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sábado, 5 de septiembre de 2020

NATIONAL GEOGRAPHIC : Santiago de Compostela, la meta del peregrino medieval..... La Catedral de Santiago, la gran obra del maestro Mateo ..

Hola amigos: A VUELO DE UN QUINDE EL BLOG., la Revista National Geographic, nos entrega un amplo reportaje, sobre las peregrinaciones que durante la edad media se realizaban a Santiago de Compostela, cuyo viaje tanto en Ataño, como hoy día, terminaba con la realización de diversos rituales en la Catedral compostelana.


https://historia.nationalgeographic.com.es/a/santiago-compostela-meta-peregrino-medieval_14987

Antaño, como hoy en día, el viaje a Santiago terminaba con la realización de diversos rituales en la catedral compostelana

Xosé A. Neira Cruz
Lectura: 6 mi
Peregrinación en Santiago de Compostela. Grabado del siglo XVIII. Obra del artista Peter van del Aa.
Foto: Sfgp / Album
 
"Llegamos a Compostela, que está toda ella rodeada por colinas [...]. La ciudad no es grande, aunque sí antigua y con un muy buen amurallamiento fortificado con numerosas torres. La comarca es francamente buena, y los huertos de la ciudad están llenos de naranjos, limoneros, manzanos, melocotoneros, ciruelos y otros árboles frutales. Pero la población de allí es sucia (tienen cerdos, que venden baratos) y perezosa; se preocupa poco de trabajar la tierra y vive principalmente de lo que gana de las peregrinaciones".
De este modo describió Hyeronimus Münzer, ciudadano de Núremberg, su entrada en Santiago el 13 de diciembre de 1494. Quizá pesaron sobre su juicio los rigores del Camino, bien conocidos en los territorios alemanes a través de coplillas y canciones como ésta: "¡El que quiera ser desdichado / que se anime y sea mi compañero / por los caminos de Santiago!". En todo caso, es un hecho que llegar a Compostela suponía una auténtica aventura de resultados impredecibles. Así, era habitual hacer testamento antes de salir de casa, como hicieron los clérigos catalanes Geribert y Bofill, en 1023, y Ramón Guillén, en 1057, disponiendo el reparto de sus bienes en caso de no regresar con vida de la peregrinación.

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Un viaje duro

La ambivalencia que embarga a Münzer al hablar de la ciudad y sus habitantes era frecuente entre los caminantes que llegaron antes del siglo XVII, cuando Santiago era un villorrio de casuchas de madera y callejuelas enlodazadas. En cambio, durante el Barroco los visitantes penetraban en una ciudad que había experimentado una gran transformación urbanística, cuyo resultado fue el conjunto monumental que ha llegado hasta nuestros días.
Del cansancio acumulado, y también de los problemas de salud ocasionados por las largas caminatas repletas de privaciones, los peregrinos podían recuperarse en el Hospital Real, fundado por los Reyes Católicos, construido en gótico plateresco por Enrique de Egas y activo desde 1499. El Hospital ofrecía cura, cobijo y manutención durante tres días a todo peregrino que mostrase la "Auténtica" o "Compostela", es decir, el diploma que aún hoy acredita que la peregrinación ha sido cumplida según lo establecido. El edificio (convertido desde 1954 en un hotel de gran lujo) impactaba a los visitantes, como le pasó al licenciado Bartolomé de Medina, quien lo califica como "una de las grandes cosas del mundo"
 
Fachada del Obradoiro de la catedral de Santiago, frente a la plaza del mismo nombre.
Foto: Xuxo Lobato / Getty Image

Rituales peregrinos

Satisfechas las necesidades físicas más inmediatas, los peregrinos se apresuraban a cumplir con los ritos que hacían de la catedral de Santiago una suerte de catálogo de deberes sin los cuales no podía considerarse plenamente coronada la peregrinación. Además de lavar el cuerpo era imprescindible limpiar el alma para alcanzar "la gran perdonanza", la indulgencia plenaria de todos los pecados. De ello se ocupaban, entre otros, los confesores lenguajeros, cofradía de clérigos políglotas fundada en el siglo XV con sede en la capilla de la Corticela, la más grande y antigua de la catedral, aún hoy parroquia de extranjeros afincados en Compostela. Tras la confesión, se debía escuchar misa y comulgar.
A su llegada os peregrinos se apresuraban a cumplir con los ritos sin los cuales no podía considerarse plenamente coronada la peregrinación
Los peregrinos más escrupulosos se sometían a más pruebas para comprobar su estado de gracia, como pasar por un agujero horadado en una piedra situada junto a la cúpula de la capilla mayor o tañer una campana que, según la tradición, sonó por sí sola cuando el Apóstol intervino para salvar a un peregrino que iba a ser injustamente ahorcado por ladrón en la localidad riojana de Santo Domingo de la Calzada.

Lugares imprescindibles del Camino

De todo esto da cuenta el napolitano Nicola Albani, un verdadero profesional del Camino, mitad pícaro, mitad devoto, que llegó a Santiago en noviembre de 1743 y cuya personalidad nos recuerda lo que ya advertía el padre Feijoo en su Teatro crítico: "Eran en gran número los tunantes con capa de peregrino". De hecho, el ambiente que se respiraba dentro de la catedral no siempre movía al recogimiento, que digamos. "Permanentemente hay en el templo un griterío popular que a nuestro entender no debería darse»" relata Münzer, dejando evidencia de hasta qué punto la catedral llegaba a ser tanto lugar de culto como antesala de negocio o diversión.
El ambiente del templo era de griterío, lejos del recogimiento que cabría esperar
Tras visitar la tumba del Apóstol y de dar el acostumbrado abrazo a la efigie de éste que preside el altar mayor, había que admirar el vuelo del "botafumeiro", el gigantesco incensario de la basílica compostelana movido por las acompasadas habilidades de los tiraboleiros. Usado con funciones más aromatizantes que litúrgicas, se convirtió muy pronto en una atracción que, pasados los siglos, sigue despertando el asombro. Del mismo modo, había que cruzar la Puerta Santa o del Perdón para ganar la indulgencia prometida y no se debía olvidar la costumbre de propinar un cabezazo a la frente del "santo dos croques", el supuesto autorretrato del Maestro Mateo arrodillado a los pies del Pórtico de la Gloria, su obra cumbre; según la creencia popular, esta práctica transmitía inteligencia e ingenio.
 
El vuelo del botafumeiro impulsado por los tiraboleiros.
Foto: Alamy / Cordon Press

Rezar ante las reliquias

Las tradiciones se prolongaban con la visita a la capilla del Rey de Francia, fundada en 1447 por Luis XI cuando todavía era príncipe y cuyo culto se mantenía gracias a una renta establecida por dicho monarca. En esa capilla, como nos recuerda el sastre Manier, había que orar ante el cuerpo de san Fructuoso, que en el siglo XII había traído de Braga el arzobispo Gelmírez junto a otros sagrados despojos, entre los que se contaban los de san Silvestre y santa Susana, conservados en la capilla de las Reliquias.

 Estuche para la cabeza de Santiago Apóstol, en la capilla de las reliquias.
 Foto: Oronoz / Album


No se podía dejar de tocar el bordón del Apóstol, que fue encerrado en una columnita de plomo y bronce para evitar su deterioro tras advertir intentos de arrancar astillas de él, cosa que presenció el noble checo Leo de Rozmithal, que peregrinó en 1466. El ritual jacobeo se completaba haciendo una parada en la fuente en la que, según se cree, pararon a beber los toros amansados que tiraron del carro que llevó desde Padrón a Compostela el cuerpo de Santiago para ser enterrado en lo que entonces era un bosque deshabitado.
Esa fuente, con fama de milagrosa y curativa desde que el beato Franco de Siena (1211-1291) recuperó la vista mojándose los ojos con su agua, aún se encuentra al final de la popular Rúa do Franco, la calle de los vinos por antonomasia del casco histórico santiagués. Con agua y posiblemente vino suficientes en el cuerpo y en las calabazas, los más cumplidores –como cuenta el austríaco Christoph Gunzinger, peregrino en 1655– proseguían la ruta hacia el fin del mundo: el Finis Terrae, el cabo de Finisterre, a postrarse ante el Cristo da barba dourada y visitar la ermita de San Guillermo, que según la leyenda fue morada del duque Guillermo X, padre de Leonor de Aquitania, muerto ante el altar de Santiago el Viernes Santo de 1137. Ver la puesta de sol más hermosa de Occidente era el mejor broche para un Camino repleto de resonancias paganas convenientemente cristianizadas.
 

La Catedral de Santiago, la gran obra del maestro Mateo

 https://historia.nationalgeographic.com.es/a/catedral-santiago-gran-obra-maestro-mateo_7200

En el lugar en que se halló, en el año 813, el sepulcro del apóstol Santiago empezó a levantarse en el siglo XI una magnífica catedral. Un artista genial, el maestro Mateo, esculpiría una obra maestra del arte románico español: el pórtico de la Gloria

 
 
Foto: Hervé Hughes / Gtres

La fachada del Obradoiro

La construcción de la catedral de Santiago de Compostela se inició en 1075 y sufrió numerosas remodelaciones a lo largo del tiempo. La fachada del Obradoiro, en la imagen, fue realizada por Casas Novoa en el siglo XVIII.
 
 
Félix Carbó Alonso, Miguel Ángel Blázquez Vilar y Catedral de Santiago de Compostela / Dirección de arte: Miguel Ángel Blázquez / Fotógrafo: Tino Martínez / Montaje: Lorenzo Herrera 

Pórtico de la Gloria

El pórtico que cubre la portada de la catedral y la posterior fachada barroca impiden tener una visión frontal y de conjunto del Pórtico de la Gloria. La fotografía reproducida es, por ello, una imagen excepcional. Es el resultado de una serie de tomas parciales, realizadas en largas sesiones nocturnas y que luego fueron compuestas para formar una espectacular imagen panorámica.
 
 
Foto: Pedro Carrión / Prisma

Los relieves del coro pétreo

El maestro Mateo realizó para la catedral de Santiago, hacia 1200, un magnífico coro de piedra con detallados relieves, como el de la imagen, que representa a los tres caballos de los Reyes Magos de Oriente.

Foto: Oronoz / Álbum

Las campanas de Compostela

Fernando III devuelve las campanas robadas por Almanzor. Relieve de la Catedral de Santiago.

Foto: Scala

El milagro del traslado de Santiago

Este fresco de la basílica de San Antonio, en Padua, realizado por Altichiero da Zevio en el siglo XIV, recrea el traslado del cuerpo del apóstol a Compostela.

Félix Carbó Alonso, Miguel Ángel Blázquez Vilar y Catedral de Santiago de Compostela / Fotografía: Miguel Ángel Blázquez

El pórtico a todo color

La fotografía restituye, mediante un tratamiento de cromía, el colorido del Pórtico de la Gloria antes de que fuera borrado en el siglo XIX. El programa de restauración del pórtico que lleva a cabo la Fundación Pedro Barrié de la Maza ha permitido documentar las sucesivas decoraciones policromadas que se aplicaron. La imagen muestra a cuatro profetas del Antiguo Testamento: Jeremías, Daniel, Isaías y Moisés.
 
Corría el año 813 cuando un ermitaño llamado Pelayo vio una prodigiosa lluvia de estrellas sobre el bosque Libredón, cerca de Iria Flavia, sede del principal obispado católico en Galicia. Tras comunicárselo al obispo Teodomiro, se encaminaron hacia el lugar y contemplaron juntos un fuerte resplandor, que procedía de un sepulcro de piedra donde reposaban tres cuerpos. De inmediato los identificaron: eran Santiago el Mayor y sus discípulos Teodoro y Atanasio. Se trataba de la confirmación definitiva de una tradición según la cual Santiago, el apóstol de Cristo, había predicado en Hispania y había sido también enterrado allí de modo milagroso, después de que sus discípulos recogieran su cuerpo martirizado en Jaffa y lo trasladaran en barco hasta tierras de Hispania. En realidad, esta creencia se había difundido sobre todo en el siglo VIII, en plena invasión de la Península por los musulmanes, como un modo de animar a la resistencia de los cristianos. El descubrimiento del sepulcro no hizo sino aumentar el entusiasmo. El rey Alfonso II fue informado de inmediato y pronto la noticia, anunciada por el propio papa León III, corrió como la pólvora por todos los rincones del mundo cristiano.

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A partir de entonces, la tumba de Santiago se convirtió en un foco de atracción para toda la Cristiandad. El hecho de que el supuesto cuerpo de Santiago se conservara en su integridad lo convertía en la reliquia más grande de la época bíblica. De ahí que a partir del siglo X miles de fieles se dirigieran a pie cada año, desde todos los puntos del continente europeo, hacia aquel confín de la Cristiandad, para rendir tributo al cuerpo del Apóstol. El Camino de Santiago se convirtió en la mayor vía de peregrinación de Occidente, y Compostela, la ciudad surgida junto a la tumba, en destino de un incontenible movimiento en el mundo cristiano. Tal fue también la razón de que enseguida se decidiera dedicar a las reliquias de Santiago un edificio que estuviera a la altura de su importancia.

Una catedral para el Apóstol

Ya en el momento de su hallazgo, el rey asturiano Alfonso II el Casto ordenó construir una capilla de piedra y arcilla; el mismo monarca fue, según la tradición, el primer peregrino que la visitó. La iglesia fue ampliada significativamente en el año 899 por Alfonso III, que encargó la construcción de un templo de piedra en estilo asturiano, con tres naves y cabecera rectangular. Pero esta basílica sería reducida a cenizas por Almanzor cuando asoló la ciudad de Compostela en el año 987, aunque las crónicas sostienen que respetó la tumba de Santiago. A pesar de la devastación producida por el caudillo musulmán, su razia daría pie a que se emprendiese la construcción de la nueva catedral románica algunas décadas más tarde.
La primera piedra se colocó en el año 1075, por iniciativa de Alfonso VI, rey de León y Castilla, y del obispo de Santiago, Diego Peláez. Desde el principio, la catedral se concibió como una iglesia de peregrinación, de modo que se pudiera dar acogida a un gran número de peregrinos sin por ello interrumpir los oficios de la catedral. De ahí que se planeara una iglesia con planta de cruz latina, con un gran crucero y una enorme cabecera con girola, una galería en torno al ábside por la que los fieles podían transitar. Las puertas laterales del crucero permitían la entrada y salida de fieles que recorrían el deambulatorio hasta llegar a la tumba de Santiago, situada en una cripta bajo el altar mayor; todo ello sin pasar por la nave central ni afectar al culto catedralicio. Del mismo modo, tanto el cuerpo central de la iglesia como el crucero están compuestos por tres naves para favorecer el flujo incesante de peregrinos. Otro elemento característico de las iglesias de peregrinación que encontramos en Santiago es la tribuna, una galería situada sobre las naves laterales que permitió alojar un mayor número de peregrinos en esta segunda planta abierta a la nave central.

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Tras los pasos de los apóstoles

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La construcción de la catedral de Santiago se vio interrumpida por las intrigas políticas, que apartaron del trono episcopal en 1088 a Peláez, el supervisor de las obras. Su sucesor, el enérgico obispo Diego Gelmírez, daría un fuerte impulso a la construcción, lo que permitió la finalización de esta primera basílica románica. Además, Gelmírez consiguió que la diócesis compostelana fuera elevada a la condición de arzobispado. Bajo el mandato del obispo Gelmírez, entre los años 1100 y 1122, las dos puertas de los cruceros de la catedral, la de las Platerías y la de la Azabachería, fueron decoradas con ambiciosos programas escultóricos, dirigidos a los peregrinos que terminaban allí el largo camino. La primera de ellas fue concluida en 1104. Pero unos años después, cuando la iglesia sufrió un incendio en el curso de una revuelta popular, la puerta del crucero norte, de la Azabachería, resultó muy dañada. Ello hizo que sus relieves fueran reaprovechados adosándolos a la puerta de las Platerías. De este modo, esta magnífica obra quedó convertida en un extraño e interesante conglomerado de añadidos.
La fuerte inclinación del terreno en el que se erigió la catedral hizo que pronto afloraran graves problemas estructurales en el edificio, que tendía a desplazarse y amenazaba con el derrumbe. Era una situación preocupante, que suponía todo un desafío para los constructores de la época. Para solucionarla se requirió del genio y la ciencia de un arquitecto excepcional de aquellos años: el maestro Mateo.

Un genio de la escultura

La mayoría de los especialistas coinciden en señalar al maestro Mateo, de origen seguramente francés, como un adelantado a su tiempo, un arquitecto y escultor universal. Fue en el año 1168, casi un siglo después del comienzo de la edificación románica, cuando Fernando II de León contrató a Mateo para iniciar unas obras que acapararían el resto de su vida, pues no finalizaron hasta 1211. El arquitecto ordenó el derribo de los pies de la catedral con su antigua fachada para edificar un gran pórtico, que sería erigido sobre una amplia cripta. Este doble piso permitía nivelar la construcción y salvar la inclinación del terreno. Mateo terminó de consolidar la fachada con las dos grandes torres que la flanquean y que actúan como enormes contrafuertes.
Pero, sobre todo, Mateo dejó una huella imborrable en la historia de la escultura con su intervención en el pórtico de la Gloria, una de las portadas más ricas y hermosas de todo el arte románico europeo. Hoy se encuentra escondida tras la fachada barroca del Obradoiro, construida a mediados del siglo XVIII para proteger a la vieja portada de las inclemencias del tiempo; ello no impide contemplar uno de los programas escultóricos más completos del arte románico, que por su estilo y cronología enlaza ya con el arte gótico. Mateo lo concluyó en 1180, y sin duda tenía conciencia de su logro, pues inscribió su firma en el dintel y tal vez se representó a sí mismo en una pequeña escultura situada en la parte posterior del parteluz del pórtico.

El pórtico del maestro Mateo

Esta exuberante portada representa la gloria celestial, la salvación surgida tras el Juicio Final, de acuerdo con la descripción ofrecida por el Apocalipsis. Se divide en tres accesos, cada uno de los cuales recibe un significado determinado. Para algunos estudiosos, la puerta izquierda se refiere a los judíos y los justos del Antiguo Testamento, mientras la derecha representa el Juicio con la condena eterna de los pecadores. Otros historiadores interpretan el acceso izquierdo como el Limbo y el derecho como el Infierno.
El tímpano central aparece presidido por Cristo en su trono rodeado de los cuatro evangelistas. No se trata ya del Cristo Juez propio del románico, que reprendía a los fieles con duro gesto rodeado del Tetramorfos (la imagen simbólica y animal de los evangelistas). Estamos ante un Cristo «varón de dolores», que muestra las llagas de la Pasión en sus manos y costado para ofrecer su lado más humano, haciendo visible su sacrificio por los hombres. También los evangelistas se representan aquí humanizados, formando parte de un arte más naturalista y moderno, propio del gótico, donde el Dios temible de antaño ha sido desplazado por el Mesías que ama a la humanidad. El tímpano se completa con unos ángeles portadores de los instrumentos de la Pasión, tras los cuales se disponen los bienaventurados del texto apocalíptico, apuntando todos ellos a la misma idea de salvación por medio del sacrificio. La gran arquivolta en torno al tímpano está ocupada por los veinticuatro ancianos del Apocalipsis, que aclaman al Salvador haciendo sonar sus instrumentos musicales.
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Alfonso X " El Sabio". Rey de Castilla y León. 1221-1284
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En la segunda mitad del siglo XIII el rey de Castilla promovió la elaboración de dos grandes crónicas: una de España y otra universal.
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El conjunto de la portada se asienta sobre las estatuas-columna de los profetas y los apóstoles, esculpidos con gran tridimensionalidad, en lo que constituye una nueva anticipación del estilo gótico. La composición se completa con la imagen destacada de Santiago apóstol en el parteluz, situado en el centro. Muchos otros relieves y personajes conforman el programa iconográfico de este exuberante pórtico, que destaca por su riqueza de formas y mensajes.
La de Mateo no fue la última intervención en la iglesia. Con el paso de los años se realizaron varios ensayos constructivos para ponerla al resguardo de la lluvia, hasta que por fin la fachada del Obradoiro transformó para siempre la silueta de la catedral. Pese a tantas fases constructivas resulta asombrosa la armonía y la coherencia arquitectónica del edificio. Transitada por innumerables viajeros, víctima de guerras, incendios y revueltas, la catedral de Santiago de Compostela parece ajena al paso del tiempo y se alza majestuosa siempre que un peregrino llega exhausto y conmovido al Monte do Gozo.

Para saber más

El Pórtico de la Gloria. Misterio y sentido. Félix Carbó Alonso. Encuentro, Madrid, 2009.
La Catedral de Santiago. Historia y cultura. VVAA. Lunwerg, Barcelona, 2011.
 
NATIONAL GEOGRAPHIC
Guillermo Gonzalo Sánchez Achutegui
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