domingo, 31 de agosto de 2025

Santorini: Cuando el mar se retiró y el cielo se volvió negro: la erupción que pudo inspirar un mito,

 Hola amigos: A VUELO DE UN QUINDE EL BLOG., la Revista National Geographic, nos entrega un reportaje sobre la erupción de un volcán en la Isla de Santorini, hoy isla de Thera, sucedió hace 3,500 años que dejó cicatrices en todo el Mar Mediterráneo  y específicamente le Mar de Egeo ..... siga leyendo.......................



Descripción del Mar Egeo
El Egeo se localiza entre Grecia y Turquía, en el hemisferio norte de la Tierra, y alberga una multitud de pequeñas y grandes islas; son casi 2,000, exceptuando los islotes y demás formaciones en sus aguas. La mayoría de estas pertenece a Grecia, como Lesbos, Creta, Rodas, Santorini, Mikonos, Leros, Eubea y Samos. De todas ellas, la más grande es Creta. Al sur se encuentra con el mar Mediterráneo, siendo Rodas, Karpathos, Casos, Citera, Creta y Anticitera sus límites con este mar. En su parte noreste conduce al mar de Marmara por el estrecho de los Dardanelos. Se conecta con el mar Negro a través de este estrecho, el Marmara y el Bósforo o estrecho de Estambul. 



Descripción

Región del mar Egeo, con islas del Egeo, mapa político 

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Un cataclismo ocurrido hace más de 3.500 años dejó cicatrices en todo el Mediterráneo, y también en la memoria colectiva.


iStock, Emicristea

Abel G.M.
Abel G.M.

Periodista especializado en historia, paleontología y mascotas


Hacia el siglo XVI a.C., una tranquila isla del Egeo, conocida entonces como Thera y hoy como Santorini, fue escenario de uno de los mayores desastres naturales de la Antigüedad. En cuestión de horas, el mar se agitó, el cielo se oscureció y la tierra entera tembló bajo los pies de sus habitantes. Aquello era solo el presagio de lo que estaba por suceder: una erupción volcánica tremenda que destruiría gran parte de la isla.

Para quienes lo vivieron, aquello no fue solo un desastre natural, sino el fin del mundo tal y como lo conocían, un apocalipsis que según varios historiadores podría haber inspirado uno de los mitos más misteriosos del mundo antiguo: la destrucción de la Atlántida.



Apocalipsis en el Mediterráneo

La erupción de Thera no fue una simple explosión volcánica: fue un colapso total de la isla. La caldera, que ya estaba activa, acumuló tal presión que el magma salió disparado en una columna de ceniza y roca pómez que pudo elevarse a kilómetros de altura. La violencia de la explosión fue tal que estuvo a punto de hacer desaparecer la isla entera: la sección central se hundió parcialmente en el mar y partió la isla en dos.

Hoy, Santorini es un destino turístico de postal, con casas encaladas y cúpulas azules asomadas sobre un mar tranquilo. Pero bajo esa calma duerme el cráter de un volcán que una vez cambió el rumbo de la historia. La erupción arrasó con aldeas enteras: en Akrotiri, ciudad portuaria minoica, las capas de ceniza de más de 60 metros de espesor sepultaron edificios, murales y objetos, conservándolos con un detalle similar al de Pompeya, pero sin restos humanos visibles: un indicio de que los habitantes pudieron evacuar antes de lo peor. 

Las secuelas fueron devastadoras más allá de la propia isla. Los depósitos de piedra pómez flotante se extendieron por el Egeo, dificultando la navegación durante semanas o incluso meses en algunas partes. Tsunamis con olas de decenas de metros golpearon Creta y otras islas cercanas, inundando tierras de cultivo y destruyendo puertos. El polvo volcánico en suspensión, transportado por los vientos, oscureció el cielo y provocó descensos de temperatura que afectaron a cosechas en zonas tan lejanas como Egipto y Anatolia. Incluso hoy, los geólogos encuentran rastros de la erupción en núcleos de hielo de Groenlandia, donde las partículas atrapadas datan de esos años.



Un mito inmortal

Pero este desastre no solo dejó rastros físicos. Algunos historiadores y arqueólogos sostienen que su recuerdo pudo transmitirse durante siglos a través de leyendas y tradiciones orales. Entre ellas, la más célebre es el mito de la Atlántida descrito por Platón. Aunque el filósofo situó la historia miles de años antes y en otro lugar, las descripciones de una isla próspera destruida por cataclismos encajan inquietantemente con lo que sabemos de Thera.

La erupción también pudo inspirar otros relatos del Mediterráneo y del Cercano Oriente. Las crónicas egipcias mencionan cielos cubiertos de polvo, cosechas arruinadas y disturbios sociales en tiempos cercanos a la catástrofe. Incluso algunos episodios bíblicos, como las plagas de Egipto, han sido reinterpretados por investigadores bajo la hipótesis de que cambios climáticos extremos y enrojecimiento de las aguas fueran consecuencias indirectas del desastre de Thera. 

Si el mito de la Atlántida nació aquí o no, quizá nunca lo sabremos. Lo que sí es seguro es que, para los minoicos, ese cataclismo supuso el final de su mundo. La combinación de la erupción, los terremotos, los tsunamis y el clima alterado fue devastadora para el comercio y la agricultura minoica, y favoreció el ascenso de los micénicos como cultura dominante. La erupción de Thera nos recuerda lo frágil que puede ser el equilibrio entre civilización y naturaleza, y lo rápido que puede romperse.

National Geographic 
Guillermo Gonzalo Sánchez Achutegui

El precio del trono: Ser faraón tenía un precio: Posiblemente tendrías que casarte con tu hermana y tener hijos con ella

 Hola amigos: A VUELO DE UN QUINDE EL BLOG., la Revista National Geographic, nos entrega un reportaje sobre los matrimonios en la vida de los faraones del Antiguo Egipto, quienes por razones políticas o familiares se podían casar entre hermanos, era una costumbre de la dinastía reinante mantener el linaje en el trono...... siga leyendo.............


En el antiguo Egipto, el matrimonio entre miembros de la realeza no era raro, incluso entre hermanos de sangre. Aunque nos resulte extraño, esto tenía razones políticas y religiosas muy lógicas desde su punto de vista.


K. R. Lepsius 

Abel G.M.
Abel G.M.

Periodista especializado en historia, paleontología y mascotas


Cuando hablamos del Antiguo Egipto, algunas costumbres pueden resultar sorprendentes a ojos modernos. Una de las más sorprendentes tiene relación con el matrimonio: aunque para la mayoría de la población podía ser una cuestión de amor, en el caso de las clases dirigentes era mucho más rígido, especialmente cuando se trataba del faraón. La dinastía reinante recurría a todo lo necesario para mantener su linaje en el trono… incluyendo que los hermanos se casaran entre sí.

Aunque la idea pueda evocar un tabú absoluto en la actualidad, el matrimonio entre parientes cercanos (primos o incluso hermanos) no era visto como algo antinatural, aunque ciertamente no era común fuera de la pareja real. Pero el caso de la realeza tenía sentido desde su perspectiva, tanto en términos de poder como de religión.



¿Por qué los miembros de la familia real se casaban entre hermanos?

Las uniones entre hermanos eran casi exclusivamente una costumbre de la realeza y respondían a una lógica política y religiosa a la vez: los faraones se concebían no solo como gobernantes, sino también como garantes del orden cósmico o ma’at. Osiris e Isis, los dioses a los que se atribuía la fundación de la realeza egipcia, eran hermanos y esposos.

Por ese motivo, mantener la pureza dinástica y reflejar el mito de los dioses en la tierra formaba parte del rol de la pareja real. Este paralelismo divino reforzaba la legitimidad del monarca, presentándolo como un ser semidivino que reproducía en la tierra el orden celestial. El príncipe heredero podía casarse con una de sus hermanas o medio hermanas (ya que el faraón tenía varias esposas legítimas) o también con una de sus primas. Desde un punto de vista práctico, el matrimonio entre hermanos también ayudaba a evitar que el poder se fragmentara o escapara del control de la familia más cercana: al no depender de alianzas con otras casas nobles, el trono permanecía en manos de un núcleo reducido.

Esta práctica no fue constante a lo largo de los casi tres mil años de historia del Egipto faraónica: ciertas dinastías, como la XVIII (a la que pertenecen nombres tan famosos como Tutankamón, Hatshepsut o Tutmosis III) o la ptolemaica (fundada por Tolomeo, uno de los generales de Alejandro Magno) fueron particularmente endogámicas. Sin embargo, esta estrategia podía acarrear problemas a medio plazo. La repetición constante de esta práctica aumentaba el riesgo de enfermedades hereditarias y disminuía la diversidad genética.



Matrimonios entre primos y amigos

En cuanto a la población en general, el matrimonio entre hermanos era extremadamente raro. En cambio, las bodas entre primos sí se daban con cierta frecuencia, sobre todo en comunidades pequeñas o zonas rurales, donde la escasez de opciones matrimoniales daba poco margen de elección.

En este sentido, casarse con un primo no era visto con extrañeza y no contravenía ninguna norma moral o religiosa: hay que recordar que el tabú que existe en Occidente respecto a esta cuestión proviene, en buena parte, de la moral cristiana, y que incluso en la antigua Roma no era raro casarse entre familiares próximos, como primos o sobrinos. Además, la proximidad familiar ofrecía ventajas prácticas: el patrimonio se mantenía unido y las familias podían asegurar apoyos mutuos en momentos de necesidad. 

Los registros legales y documentos de contratos matrimoniales hallados en papiros muestran que, aunque la elección de pareja era relativamente libre para los egipcios de clase media y baja, la red de relaciones se concentraba en círculos próximos, especialmente cuanto más pequeña fuese una comunidad. Esto tiene una razón lógica, y es que para los egipcios de origen humilde el mundo prácticamente se limitaba a sus pueblos, por lo que muchos terminaban casándose con quien decidiera su familia o con personas a las que conocían de toda la vida, como primas o amigas cercanas. 

Por otra parte, para el común de los egipcios el matrimonio tenía un carácter mucho más civil que religioso: era visto como un acuerdo entre particulares para compartir vida social y bienes, y para dejar descendencia. Era totalmente lógico, por lo tanto, casarse con alguien que conocías y sabías qué te podía aportar como cónyuge. El concepto de salir a buscar pareja literalmente no existía.

NATIONAL GEOGRAPHIC
Guillermo Gonzalo Sánchez Achutegui

Una vida de sufrimiento: Hibakusha: los que sobrevivieron a las bombas atómicas solo para ser marginados por la sociedad

 Hola amigos: A VUELO DE UN QUINDE EL BLOG., a Revista National Geographic, nos entrega un reportaje, sobre los sobrevivientes de las explosiones atómicas en Hiroshima y Nagasaki, a quienes se les conocía como: "Hibakusha", que siendo naturales de esas ciudades sufrieron una cruel discriminación por temores infundados que ellos transmitían enfermedades contagiosas, su marginación fue tal que no podía contraer matrimonio, y lo que es, peor eran despedidos de sus centros de trabajo por temor al contagio de enfermedades.... siga leyendo.............




Un soldado con pulso de fotógrafo
Una columna de 6 kilómetros de altura se eleva desde la zona cero sobre las ruinas de la ciudad de Hiroshima. La fotografía fue tomada por George Caron, artillero de cola del Enola Gay a quien le dieron una cámara en el último momento y la cual disparó a través de la ventana de plexiglás de su puesto de combate.
Foto: AP / US Air Force


Hiroshima, totalmente destruida por la bomba atómica arrojada por Los Estados Unidos el 06 de agosto de 1,945.

Sobrevivir a una bomba nuclear
En esta foto proporcionada por el Cuerpo de Ingenieros de EE.UU., se pueden contemplar las heridas de una de las víctimas de la primera bomba atómica. La fotografía fue tomada en el departamento de Ujina, en el primer hospital provisional del ejército japones en Hiroshima. Los rayos térmicos emitidos por la explosión quemaron el patrón del kimono de esta mujer, los cuales quedaron grabados sobre su espalda.
Foto: AP/ U.S. Army Corps


Nagasaki, la segunda bomba
Una columna de humo ondulante en forma de seta se eleva a kilómetros de altura sobre la ciudad japonesa de Nagasaki. Fat  man fue lanzada 3 días después del ataque sobre Hiroshima, acabando instantáneamente con la vida de 70.000 personas. Otros miles morirían después a consecuencia de la radiación.
Foto: AP

Para quienes sobrevivieron a las bombas atómicas de Hiroshima y Nagasaki, su tragedia no terminó con la guerra: la sociedad creía que las enfermedades debidas a la radiación eran contagiosas y durante décadas tuvieron que ocultar su pasado.

Joe O'Donnell 

Abel G.M.
Abel G.M.

Periodista especializado en historia, paleontología y mascotas


Cuando el 6 de agosto de 1945 la primera bomba atómica arrasó Hiroshima y, tres días después, otra devastó Nagasaki, decenas de miles de personas murieron al instante. Pero hubo quienes sobrevivieron a la onda expansiva y a las posteriores secuelas inmediatas. A estos se les llamó hibakusha, “supervivientes de la explosión”. Sin embargo, la posguerra les reservaba una carga adicional, invisible pero demoledora, de estigma y marginación.

Los hibakusha, además de arrastrar secuelas físicas y psicológicas, se encontraron con un estigma que afectaba a todos los ámbitos de su vida. La ignorancia sobre los efectos de la radiación alimentó mitos persistentes: se les consideraba enfermos crónicos, incapaces de trabajar normalmente, y se creía que podían transmitir enfermedades a sus descendientes. Estas creencias, aunque científicamente infundadas, se reforzaban con el temor a lo desconocido y el silencio institucional de la posguerra.



Una marginación que duró décadas

En los primeros días tras el desastre, los hibakusha fueron vistos con una mezcla de compasión y miedo. Pero en los años que siguieron, esa compasión inicial se fue diluyendo, dejando paso a una marginación estructural. La gente común no entendía qué era la radiación, y pronto corrió el rumor de que los supervivientes podían contagiar enfermedades o que sus hijos nacerían con malformaciones.

En el mundo laboral, ser identificado como hibakusha podía significar la pérdida inmediata de un empleo o la imposibilidad de ser contratado, sobre todo en poblaciones pequeñas donde todo el mundo se conocía. Y en lo personal, las dificultades para contraer matrimonio eran frecuentes: muchas familias rechazaban la idea de que uno de sus miembros se casara con un superviviente por miedo a “contaminar” la línea familiar.

Estos prejuicios, aunque sin base científica sólida, se extendieron rápidamente y el silencio forzado se impuso. Ante este panorama, ocultar el pasado se convirtió en un mecanismo de supervivencia social: muchos hibakusha ocultaban su condición para evitar perder un empleo o ver rechazada una propuesta de matrimonio, y no pocos cambiaban de ciudad o mentían sobre su lugar de nacimiento para borrar cualquier vínculo con Hiroshima o Nagasaki.

Esta discriminación velada se mantuvo durante décadas y no empezó a remitir hasta bien entrada la segunda mitad del siglo XX, cuando los hibakusha comenzaron a organizarse, compartir sus testimonios y exigir reconocimiento y apoyo del gobierno japonés. Sin embargo, el daño social ya estaba hecho: muchos habían pasado la mayor parte de su vida escondiendo su pasado y soportando en silencio y sin ayudas el peso de una tragedia que el resto del país prefería no mirar de frente.

El rechazo se sumaba a problemas de salud muy reales. La exposición a la radiación provocó leucemias, cánceres y un sinfín de dolencias crónicas. La incertidumbre sobre su futuro médico hacía que las compañías aseguradoras, e incluso las administraciones, los discriminaran. Fue solo con el paso de los años y gracias a la presión de organizaciones de supervivientes que se aprobaron leyes para ofrecerles atención médica gratuita y reconocimiento oficial como víctimas de guerra.

Paradójicamente, los hibakusha también fueron testigos involuntarios de una carrera armamentística que crecía en nombre de la “seguridad” mundial. Muchos se convirtieron en activistas por la paz y el desarme nuclear, llevando su testimonio a foros internacionales. Su voz tenía un peso único: no hablaban desde la teoría ni desde la política, sino desde la experiencia directa de lo que significa que una ciudad entera se convierta en cenizas en cuestión de segundos.

Hoy, el término hibakusha ha dado un giro considerable: ahora es símbolo de una memoria histórica que se desvanece a medida que los supervivientes van muriendo, y una advertencia global sobre los peligros de la carrera armamentística. Aunque la discriminación social ha disminuido con el tiempo, el trauma físico y emocional sigue marcando sus vidas. Y su mensaje, repetido incansablemente en cada aniversario de Hiroshima y Nagasaki, permanece claro: que nadie más tenga que vivir para contarlo.

NATIONAL GEOGRAPHIC
Guillermo Gonzalo Sánchez Achutegui

lunes, 25 de agosto de 2025

DESCUBRIMIENTOS: Hallan en Abu Dabi una cruz cristiana de 1.400 años de antigüedad que reescribe la historia religiosa del golfo Pérsico

 Hola amigos: A VUELO DE UN QUINDE EL BLOG., la Revista National Geographiic, nos entrega un reportaje del hallazgo de una Cruz Cristiana que perteneció a un antiguo monasterio cristiano en la Isla Sir Bani Yas, de hace 1,400 años, aproximadamente en el siglo 625 d.C., en Abu Dabi, territorio en los Emiratos Árabes Unidos, demostrando que hubo una coexistencia pacífica entre comunidades religiosas musulmanes y los cristianos de la iglesia primitiva de los siglos VII y VIII d.C., ... siga leyendo.............


https://historia.nationalgeographic.com.es/a/hallan-abu-dabi-cruz-cristiana-1400-anos-antiguedad-que-reescribe-historia-religiosa-golfo-persico_24413?utm_source=indigitall&utm_medium=push&utm_campaign=trafico 

La cruz milenaria desafía todo lo que creíamos sobre el alcance del cristianismo primitivo. El islam y el cristianismo convivieron en paz.

Una misteriosa cruz antigua que representa el lugar de la crucifixión de Jesús reescribe la historia cristiana.

Departamento de Cultura y Turismo de Abu Dabi


Un equipo de arqueólogos ha descubierto en la isla de Sir Bani Yas, en Abu Dabi, una cruz cristiana de estuco con más de 1.400 años de antigüedad. Se trata de un hallazgo increíblemente excepcional, realizado por el Departamento de Cultura y Turismo de Abu Dhabi (DCT), que nos aporta nuevos datos sobre la presencia y la expansión del cristianismo primitivo en la península arábiga y, en particular, sobre la existencia de comunidades cristianas prósperas en lo que actualmente es el corazón del mundo islámico.



Un hallazgo arqueológico que reescribe la historia del cristianismo en Oriente Medio

La cruz mide 27 cm de largo, 17 cm de ancho y unos 2 cm de grosor y fue desenterrada en el patio trasero de una de las casas –posiblemente viviendas para monjes mayores o lugares de retiro para peregrinos– ubicadas al norte de las ruinas de una iglesia y un antiguo monasterio cristiano de la isla del golfo Pérsico.

Según los expertos, esta pieza servía como objeto de devoción espiritual para los monjes que habitaban la zona. El diseño muestra una pirámide escalonada que representa el Gólgota, el monte donde, según la tradición cristiana, fue crucificado Jesús y con motivos florales en su base que reflejan influencias regionales.

El estilo del objeto comparte similitudes con otras cruces halladas en Irak y Kuwait, lo que lleva a los expertos a vincularlo con la Iglesia del Oriente o Iglesia persa, una rama del cristianismo que floreció en Asia desde el siglo I y llegó a extenderse hasta China e India.

Conexión con un pasado de respeto mutuo entre religiones

Según la arqueóloga Maria Gajewska, líder de la excavación, “cada elemento de esta cruz incorpora motivos locales. Nos dice que el cristianismo no solo existía en esta región, sino que prosperaba, adaptándose visualmente a su contexto cultural”; una evidencia que contradice la suposición de que el cristianismo estaba en declive en la región durante los siglos VII y VIII, justo cuando el islam comenzaba su expansión.

Esta prueba material apunta a que ambas religiones coexistieron en armonía durante un periodo clave de transformación histórica.


Yacimiento arqueológico donde se han encontrado la cruz cristiana.

Departamento de Cultura y Turismo de Abu Dabi

“El descubrimiento de esta antigua cruz cristiana en la isla Sir Bani Yas es un poderoso testimonio de los profundos y perdurables valores de coexistencia y apertura cultural de los EAU. Nos recuerda que la coexistencia pacífica no es una construcción moderna, sino un principio intrínseco a la historia de nuestra región”, aclara Gajewska. 


Isla Sir Bani Yas.

El monasterio cristiano de Sir Bani Yas fue descubierto por primera vez en 1992, pero esta cruz marca uno de los hallazgos más relevantes en décadas. El complejo incluye una iglesia, viviendas monásticas y estructuras de retiro espiritual. Los edificios, construidos con piedra caliza y coral, disponían de aljibes para agua y muestran signos de comodidades, lo que sugiere una vida monástica organizada y no meramente ascética.

Y los arqueólogos no han encontrado evidencia de un abandono violento (no hay rastros de derrumbe o de escombros), sino que el hecho de que las estructuras fuesen abandonadas en buen estado, indica una partida planificada y pacífica en integración con las nuevas comunidades musulmanas.

Otros hallazgos

Durante esta temporada de excavaciones también se han encontrado otros objetos rituales: piezas de cerámica, artefactos de vidrio y una pequeña botella de color verde mar, que posiblemente contenía aceites sagrados o agua de rosas.

El yacimiento en el que se encuentra el monasterio, dentro de una reserva natural repleta de gacelas y otras especies autóctonas, ha sido protegido y habilitado para visitas desde 2019. Todo visitante que acuda al lugar puede recorrer el complejo, admirar los restos de la iglesia y ver una exposición con objetos originales, incluyendo cálices, sellos y cruces de estuco.

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