Hola amigos: A VUELO DE UN QUINDE EL BLOG., la historia del Imperio Romano es fascinante, sobretodo del político, conquistador y mujeriego Julio César, cuyo nombre era: Cayo Julio César, o simplemente César, pero en realidad no fue "Emperador" representaba a la República con el Senado; pero la entrada al poder fue muy dilatada, estuvo en peligro de ser preso y ejecutado.. según Suetonio: el dictador Sila, así pensaba del joven Julio César...."Sila advirtió a quienes acudieron a él para que perdonara a César que «esa persona cuya salvación con tanta ansia deseaban algún día acarrearía la ruina al partido de los aristócratas; pues en César había muchos Marios». Aunque esta última frase quizá sea una recreación posterior, parece claro que por entonces César ya daba mucho que hablar en Roma. No sólo por su linaje, sus dotes intelectuales o su habilidad oratoria, sino, más aún, por su apariencia personal, sumamente elegante y a la vez excéntrica...."
Como solía suceder en Roma, Julio César, después de triunfantes conquistas, quiso el poder absoluto, y eso era la creación de la Monarquía; lo que motivó que el Senado, temiendo que desaparecía la República; urdieron, asesinaron y fueron miembros de confianza, Casio y Bruto, quienes hicieron efectivo el asesinato en el senado.
Este artículo ha sido preparado por información tomada de la Revista National Geographic, que les invito a leer la apasionante vida de Julio César..
http://www.nationalgeographic.com.es/historia/actualidad/aqui-desembarco-flota-julio-cesar-ac-aqui-empezo-invasion-gran-bretana_12128
http://www.nationalgeographic.com.es/historia/actualidad/vercingetorix-se-rinde-ante-julio-cesar_7668
http://www.nationalgeographic.com.es/personajes/julio-cesar/fotos
http://www.nationalgeographic.com.es/historia/grandes-reportajes/el-joven-julio-cesar_7024
https://es.wikipedia.org/wiki/Julio_C%C3%A9sar
Los arqueólogos sostienen que, después de la primera invasión fallida del año 55 a.C., la flota de César desembarcó en la bahía de Pegwell, en la isla de Thanet
Bahía de Pegwell
Excavación arqueológica y vista a la bahía de Pegwell y Ramsgate. La flota de César desembarcó en la bahía de Pegwell en el 54 a.C.
Foto: University of Leicester
Zanja defensiva
Excavación de una zanja defensiva en Ebbsfleet en 2016.
Foto: University of Leicester
Excavaciones arqueológicas
Excavación arqueológica de 2017 en el sitio de Ebbsfleet.
Foto: University of Leicester
Punta de un 'pilum'
Punta de un pilum (lanza o jabalina romana) excavada en el sitio de Ebbsfleet.
Foto: University of Leicester
Isla de Thanet
La flota de César desembarcó en la bahía de Pegwell, en la isla de Thanet, en el sureste de Inglaterra, que estuvo separada de la isla de Gran Bretaña por el canal Wantsum hasta la Edad Media, pero que hoy ya no es una isla.
Imagen: University of Leicester
Rumbo de la flota
Rumbo que siguió la flota de César desde Francia hasta Gran Bretaña.
Imagen: University of Leicester
Invasión de Britania
La invasión de Britania por César en el 54 a.C.
Imagen: University of Leicester
Alec Forssmann
30 de noviembre de 2017
Un equipo de la Escuela de Arqueología e Historia Antigua de la Universidad de Leicester afirma haber descubierto la ubicación exacta del desembarco de Julio César y su flota en la isla de Gran Bretaña, en el 54 a.C. Los arqueólogos sostienen que, después de la primera invasión fallida del año 55 a.C., la flota de César desembarcó en la bahía de Pegwell, en la isla de Thanet, en el sureste de Inglaterra, que estuvo separada de la isla de Gran Bretaña por el canal Wantsum hasta la Edad Media, pero que hoy ya no es una isla. La ubicación, según explicó ayer la Universidad de Leicester en un comunicado, coincide con el propio relato de César sobre el desembarco del 54 a.C., que ofrece tres pistas sobre la topografía de dicho lugar: su visibilidad desde el mar, la existencia de una gran bahía abierta y la presencia de un terreno cercano más elevado.
Todo empezó con el descubrimiento de una gran zanja defensiva durante unas excavaciones arqueológicas previas a la construcción de una nueva carretera. La forma de la zanja, situada en Ebbsfleet, es muy similar a otras defensas romanas de Alesia en Francia, donde en el 52 a.C. se disputó la batalla decisiva entre Julio César y Vercingétorix, o entre romanos y galos. El tamaño, la forma y la antigüedad de las defensas de Ebbsfleet, además de la presencia de armas de hierro del tipo pilum (lanza o jabalina romana) y otras, sugieren que el sitio de Ebbsfleet fue una base romana en el siglo I a.C. El equipo arqueológico cree que el sitio podría tener hasta 20 hectáreas de extensión y que el propósito principal del mismo fue proteger los barcos de la flota de César, que se encontraban atracados en la playa cercana. El proyecto, financiado por The Leverhulme Trust, también incluye el estudio de castros que pudieron ser atacados por César, objetos conservados en museos que fueron elaborados o enterrados en la época de las invasiones, por ejemplo tesoros de monedas, y excavaciones en Kent.
"En el año 43 d.C., casi 100 años después de César, el emperador Claudio invadió Gran Bretaña. La conquista del sureste de Inglaterra parece que fue rápida, probablemente debido a que los reyes de esta región ya estaban aliados con Roma", expresa Colin Haselgrove, el principal investigador del proyecto, de la Universidad de Leicester. "Este fue el comienzo de la ocupación romana permanente en Gran Bretaña, incluyendo Gales y parte de Escocia, y que duró casi 400 años, sugiriendo que Claudio posteriormente explotó el legado de César".
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Vercingétorix se rinde ante Julio César
Corría el mes de octubre de 52 a.C. cuando el líder galo tuvo que deponer las armas y la Galia se convirtió definitivamente en una provincia romana
Estatua de Vercingétorix de Aimé Millet (1819-1891), en el sitio arqueológico de Alesia, en Alise-Sainte-Reine, en el centro de Francia.
Foto: AP Photo / Gtres
Alec Forssmann
1 de octubre de 2013
En octubre del año 52 a.C., hace 2.065 años, el galo Vercingétorix, jefe de la tribu de los arvernos, se rindió, después de varios meses de sitio, ante las poderosas tropas romanas dirigidas por Julio César, con lo que la Galia perdió su independencia y se convirtió definitivamente en una provincia romana. La batalla de Alesia se desarrolló en septiembre de 52 a.C. y fue el último episodio de la dilatada guerra de las Galias, que enfrentó a las tribus galas y a los romanos desde 58 a.C. y que fue ampliamente descrita por Julio César en su obra Comentarios a la guerra de las Galias.
La conquista de estos territorios, situados sobre todo en la actual Francia, permitió a Roma asegurar la frontera natural del río Rin y supuso un enorme éxito militar y político para Julio César, quien tres años después cruzó el Rubicón, desencadenando la guerra civil entre los años 49 y 45 a.C.
Vercingétorix logró llamar a la rebelión a la mayor parte de los pueblos de la Galia con el objetivo de enfrentarse a Julio César y expulsarle de sus territorios. El líder arverno adoptó la táctica de la tierra quemada para evitar el avituallamiento del enemigo, que avanzó hasta la Galia central a través de unos Alpes cubiertos de nieve. Las tribus galas rechazaron a las legiones romanas en la ciudad de Gergovia, capital de los arvernos, pero posteriormente se encerraron en la fortaleza de Alesia, donde ejercieron una defensa desesperada.
Julio César reagrupó sus tropas en torno a la fortaleza y ordenó la construcción de dos líneas de fortificaciones alrededor de la ciudad. Vercingétorix recurrió a un ejército de socorro que atacó el punto más débil de las fortificaciones romanas, pero los galos finalmente fueron masacrados y su líder tuvo que deponer las armas. Fue trasladado a Roma, donde permaneció cautivo durante seis años en el Tullianum o cárcel Mamertina hasta que fue ejecutado. Siglos después se convirtió en uno de los héroes míticos del pueblo francés.
Existe cierta controversia sobre la localización exacta de la fortaleza u oppidum de Alesia, en el Macizo Central de Francia. Tradicionalmente se ha relacionado con Alise-Sainte-Reine, una localidad situada en la Borgoña que no alcanza el millar de habitantes, aunque en segundo lugar se ha propuesto Chaux-des-Crotenay, en el Franco Condado.
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El joven Julio César, los primeros años de un líder
Nacido en el seno de una familia patricia venida a menos, Julio César vivió los conflictos que sacudieron la República durante la guerra civil entre Mario y Sila
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La agitada juventud de César
Este sestercio muestra en su reverso la famosa frase pronunciada por César tras su victoria ante Farnaces del Ponto en 47 a.C.: Veni, Vidi, Vici, "Llegué, vi y vencí".
AKG / ALBUM
Flamen dialis, un cargo envenenado
El cargo de flamen dialis, que ejerció César durante un tiempo, comportaba privilegios, pero también muchas restricciones: el flamen no podía pasar una noche fuera de Roma, montar a caballo o divorciarse. Abajo, flamen dialis en un relieve del Ara Pacis.
SCALA
El reinado de terror de Sila
Tras el templo de Saturno, en el centro de la imagen, se alzaba la tribuna de las Rostra, donde Sila publicó las listas con los senadores proscritos durante los años de su gobierno.
SUSANNE KREMER / FOTOTECA 9X12
Un mar infestado de piratas
La piratería era una lacra en el siglo I a.C., como el propio César pudo comprobar. Este mosaico de Dougga muestra al dios Dionisos perseguido por los piratas. La pieza se encuentra en el Museo del Bardo de Túnez.
AKG / ALBUM
El futuro gran hombre de Roma
Julio César inició su carrera política en Roma con apenas 16 años. En la imagen un joven César, idealizado por Andrea del Sarto en 1520. Actualmente este dibujo se encuentra en el Museo Metropolitan de Nueva York.
Metropolitan Museum / Scala
Mario y Sila, dos poderes enfrentados
Cayo Mario, cónsul siete veces, fue enemigo acérrimo de Sila, con quien se enfrentó en una cruenta guerra civil. Sila persiguió a los partidarios de Mario, entre ellos César, sobrino de su esposa Julia.
LUISA RICCIARINI / PRISMA
Al cumplir 16 años, Cayo Julio César fue protagonista de una ceremonia que revestía en la sociedad romana una especial solemnidad: la del acceso a la edad adulta. En ella el chico, el puer, se desprendía de la bulla o colgante hueco para contener amuletos que llevaba colgada al cuello desde su nacimiento, abandonaba la vestimenta infantil –la túnica corta y la llamada «toga pretexta», caracterizada por una banda de color púrpura– y se le investía la túnica de los adultos, la tunica recta, y la «toga viril», totalmente blanca. Luego, al frente de una gran procesión formada por los esclavos, libertos y clientes del padre, así como por sus amigos y parientes, salía desde su domicilio hasta el foro, donde era inscrito en la lista de ciudadanos para después celebrar un banquete. El caso de César, sin embargo, fue distinto en un punto: su padre había fallecido ese mismo año, de modo inopinado, una mañana mientras se calzaba las botas, quizá de un ataque al corazón. Ello convirtió al adolescente Cayo en cabeza de familia, en paterfamilias de uno de los linajes más antiguos y prestigiosos de Roma, aunque algo venido a menos: los Julios. Imperio Romano
Hay muy poca información sobre los primeros quince años de vida de Julio César. Curiosamente, Suetonio sólo nos habla de su temprana afición a la literatura; se decía que, siendo poco más que un niño, escribió un elogio de Hércules y una tragedia sobre Edipo, trabajos escolares, se supone, pero que anunciaban al futuro autor de la Guerra de las Galias y la Guerra civil. Ello sugiere que César recibió, como era obligado en los vástagos de las familias aristocráticas, una esmerada educación en las letras tanto latinas como griegas, primero en la casa familiar, a cargo de su madre, Aurelia, y luego con preceptores griegos y romanos. Igualmente, César debió de iniciarse muy temprano en el arte de la retórica. Sus familiares estaban relacionados con los mejores oradores romanos del momento, y él mismo debió de asistir, llevado por su padre, a las sesiones del foro protagonizadas por grandes abogados. De esta forma, siendo muy joven sería ya un orador muy valorado en el Foro Romano, hasta el punto de que el propio Cicerón no le escatimó elogios. Es probable que, además, asistiera a alguna escuela de retórica, como la de Marco Antonio Grifón.
César también se sometió a un intenso entrenamiento físico con vistas a su futura carrera militar. Seguramente acudía al Campo de Marte, el campamento de Roma donde los jóvenes aristócratas aprendían a correr, a nadar en el río y a manejar las armas, en especial la espada y la jabalina. Cayo era un joven más bien delgado y no especialmente robusto, pero gracias a estos ejercicios adquirió una resistencia física que le sería muy útil en sus futuras campañas. También aprendió a montar a caballo hasta convertirse en un hábil jinete. Según Varrón, montaba a pelo más que con silla, y según Plutarco era capaz de guiar su montura con los brazos atados a la espalda, ayudándose sólo de las rodillas.
Unos inicios convulsos
Al ponerse la toga viril, la carrera de César parecía perfectamente encauzada. Poseía ya todos los derechos de ciudadanía, incluido el derecho al voto y a presentarse como candidato a los cargos públicos. Además, poco antes, cuando aún llevaba la toga pretexta, se había casado –o simplemente prometido– con una joven llamada Cosucia, de rango social inferior al suyo –el padre de la joven pertenecía al orden ecuestre, de los «caballeros»–, pero con una gran fortuna, algo muy conveniente para lanzar la carrera de Cayo, dado el escaso patrimonio de su familia. Pero ese itinerario vital típico de un noble romano estuvo a punto de truncarse en sus mismos inicios a causa de la grave crisis política que vivía entonces la República romana.
El año en que nació César, el 100 a.C., Roma estaba dominada por Cayo Mario, el brillante general que había reorganizado el ejército y se había granjeado el apoyo del pueblo, convirtiéndose en cabeza del partido popular. Frente a él se alzaba la vieja aristocracia senatorial, los optimates, decididos a mantener el Estado bajo su único control. La tensión entre ambos bandos no hizo sino acentuarse durante los años de la infancia de César, hasta llegar a una ruptura abierta en 88 a.C., cuando fue elegido cónsul el líder de los optimates, Sila, general no menos destacado que Mario, de quien había sido colaborador. Arrancó así una guerra a muerte entre los partidarios de Mario y los de Sila que duró largos años, con alternancias en el dominio de unos y otros, mientras la ciudad de Roma quedaba sumida en un ambiente de terror.
Pese a su juventud, Julio César se vio envuelto de pleno en el torbellino político del momento. Vio cómo muchos de sus parientes aristocráticos caían víctimas de la persecución desencadenada por Mario y sus partidarios a partir del año 87 a.C., cuando ocuparon Roma aprovechando la marcha de Sila a Oriente para combatir a Mitrídates, rey del Ponto. La familia de César, sin embargo, estaba más próxima al bando popular. De hecho, estaba emparentada con Mario, casado con una tía de César, y pronto lo estaría también con Cinna, hombre fuerte de Roma tras la muerte de Mario en 86 a.C. Fue el propio César quien no dudó en divorciarse de su esposa niña para casarse con Cornelia, la hija de Cinna. Además, en esa ocasión fue nombrado flamen dialis, «sacerdote de Júpiter», uno de los cargos religiosos más elevados y prestigiosos de Roma. Todo esto le convirtió en un personaje público que ya empezaba a ser visto como el heredero político de su tío y de su suegro.
Enfrentado al dictador
En el año 83 a.C., la situación política dio un vuelco. Concluida su campaña en Grecia y Asia Menor, Sila volvió a Italia dispuesto a tomarse cumplida venganza y a terminar con el partido de Mario y Cinna de una vez. Tras ocupar Roma y vencer a sus enemigos, se hizo elegir dictador con poderes ilimitados y desató el terror en Roma, disponiendo unas listas (proscripciones) de los «populares» más destacados, a los que condenaba a muerte y a la confiscación de sus bienes. En total fueron ejecutados y expropiados cuarenta senadores y 1.600 miembros de la clase ecuestre, principal cantera del partido de Mario.
En ese primer estallido de violencia represiva en Roma, César fue dejado en paz, quizá a causa de su juventud –tenía apenas 18 años– o de su cargo sacerdotal, que le impedía participar en la guerra e incluso ver un cadáver. Su familia tampoco era lo bastante rica como para que lo incluyeran en la lista de proscritos con la intención de confiscar sus propiedades. Pero César estaba casado con la hija de Cinna, y eso forzosamente tenía que ponerlo en el punto de mira de Sila. Finalmente, el dictador le exigió que repudiara a su esposa Cornelia, que acababa de dar a luz a una niña, Julia, para casarse con una sobrina suya. Sila había ordenado eso mismo a otros, como Pompeyo Magno, que se tuvo que divorciar de Antistia y casarse con la hijastra de Sila, Emilia Escaura (al final se casó con Julia, la hija de César). Pero César no era como los demás, y se negó. Como escribe Suetonio, Sila «no halló medio de obligarle a repudiar a su esposa». Sin duda, la fidelidad de Cayo a Cornelia tenía causas sentimentales; todo indica que era feliz con ella y que fue la mujer a la que amó más profundamente. Pero su actitud comportaba un desafío político al nuevo dueño de Roma y mostraba el orgullo, la determinación y el arrojo de aquel joven que se negaba a ingresar en la familia del temible dictador.
Sila montó en cólera y ordenó incluir a César entre los proscritos. Los bienes heredados por el matrimonio fueron confiscados y se emitió una orden de arresto, que no podía ser más que el preludio de la ejecución. César tuvo que huir de Roma y refugiarse en la Sabina, región al noreste de Roma. Cada día cambiaba de refugio para que no lo descubriera alguna patrulla del inmenso ejército silano que ocupaba toda Italia. Tan precaria era su situación que contrajo la malaria, y hasta llegó a ser capturado por un grupo de soldados que le seguía el rastro, aunque recobró la libertad a cambio de 12.000 denarios de plata.
Ambicioso y elegante
La situación no podía mantenerse largo tiempo. Fue la intervención de algunos de sus parientes, silanos influyentes –como su primo Cota y su amigo Lépido–, lo que logró aplacar a Sila. También su madre consiguió que las vestales (sacerdotisas guardianas del fuego de la diosa Vesta) intercedieran por él; al fin y al cabo, César era el flamen de Júpiter, aunque parece que en algún momento Sila le despojó de ese cargo. Finalmente, el dictador cedió y perdonó a aquel joven impetuoso y escurridizo, pese a que ya intuía su futuro protagonismo en el partido de los populares. Según Suetonio, Sila advirtió a quienes acudieron a él para que perdonara a César que «esa persona cuya salvación con tanta ansia deseaban algún día acarrearía la ruina al partido de los aristócratas; pues en César había muchos Marios». Aunque esta última frase quizá sea una recreación posterior, parece claro que por entonces César ya daba mucho que hablar en Roma. No sólo por su linaje, sus dotes intelectuales o su habilidad oratoria, sino, más aún, por su apariencia personal, sumamente elegante y a la vez excéntrica.
En este sentido, el historiador Adrian Goldsworthy define a César como «un dandi». Llevaba una túnica especial con mangas largas (las normales eran de manga corta), que le cubrían hasta las muñecas, y se la ataba con un cinturón flojo, algo que a muchos les parecía amanerado (lo normal era no llevarlo o ponérselo apretado). El afeitado riguroso y el pelo corto eran habituales, pero se decía que César se depilaba todo el vello corporal. A ello se unía el gusto por el lujo y los derroches, característico por lo demás de la aristocracia romana. Con el tiempo se intentó explicar esta aparente frivolidad de César como una manera de disimular sus ambiciones y aparecer como un joven inofensivo. Según Plutarco, más tarde Cicerón recordaba que la «cabellera tan bien arreglada de César y aquel rascarse la cabeza con un solo dedo» hacía que fuera difícil tomarse en serio sus aspiraciones.
Tras ser perdonado por Sila, César puso tierra de por medio y se alejó de Roma, a la que no volvería hasta la muerte del dictador, en el año 78 a.C. Gracias a sus influencias logró incorporarse al estado mayor del gobernador de la provincia de Asia (Asia Menor, en la actual Turquía). En esas tierras helenizadas su apariencia sofisticada causó mejor impresión que en Roma. Además, supo aprovechar su primera experiencia de mando y demostrar su valor y pericia; su participación en la toma de Mitilene (en la isla de Lesbos) le valió la concesión de la «corona cívica», la condecoración militar más valiosa. Al año siguiente luchó en Cilicia, al sur de Capadocia. Volvió a Roma convertido en un héroe de guerra, dispuesto a emprender una carrera de honores en la política para la que no contemplaba más que un objetivo: el poder absoluto.
Para saber más
Julio César: el coloso de Roma. Richard Billows. Gredos, Barcelona, 2011.
Vidas Paralelas: Alejandro y César. Plutarco. Gredos, Madrid, 2010.
César. Las cenizas de la República. Gisbert Haefs. Edhasa, Barcelona, 2008.
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IMÁGENES/FOTOGRAFÍAS DEL EMPERADOR CAYO JULIO CÉSAR...
César y la reina de Egipto
El general romano conoció a Cleopatra cuando, persiguiendo a su rival Pompeyo, llegó a Egipto. En el siglo XVIII, Tiépolo recreó el episodio en esta pintura. Museo Arkhangelskoye, Moscú.
Foto: Heritage / Scala, Firenze
Descendiente de la diosa Venus
Según la tradición, la familia de los Julios descendía directamente de Venus, diosa del amor, algo de lo que se jactaba Julio César. También llevaba con orgullo la antigüedad de su linaje, aunque su familia hubiera perdido influencia.
Foto: Antonello Lanzellotto / Age Fotostock
La sexualidad de Julio César
Aunque se acostó con muchas mujeres, la mención de su supuesta relación homosexual con Nicomedes IV de Bitinia (abajo) sacaba a César de quicio. Para ridiculizarlo, sus enemigos le insultaban llamándolo "Reina de Bitinia".
Foto: Cgb Numismatique Paris
La dinastía Julio-Claudia. Camafeo. Biblioteca nacional, París.
En el año 69 a.C., murieron su tía Julia y Cornelia. César leyó un elogio fúnebre en el que loaba la estirpe de los Julios a través de sus mujeres. Esto le granjeó las simpatías del pueblo, ya que no era habitual mostrar afecto hacia la mujer en público.
Foto: Album
La carta de Servilia, un adulterio al descubierto
Las discusiones del Senado sobre la conspiración de Catilina fueron acaloradas. Este fresco del siglo XIX muestra el discurso del cónsul Cicerón, partidario de ejecutar a Catilina. Palacio Madama, Roma.
Cuando el Senado debatía qué hacer con Catilina, acusado de conspirar contra la República, Julio César se vio obligado a revelar en público las lujuriosas palabras que le dedicaba su amante Servilia. Sucedió mientras César, partidario de perdonar la vida de Catilina, discutía acaloradamente con Catón, que quería condenarlo a muerte. La postura de César fue vista como un indicio de que estaba implicado en la conjura, sospecha que se acrecentó cuando un sirviente entró en la sala y le entregó una nota. Catón le pidió que dijera si el mensaje era de Catilina, y, ante la negativa de César a mostrarlo, argumentó que su actitud equivalía a probar su culpabilidad. César entregó a Catón la nota y éste vio que era una lasciva carta de Servilia, su hermanastra y esposa del cónsul electo Décimo Junio Silano, tambén presente en la sesión. Catón, humillado, arrojó la nota a César diciéndole: "¡Toma, borracho!".
Foto: Akg / Album
Las amantes: de clase alta y cultas
Muchas parejas de Julio César eran de clase alta. Cultas e ingeniosas, César encontraba placer intelectual además de sexual en ellas. Abajo, joven del siglo I d.C. en un fresco de Pompeya.
Foto: Leemage / Prisma
La reina amante
Las menciones de César a sus amantes rara vez contienen descripciones de su belleza, pero siempre aluden a la importancia política o financiera de dichas mujeres. Se dice que de la reina Cleopatra (abajo) le cautivaron su inteligencia y su talento.
Foto: British Museum / Scala, Firenze
http://www.nationalgeographic.com.es/personajes/julio-cesar/fotos/7
El sitio de Alesia
La conquista de la ciudadela de Alesia por Julio César y sus legiones dio la victoria final a los romanos frente a los galos. En la imagen, el asedio de Alesia visto por Henry Motte. Siglo XIX.
DEA / ALBUM
El general conquistador
La estatua de Julio César realizada por Nicolas Coustou en el siglo XVII lo muestra tocado con la corona de laurel que se imponía a los generales victoriosos. Museo del Louvre, París.
PRISMA / ALBUM
La rendición de Vercingétorix
Consciente de la imposibilidad de quebrar el sitio romano, Vercingétorix se rindió ante Julio César, momento que muestra este óleo de Lionel Royer. 1899. Museo Crozatier, Puy-en-Velay.
BRIDGEMAN / ACI
«Augusto»
Busto de mármol del emperador Augusto con corona cívica.
© MUSEI CAPITOLINI, ROMA / SCUDERIE DEL QUIRINALE
El lugar exacto donde asesinaron a Julio César
Un equipo de investigadores del CSIC ha determinado el lugar exacto de la muerte muerte, en el área arqueológica de Torre Argentina, en Roma. Augusto, hijo adoptivo y sucesor de Julio César que se convirtió en el primer emperador del Imperio romano, señaló el lugar del asesinato mediante la colocación de una estructura de hormigón de tres metros de ancho por más de dos de alto. Esta estructura se ha encontrado al final del foso, prácticamente en el centro de la imagen.
Foto: CSIC
Guerra en busca de venganza
En Filipos, los triunviros Marco Antonio y Octavio se enfrentaron a Casio y Bruto, los asesinos de César, como muestra este tapiz en el palacio de la Almudaina, Palma.
Foto: ORONOZ / ALBUM
La muerte de Julio César
Julio César, al ver a Bruto que da la señal de atacarlo, se apresta a cubrirse el rostro con la túnica antes de morir. Óleo por F. H. Fuger.
Foto: ART ARCHIVE
Julio César
Retrato de Julio César realizado en mármol, procedente de Egipto.
WERNER FORMAN ARCHIVE / GTRES
La agitada juventud de César
Este sestercio muestra en su reverso la famosa frase pronunciada por César tras su victoria ante Farnaces del Ponto en 47 a.C.: Veni, Vidi, Vici, "Llegué, vi y vencí".
AKG / ALBUM
El futuro gran hombre de Roma
Julio César inició su carrera política en Roma con apenas 16 años. En la imagen un joven César, idealizado por Andrea del Sarto en 1520. Actualmente este dibujo se encuentra en el Museo Metropolitan de Nueva York.
Metropolitan Museum / Scala
El asesinato de César
'La muerte de César, 44 a.C'. (aprox. 1780-1832), de Guillaume Guillon Lethiere.
HERITAGE / GTRESONLINE
HERITAGE / GTRESONLINE
César
'Asesinato de Julio César' (aprox. 1749-1821), de Laurent Pecheux.
HERITAGE / GTRESONLINE
César
Retrato de Julio César.
HERITAGE / GTRESONLINE
Hallan el lugar exacto donde fue apuñalado Julio César en Roma
En marzo del año 44 a.C., Julio César cayó asesinado en el Senado de Roma por un grupo de senadores opuestos a sus ambiciones autocráticas. Cayo Casio, Marco Junio Bruto y Décimo Junio Bruto organizaron una conspiración en la que, según Suetonio, participaron más de sesenta personas: los llamados Libertadores, nombre que se dieron siguiendo el ejemplo de los tiranicidas de la antigua Grecia.
Tras algunas dudas, eligieron el día y el lugar para asesinar a César: el 15 de marzo -durante los idus de marzo- en la Curia del Teatro de Pompeyo, en el Campo de Marte, donde el Senado celebraba sus sesiones. Cuando César se hallaba junto a la estatua de Pompeyo, Tilio Cimbro y Servilio Casca le asestaron los primeros golpes, a los que siguieron 23 puñaladas que acabaron con su vida.
Su muerte, lejos de restablecer la antigua legalidad republicana, avivó de nuevo la guerra civil en Roma. Ahora, 2.056 años después, un equipo hispano-italiano comandado por el Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC) asegura haber descubierto el punto exacto en el que fue asesinado Julio César.
Augusto señaló el lugar del asesinato
Augusto, hijo adoptivo y sucesor de Julio César que se convirtió en el primer emperador del Imperio romano, señaló el lugar del asesinato mediante la colocación de una estructura de hormigón de tres metros de ancho por más de dos de alto. Según el CSIC, este hallazgo confirma que el general fue apuñalado justo en el centro del fondo de la Curia de Pompeyo mientras presidía la reunión del Senado sentado en una silla, y se desangró a los pies de la estatua de Pompeyo. Actualmente, los restos de este edificio se localizan en el área arqueológica de Torre Argentina, en uno de los lugares más transitados del centro histórico de Roma. Las fuentes clásicas aluden a la clausura de la Curia, años después del asesinato, un lugar que pasaría a convertirse en una capilla-memoria.
"Sabemos con seguridad que el lugar donde Julio César presidió aquella sesión del Senado y donde cayó apuñalado se clausuró con una estructura rectangular organizada conforme a cuatro muros que delimitan un relleno de hormigón. Lo que no sabemos es si esta clausura supuso también que el edificio dejara de ser completamente accesible", explica Antonio Monterroso, investigador del Instituto de Historia del Centro de Ciencias Humanas y Sociales del CSIC.
Guillermo Gonzalo Sánchez Achutegui
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