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lunes, 2 de marzo de 2009

HUANCABAMBA...................... UNA BELLA TIERRA CON MUCHOS MITOS. CAPÍTULO VII . EL GRINGO SIN MIEDO


Hola amigos: A VUELO DE UN QUINDE EL BLOG., nuestra sierra del Alto Piura, es muy rica en leyendas y mitos sobre los famosos"entierros", que viene hacer una verdadera y cuantiosa fortuna para quien tiene la suerte de encontrarlos, desde luego no es fácil lograr ese objetivo.(imagen de la izquierda la Plaza de Armas de Huancabamba, imagen de la derecha una coraza de oro macizo incaico . Museo Larco) En vista que están protegidos con "fantasmas" o los "espíritus del alma del finado" que enterró su fortuna; tantas cosas se dicen y habla la gente sobre estas fortunas enterradas; lo cierto es que de vez en cuando alguna persona afortunada se vuelve rica de la noche a la mañana gracias a un "entierro"; siguiendo los Mitos y Leyendas de Huancabamba, los invito a leer la siguiente historia..:
-------------- EL GRINGO SIN MIEDO --------------
Siendo aún joven, el "gringo"(así se llama a los norteamericanos) John Smit abandonó el país del Tío Sam y se vino al Perú en pos de fortuna.
Su entrada triunfal la hizo por la zona oriental, radicando en un pueblito llamado San Ignacio. Pero atraído por la "fiebre" del oro existente en la zona de Toluce, de nuevo armó maletas y se vino a vivir, "sentando cabeza", definitivamente aquí.
Amante de la soledad y de la naturaleza, se alejaba cada cierto tiempo de su lugar. Muchas veces se quedaba en zonas inhóspitas.
Con conocimientos en minería, no dejó ríos y quebradas sin buscar el preciado metal. Para John Smit no existía noche ni día, ni sol ni lluvia; su afán era, a toda costa, hacer fortuna y regresar a su país. Cierta vez, cuando se celebraba la fiesta en honor a Santa Rosa, mister Smit departía alegremente con varios amigos quienes, para hacer ameno el momento, libaban el apetecido aguardiente de pura caña. Entre trago y trago se enteró, por los propios lugareños, que en la abandonada hacienda de Mancucur los difuntos dueños habían dejado enterrada una inmensa fortuna.
La hacienda de Mancucur se había convertido en el terror de los caminantes , los mismos que, por la fuerza y la razón, tenían que hacer un alto para descansar allí. Muchos caminantes comentaban que en la hacienda por las noches "penaba", se les presentaba un ser de ultratumba que del segundo piso caía por pedazos. Ante esta aparición, los que se quedaban a descansar allí salían "volando" de terror.
John Smit puso mucha atención a esta conversación, y picado por la curiosidad decía para sus adentros: "Carreje, yo tener que conocer esa hacienda y saber qué pasar allí".
Faltaba poco para la Navidad, cuando John Smit preparó el ansiado viaje. Para ello se agenció de varias acémilas. Una fría madrugada acomodó todo lo necesario, y sin que nadie lo vea se alejó del lugar.
El calor era insoportable, amenazaba llover.
Por ser Toluce y Mancucur zona de montaña, la mayor parte de veces llueve copiosamente. Faltaba poco para el mediodía, cuando John Smit llegó a una humilde chocita, tocó la puerta y preguntó: "¿Vivir alguien aquí?" Al momento salió una anciana que, al verlo parado frente a su puerta , con cierto temor preguntó: "Quién es usté?(usted), ¿qué quiere?, ¿qué desea?, Al instante, el gringo respondió: "Yo llamarme John Smit, mucha gente decirme "el gringo sin miedo", mí no tener miedo a nada ni nadie. Mi decirme si este es el camino que mí llevarme a la Hacienda de Mancucur". La anciana, con voz temblorosa atinó a decir: "No gringo, este camino no va a Mancucur, este camino te lleva a la montaña. Si sigues por el mismo camino, dentro de pocas horas vas a llegar al cerro de Huascaray. Usté (usted) se ha perdido del camino, tiene que regresar por donde ha venido; donde hay una casa grande con techo de calamina siga de frente, no se vaya a ir de bajada, porque ese camino lo lleva a otro lugar".
Era aproximadamente las cuatro de la tarde, cuando John Smit preguntó por ultima vez: " ¿Y qué tiempo hacer de aquí a Mancucur?. La anciana respondió: "Más o menos hay cinco horas". "Mi agradecer toda la información", dijo el gringo, y entregándole una lata de atún y varios paquetes de galletas inició el viaje de regreso.
Después de varias horas de duro trajinar llegó a la hacienda de Mancucur. Una vez desensilladas las acémilas, les echó cebada para que coman a sus anchas. Ya dentro de la hacienda buscó un lugar adecuado para el descanso; por todos lados había telarañas, dando un aspecto lúgubre al lugar. Acomodó las jergas en el piso y cuan largo era se dispuso a descansar. Por el largo viaje realizado se quedó profundamente dormido. Su revólver marca Smith Wesson, calibre 38, y su espada eran sus "amigos" inseparables.
Faltaba poco para la media noche, cuando un ruido extraño perturbó su sueño. El ruido provenía del segundo piso, encima de donde él dormía. Con tono irónico, decía: "Carreje, seguro que son esas aborrecidas ratas que molestan allá arriba". Pero el ruido se hizo más fuerte; era como si alguien estuviera caminando. Pensando que era algún viajero que se había subido al segundo piso a descansar, con revólver en mano preguntó: "¿ Hay alguien arriba?" No hubo respuesta alguna, y disparando en dirección de donde provenía el ruido escuchó una voz hueca que decía. "Caeré o no caeré".
---- Tu querer caer, cae pues cojudo--- y al instante cayó un descarnado brazo, y así sucesivamente fueron cayendo el resto de los miembros hasta formarse un esqueleto humano--.¿Tú ser el que asustas a los viajeros?. Ahora vas a saber quien es el gringo sin miedo; mí no tener miedo a seres de otro mundo.
Vaciando toda la cacerina de su revólver pensó desaparecerlo, pero todo fue inútil. Como respuesta, el ser de ultratumba soltó una sonora carcajada: "Ja, Ja Ja, tus balas a mí no me hacen daño, gringo trotamundos, dentro de poco vas a morir".
El ser del más allá comenzó a seguirlo con un filudo machete. John Smit cogió también su espada y dijo: " Así que ponte en guardia, porque en este momento vamos a pelear". John Smit, ducho en el manejo de la espada, le hizo frente, produciéndose una lucha desigual. Al esqueleto lo hacía "polvo", pero al instante se volvía a formar. El ser de ultratumba estaba a punto de vencer al gringo, cuando éste se acordó que a estos seres para vencerlos hay que resondrarlos y expeler ventosidades.
Haciendo un esfuerzo sobrehumano, John Smit, con cólera infinita, dijo: "So muerto e' mierda, concha de tu mare, no me vas a vencer fácilmente"; tirándole tres sonoros pedos y aplicándole la última estocada lo desarmó por completo.
El ser de ultratumba, una vez vencido, con voz hueca decía: "Esta vez he perdido, tú me has vencido. Yo soy el mayordomo que cuidaba esta hacienda, mis patrones me querían mucho, fui su hombre de confianza, pero fui tan malo con ellos que le pagué muy mal . Como ellos eran ancianos, y tenían mucha plata, me dejé arrastrar por la maldita avaricia. Una madrugada entré a su alcoba y a punta de hachazos los maté, descuarticé sus cuerpos, y en sacos negros, a la inverna los llevé y los enterré. A los pocos días me descubrieron de ser el autor de tan horrendo crimen, cogí la escopeta y de un certero balazo me volé los sesos. Soy un alma en pena que busca el perdón de Dios. Anda y saca esa riqueza que está enterrada en ese viejo capulí que está al fondo del corral. Cumple mi pedido al pie de la letra, así mi alma estará tranquila y podré entrar al reino del Señor....".
El"gringo sin miedo" cumplió a carta cabal el pedido del difunto mayordomo; antes de que amanezca cargó en sus acémilas tan inmensa riqueza, dejando un enorme hoyo al pie del añejo capulí.
John Smit se hizo inmensamente rico.
Los viajeros siguieron haciendo un alto en dicha hacienda, nunca más se les apareció el muerto con machete en mano. Los moradores del lugar compusieron una versada, recordando la intrepidez del "gringo" que no supo tener miedo al ser del más allá:
"Dicen que una noche un gringo
a esta haciendo llegó
y por tener los cojones rayados
el muerto su fortuna le dió"
Amigos, que hermosa esta leyenda, que la estamos disfrutando gracias a la información de mi dilecto amigo Don Moisés Gonzalo Cordova Guerrero, continuaremos con nuestro trabajo, no se pierdan el siguiente capítulo.
Guillermo Gonzalo Sánchez Achutegui



1 comentario:

Anónimo dijo...

Amigo mio, en la sierra siempre se habla de "entierros" de los gentiles, que dejaron mucho oro y plata, para no entregarlos a los españoles, y dicen que hay y que los que lo encuentra están " compactados" con el diablo, pero casi nunca un cristiano los encuentra, solo los encuentran los males y brujos, pero eso no deja de ser interesante escribir sobre nuestro pasado y sus "entierros", siguiré leyendo tus "cuentos" amigo.