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domingo, 17 de noviembre de 2019

FLORENTINO GALVEZ SAAVEDRA : REVISTA FOLKLORE PRIMERA EDICIÓN .- SETIEMBRE 1,942 .- AÑO: 1 .- N° 1 .- NUEVO SIGNIFICADO DEL MAESTRO RURAL ....

Hola amigos: A VUELO DE UN QUINDE EL BLOG., continuamos con la difusión de los reportajes publicados en la Revista Folklore - Primera Edición - Setiembre 1,942 - Año 1 - N° 1, bajo la dirección del poeta ayabaquino Florentino Gálvez Saavedra, más conocido en el ambiente literario como: Florencio de la Sierra.
Hoy publicamos el reportaje : NUEVO SIGNIFICADO DEL MAESTRO RURAL, por Emilio Vasquez, que hace un estudio profundo de aquellos años sobre la educación rural con la intención de la redención del indígena y las limitaciones propias de la pedagogía rural, partía del principal que la educación debe ser eminentemente agropecuaria, comenzando por la educación en la higiene personal
y colectiva como una práctica cotidiana, han pasado 77 años de aquella premisa y sigue siendo una necesidad apremiante en los campos rurales actuales.

Firmaba todos sus poemas con el seudónimo de "Florencio de la Sierra", pero en realidad era el profesor FLORENTINO GALVEZ SAAVEDRA, nacido el 14-03-1903, Publicó entre otros libros de poesía: “Aúllan los perros” (1951) con portada del artista plástico Essquerriloff, “Capullos de Rocío” (1959) con portada de César Calvo de Araujo, y “Danza de serpientes” (1963) con portada de Raúl Vizcarra. Fue Director de la Revista Folklore, que se publicó por primera vez en Setiembre de 1,942; murió en Lima;  el 17 de noviembre 1964. Su existencia real fue después de 61 años vividos en su tierra natal, Lima, Piura, Bolivia y Chile. Foto: Cedida por Rosa Hortencia Morocho Sánchez.

Aquí en la imagen observamos, la fotografía de Emilio Vasquez, que fue publicada junto con su reportaje en la Revista Folklore en Setiembre del 1,942.
Imagen ; Archivos del Blog: A Vuelo de un Quinde.

Este es el logotipo de la Revista Folklore, con el que se editó las obras del poeta Florencio de la Sierra
Foto: Archivos del Blog: A Vuelo de un Quinde.

NUEVO SIGNIFICADO DEL MAESTRO RURAL .
Por : Emilio Vasquez

El maestro rural aun no evolucionado sigue creyendo, con la misma falsa convicción de otros tiempos, que para la redención del campesino y, por lo tanto, para su incorporación a la vida civilizada, basta con enseñarle a leer y escribir. Este error, que no es exclusivamente de los maestros del estudiantado aborigen, sino que lo es también de las gentes, que se precian de instruidas y acaso cultas es, igualmente,  incuestionable convicción de muchos reformadores sociales.
Es el pensamiento clásico, el criterio de la acción civilizadora de la Colonia y la conducta individual virreynalicia del Siglo XVIII. De tanto repetirse el supuesto principio, ha venido en constituir un estado de conciencia colectiva, y por consiguiente, un modus operandi de la administración educacional de los países sudamericanos. Pero como nada hay absoluto, sino que todo es relativo, muchos países han ido encarando el problema desde otro ángulo. Y no podía ser de otro manera, puesto que la pedagogía y la Educación occidentales por nosotros adoptadas, venían trabajando durante los cuatro o más siglos de dominación, sin que el aborigen fuese incorporado al nuevo orden de cosas.
Pero si pensamos con un poco más de serenidad y reparamos en los beneficios que reportan al hombre, la lectura y la escritura, advertiremos que con todo ello, el individuo ha resuelto un solo lado del mutifácico problema de su vida, cuyo destino es, en conclusión, ser elemento útil, moral y materialmente, dentro de la estructura social donde se ha de desenvolver.
Tratándose del Perú, el campesino leído y escribido, no se adentra en su propia comunidad, tan fuertemente como sería de desear; más bien, , y esto es lo normal a la vez que paradójico, va desadaptándose poco a poco de su medio social. Infatuado, con la circunstancia esporádica de saber leer y escribir, el indígena cree que ya ha adquirido otra categoría y otra posición con respecto a la familia, a la comunidad y, en fin,  al medio ambiente del que secularmente procede. Este hecho es el lógico resultado de concepción intelectualista que ha primado siempre en el proceso de la educación en el Perú.
No obstante, para felicidad del país, ese concepto está cambiando, si se quiere fundamentalmente, con el nuevo espíritu educacional que lleva a cabo el Gobierno actual, cambio que se hace esperar nuevas conquistas en favor del aborigen peruano y su incorporación al pleno desarrollo de la nacionalidad.
La historia de cada una de las repúblicas americanas que han alcanzado un apreciable grado de civilización y progreso, lo han hecho primero explotando la tierra mediante la agricultura, más no científicamente conducida, y después industrializando los productos que esta tarea, ---sin duda una de las más nobles entre las ocupaciones del hombre --- hubiera rendido en condiciones capaces de aceptar las aplicaciones de la técnica.
Debido a una clásica y anquilosada concepción pedagógica, la estructura de la escuela peruana no ha podido, indudablemente, responder al principio que dice que "el hombre debe, ante todo y sobre todo, cultivar la tierra para enriquecerse personalmente y enriquecer al mundo". La única fuente inagotable en frutos siempre necesarios al hombre, es la tierra. Es ella, además, la que menos resistencia opone a los buenos propósitos de cultivarla, de explotarla noblemente, y con criterio cada vez más y más racional por lo  científicamente dirigida. Por eso es que se ha dicho en todo tiempo, y tenemos que repetirlo una más en este lugar, que la grandeza de los pueblos reside en su capacidad agrícola y ganadera, es decir, en las dos tareas humanas que se realizan en el campo, en plena Naturaleza, Las Industrias en gran escala son ya formas de incremento y el trabajo urbano. Es por eso que las fábricas están ubicadas casi siempre en las ciudades, excepción hecha, naturalmente, de las que se denominan "pequeñas industrias locales", esto es, la fabricación y elaboración de productos empleando materia prima del lugar, de aquellos elementos absolutamente necesarios a la vida rural.
En las actuales circunstancias de la vida nacional los maestros tenemos que comprender ampliamente este problema, o sea el de la educación del campesinado, en la amplitud que él entraña como factor de la producción y consumo en la dinámica de la vida nacional. Tenemos que cambiar, pues, de rumbos educacionales por un lado y de práctica pedagógica por otro, a fin de rectificar, mediante un nuevo ritmo de marcha, las consecuencias de la enseñanza hasta hoy alcanzados, Aquí cabe decir  con Rousseau, "volvamos a la naturaleza". Una verdadera manera de volver a la Naturaleza reside, precisamente, en el hecho de hacer que la tierra rinda cada vez más y más, en producción, mediante el empleo de nuevos sistemas y prácticas agrícolas.
La Nueva Ley Orgánica de Educación Pública es bastante explícita en este caso. En efecto, quiere que la educación en el Perú se dé teniendo en cuenta dos circunstancias básicas; una urbana y la otra rural. Para la efectividad de este propósito se determina, naturalmente, dos clases de maestros, es decir los de la enseñanza urbana y los de la rural; ambos con una preparación y un concepto educacional específicos. Sin embargo, esto no quiere decir que haya de establecerse dualidades profesionales en el seno del magisterio. nacional. Existe si,  una capacidad profesional para funciones diferentes, por que son diferentes los planos del suelo nacional donde trabajan los maestros urbanos y rurales y diferentes los puntos del común problema que se van a tratar.
En el terreno de la acción, cuando vaya a la realidad de los hechos y la plasmación de los propósitos, el maestro campesino debe constituirse en un guía, es decir, en un orientador social y un sustentador ardoroso del concepto y la emoción de la unidad democrática del país, por  las vías de la educación y el incremento de su riqueza. El maestro enseñará en su función educadora no sólo los rudimentos de la cultura individual agrícola, de los trabajos que se refieren a la crianza de los ganados, de las aves de corral y de aquello que pudiera contener y significar el vocablo "agropecuario". De la misma manera, el maestro rural se dirigirá hacia la organización social de los núcleos indígenas con miras a la institución de asociaciones comunales, capaces de emprender la obra de colaboración no solamente con la escuela, sino con las autoridades de la administración pública. Como dicen los pedagogos norteamericanos, el maestro rural ha de constituirse, si es que quiere hacer verdadera obra en un verdadero líder de la causa social en los medios rurales.
El maestro rural tiene sobre si una gran responsabilidad: la de culturizar al aborigen mediante las enseñanzas tendentes a la actividad agropecuaria primero y a la instrucción después. El maestro rural de estos días en el Perú, tiene que convertirse en un impulsor entusiasta de la capacitación económica de los medios rurales, por lo tanto, de la elevación del standard de vida que el indígena lleva actualmente. Ya no será, pues, el exclusivo enseñador de las letras del alfabeto y de una cantidad de palabras castellanas al niño indígena, o bien al adulto, pero que ni uno ni el otro comprenden, La enseñanza de la lectura y la escritura al niño aborigen, juntamente con el recitado de largos trozos literarios cuyo contenido no está al alcance de su mentalidad, habiendo sido una tarea de carácter permanente, pasa a ocupar un plano secundario. Esto no quiere decir, sin embargo, que existe prescindencia u olvido. Lo que quieren las nuevas concepciones pedagógicas del maestro rural, es que no se vea en la lectura y la escritura, la única y principal función de la escuela rural. Lo que se desea es que el niño indígena sepa aplicar mañana, y conforme crece y las necesidades de su vida lo exigen, nuevos conocimientos acerca de las labores agropecuarias en general y de la crianza de animales domésticos en particular.; que sepa, además, que sin una diaria y conveniente práctica de la higiene personal (como colectiva) no se podrá vivir humanamente ni garantizar al cuerpo una mejor salud y un creciente buen ánimo para el trabajo cotidiano.
Cuando la higiene individual es una práctica diaria e incesante y está, además, bien dirigida, el espíritu se predispone mejor para el trabajo eficiente. La función intelectual fecunda es resultado, en buena parte, de los beneficios que redunda la práctica de la higiene. Conforme a este principio de la economía vital, la escuela debe ser incansable en el trabajo de instruir en la conciencia del niño ( mucho más insistentemente del adulto) el hábito de la higiene diaria. Toda multiplicidad de esfuerzos en este orden de cosas, es y será siempre poco hacer en favor de la rehabilitación del indígena.
El nuevo maestro rural, en el Perú, debe comenzar su labor de redención del indígena no con  la elocuencia de las meras palabras, sino con los hechos a la vista, con el ejemplo, si se quiere. Las enseñanzas que respetan a la higiene individual en cuestión objetiva, cosa que se debe ver si es que el desea que se imite o se aprenda.
Parece que el proceso de la incorporación del aborigen a la vida nacional descansará en estos tres estadios, por los que seguramente han pasado todos los pueblos en su evolución.
a) .- Hábitos de práctica de la higiene individual y, por consiguiente, colectiva;
b) .- Labranza de la tierra y cría de animales, con tendencia a una mayor y mejor productividad.
c) .- Tecnificación de las pequeñas industrias locales, con tendencia al abastecimiento nacional.
d) .- Adquisición del "conocimiento" como medios de ir hacia la cultura humana.
e) .- Acción educadora de la moral, del civismo y de los sentimientos de la comunidad patria.
Todos los grandes sistemas escolares que hay a lo largo del mundo, se han inspirado fundamentalmente en los trabajos del campo, para el campo y para el campesino. Siendo, pues, el Perú un país esencialmente rural, cabe adoptar ante todo, una pedagogía rural y preferentemente elaborada para las necesidades mentales y vitales del indígena.

Lima, 1942
EMILIO VASQUEZ.

NOTA .-
Esta es una fiel copia de la original que fue publicada en la Revista Folklore . Primera Edición - Año 1 N° 1, Setiembre de 1,942.

Guillermo Gonzalo Sánchez Achutegui
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