Hola amigos: A VUELO DE UN QUINDE EL BLOG., la agencia de noticias BBC Mundo Noticias, nos informa en un amplio reportaje las razones, de como la América de origen español se dividió en pequeños países, y lo que no lo hizo la América portuguesa solo se quedó con Brasil; creo que sin pensar mucho, el Imperio portugués solo tuvo un solo territorio que fueron las tierras atlánticas de América del Sur; en cambio España gobernó e invadió la totalidad del resto del continente americano incluyendo vastas extensiones de territorios ahora de Los Estados Unidos de América como : California, Texas, Colorado, que fueron arrebatadas al Imperio Mexicano(que por breve tiempo lo fue con Agustín de Iturbide con el nombre de Emperador Agustín I).
Al lado occidental de América del Sur, existieron culturas pre hispánicas como el Imperio Incaico, que fue formado con conquistas a pueblos y culturas con territorios más pequeños a lo largo de la costa peruana, ecuatoriana y colombiana; lo mismo sucedió en América Central y Norte, con culturas como Los Aztecas, los Mayas; por lo que cada pueblo contaba con su idioma e idiosincrasia propias.
BBC Mundo Noticias .- dice : " Ésta estaba formada por cuatro grandes virreinatos: Nueva España, Perú, Río de la Plata y Nueva Granada. Cada uno de ellos respondía a la Monarquía Hispánica, era administrado localmente y tenía pocos vínculos con los otros.
Además se crearon varias capitanías, como las de Venezuela, Guatemala, Chile y Quito, que tenían gobiernos independientes de los virreinatos.
"La administración española se estableció alrededor de dos centros principales: México y Lima. Eso no sucedió en Brasil, donde la administración era mucho más centralizada", explica el historiador mexicano...."
https://www.bbc.com/mundo/noticias-america-latina-42347383
https://www.bbc.com/mundo/noticias-38667434
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Cuando Cristóbal Colón tocó tierra tras su travesía del Atlántico, en 1492, no imaginaba todavía que cambiaría el curso de la historia para siempre.
Tampoco pensaría que de allí a pocos años desencadenaría una lucha entre las dos mayores potencias económicas y militares de la época, España y Portugal, por hacerse con las riquezas de ese territorio aún desconocido para los europeos.
Dos años después, los Reyes Católicos, Isabel y Fernando, y el de Portugal, Juan II, llegaron a un compromiso y firmaron en Tordesillas (entonces Reino de Castilla) un pacto para repartirse las tierras "descubiertas y por descubrir" fuera de Europa.
Más de 500 años después, el mapa latinoamericano sigue exhibiendo la herencia cultural de esa lucha: desde los cañones del río Bravo hasta las frías laderas de la Tierra del Fuego, los idiomas más hablados son el español y el portugués.
Pero, mientras el castellano se habla en 19 Estados distintos, el portugués sigue siendo la lengua oficial de uno solo, Brasil.
¿Por qué la América española se fracturó en tantos países mientras que la América portuguesa quedó sustancialmente igual que en la época de la colonización?
Hay varias razones que explican este acontecimiento y los historiadores no siempre coinciden.
Diferencia en la administración de las colonias
Una de las causas tiene que ver con la distancia geográfica entre las ciudades de las antiguas colonias y la forma en que eran administradas por sus respectivas metrópolis.
Según el historiador mexicano Alfredo Ávila Rueda de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), aunque la América portuguesa - el actual Brasil- tenía unas dimensiones continentales, la mayor parte de la población se concentraba en las ciudades costeras y la distancia entre ellas eran menores que las que había en la América española.
Ésta estaba formada por cuatro grandes virreinatos: Nueva España, Perú, Río de la Plata y Nueva Granada. Cada uno de ellos respondía a la Monarquía Hispánica, era administrado localmente y tenía pocos vínculos con los otros.
Además se crearon varias capitanías, como las de Venezuela, Guatemala, Chile y Quito, que tenían gobiernos independientes de los virreinatos.
"La administración española se estableció alrededor de dos centros principales: México y Lima. Eso no sucedió en Brasil, donde la administración era mucho más centralizada", explica el historiador mexicano.
Españoles nacidos en España vs. españoles nacidos en las colonias
Otra diferencia, según el historiador brasileño José Murilo de Carvalho, está relacionada con la formación de las elites en los dos imperios coloniales.
"En Brasil, la élite era mucho más homogénea ideológicamente que la española", explica Carvalho, y esto se debió a que el país luso nunca permitió la creación de universidades en su colonia. Hasta los colegios de enseñanza superior se crearon sólo después de la llegada de la corte en Brasil, en 1808.
Por lo tanto, los brasileños que querían tener educación universitaria tenían queviajar a Portugal.
"Ante la petición de crear una escuela de Medicina en Minas Gerais, en el siglo XVIII, la respuesta de la Corte fue: 'ahora piden una facultad de Medicina, en poco tiempo van a pedir una facultad de Derecho y luego van a querer la independencia'", ejemplifica el historiador brasileño.
Una vez formados - 1.242 estudiantes brasileños pasaron por la Universidad portuguesa de Coimbra entre 1772 y 1872- esos ex alumnos volvían a Brasil y ocupaban cargos importantes en la administración de la colonia, lo que, en opinión de Carvalho, favoreció un sentimiento de unidad en la colonia, garantizó la obediencia a la corte real y generó confianza en las virtudes del poder centralizado.
Por el contrario, durante el mismo período, 150 mil estudiantes se formaron en las academias de la América española. En las colonias había al menos 23 universidades, tres de ellas sólo en México.
Por esta razón, argumenta el historiador, los movimientos de independencia en la América española comenzaron a ganar fuerza, en el siglo XIX, sobre todo en los lugares donde había universidades y prácticamente todos los lugares donde había una universidad acabaron dando origen a un país diferente.
El historiador Ávila Rueda, sin embargo, rechaza esta última hipótesis. "Estas universidades eran en su mayoría reaccionarias, aliadas de la Corona española", asevera.
"La Universidad de México, por ejemplo, era reaccionaria a tal punto que, en 1830 -tras la independencia- el gobierno mexicano decidió cerrarla porque creía que no sería posible reformarla", añade.
El catedrático mexicano asegura que la circulación de periódicos, libros y folletos en la América española - que, en cambio, no estaba permitida en la América portuguesa (la prohibición se levantó solo en 1808, con la llegada de la corte portuguesa a Brasil)- tuvo un papel mucho más relevante en la construcción de las identidades regionales que las universidades.
Al mismo tiempo, en la América española las elites locales nacidas en las colonias, los así llamados "criollos" (grandes propietarios de tierras, arrendatarios de minas, comerciantes y ganaderos) eran despreciados por los nacidos en España, los Peninsulares.
Sin embargo, hasta 1700, cuando España era gobernada por la dinastía de los Habsburgo, las colonias tuvieron bastante autonomía. Pero todo cambió con las reformas borbónicas llevadas a cabo por el rey Carlos III.
En aquel momento España necesitaba aumentar la extracción de riqueza de sus colonias para financiar sus guerras y mantener su imperio.
Para lograrlo, la Corona decidió expandir los privilegios de los Peninsulares, que pasaron a ocupar los cargos administrativos anteriormente destinados a los criollos.
Paralelamente, las reformas realizadas por la Iglesia Católica redujeron los papeles y los privilegios del clero más bajo, que también estaba formado en su mayoría por criollos.
Napoleón invade Portugal y la familia real portuguesa huye a Brasil
Según los historiadores, tal vez la razón más importante para explicar el mantenimiento de la unidad de Brasil fue la huida de la familia real portuguesa.
En 1808, después de que el ejército de Napoleón Bonaparte invadiera Portugal, el príncipe regente João huyó a Río de Janeiro y trasladó consigo toda la corte y el aparato gubernamental: archivos, bibliotecas reales, la tesorería y hasta 15 mil personas.
Río de Janeiro se convirtió entonces en la sede político-administrativa del imperio luso y la presencia del rey en territorio brasileño sirvió como fuente de legitimidadpara que la colonia se mantuviera unida.
"Si João no hubiera huido a Brasil, el país se habría dividido en cinco o seis estados distintos y las zonas económicamente más próspera, como Pernambuco y Río de Janeiro, habrían logrado su independencia", señala Carvalho.
Vacío de poder en España
En España, la invasión del general francés obligó al rey Carlos IV y a su hijo, Fernando VII, a abdicar en favor del hermano de Napoleón, José, que más tarde se convertiría en José I de España.
Esto generó un vacío de poder.
Varias juntas administrativas de las colonias se negaron a recibir órdenes de Napoleón y se mostraron fieles a su autonomía y a Fernando VII.
Sin embargo, cuando el monarca español recobró su trono, intentó usar la fuerza para restablecer la sumisión de las colonias.
Pero la mayor experiencia de autogobierno madurada por los criollos, la política discriminatoria hacia ellos por parte de la Corona Española y los ideales iluministas popularizados por las revoluciones americana y francesa atizaron las rebeliones y, entre 1809 a 1826, se libraron a lo largo del continente las sangrientas guerras de independencia.
Por otro lado, cuando Napoleón fue derrotado, João VI creó el Reino Unido de Portugal, Brasil y Algarve y mantuvo la capital en Río de Janeiro hasta que la corte exigió su regreso a Lisboa, en 1820, y la aceptación de una constitución liberal.
João VI dejó la administración de Brasil en manos de su hijo Pedro. Éste declaró la independencia del país en 1822 y estableció una monarquía constitucional con él como monarca.
¿Temor a una revuelta de esclavos?
Las preocupaciones económicas y sociales también contribuyeron fuertemente a asegurar la unidad de Brasil.
Según el historiador estadounidense Richard Graham, profesor emérito de la Universidad de Texas y considerado uno de los mayores expertos en historia de América Latina en Estados Unidos, los terratenientes y los hombres más ricos de las ciudades acabaron aceptando la autoridad central por dos razones: la amenaza de desorden social y la legitimidad del poder monárquico.
Aunque Brasil logró su independencia sin tener que recurrir a la fuerza militar, los líderes de la región buscaban una mayor libertad de la capital, Río de Janeiro, dice Graham.
Pero, con el tiempo, percibieron que el autogobierno regional o la independencia podrían debilitar su autoridad tanto sobre los esclavos como sobre las clases inferiores en general. Es decir, temían el desorden social.
Según datos de The Trans-Atlantic Slave Trade Database -un proyecto internacional de catalogación de datos sobre el tráfico de esclavos al que participa, entre otros, la Universidad de Harvard- entre 1500 y 1875, la América española recibió 1,3 millones de esclavos traídos de África.
En el mismo período, solo en Brasil desembarcaron casi 5 millones. Ningún otro lugar del mundo recibió tantos esclavos.
"La clase dominante temía que los esclavos pudieran aprovecharse de sus divisiones internas para rebelarse" como ya había pasado en Haití, añade.
En la América española, por otro lado, "las élites aprendieron que podían gobernar muy bien con una población inquieta", explica el historiador estadounidense.
"Todos los países hispanoamericanos tomaron medidas que pretendían acabar con la esclavitud. Muchos mestizos (y en algunos casos, como el de Venezuela, los mulatos) tenían el mando de las fuerzas militares y eran a menudo recompensados con posesión de tierras tomadas de los leales a la corona", afirma Graham.
El fin de los virreinatos y el surgimiento de países
Pero ¿por qué las fronteras de los países recién independizados en la América española no se mantuvieron iguales a las de los cuatro virreinatos?
Es decir, ¿por qué hubo tanta fragmentación?
"En la época colonial, el concepto de frontera era distinto al de los Estados modernos", explica el historiador Ávila Rueda. "Por aquel entonces regía un sistema de jurisdicciones que a veces se sobreponían unas a otras".
Para entenderlo mejor, Ávila Rueda cita el caso del virreinato de Nueva España, un territorio que comprendía parte de Estados Unidos, México y Centroamérica.
"Creemos que el virreinato de Nueva España se mantuvo como un país unido, que corresponde al México actual. Pero nos olvidamos que después de la independencia surgió el imperio mexicano, que incluía la actual América Central. Posteriormente, con la disolución del imperio mexicano, se establecieron la federación mexicana y la federación centroamericana, que más tarde se desintegraría en otros países", relata Ávila Rueda.
De la misma manera "hubo un proceso de fragmentación en toda la América española", añade. "Algunas de estas provincias formaron confederaciones para tener mayor fuerza militar y defenderse de otros enemigos, y otras fueron unidas a la fuerza, como hizo Simón Bolívar".
Graham coincide con la tesis de Ávila Rueda. "Si te independizas de España, ¿por qué querrás quedar sometido a los mandos y desmanes de, por ejemplo, Buenos Aires? Las fronteras actuales de los países de América Latina tardaron en consolidarse y fueron en muchos casos el resultado de disputas internas que acontecieron después de la independencia", explica.
El sueño bolivariano
Pero es importante recordar que también en la América española hubo planes de unificación que no prosperaron.
En 1822 Simón Bolívar y José de San Martín, dos de las figuras más importantes de la descolonización, se reunieron en la ciudad de Guayaquil, en Ecuador, para discutir el futuro de la América Española.
Bolívar era partidario de la unidad de las ex colonias (él fue quien forzó la unificación de Colombia y Venezuela) y la formación de una federación de repúblicas.
San Martín, en cambio, defendía la restauración de la monarquía bajo la forma de gobiernos liderados por príncipes europeos.
La idea de Bolívar volvió a ser discutida en el Congreso de Panamá, en 1826, pero acabó rechazada.
¿Y si España hubiera transferido la corte a las Américas como hizo Portugal?
El historiador estadounidense William Spence Robertson cita en uno de sus artículos la frase pronunciada en 1821 por un observador español: "México no aceptaría las leyes sancionadas en Lima, ni Lima aceptaría las leyes sancionadas en México".
"La pregunta principal es dónde habría elegido establecerse el monarca. No creo que México habría permanecido leal a un rey establecido en Lima y no en Madrid", afirma Graham.
"Pero es cierto que si Fernando VII se hubiera trasladado la corte a las Américas, hoy habría menos divisiones de las que en realidad ocurrieron", añade.
Porque, según Graham, los reyes garantizan la legitimidad del poder.
Rebeliones en Brasil
Pero el proceso de unificación territorial en Brasil tampoco fue totalmente pacífico.
Hubo movimientos de carácter independentistas en Minas Gerais (1789), en Bahía (1798) y en Pernambuco (1817), aunque esas revueltas fueron fomentadas más por un sentimiento de autonomía que por el deseo de ruptura entre la colonia y la metrópoli.
Según Ávila Rueda, "considerado que en la América portuguesa no hubo una guerra de independencia, sino una continuidad con el traslado de la corte, el gobierno de Río de Janeiro tenía más fuerza para reprimir estas rebeliones."
"En cambio, el gobierno de México no tenía fuerza suficiente para evitar el desmembramiento de Centroamérica, así como tampoco el gobierno de Buenos Aires en relación a Uruguay o Paraguay", concluye.
Con la colaboración de Angelo Attanasio, de BBC Mundo.
Este artículo es parte de la versión digital del Hay Festival Querétaro, un encuentro de escritores y pensadores que se realiza en esa ciudad mexicana entre el 6 y el 9 de septiembre de 2018.
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"Bolívar era un extranjero megalómano": las provocadoras tesis de Enrique Serrano, el escritor colombiano que cree que las independencias en América Latina fueron "estúpidas"
El filósofo y ensayista Enrique Serrano sabe que nada a contracorriente. Pero no parece importarle.
Su libro "¿Por qué fracasa Colombia?" estudia las raíces históricas de la nación colombiana y está lleno de polémicas ideas sobre la colonización española y las independencias.
Para él, Bolívar "era un extranjero megalómano" y los reyes de España "buenos" con sus súbditos.
Son solo algunas de las ideas de su obra. BBC Mundo lo entrevistó en el marco del Hay Festival Cartagena, que se celebra esta semana en la ciudad colombiana, para intentar comprenderlas.
¿Por qué le parece que la colombiana es la historia de un fracaso?
Tendría que matizar. Fue el editor, a quien yo quiero mucho, quien cambió el título.
Se iba a llamar "La nación negada" o "La nación soslayada", pero no le pareció suficientemente comercial. Y parece que tenía razón, porque el libro tuvo un gran éxito con este título.
En realidad, podríamos traducirlo por "por qué podría fracasar Colombia", qué opciones se derivan de desconocer su historia, su pasado, por negarse como nación.
¿Se niega Colombia como nación?
Sí, esa es mi tesis. No solo en el sentido filosófico de la modernidad de estado-nación, sino de grupo humano que comparte cierto pasado, características, lengua, religión, etc.
Comparada con otras naciones norteamericanas, se encuentra en una especie de adolescencia. Sus intelectuales y académicos tienen todavía una idea muy precaria de ella. Algunos ni siquiera se han preguntado por el problema de su naturaleza y lo resuelven todo con los lugares comunes que se derivan de la tradición regional.
En primera instancia, es un error craso confundir lo bogotano con lo colombiano, en virtud de la fuerte regionalización que durante siglos ha aislado a los diversos componentes de la nación.
Solo en los últimos 70 u 80 años se han dado las condiciones para la formación de una nación única, con la aparición de los medios de comunicación, la migración generalizada hacia las grandes ciudades, etc.
Pero ni siquiera entonces Colombia ha sido una nación uniforme como lo ha sido Argentina, por ejemplo, conformada alrededor de Buenos Aires, sino que mantiene todavía una personalidad regional muy viva.
Ese tipo de problemas no han sido tratados suficientemente por la historiografía ni la sociología colombianas.
O sea que usted cree que Colombia es una nación adolescente.
Sí. Lo es en el sentido de que el adolescente no sabe exactamente quién es, ni para qué sirve o a qué está destinado. No se evalúa de un modo sobrio, tranquilo. En el caso de Colombia se debe fundamentalmente a una historia regional de aislamiento y al poblamiento tan irregular que ha tenido.
Esto la diferencia de otros países de América que alcanzaron su vocación gracias a que tenían un destino en el imperio español, como Perú o México, o a naciones que construyeron su carácter nacional en el siglo XIX gracias a la emigración, como Argentina, Uruguay o Chile.
Colombia, en cambio, se quedó encerrada hasta bien entrado el siglo XX. En medio de sus luchas y contradicciones, la urbanización repentina y desordenada, sumada a los factores de conflicto de un campo abandonado, explican la Colombia de hoy, muy distinta de la Colombia aldeana que existió hasta hace relativamente poco.
Usted asegura que "lo único que sobrevive es una hispanidad colombianizada". ¿Son los males de Colombia el legado de los españoles?
No, de ninguna manera. Al contrario. Esta hispanidad mal asimilada se deriva de un problema de origen: los inconscientes fundadores de esta nación fueron individuos que huían del pasado religioso de los siglos XV, XVI y XVII, tan problemático en España.
Eran los cristianos nuevos, que se hicieron indianos. No solo Colombia, sino muchos otros países de América se conformaron con esos inmigrantes forzados que ya no podían volver a España. Esa hispanidad negada es un problema de España, de la historia española, que América heredó.
Sorprende su tesis, porque muchos en América Latina culpan a la conquista española de los problemas que arrastra la región.
Mi reflexión empezó en 1992, cuando se celebraron los 500 años del descubrimiento de América, que empezaron a teñirse de una reivindicación ideológica muy violenta. Aquello reproducía los patrones de la leyenda negra británica o francesa sobre España, que los propios españoles se creyeron, especialmente durante el Franquismo.
Esa circunstancia tan dolorosa y tan dramática hizo que cualquier cosa relacionada con la hispanidad fuera objeto de equívocos y malentendidos sin término que todavía continúan. Hay una versión argentina, mexicana, guatemalteca...
Todo el mundo tiene una y en Colombia también, aunque sin mucha convicción, se ha ido haciendo una versión antiespañola. Pero ¿cómo se puede ser hispánico y a la vez antiespañol? Es una paradoja que manejan todos los pueblos a su manera, incluido el colombiano. Ese es el marco que ha supuesto renegar estúpidamente de la hispanidad.
En su libro describe que el hecho de que los moriscos y los judíos expulsados de España acabaran en Colombia tuvo un gran impacto en la conformación del actual carácter colombiano. ¿De verdad fue tan determinante?
No fue el único lugar de América donde se afincaron cristianos nuevos. Como estudiaron hispanistas franceses como Joseph Perez, los cristianos nuevos eran casi la mitad de la población española.
Cuando se celebraron los 500 años se dijeron cantidad de tonterías, exageraciones e imprecisiones aquí. Mi intención es explicar a esa media España que emigró y se reprodujo silenciosa y discretamente en América la España de los indianos.
Afirma en su libro que "no hay una aspiración más secreta, más inveterada y no declarada, pero de todas maneras postulable para toda la hispanidad,que la de vivir sin trabajar". ¿No es esto un prejuicio un tanto racista?
¿Racista, dice usted? Puede ser.
En todo caso, si nos ponemos en el lugar neutro de la corrección política que hoy rige, queda claro que esa aspiración a la molicie está muy bien documentada, especialmente en la España del sur.
Está un poco en toda la humanidad, pero más acentuada en algunos pueblos que en otros. Eso es lo que en rigor me lleva a hacer esta afirmación, salvadas las distancias de la corrección política que el presente exige.
A veces eso de la corrección política es muy aburrido. Si lo ha escrito será porque lo cree, ¿no?
Sí, lo creo. Partamos de ahí.
Las FARC son individuos iletrados que han sabido jugar a las marrullas con el gobierno de Santos.
Describe al colombiano como alguien apocado, casi miedoso, y lo explica por la obsesión de esos judíos y moriscos expatriados por evitar problemas y conflictos con las autoridades. ¿No sería más sano que los colombianos tuvieran otra actitud ante la vida?
Claro que sí. Sería más sana una forma de vida menos insignificante.
Hay un patrón interesante en el caso colombiano, y es que la mayor parte de figuras que han destacado en el campo de la cultura son insignificantes. Se caracterizan por su excesiva labia y sus aspiraciones desmesuradas, pero también por su incapacidad para traducir en acciones sistemáticas esas aspiraciones.
En todos los pueblos del mundo hay estos individuos insignificantes. Eso es universal, pero en Colombia esa tendencia a ser poca cosa está automáticamente disculpada.
Como todo el mundo lo es, todo el mundo se disculpa porque los demás también son así. Es una cultura de huir de la audacia.
Evidentemente no existió en individuos como Pablo Escobar. Pero esos son la excepción y no la regla. La regla es la de un individuo más bien gris, sensato y moderado, que se conforma con su pequeña vida gris, en algún sentido casi medieval.
Amélie Nothomb escribió que la sensatez es el consuelo de los débiles. ¿Cree que esta frase es aplicable a los colombianos?
Me parece bien esa frase. Yo no estoy inventándome esta vaina esta mañana, sino que tiene 25 años como reflexión sobre el asunto de la colombianidad.
En todo caso lo que detesto es esa actitud, muy característica del apocamiento colombiano, del "mejor no digamos nada", "mejor no nos arriesguemos", "mejor hagámonos los tontos".
Es lo que pretendo combatir con este libro y otro que estoy escribiendo.
Al contrario de quienes sitúan la independencia como el momento fundacional, usted asegura que la independencia privó a la Colombia de la unidad que le daba la metrópoli. Entonces ¿la independencia fue contra la nación?
Sí. En primer lugar, porque vino de fuera, tanto en sus ideas como en sus realizadores.
Frente a esta especie de provincia tranquila alejada del rey, la independencia fue la obligación de autorregularse y de entenderse con gente incluso más extraña, los criollos que habitaban un territorio inmenso del que ni siquiera los colombianos mismos sabían dónde empezaba y dónde terminaba.
Una de las expresiones fundamentales de esto es que todavía tenemos más de 600.000 kilómetros cuadrados sin poblar. Siempre nos ha sobrado tierra.
La oferta de América para los colonos fue muy generosa en tierras y ellos estaban conformes con su pequeña montaña, con su aldea; ni siquiera necesitaban los grandes ríos. No tenían aspiraciones descomunales más allá de esa existencia aldeana que practicaron durante siglos.
Hay que desmontar la mayor cantidad de mitos que uno pueda y se desmontan poniendo en cuestión algunos sobreentendidos. Ya es hora de revisar algunas de esas cosas.
Esa sería una labor de los historiadores, pero los historiadores colombianos no la quieren hacer, porque surgieron en una vocación muy positivista, obsesionada por los documentos. Y Colombia es un país pobre en documentos, es un país más oral, donde muchas verdades fueron ignoradas, soslayadas.
Individuos como Nariño, que hablaban de los derechos humanos, tenían esclavos
Entre esos mitos en los que habría que revisar, usted coloca el de Simón Bolívar, a quien caracteriza como un extranjero que trajo ideas extrañas a esa nación colombiana preexistente de la que habla. Entonces ¿no fue el libertador un héroe?
Era un extranjero megalómano, con una idea descomunal de hacer una especie de Estados Unidos del sur aprovechando el momento de mayor debilidad de España en 300 años. Y le salió mal.
En ese momento, el rey estaba en el exilio y Napoleón había invadido una España que luchaba su propia guerra de independencia mientras nosotros hacíamos nuestras estúpidas independencias.
Para mí esas cosas han perdido todo valor. Puede que lo tengan como mito fundacional, pero ya es infantilismo. Es de una precariedad muy grande en la explicación histórica para una nación que necesita mucho más que eso.
No es que yo no crea que eso fue cierto. Claro que lo fue, pero fue banal. Y esa independencia banal fue muy mal asimilada a lo largo de todo el siglo XIX.
Pero ¿acaso era más extranjero Bolívar que los moriscos o judíos españoles que se instalaban en Colombia?
Es que los judíos y los moriscos hacía ya 200 años que habían llegado. Ni siquiera Venezuela la formó Bolívar, la formó José Antonio Páez, un tipo mucho más primitivo y brutal.
Bolívar, como Francisco Miranda, estaba especulando con la relación entre Europa y América. Era un liberal en el sentido en el que había que serlo en ese momento, como lo era también Antonio Nariño y otros que hablaban aquí de los derechos humanos.
Pero esos mismos individuos tenían esclavos y seguían viviendo en el Antiguo Régimen. Sus vidas muestran la contradicción más patente entre sus ideas y sus prácticas. No tenían cosas para grandes sueños.
Unos pocos, como Bolívar, encontraron un ambiente favorable en algunos momentos, pero después eso se frustró. Estaba muy claro que estos aldeanos, súbditos del rey de España, no estaban preparados para la independencia.
Hubo muchas revueltas realistas, incluso la de los comuneros. Eran individuos que tenían fe en el rey y que lo que querían era un mejor gobierno y menos impuestos. Eso es muy distinto a querer la independencia.
Muchas de esas cosas no han sido leídas en esa clave por los historiadores ni por otros intelectuales. Me asombra el carácter tan superfluo de muchos de ellos, porque no hay manera de discutir esto con ellos con serenidad.
Les falta la neutralidad para hacer tabula rasa de esos prejuicios y empezar a discutir la colombianidad de un modo más limpio y sobrio.
Menciona en uno de sus capítulos "la tutela de buenos reyes". ¿Le parece que los reyes de España eran buenos con sus súbditos americanos?
Sí. Aquí eran leídos como buenos. Hay documentos que demuestran que, precisamente por ser tan distantes, tan aparentemente indiferentes, eran leídos como buenos reyes. Los Austrias, sobre todo, eran muy poco intervencionistas, muy poco dados a ese rigor del que los habitantes habían oído hablar o ellos mismos habían sufrido en España.
En otras palabras, hasta el terrible siglo XV, los reyes eran malos, mientras que los Habsburgo del gran imperio eran buenos porque estaban lejos.
Eran buenos reyes porque los dejaban en paz, porque el tribunal de la Inquisición de Cartagena era muy lento y muy débil al perseguirlos, y porque los adelantados y oidores habían entendido que esto no era El dorado, sino una tierra de transición.
En el presente colombiano destaca, sobre todo, el proceso de paz con las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC). Pero usted, sorprendentemente, asegura que el de la violencia no es un elemento tan importante en la realidad del país.
Yo no desconozco la existencia de una violencia sistemática que ha afectado sustancialmente a la vida colombiana. Ha ocurrido, sobre todo, en la época de la gran urbanización. Pero no le atribuyo el carácter de centralidad que le dan los colombianistas de hoy, que ha llevado a Rafael Pardo y otros a afirmar que la violencia es absolutamente connatural a la condición colombiana.
Al contrario, autores como Jaime Jaramillo Uribe hablan de la naturaleza relativamente pasiva y tranquila de la identidad colombiana.
Curiosamente, lo que le ha permitido a Colombia ser una nación muy grande y poblada es precisamente que en su vida aldeana y retirada no ha primado la violencia. Esa es mi posición, que habría que matizar con todo el rigor que sea necesario para que no parezca una especie de pacifismo estúpido o un desconocimiento de la violencia.
Pero incluso hoy, en los acuerdos de paz con las FARC está muy claro que quienes usaban la violencia sistemáticamente, incluyendo paramilitares y guerrilla, no son más de 100.000.
Esas 100.000 personas han perturbado el orden de los otros 49.900.000. No ha habido nunca una polarización tan brutal que condujera a una guerra civil como la que han experimentado otras naciones.
Usted lamenta que Colombia carece del vigor para mantener las apuestas en el tiempo y alcanzar grandes objetivos nacionales. ¿Cuáles serían esos grandes objetivos ahora que parece que la paz ya se ha conseguido?
El objetivo fundamental sería bajar de las montañas, saliendo de las aldeas y entrando a la dimensión bioceánica que tiene Colombia, poblando las costas y haciendo infraestructura económica cerca del mar. La de lanzarse hacia los mares, aprovechando recursos inveterados como el río Magdalena, al que habría que recuperar.
Como los ferrocarriles que tuvo en los años 60. Hay que recuperar una serie de cosas que se perdieron por esa mentalidad colombiana de "ahora hagamos esto", "ahora hagamos aquello", pero sin vocación de futuro ni una visión a largo plazo propia de un proyecto nacional.
Usted que es español recordará que en España la Guerra Civil, con su terrible y cruenta herencia, conmovió tanto a la nación en su conjunto que empezó a pensar que tenía que hacer un pacto completamente nuevo de resurgimiento que le permitiera lanzarse a la modernidad, aunque tardíamente, con éxito.
Eso tan paradójico y problemático en España, lo compartimos nosotros: la idea de no poder ponerse de acuerdo fácilmente, que haya unos individuos considerados sabios que luego caen en desgracia y son reemplazados por otros que dicen que ha de hacerse algo diferente, en definitiva, la imposibilidad de tener un proyecto firme que dure más de 20 ó 30 años.
Colombia necesita un proyecto de nación de, por lo menos, 50 años. Las circunstancias se lo reclaman y no hay quien se tome en serio eso, ni entre los políticos ni entre los académicos.
Los académicos son superfluos. Es un gremio al que he pertenecido durante muchos años.
En todo caso, esto parece un poco exasperante. Y las FARC son individuos casi iletrados, muy astutos, eso no se lo niego, que han sabido enriquecerse y jugar las marrullas que había que hacer con el gobierno de Santos, que también se caracteriza por esa misma condición.
Los reyes de España eran leídos como buenos porque eran poco intervencionistas.
¿Por la de iletrado o la de astuto?
La de astuto y aprovechador de circunstancias. Pretender que las FARC son la gran cosa es una idea torpe.
Ya se hizo el acuerdo, que es probablemente irreversible. Las circunstancias problemáticas de su puesta en marcha seguirán durante varios años. No creo que ese sea un asunto para tomarse gravemente en serio, pero mientras tanto se está perdiendo tiempo para la ejecución de ese auténtico propósito nacional.
Un país como este debería tenerlo en cuenta si tiene además al lado los espejos fallidos de Venezuela, Ecuador, Nicaragua, Argentina… los países que intentaron un modelo desafiante y fracasaron.
Queda claro que usted tiene una visión muy crítica de su país. Cuesta encontrar algo positivo en su relato. ¿A usted qué le gusta de Colombia? Si es que le gusta algo…
No creo que Colombia sea una nación fracasada, ni que vaya a fracasar. No va a sumirse en una guerra civil ni en una catástrofe de este tipo.
Me impacienta un poco que la nación sea poco crítica consigo misma. Es un pueblo conformista que tradicionalmente se ha arrellanado en esa condición.
La verdad es que ser colombiano en Colombia es cómodo, fácil. Es mucho más difícil ser de otros países.
Decir que Colombia es una catástrofe, como dicen muchos colombianos, o rasgarse las vestiduras por lo corrupto que es, o eso que se la atribuye a veces de una especie de inmoralidad inveterada… todos esos son mitos. Son verdades muy débiles y prejuicios.
Pero yo sí espero un comienzo de una nación más serena para revisarse a sí misma.
Bueno, pero no me ha contestado a la pregunta.¿Qué le gusta a usted de Colombia?
(Balbucea brevemente) La verdad yo soy un colombiano que quiere mucho a su país. Me gusta la gente, el ambiente, la vida propia de esta nación a pesar de sus muchas contradicciones. Pero el pueblo colombiano es poco dado a la reflexión. Me he puesto en la tarea del polemista, de suscitar la reflexión, especialmente entre la gente joven.
El colombiano es muy malo para compararse con otros pueblos. Sabe muy poco de los demás, es muy etnocéntrico, muy autocomplaciente y muy exagerado, tanto en lo bueno como en lo malo.
Todos los productos culturales colombianos son excesivos y cuando uno los examina se da cuenta de que la cosa no es tan buena ni tan mala como la habían pintado.
En realidad, tenemos un buen país, vivimos razonablemente bien. En los últimos 20 años ha crecido de un modo descomunal la clase media, lo que plantea muchos problemas, pero al mismo tiempo es un avance. El objetivo pendiente es poder construir algo entre todos que sea de largo plazo.
Este artículo es parte de la versión digital del Hay Festival Cartagena, un encuentro de escritores y pensadores que se realiza en esa ciudad colombiana entre el 25 y el 28 de enero.
96 millones de habitantes, 2,5 millones de km2... así sería la Gran Colombia si existiera hoy
Si la Gran Colombia existiese hoy, sería una nación de 96 millones de habitantes y 2,5 millones de kilómetros cuadrados de territorio.
Las cuatro naciones que alguna vez formaron la alianza soñada por Simón Bolívar después de conseguir la independencia de España tienen hoy, entre todas, un producto interno bruto de US$952.000 millones.
Y junto a un potencial económico que incluiría las mayores reservas petroleras del mundo, un canal interoceánico y varias de las principales metrópolis de América Latina, sería la dueña de una variedad geográfica, cultural y social con pocos paralelos.
¿Cómo funcionaría políticamente? Nadie lo sabe a ciencia cierta, por supuesto.
La Gran Colombia se acabó en 1830 cuando Ecuador, Venezuela y Colombia tomaron sus propios caminos. Y Panamá se convirtió en una nación independiente en 1903 al separarse de Bogotá.
Vida tormentosa
Las cuatro naciones que por cerca de una década compartieron el experimento Grancolombiano se han caracterizado por una vida independiente tormentosa.
Colombia experimenta todavía uno de los conflictos armados más largos del mundo, que el acuerdo de paz con la guerrilla de las FARC aspira a terminar pronto.
Ecuador experimentó en los dos siglos de vida independiente numerosos alzamientos militares.
Panamá tuvo una complejísima relación con Estados Unidos que incluyó la controversia colonial en torno a la zona del canal y la traumática invasión de diciembre de 1989.
Y Venezuela, por supuesto, vive en la actualidad una profunda crisis económica en medio de la enorme polarización política que produjo la llamada Revolución Bolivariana.
¿Habrían estado mejor si hubieran seguido juntos? Es terreno de especulaciones. También es cierto que, cada una por su lado, estas cuatro naciones han conseguido logros impresionantes en todos los terrenos a lo largo de su vida independiente.
Logros
Al momento de su disolución en 1830, la Gran Colombia era un rincón económicamente olvidado al que la reciente independencia no le había solucionado los problemas manifiestos cuando era una colonia atrasada y empobrecida del alicaído imperio español.
La Gran Colombia exportaba poco y consumía menos aún como resultado de su pobreza.
Su casi despoblado territorio era mirado con codicia por otras potencias europeas.
Y muchos dudaban que con sus abismales diferencias raciales, culturales y económicas, de ahí pudiera surgir un sentimiento de nación.
Casi 190 años después, las antiguas naciones gran colombianas tienen una cultura consolidada, aplaudida y en algunos aspectos imitada en muchos rincones distantes del mundo.
También han mejorado, aunque con altibajos, el nivel de vida de sus habitantes.
Por ejemplo, la expectativa de vida promedio de un colombiano en 1900 era de 30 años. Hoy es de casi 75.
Un camino distinto
Sin duda alguna, ser parte de una confederación como la que soñó Bolívar habría cambiado la economía, y por ende, la política de las cuatro naciones.
Tal vez Panamá no habría desarrollado su enorme vocación por el comercio y los servicios internacionales si no hubiera sido una pequeña nación desprovista de muchos otros recursos nacionales, sino una provincia pequeña en un país mucho más grande.
Muchos expertos señalan que uno de los factores detrás de la violencia que experimentó Colombia por buena parte del siglo XX era la extrema debilidad y falta de recursos del gobierno central, que permitió que vastas zonas del territorio nacional estuvieran casi sin presencia estatal.
Algunos dirían que si a mediados del siglo XX Colombia fuera parte de un estado con acceso a los vastos recursos petroleros de sus vecinos, la historia habría sido muy distinta.
Pero del mismo modo, en Venezuela son muchos los que han puesto como hipótesis que parte de los problemas políticos y económicos de esa nación provienen de la excesiva dependencia del petróleo. Y en ese sentido, tal vez haber sido parte de una confederación con una economía mucho más diversificada, le habría ahorrado dolores de cabeza a la nación venezolana.
Ecuador, a su vez, enfrenta hoy la inusual circunstancia de haber tenido que adoptar el dólar estadounidense como moneda nacional, luego de una crisis económica y política que experimentó a comienzos de este siglo.
Quizás si hubiera sido parte de la confederación grancolombiana la historia habría sido distinta y se habría podido evitar la turbulencia que la llevó a renunciar a uno de los distintivos de un estado independiente: su propia moneda.
Las hipótesis de lo que pudo haber sido son ilimitadas.
Tal vez resulta más simple imaginarse lo que habría sido en el campo deportivo, uno que ha traído muchas alegrías pero también enormes desilusiones a las cuatro naciones.
Las cuatro naciones que formaron la Gran Colombia obtuvieron en conjunto 11 medallas en los recientes Juegos Olímpicos de Rio de Janeiro.
E, independientemente de lo que hubiera pasado en la política y la economía, probablemente clasificarían más seguido al Mundial de Fútbol.
Y al menos en ese aspecto no hay duda que la Gran Colombia habría traído mejores resultados para las naciones que resultaron del fallido sueño integracionista de Simón Bolívar.
Este artículo es parte de la versión digital del Hay Festival Cartagena, un encuentro de escritores y pensadores que se realiza en esa ciudad colombiana entre el 26 y 29 de enero de 2017.
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