Hola amigos: A VUELO DE UN QUINDE EL BLOG., la Revista National Geographic, nos entrega un amplio reportaje, sobre como sucedió la invasión y conquista del Imperio Azteca, al mando del invasor español Hernán Cortés, quien al mando de un reducido ejército de españoles unidos a más 150,000 indígenas como aliados y declarados enemigos de los Aztecas, hicieron posible invasión y destrucción del próspero Imperio Azteca.
National Geographic. narra : "En 1519 -el año I Caña según el calendario azteca-, Cortés y su gente arribaron a la costa mexicana, donde se impusieron con rapidez a los hostiles indígenas de la zona. Como parte del botín de guerra se recibieron veinte jóvenes indias, entre las que se encontraba la que sería conocida como Malinche, o doña Marina, una doncella que dominaba varias lenguas indígenas y que pronto aprendió el castellano, con lo que resultó crucial para Cortés en sus designios de invasión. El conquistador engendró con ella a su hijo Martín, considerado el primer mestizo de la América continental. En su camino hacia Tenochtitlán, la capital del Imperio azteca, los españoles lograron el apoyo de los nativos totonacas de la ciudad de Cempoala, que de este modo se liberaban de la opresión azteca...."
National Geographic.- agrega : "......A finales de julio de 1521, la suerte de Tenochtitlán estaba echada. Los templos ardían, los cadáveres llenaban las calles y los indígenas que combatían junto a Cortés hacían estragos entre los odiados mexicas. Pese a ello, Cuauhtémoc seguía decidido a no rendirse, hasta que el 13 de agosto, cuando los españoles y sus aliados dieron el asalto final a Tlatelolco, trató de escapar en una canoa junto con su familia y algunos altos dignatarios para proseguir la lucha en otro lugar. Sin embargo, los españoles divisaron a lo lejos la canoa en la que huía el emperador y le cortaron el paso con un bergantín, ante lo cual Cuauhtémoc, "viendo que era mucha la fuerza de los enemigos, que le amenazaban con sus ballestas y escopetas, se rindió".
https://www.nationalgeographic.com.es/historia/grandes-reportajes/cuauhtemoc-ultimo-emperador-los-aztecas_12275
A la muerte de Moctezuma, Cuauhtémoc dirigió la desesperada defensa de Tenochtitlán frente a las fuerzas de Cortés, quien lo apresó y más tarde ordenó ahorcarlo
https://www.nationalgeographic.com.es/historia/grandes-reportajes/hernan-cortes-el-conquistador-del-imperio-azteca_6818
En 1521, un reducido grupo de españoles liderados por Hernán Cortés, con el apoyo de una amplia coalición de pueblos indígenas, conquistó a sangre y fuego Tenochtitlán, la gran capital de los aztecas.
Monumento a Hernán Cortés en Medellín, su ciudad natal. Obra de Eduardo Barrón.
Hernán Cortes abandonó su Medellín natal, en Extremadura, y se lanzó a la conquista y colonización de México. En 1518, Cortés dirigió la tercera expedición exploratoria hacia las costas de México. Desobedeciendo las órdenes de Diego Velázquez, el gobernador de Cuba, Cortés convirtió lo que debía ser una misión de búsqueda y reconocimiento en una ardua empresa de conquista.
Segunda Carta de Relación de Hernán Cortés (1522), impresa en Sevilla.
Las crónicas de la época, por ejemplo las Cartas de relación de Cortés o la Historia verdadera de la conquista de la Nueva España de Bernal Díaz del Castillo, constituyen un gran tesoro que invita a mirar este episodio desde todos sus ángulos.
Biblioteca Nacional, Madrid. Centro de exposiciones Arte Canal
Conquista de América Hernán Cortés
Hernán Cortes ordena destruir la naves (arriba)
Hernán cortés se reúne con los embajadores de Moctezuma (abajo)
Cortés hundió sus naves para evitar cualquier tentativa de abandono por parte de sus hombres y mediante sus dotes diplomáticas logró la alianza de toltecas y tlaxcaltecas, pueblos indígenas sometidos a los aztecas.
Museo de América, Madrid
Moctezuma es apresado por Hernán Cortés
En los días posteriores a su llegada a Tenochtitlán, Cortés se dedicó a pasear por las calles para elaborar su estrategia de conquista. Con su objetivo presente, supo aprovechar la excusa de un confuso complot indígena para apresar al emperador y convertirlo en su rehén.
Museo de América, Madrid
Cortés hace prisionero a Pánfilo de Narváez
Cortés hubo de abandonar apresuradamente la ciudad a comienzos de 1520 para hacer frente a una expedición de castigo enviada desde Cuba por Diego Velázquez. El encargado de parar los pies a Cortés seria Pánfilo de Narváez, al que el conquistador extremeño hizo prisionero.
Museo de América, Madrid
El árbol de la "noche triste" en México.
En la llamada Noche Triste, el 30 de junio de 1520, Cortés y sus hombres se vieron obligados a huir de la ciudad, acosados por los aztecas, que les provocaron centenares de bajas.
Grabado de la ilustración española y americana
Hernán Cortes y Doña Marina. “Historia de las Indias de Nueva España” 1537 - 1538
Malinche, o doña Marina fue conocida como la indígena que abrió México a Cortés. Era una doncella que dominaba varias lenguas indígenas y que pronto aprendió el castellano, con lo que resultó crucial para Cortés en sus designios de invasión. El conquistador engendró con ella a su hijo Martín, considerado el primer mestizo de la América continental.
Biblioteca Nacional, Madrid.
Batalla de Otumba,1520, óleo anónimo.
Pocos días después de “la noche triste” se libró la batalla de Otumba. Frente a los feroces guerreros jaguar y águila, los de Cortés pudieron recomponerse y hacer un uso efectivo de la caballería contra los aztecas.
Museo del ejército, Madrid
Entrada de Hernán Cortés en Tlaxcala, de la serie “Conquista de Mexico”
Tlaxcala era un pequeño territorio que defendía su independencia del pueblo azteca, con el que se encontraban en una pugna constante.
Museo de América, Madrid
Entrada en Tlaxcala después de la batalla de Otumba
Cortes logró imponerse militarmente al pueblo tlaxcalteca, establecer una alianza en base a sus intereses e incorporar a sus tropas a miles de guerreros tlaxcaltecos. El caudillo empezó a darse cuenta de la ventaja que para los españoles suponían las divisiones entre los distintos pueblos nativos, y especialmente el odio existente entre muchas poblaciones contra los aztecas y su política de imperialismo y terror.
Museo de América, Madrid
21 de noviembre de 2012
Hernán Cortés, el conquistador del Imperio azteca
En 1521, Hernán Cortés, al mando de un reducido grupo de españoles y de una coalición de pueblos indígenas, conquistó la ciudad de Tenochtitlán, poniendo fin al poderoso Imperio azteca. Como todos los grandes conquistadores del siglo XVI, Hernán Cortés no era un recién llegado a las Indias cuando emprendió la conquista del Imperio azteca.
En 1518, el modesto hidalgo nacido en Medellín (Extremadura) hacía unos 33 años, se había convertido en un próspero encomendero militar, tras pasar siete años en La Española y ocho en Cuba como secretario del gobernador Diego Velázquez. Era también un gran conocedor del mundo indígena y no estaba menos curtido en las trifulcas habituales entre los españoles de Indias, siempre deseosos de acrecentar sus patrimonios y enfrentado por el disfrute de las concesiones de indios y prebendas administrativas. Los españoles, asentados en las islas del Caribe, habían establecido escasos contactos con el imperio más poderoso del continente, el azteca.
Desde 1515, dos expediciones habían bordeado el litoral mexicano, y en 1518 Diego Velázquez encomendó una tercera expedición a su secretario, Hernán Cortés. Éste partió desde Cuba a finales de ese año. En los meses siguientes, desobedeciendo las órdenes del gobernador, convirtió lo que debía ser una misión exploratoria en una empresa de conquista de proporciones legendarias, que le permitió en poco tiempo hacerse con el dominio de un imperio poblado por más de 15 millones de personas.
En 1519 -el año I Caña según el calendario azteca-, Cortés y su gente arribaron a la costa mexicana, donde se impusieron con rapidez a los hostiles indígenas de la zona. Como parte del botín de guerra se recibieron veinte jóvenes indias, entre las que se encontraba la que sería conocida como Malinche, o doña Marina, una doncella que dominaba varias lenguas indígenas y que pronto aprendió el castellano, con lo que resultó crucial para Cortés en sus designios de invasión. El conquistador engendró con ella a su hijo Martín, considerado el primer mestizo de la América continental. En su camino hacia Tenochtitlán, la capital del Imperio azteca, los españoles lograron el apoyo de los nativos totonacas de la ciudad de Cempoala, que de este modo se liberaban de la opresión azteca.
Desde 1515, dos expediciones habían bordeado el litoral mexicano, y en 1518 Diego Velázquez encomendó una tercera expedición a su secretario, Hernán Cortés. Éste partió desde Cuba a finales de ese año. En los meses siguientes, desobedeciendo las órdenes del gobernador, convirtió lo que debía ser una misión exploratoria en una empresa de conquista de proporciones legendarias, que le permitió en poco tiempo hacerse con el dominio de un imperio poblado por más de 15 millones de personas.
En 1519 -el año I Caña según el calendario azteca-, Cortés y su gente arribaron a la costa mexicana, donde se impusieron con rapidez a los hostiles indígenas de la zona. Como parte del botín de guerra se recibieron veinte jóvenes indias, entre las que se encontraba la que sería conocida como Malinche, o doña Marina, una doncella que dominaba varias lenguas indígenas y que pronto aprendió el castellano, con lo que resultó crucial para Cortés en sus designios de invasión. El conquistador engendró con ella a su hijo Martín, considerado el primer mestizo de la América continental. En su camino hacia Tenochtitlán, la capital del Imperio azteca, los españoles lograron el apoyo de los nativos totonacas de la ciudad de Cempoala, que de este modo se liberaban de la opresión azteca.
"El caudillo empezó a darse cuenta de la ventaja que para los españoles suponían las divisiones entre los distintos pueblos nativos"
Tras imponerse militarmente a otro pueblo nativo, los tlaxcaltecas, Cortés logró incorporar a sus tropas a miles de guerreros de esta etnia. El caudillo empezó a darse cuenta de la ventaja que para los españoles suponían las divisiones entre los distintos pueblos nativos, y especialmente el odio existente entre muchas poblaciones contra los aztecas y su política de imperialismo y terror. En cierto modo, la conquista de México por Cortés fue una guerra de liberación de los pueblos mexicanos frente al dominio azteca. Sin embargo, los aztecas también contaron con socios, con los que Cortés se mostró especialmente beligerante.
La ciudad sagrada de Cholula, que se alió con Moctezuma para tender una emboscada a los españoles y sus aliados indígenas, fue saqueada durante dos días por orden de Cortés. Con la ayuda de los totonacas y los tlaxcaltecas, a los que se unieron centenares de cholultecas, todos juntos «como hermanos contra aquel tirano fiero y carnicero de Moctezuma», como escribirá Diego Muñoz Camargo, el ejército de Cortés parecía invencible. Ante la marcha imparable de los conquistadores y espantado por la carnicería de Cholula, Moctezuma, el tlatoani azteca, optó por ganar tiempo y les franqueó la entrada a Tenochtitlán en noviembre de 1519. En los días posteriores a su llegada, Cortés se dedicó a pasear por las calles para elaborar su estrategia de conquista. Con su objetivo presente, supo aprovechar la excusa de un confuso complot indígena para apresar al emperador y convertirlo en su rehén. Sin embargo, Cortés hubo de abandonar apresuradamente la ciudad a comienzos de 1520 para hacer frente a una expedición de castigo enviada desde Cuba por Diego Velázquez.
Cuando Cortés regresó a Tenochtitlán, el 24 de junio de 1520, encontró la ciudad sublevada contra Alvarado, quien, afectado por la tensión y el ambiente conspirativo, había ordenado la muerte de algunos notables aztecas que le parecieron sospechosos. Durante unos días, los españoles intentaron utilizar a Moctezuma para calmar los ánimos, pero fue en vano. El tlatoani fue lapidado en una comparecencia ante sus súbditos. En la llamada Noche Triste, el 30 de junio de 1520, Cortés y sus hombres se vieron obligados a huir de la ciudad, acosados por los aztecas, que les provocaron centenares de bajas. Pocos días después se libró la batalla de Otumba. Frente a los feroces guerreros jaguar y águila, los de Cortés pudieron recomponerse y hacer un uso efectivo de la caballería contra los aztecas. El regreso a Tenochtitlán no fue, esta vez, una simple exploración, sino una campaña militar en toda regla. Los saqueos permitieron a cada conquistador español mantener un séquito propio formado por mujeres, criados y esclavos. A finales de abril de 1521 comenzó el asedio final a la capital mexicana. En la lucha se impuso la superioridad técnica europea, pero sobre todo el desgaste provocado entre los sitiados por las enfermedades llegadas del Viejo Mundo -la viruela fue un auténtico caballo de Troya- y las penurias de todo tipo. La caída de Tenochtitlán arrojó un saldo terriblemente desigual en pérdidas humanas: murieron cien españoles por cien mil aztecas.
Malinche, la indígena que abrió México a Cortés
La ciudad sagrada de Cholula, que se alió con Moctezuma para tender una emboscada a los españoles y sus aliados indígenas, fue saqueada durante dos días por orden de Cortés. Con la ayuda de los totonacas y los tlaxcaltecas, a los que se unieron centenares de cholultecas, todos juntos «como hermanos contra aquel tirano fiero y carnicero de Moctezuma», como escribirá Diego Muñoz Camargo, el ejército de Cortés parecía invencible. Ante la marcha imparable de los conquistadores y espantado por la carnicería de Cholula, Moctezuma, el tlatoani azteca, optó por ganar tiempo y les franqueó la entrada a Tenochtitlán en noviembre de 1519. En los días posteriores a su llegada, Cortés se dedicó a pasear por las calles para elaborar su estrategia de conquista. Con su objetivo presente, supo aprovechar la excusa de un confuso complot indígena para apresar al emperador y convertirlo en su rehén. Sin embargo, Cortés hubo de abandonar apresuradamente la ciudad a comienzos de 1520 para hacer frente a una expedición de castigo enviada desde Cuba por Diego Velázquez.
Cuando Cortés regresó a Tenochtitlán, el 24 de junio de 1520, encontró la ciudad sublevada contra Alvarado, quien, afectado por la tensión y el ambiente conspirativo, había ordenado la muerte de algunos notables aztecas que le parecieron sospechosos. Durante unos días, los españoles intentaron utilizar a Moctezuma para calmar los ánimos, pero fue en vano. El tlatoani fue lapidado en una comparecencia ante sus súbditos. En la llamada Noche Triste, el 30 de junio de 1520, Cortés y sus hombres se vieron obligados a huir de la ciudad, acosados por los aztecas, que les provocaron centenares de bajas. Pocos días después se libró la batalla de Otumba. Frente a los feroces guerreros jaguar y águila, los de Cortés pudieron recomponerse y hacer un uso efectivo de la caballería contra los aztecas. El regreso a Tenochtitlán no fue, esta vez, una simple exploración, sino una campaña militar en toda regla. Los saqueos permitieron a cada conquistador español mantener un séquito propio formado por mujeres, criados y esclavos. A finales de abril de 1521 comenzó el asedio final a la capital mexicana. En la lucha se impuso la superioridad técnica europea, pero sobre todo el desgaste provocado entre los sitiados por las enfermedades llegadas del Viejo Mundo -la viruela fue un auténtico caballo de Troya- y las penurias de todo tipo. La caída de Tenochtitlán arrojó un saldo terriblemente desigual en pérdidas humanas: murieron cien españoles por cien mil aztecas.
Malinche, la indígena que abrió México a Cortés
Expediciones Conquistadores Aztecas México Caribe Guerras Extremadura Hernán Cortés Historia de España
Cuauhtémoc, el último emperador de los aztecas
A la muerte de Moctezuma, Cuauhtémoc dirigió la desesperada defensa de Tenochtitlán frente a las fuerzas de Cortés, quien lo apresó y más tarde ordenó ahorcarlo
Cuauhtémoc y su primo, el gobernante de Tacuba, son torturados por Hernán Cortés. Óleo por Leandro Izaguirre. 1893. Museo Nacional de Arte, México D.F.
Hijo y nieto de reyes, Cuauhtémoc tuvo una corta y azarosa existencia. Nació en Tenochtitlán en los últimos años del siglo XV, en un día que coincidió con un eclipse solar, preludio de un sino fatal que los sacerdotes confirmaron al darle el nombre de Cuauhtémoc, "águila que desciende".
Foto: Dea / Scala, Firenze
Hernán Cortés. Detalle de un óleo de Johann Nepomuk Geiger. 1868
A pesar de todos los preparativos llevados a cabo por Cuauhtémoc, nada impidió que los españoles pusieran sitio a Tenochtitlán y la bloquearan gracias a los bergantines que construyeron para navegar por la laguna que rodeaba la ciudad.
Foto:
Tenochtitlán, la gran capital del imperio azteca
En septiembre de 1520 los aztecas eligieron como sucesor a Cuauhtémoc. El nuevo tlatoani se preparó para defender su capital de la contraofensiva de Cortés, que comandaba un ejército formado por 900 españoles y 150.000 aliados. La capital azteca causó asombró y admiración en Cortés y sus hombres por sus dimensiones y monumentalidad. Mapa de la ciudad. 1524.
Foto: Akg / Album
Cuauhtémoc se rinde ante Hernán Cortés. dibujo de homenaje a Cristóbal Colón: antigüedades mexicanas (1892)
"Se acabaron los mexicas"
La lámina del Lienzo de Tlaxcalla que se reproduce arriba muestra a Cortés sentado y con un llamativo penacho de plumas; tras él a Marina, su amante y traductora, y a Cuauhtémoc, que le presenta su rendición. En lo alto de la imagen se lee una frase en lengua nahua: yc paliuhque mexica, "Con esto se acabaron los mexicas".
Foto: British Library / Age fotostock
Plaza de las tres culturas. Situada donde se alzaba la antigua ciudad de Tlatelolco, donde tuvo lugar la última batalla entre Cuauhtémoc y Cortés.
Tras el asalto final a Tlatelolco, Cuauhtémoc huyó. Los españoles lo apresaron y fue llevado a presencia de Cortés. Allí el tlatoani exclamó ante el conquistador: "¡Ah capitán! Ya yo he hecho todo mi poder para defender mi reino y librarlo de vuestras manos, y pues no ha sido mi fortuna favorable, quitadme la vida, que será muy justo, y con esto acabaréis el reino mexicano".
Foto: William Perry / Age fotostock
Busto de Cuauhtémoc en la plaza del zócalo. México D.F.
El rostro de un líder
Según Díaz del Castillo, Cuauhtémoc tenía "la cara algo larga y alegre, y los ojos, más parecía que cuando miraban que era con gravedad que halagüeños y no había falta en ellos, y era de edad de 23, 24 o 25 años, y el color tiraba más a blanco que al color y matiz de esos otros indios morenos".
Foto: Arco / Age fotostock
Urna con el rostro de Tlaloc, el dios azteca de la lluvia. Museo del templo mayor. México D.F
Un noble de Tlatelolco contó a Cortés que Cuauhtémoc se quejaba de que "estaban desposeídos de sus tierras y señoríos y mandaban los españoles y que le parecía buen remedio matar a Cortés y a los que con él iban". El 28 de febrero de 1525, Cortés ordenó que interrogaran por separado a Cuauhtémoc y al señor de Tacuba y "sin haber más probanzas los mandó ahorcar".
Foto: British Library / Age fotostock
Isabel Bueno
18 de enero de 2018
Cuauhtémoc, el último emperador de los aztecas
Cuando las tropas castellanas al mando de Hernán Cortés lanzaron su asalto final contra la capital del Imperio azteca, Tenochtitlán, en 1521, sabían que enfrente tenían a un monarca que les iba a plantar mucha más batalla que Moctezuma, el tlatoani que dos años antes los había recibido con los brazos abiertos.
El puesto de Moctezuma, fallecido el año anterior, lo ocupaba ahora un primo suyo, Cuauhtémoc, un joven de apenas 25 años que impresionaba a todos por su "muy gentil disposición, así de cuerpo como de facciones", pero sobre todo porque "era muy esforzado y se hizo temer de tal manera que todos los suyos temblaban de él", según escribió Bernal Díaz del Castillo.
Hijo y nieto de reyes, Cuauhtémoc tuvo una corta y azarosa existencia. Nació en Tenochtitlán en los últimos años del siglo XV, en un día que coincidió con un eclipse solar, preludio de un sino fatal que los sacerdotes confirmaron al darle el nombre de Cuauhtémoc, "águila que desciende". El joven príncipe asistió al calmecac, el centro de instrucción de todos los nobles, y al cumplir los 15 años completó su educación en el telpochcali, la escuela obligatoria en la que todos los varones aztecas recibían la formación militar. Pronto destacó como combatiente, y tras alcanzar el grado de tlacatécatl lideró los ejércitos de Moctezuma en diversas campañas, lo que le valió el mando militar de Tlatelolco, la ciudad gemela de Tenochtitlán.
El nuevo tlatoani
Dado el importante rango que ocupaba, es lógico que Cuauhtémoc tuviera una participación destacada en los acontecimientos que siguieron a la llegada de Hernán Cortés a México. Probablemente fue de los primeros que se inquietaron por la presencia de Cortés y sus hombres en Tenochtitlán desde noviembre de 1519. Tras la matanza cometida por Pedro de Alvarado en el Templo Mayor, el 20 de mayo de 1520, Cuauhtémoc se sumó a la rebelión contra los invasores.
El 30 de junio, en la conocida escena en la que Moctezuma salió a una azotea de su palacio para intentar calmar los ánimos de sus compatriotas, Cuauhtémoc lo imprecó con violencia: "¿Qué es lo que dice ese bellaco de Moctezuma, mujer de los españoles, que tal se puede llamar, pues con ánimo mujeril se entregó a ellos de puro miedo y asegurándose nos ha puesto todos en este trabajo? No le queremos obedecer, porque ya no es nuestro rey, y como a vil hombre le hemos de dar el castigo y pago". Una fuente afirma incluso que de su mano partió una de las piedras que mataron al emperador. El príncipe participó en primera línea en la expulsión de los españoles de Tenochtitlán, durante la llamada Noche Triste.
Tras la muerte de Moctezuma, los nobles aztecas eligieron emperador a su hermano Cuitláhuac, pero éste murió ochenta días más tarde, víctima de la viruela. En busca de un líder fuerte y decidido, en septiembre de 1520 los aztecas eligieron como sucesor a Cuauhtémoc. El nuevo tlatoani se preparó para defender su capital de la contraofensiva de Cortés, que comandaba un ejército formado por 900 españoles y 150.000 aliados. Ordenó hacer más profundas las acequias, izar los puentes que unían la ciudad a tierra firme y hacer acopio de armas y víveres para llenar los silos de Tenochtitlán.
Se reunió con tarascos y tlaxcaltecas, sus eternos enemigos, para apelar a la unidad indígena frente al extranjero y ofreció a sus tributarios importantes ventajas fiscales a cambio de su lealtad. Cuando Cortés se aproximó a la ciudad, Cuauhtémoc rechazó todas las ofertas de rendición e incluso hizo ejecutar a dos hijos de Moctezuma partidarios de la negociación.
Una defensa encarnizada
A pesar de todos los preparativos llevados a cabo por Cuauhtémoc, nada impidió que los españoles pusieran sitio a Tenochtitlán y la bloquearan gracias a los bergantines que construyeron para navegar por la laguna que rodeaba la ciudad. Esto obligó a Cuauhtémoc y los suyos a retirarse a Tlatelolco, donde "de hambre y sed morirían, porque no tenían que beber sino agua salada de la laguna". En poco tiempo, la situación se volvió desesperada y así lo comunicó Cuauhtémoc a sus generales, pero éstos resolvieron seguir con la guerra. El tlatoani les advirtió que "en adelante ninguno osase demandarle paces o lo mataría".
A finales de julio de 1521, la suerte de Tenochtitlán estaba echada. Los templos ardían, los cadáveres llenaban las calles y los indígenas que combatían junto a Cortés hacían estragos entre los odiados mexicas. Pese a ello, Cuauhtémoc seguía decidido a no rendirse, hasta que el 13 de agosto, cuando los españoles y sus aliados dieron el asalto final a Tlatelolco, trató de escapar en una canoa junto con su familia y algunos altos dignatarios para proseguir la lucha en otro lugar. Sin embargo, los españoles divisaron a lo lejos la canoa en la que huía el emperador y le cortaron el paso con un bergantín, ante lo cual Cuauhtémoc, "viendo que era mucha la fuerza de los enemigos, que le amenazaban con sus ballestas y escopetas, se rindió".
Cuauhtémoc fue llevado a presencia de Cortés, que había asistido a la batalla final desde una azotea donde había colocado una tienda carmesí. Allí el tlatoani exclamó ante el conquistador: "¡Ah capitán! Ya yo he hecho todo mi poder para defender mi reino y librarlo de vuestras manos, y pues no ha sido mi fortuna favorable, quitadme la vida, que será muy justo, y con esto acabaréis el reino mexicano". Cortés quiso tranquilizarlo y le ofreció reconocerlo como emperador a cambio de que en lo sucesivo le entregara el tributo señalado; los aztecas reconstruirían la ciudad y seguirían con su vida.
Pero los hechos desmentirían enseguida aquellas palabras. Aunque Cuauhtémoc siguió siendo en teoría gobernador de Tenochtitlán, sus poderes fueron transferidos a un primo suyo más dócil, Tlacotzin. Cortés consideraba al último tlatoani un "hombre bullicioso" y temía que organizara un alzamiento, por lo que ordenó mantenerlo prisionero en Coyoacán, cerca de Tenochtitlán, donde él mismo residía.
¿Dónde está el oro?
Los conquistadores tenían la vista puesta en el oro, y particularmente en el tesoro que habían dejado en Tenochtitlán tras su huida durante la Noche Triste. Ya al día siguiente de la caída de la capital, Cortés se reunió de nuevo con Cuauhtémoc para preguntarle dónde lo había ocultado. Algún tiempo después, el conquistador volvió a interrogar al emperador derrocado, y esta vez decidió someterlo a tortura para arrancarle una confesión. Lo ataron a un poste y metieron sus pies, tal vez también sus manos, en aceite hirviendo.
Al ver que su primo, el señor del Estado aliado de Tacuba, le suplicaba con la mirada que confesara, Cuauhtémoc "lo miró con ira y le preguntó si estaba él en algún deleite o baño". Finalmente explicó que, poco antes de la caída de la ciudad, los dioses le habían revelado que el fin de Tenochtitlán era inevitable, tras lo que ordenó arrojar todo el oro a un pozo en la laguna. Los buceadores españoles, sin embargo, no encontraron allí nada de valor.
En octubre de 1524, Cortés salió de Tenochtitlán en dirección a Honduras para reprimir la rebelión de otro conquistador, Cristóbal de Olid. Se llevó consigo al tlatoani y sus principales a fin de evitar una insurrección en México. Durante el viaje, un noble de Tlatelolco contó a Cortés que Cuauhtémoc se quejaba de que "estaban desposeídos de sus tierras y señoríos y mandaban los españoles y que le parecía buen remedio matar a Cortés y a los que con él iban". El 28 de febrero de 1525, Cortés ordenó que interrogaran por separado a Cuauhtémoc y al señor de Tacuba y "sin haber más probanzas los mandó ahorcar. Y fue esta muerte que les dieron muy injustamente dada, y pareció mal a todos", sentenció el cronista Díaz del Castillo.
NATIONAL GEOGRAPHICGuillermo Gonzalo Sánchez Achutegui
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