Con una vocación científica muy temprana, Franklin estudió y trabajó en algunos de los mejores centros de investigación del momento. Su sólida formación en el campo de la cristalografía le permitió aplicar sus conocimientos a una de las grandes incógnitas de la época: la estructura del ADN. Gracias a las imágenes únicas que consiguió se pudo establecer que esta poseía la forma helicoidal que hoy todos conocemos.
La inspiración de la brillante científica Rosalind Franklin se relaciona desde bien pronto, aunque de manera indirecta, con los grandes nombres de la disciplina a la que decidió dedicar su vida y que, según sus propias palabras, explica gran parte de la vida. Tras acudir a una conferencia de Albert Einstein supo que aquella era su vocación, estudió en la misma universidad donde lo había hecho Isaac Newton tres siglos antes y tuvo la oportunidad de trabajar en el Laboratorio Cavendish, bautizado así en honor al físico y químico que descubrió el hidrógeno y la composición del agua.
Además de estos grandes referentes, muy posiblemente la joven Rosalind Franklin nacida el 25 de julio de 1920 en Notting Hill, Londres, veía a su padre como otro modelo a seguir, pues él mismo había estudiado ciencias. Paradójicamente, cuando ella decidió que seguiría el mismo camino tuvo que enfrentarse a su oposición y siguió su camino. Finalmente su padre terminó apoyándola ya que creía firmemente en la importancia de una formación sólida, aunque no fuese lo que se esperaba para una mujer.
Al principio, su padre se opuso a que estudiara ciencias ya que no era lo que se esperaba de una mujer. Aún así, Rosalind se mantuvo firme en su decisión.
Sorteando obstáculos desde el principio de su carrera, Franklin superó las pruebas pertinentes y con 18 años accedió por méritos propios a la Universidad de Cambridge, uno de los centros más prestigiosos del momento en cuanto a los estudios científicos se refería. Afortunadamente, había nacido en el seno de una familia acomodada. Varias generaciones de sus antepasados se habían dedicado a la banca y nunca tuvo que enfrentarse a problemas económicos.
EN LA IMAGEN SOBRE ESTAS LÍNEAS, ROSALIND FRANKLIN APARECE TRABAJANDO CON UN MICROSCOPIO EN 1955, CUANDO YA SE HABÍA TRASLADADO AL BIRCKBECK COLLEGE DONDE DESARROLLARÍA LA ÚLTIMA ETAPA DE SU CARRERA.
CIENTÍFICA POR MÉRITOS PROPIOS
En 1941 se graduó en Ciencias Naturales por la Universidad de Cambridge y gracias a su entusiasmo y a las buenas acreditaciones académicas accedió a una beca para iniciar el doctorado. Sin embargo, en 1940 Inglaterra está inmersa Segunda Guerra Mundial y el esfuerzo bélico del país tuvo una influencia determinante en la carrera de Rosalind. La Asociación Británica para la Utilización del Carbón, un elemento esencial en plena contienda, le ofreció un puesto de trabajo donde pudo investigar sobre la composición química del carbón. Sus resultados, además de contribuir al esfuerzo bélico de su país, le sirvieron al término del conflicto para defender su tesis doctoral.
La siguiente etapa de la carrera profesional de Rosalind Franklin se desarrolló en Francia. En el Laboratorio Central de Servicios Químicos del Estado, en París, encontró en 1947 un grupo de trabajo mucho más abierto y menos hostil con las mujeres del que había conocido hasta entonces. Bajo el liderazgo de Jacques Méring, se familiarizó con la técnica de difracción de rayos X, de la que se convertiría en toda una experta.
La estancia en París fue un periodo de felicidad para Franklin. Con 27 años descubrió su pasión por viajar y desarrolló un gran amor por Francia, sus paisajes y su gente que la acompañaría hasta el temprano fin de sus días.
UNA REVELACIÓN HISTÓRICA
Además, la sabiduría y experiencia adquiridas durante este fructífero periodo de formación hicieron que regresara a Inglaterra convertida en una reputada cristalógrafa. Con la ayuda de una nueva beca, en 1951 ingresó en el Laboratorio de biofísica del King’s College de Londres, donde llevó a cabo uno de los grandes descubrimientos de su trayectoria. Puesto que el director del proyecto redirigió sus estudios hacia el campo de la por entonces desconocida estructura del ADN, Franklin pudo usar sus conocimientos de cristalografía para tratar de profundizar en los conocimientos sobre ella. Tras mejorar, adaptar y ajustar con cuidado el precario equipo del que disponía, junto con su estudiante de doctorado Raymond Gosling, en 1952 consiguió obtener algunas de las imágenes más nítidas de la estructura completa del ADN que se habían hecho hasta el momento. Gracias a esta revelación la científica pudo describir más detalladamente la densidad del ADN y estableció que sus moléculas se organizaban en forma helicoidal.
Tras mejorar, adaptar y ajustar con cuidado el precario equipo del que disponía, en 1952 consiguió imágenes de la estructura completa del ADN
Lamentablemente, la gran aportación de Franklin nunca fue reconocida. James Watson y Francis Crick, otros colegas que trabajaban en la misma línea en el Laboratorio Cavendish, emplearon esas imágenes y parte de sus deducciones para publicar el artículo en 1953 donde se revela la deseada estructura del ADN, un polímero de doble hélice. Diez años más tarde, fueron galardonados con el premio Nobel de Medicina.
FRANCIS CRICK Y JAMES D. WATSON, EN LA PARTE DERECHA DE LA IMAGEN, FUERON GALARDONADOS CON EL PREMIO NOBEL DE MEDICINA EN 1962 GRACIAS A SUS INVESTIGACIONES SOBRE LA ESTRUCTURA DEL ADN BASADAS EN LAS IMÁGENES QUE ROSALIND FRANKLIN HABÍA OBTENIDO 10 AÑOS ANTES.
Decepcionada y algo desilusionada, tras la publicación de los resultados de Watson y Crick, Rosalind Franklin abandonó el King’s College, aunque no sus trabajos de investigación. En el Birckbeck College, enfocó ahora sus esfuerzos hacia el campo de la virología, donde también realizó contribuciones decisivas trabajando sobre la estructura molecular de virus como el del mosaico del tabaco o el de la polio. Sus descubrimientos todavía se tienen en cuenta por los investigadores actuales.
Posiblemente debido a la sobreexposición a la radiación con la que trabajó toda su vida, Rosalind Franklin fue diagnosticada de un cáncer de ovarios hacia 1956. Decidió seguir trabajando hasta el final, cuando después de varias intervenciones y un tratamiento todavía experimental de quimioterapia, falleció el 16 de abril de 1958.
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