, llegaron a la isla dos fragatas, la Duke y la Duchess, al mando del futuro gobernador de las Bahamas, Woodes Rogers. El piloto era un antiguo conocido de Selkirk, William Dampier. Cuando las fragatas atracaron en el archipiélago de Juan Fernández para aprovisionarse, vieron con asombro que venía a recibirles un hombre que vestía pieles de cabra y al cual le costaba mucho expresarse. Selkirk se dio a conocer, y le informaron de que el Cinque Ports había naufragado y los supervivientes, entre los que se encontraba el capitán Stradling, habían sido capturados y hechos prisioneros por los españoles. Un sorprendido Rogers declaró: "Uno puede ver que la soledad y el retiro del mundo no es un estado de vida tan insufrible como la mayoría de los hombres. imagínense, especialmente cuando a la gente se la llama justamente o se la lanza inevitablemente, como lo fue este hombre ".
Ilustración de la nave escocesa Duke que en 1709 llegó a la isla Juan Fernández encontrando a Alexander Selkirk tras cuatro años de absoluta soledad.
Selkirk fue rescatado y retomó su antiguo "oficio" de corsario a las órdenes de Woodes Rogers. Uno de sus "golpes" más sonados lo dio en Guayaquil (Ecuador), cuando se hizo con el oro y las joyas que varias mujeres adineradas escondían entre sus ropas mientras intentaban escapar de la ciudad sitiada. Selkirk también participó en la captura del galeón español Nuestra Señora de la Encarnación y Desengaño, al cual renombraron como Bachelor. Actuó como maestro de navegación de este galeón al mando del capitán Thomas Dover. A bordo del Duke, Selkirk logró asimismo completar un viaje alrededor del mundo a través del cabo de Buena Esperanza.
¿REALIDAD O FICCIÓN?
La increíble historia de Willam Selkirk corrió como la pólvora y llegó a oídos del escritor Daniel Defoe. En 1719, Defoe publicó La vida y las sorprendentes aventuras de Robinson Crusoe, novela que fue recibida con gran entusiasmo por el público. Pero ¿realmente se basó Defoe en la vida de Selkirk para escribir su novela? Una de las mayores expertas en literatura inglesa del siglo XVIII, Paula Backscheider, profesora de la Universidad de Auburn y autora del libro Daniel Defoe: His Life (Daniel Defoe: su vida) no lo cree así. En su obra, la autora considera que es incorrecto considerar a Selkirk como una de las fuentes principales de Robinson Crusoe. De hecho, Backscheider afirma que existen diferencias entre los casos de ambos personajes: Selkirk vivió en una isla localizada en un archipiélago del Pacífico y Defoe sitúa la isla donde naufraga el protagonista de su novela en el Caribe. En Robinson Crusoe, el protagonista permanece en la isla veintiocho años y no totalmente solo, sino en compañía de un indígena al que llamará Viernes. Selkirk, por su parte, permaneció cuatro años en su isla en absoluta soledad. Además, Selkirk decide quedarse en la isla por voluntad propia, y el protagonista de Defoe es un náufrago.
Primera edición de La vida y las sorprendentes aventuras de Robinson Crusoe, de Daniel Defoe, en 1719.
Sea como fuere, el 13 de diciembre de 1721, William Selkirk, el "Robinson Crusoe" de la vida real, murió víctima de la fiebre amarilla mientras llevaba a cabo una patrulla contra los piratas a bordo del HMS Weymouth. Su cuerpo, como marcaba la tradición marinera, fue lanzado al océano.
En 1966, y como homenaje a esta increíble historia, el gobierno chileno rebautizó la isla Más a Tierra como isla Robinson Crusoe y a la isla vecina como isla de Alexander Selkirk (a pesar de que que ésta nunca fuera visitada por el marino escocés). En febrero de 2005 tuvo lugar una excavación arqueológica en la isla Robinson Crusoe, cerca del Mirador de Selkirk, lugar donde se cree que vivió el famoso náufrago. Allí se localizó parte de un instrumento náutico datado a finales del siglo XVII o principios del XVIII. Tal vez constituyó una de las pocas pertenencias que los hombres del Cinque Ports dejaron a Selkirk cuando se hicieron a la mar y lo dejaron allí...
CONFIDENTE, ESCRITOR Y PERIODISTA: Daniel Defoe, el creador de Robinson Crusoe
https://historia.nationalgeographic.com.es/a/daniel-defoe-creador-robinson-crusoe_15258
Autor de auténticos clásicos de la literatura, Daniel Defoe fue, antes que escritor, espía, revolucionario, panfletista y comerciante. Su propia vida bien podría haber servido de inspiración para alguna de las grandes aventuras que escribió.
Cuando hablamos de Daniel Defoe, nos viene a la memoria una isla desierta y habitada por un náufrago, pero el autor inglés escribió las aventuras de Robinson Crusoe cuando estaba ya a punto de cumplir los sesenta años. La propia vida de Defoe estuvo llena de intrigas que bien podrían haber sido el argumento de una obra de ficción. Antes de morir el 24 de abril de 1731, la historia personal de Daniel Defoe, autor de una de las obras más importantes e influyentes de la literatura universal, estuvo repleta de ambiciones y tramas políticas que lo llevaron a prisión.
Cuando hablamos de Daniel Defoe nos viene a la memoria una isla desierta y habitada por un náufrago.
La historia de Daniel Defoe, nacido Foe (aunque de forma caprichosa agregó la partícula "de" a su apellido) arranca en algún momento del año 1660 (no haya unanimidad respecto a la fecha de su nacimiento). El oficio de su padre, un próspero fabricante de velas de sebo, le proporcionó una infancia sin estrecheces económicas. Su familia era presbiteriana, por lo tanto contraria a los postulados de la iglesia católica, y por eso el joven Daniel no pudo estudiar en las universidades de Oxford o de Cambridge, aunque sí en la academia del reverendo Charles Morton, donde recibió una educación atípica y muy liberal para la época.
SU SARCASMO LO LLEVÓ A PRISIÓN
Al terminar su educación, Defoe dudó entre hacerse clérigo o bien seguir una de sus pasiones: el comercio. Finalmente, su la falta de fe lo llevó a vender medias, artículos de lana y rápidamente pasó a la venta de tabaco y vino. A finales de la década de 1680, Daniel Defoe ya había viajado por todo el país, se había casado con Mary Tuffley, con la que tuvo ocho hijos, y ya había amasado una fortuna considerable. Pero su pasión por un buen negocio lo convirtió en un especulador nato y acabó contrayendo innumerables deudas. En 1692, finalmente, tras asegurar barcos durante la guerra con Francia por grandes sumas de dinero (algo muy arriesgado), adquirió una deuda de 17 mil libras (una fortuna que hoy se estima en casi medio millón de libras esterlinas), por lo que tuvo que declararse en bancarrota y entrar en prisión.
Su pasión por un buen negocio lo convirtió en un especulador nato y acabó contrayendo innumerables deudas.
En 1685, Defoe apoyó al duque de Monmouth en su revuelta contra el rey católico Jacobo II, escribiendo contra el monarca unos incendiarios panfletos. Tras la derrota en la batalla de Sedgemoor, Defoe fue encarcelado y sólo pudo librarse de la condena gracias a su amistad con el magistrado George Jeffreys. En 1702, y de nuevo de la mano de su prodigiosa pluma, Defoe volvió a pisar la cárcel. Esta vez a causa de un panfleto que abrió la caja de pandora titulado The Shortest Way with the Dissenters; or, Proposals for the Establishment of the Church, y que podríamos traducir como El camino más corto con los disidentes; o bien, propuestas para el establecimiento de la Iglesia. En las veintinueve páginas de las que constaba esta sátira, Defoe se burlaba de los tories (los conservadores) imitando el estilo de los sermones que éstos hacían contra la oposición, y los presentaba como unos fanáticos.
Aunque Defoe publicó su libelo de forma anónima, no se tardó mucho en averiguar quien había sido el autor. Rápidamente se dictó una orden de detención acusándolo de haber escrito un texto sedicioso. En mayo de 1703 fue encarcelado y procesado por el juez Salathiel Lovell, que tenía fama de ser tan corrupto como sádico.
'Robinson Crusoe' (en la imagen, una edición de 1860) fue la obra más famosa de Daniel Defoe.
¡A LA PICOTA!
Defoe fue condenado a pagar una multa desmesurada de doscientos marcos y a permanecer en prisión hasta que abonara tal cantidad, lo que significaba la cadena perpetua ya que no disponía de recursos suficientes para poder cancelar dicha deuda. Además de la multa y de la prisión, el juez Lovell le impuso además pasar tres días en la picota, un castigo humillante. En la picota, el reo, además de tener que soportar las molestias físicas de permanecer inmovilizado de cabeza, pies y manos en un lugar público, solía ser objeto de las burlas de la gente, que le arrojaba barro, fruta podrida, animales muertos o excrementos. En ocasiones, a alguno se le iba la mano y lanzaba piedras, hiriendo al reo o, a veces, incluso matándolo.
Además de la multa y la prisión, el juez Lovell impuso a Defoe pasar tres días en la picota, un castigo humillante.
Durante el tiempo que pasó en la celda antes de que se le aplicase la pena, Defoe plasmó su sentimiento respecto a lo que le esperaba en un poema titulado A Hymn to the Pillory y que se podría traducir como Un himno a la picota. Sus versos más famosos rezaban así: "Aprende la justicia a adaptarse al interés / y lo que ayer fue mérito, hoy delito es:/ las acciones dependen del color de los tiempos, / y son virtud o crimen según les venga el viento ./ Tú, que la trampa eres de la ley y el estado / ni acabas con el malo ni asustas al honrado; / el uno está curtido por la ofensa, / al otro lo protege su inocencia".
El poema fue distribuido por sus amigos y pronto las estrofas corrieron de boca en boca. El efecto fue sorprendente: una vez en la picota, salvaron a Defoe de una más que probable humillación pública, y en lugar de golpes el escritor recibió flores y abrazos, pasando de ser un villano a convertirse en un héroe popular.
LIBERADO PARA SER ESPÍA
Tras su paso por la picota, Defoe ingresó en la temible prisión londinense de Newgate, la misma por la que pasaron sir Thomas Mallory (autor de La muerte de Arturo), el pirata William Kidd, el donjuán Giacomo Casanova y Oscar Wilde. Al final, Robert Harley, primer conde de Oxford y líder torie, consiguió la libertad de Defoe y asumió sus deudas, pero a cambio el autor tuvo que aceptar trabajar para él como espía.
Su liberación coincidió con la Gran Tormenta, un ciclón que arrasó el sur de Inglaterra acabando con la vida de miles de personas, un acontecimiento que el escritor plasmaría en su obra The Storm (La tormenta), considerada como un precedente del periodismo moderno, ya que en ella se refleja el testimonio de los supervivientes del mortífero fenómeno atmosférico. De hecho, poco después Defoe fundó el periódico A Review of the Affairs of France, dedicado a hacer panegíricos de su salvador, Robert Harley.
Su liberación coincidió con la Gran Tormenta, un ciclón que arrasó el sur de Inglaterra matando a miles de personas.
ROBINSON CRUSOE, SU OBRA MÁS FAMOSA
El 25 de abril de 1719, Defoe publicó su primera y más famosa novela: Robinson Crusoe. En ella, el autor narra las aventuras de un marino que naufraga en una isla solitaria donde debe encontrar la forma de procurar su supervivencia mientras duda sobre su fe. El éxito arrollador de la obra, considerada por muchos como la primera novela moderna de habla inglesa, inspiró una segunda parte: Nuevas aventuras de Robinson Crusoe (1719), así como toda una serie de obras "autobiográficas" que incluyeron Las aventuras del capitán Singleton, en 1720; Diario del año de la peste, en 1722, o Moll Flanders, en 1722, en la que narra una historia con tintes protofeministas, una utopía en una sociedad patriarcal como la de la Gran Bretaña del siglo XVIII, y en la que se hacían pequeñas demandas que, en década posteriores, darían paso a un feminismo más reivindicativo.
En 1724, el autor escribiría su última novela, Roxana, la amante afortunada. Y aunque, en realidad, Daniel Defoe no escribió ninguna de estas novelas con más intención que la de procurarse unas buenas ganancias, al final todas ellas se han convertido, a día de hoy, en unos clásicos absolutos de la literatura universal.
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