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El estudio de los esqueletos de época bajomedieval enterrados en varios cementerios de Cambridge ha puesto de manifiesto que sus habitantes corrían un alto riesgo de sufrir accidentes e incidentes violentos, especialmente entre los estratos más pobres de la población.
Los esqueletos enterrados en diversos cementerios de Cambridge han revelado la peligrosa vida de sus habitantes a finales de la Edad Media: según un estudio reciente, las fracturas en los huesos permiten medir el grado en que las personas estaban expuestas a accidentes y violencia interpersonal. La conclusión a la que ha llegado un grupo de investigadores de la Universidad de Cambridge tras examinar más de 300 esqueletos fechados entre los siglos X y XIV, es que “los traumas severos eran comunes en todo el espectro social. La vida era más dura en lo más bajo, pero era dura en general”.
Los investigadores han examinado los huesos de tres cementerios de época bajomedieval donde se daba sepultura a gente de diferentes estratos sociales: el de Todos los Santos, donde se enterraba a los más pobres; el del Hospital de San Juan Evangelista, que acogía a personas necesitadas y enfermas; y el de un convento de la orden agustiniana en el que se enterraba a personas pudientes y miembros del clero.
Mapa de Cambridge en 1350 aproximadamente. Los cementerios son: 1) Cementerio de Todos los Santos junto al Castillo, 2) Hospital de San Juan Evangelista, y 3) Convento de los agustinos.
Analizando los huesos con rayos X, han encontrado que el porcentaje de fracturas en los esqueletos es del 44% en el primer cementerio, del 27% en el segundo y del 32% en el tercero. También han visto que el porcentaje es mayor en los esqueletos de los hombres que en los de las mujeres (40% frente a 26%), pero que estas cifras son más similares en el caso de los individuos enterrados en el cementerio de los más pobres.
UNA VIDA PELIGROSA
Los investigadores atribuyen la mayoría de estas fracturas a accidentes o lesiones en el ámbito del trabajo. En esa época Cambridge era una ciudad pequeña y dedicada mayoritariamente a actividades de gran esfuerzo físico como la agricultura, la ganadería, la construcción y la artesanía del metal; en los cuales el riesgo de accidentes era muy elevado. Según el equipo, esto explica también que la incidencia de lesiones en los huesos sea más parecida entre hombres y mujeres en lo más bajo de la escala social, ya que se dedicaban en igual medida al trabajo del campo y al cuidado de los animales.
Los investigadores atribuyen la mayoría de las fracturas a lesiones producidas en el ámbito del trabajo o por el uso de carretas o animales de tiro.
Una pequeña parte de los esqueletos -un 4%, según el estudio- muestra también signos de violencia interpersonal, identificables a través de lesiones curadas. Los investigadores señalan algunos ejemplos particulares, como el esqueleto de una mujer con muchas lesiones que apuntan a maltratos físicos repetidos; o el de un fraile con una herida mortal en el cráneo. Pero las heridas más graves, como el caso del esqueleto de un fraile con ambos fémures rotos, parecen haber sido producidas por lo que hoy llamaríamos accidentes de circulación, producidos por carretas o animales de tiro.
Los esqueletos de los internos del Hospital de San Juan Evangelista son los que presentan signos de una mayor calidad de vida, a pesar de que muestran también evidencias de enfermedades crónicas como la tuberculosis. Irónicamente, al tratarse en su mayoría de personas enfermas o sin medios para subsistir, esto les mantenía a salvo de las peligrosas condiciones de trabajo y de los accidentes. En cambio, las lesiones eran más frecuentes entre los frailes enterrados en el cementerio del convento, ya que buena parte de su rutina involucraba trabajos físicos en los terrenos monásticos, con lo que estaban expuestos a peligros similares al resto de la gente.
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