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martes, 31 de agosto de 2021

UNA NOVELA SOBRE UN CRIMEN: La curiosa historia de "a sangre fría", la obra maestra de Truman Capote

Hola amigos: A VUELO DE UN QUINDE EL BLOG., narrar un crimen real y convertirlo en una novela, es arte literario de pocos escritores, por que siempre predomina la ficción que se arregla al gusto de escritor de como hubiesen sucedido los hechos y no como sucedieron.
Esto fue precisamente lo que le sucedió al escritor Truman Capote, al escribir su novela: A Sangre Fría, que narra el crimen en un pueblecito de Kansas llamado Holcomb; donde cuatro miembros de la familia Clutter, un matrimonio y dos de sus hijos adolescentes fueron asesinados en su casa por Dick Hickcock y Perry Smith, a partir de estos hechos truculentos el periodista Truman Capote, escribió la novela que lo consagró definitivamente...... siga leyendo................

Este relato del terrible crimen de una familia en una pequeña localidad de Kansas se convirtió en un best seller, lanzando a la fama a su autor. Aunque su proceso creativo está lleno de luces y sombras.







Truman Capote posa con varios ejemplares de su obra A sangre fría. 
Foto: Cordon Press.

El 15 de noviembre de 1959, en un pueblecito de Kansas llamado Holcomb, los cuatro miembros de la familia Clutter, un matrimonio y sus dos hijos adolescentes, fueron salvajemente asesinados en su casa por Dick Hickcock y Perry Smith. A partir de estos truculentos hechos, el novelista norteamericano Truman Capote logró dar un vuelco a su carrera de narrador y escribió A sangre fría, la novela que le consagró definitivamente como uno de los grandes autores de la literatura norteamericana del siglo XX y el creador del estilo de no ficción, caracterizado por narrar una historia o desarrollar un argumento a partir de hechos reales.

LA NOVELA DE UNA VIDA

Cuando Truman Capote leyó la noticia del crimen en la prensa, quedó tan impactado que decidió abandonar Nueva York junto con su amiga y autora del libro Matar a un Ruiseñor, Harper Lee. Ambos viajaron hasta Holcomb para conocer todos los detalles de la masacre de primera mano, entrevistando a los vecinos. El escritor decidió que su investigación sobre la muerte de la familia Clutter ya no sería un simple reportaje para la revista The New Yorker, sino que iba a ser un libro, su obra maestra, tal como comenta él mismo en numerosas cartas enviadas a amigos y editores. Para lograrlo, Capote acudió asimismo a la prisión de Lansing, donde cumplían condena los asesinos, para entrevistarse con ellos (también compraría las transcripciones del juicio).


CARTEL DE LA PELÍCULA "A SANGRE FRÍA", DIRIGIDA POR RICHARD BROOKS. 1967.

Cordon Press.

Tras leer la noticia del crimen en la prensa, Truman Capote decidió abandonar Nueva York junto a su amiga y también escritora Harper Lee para viajar hasta Holcomb y conocer todos los detalles de primera mano.

Para redactar A sangre fríael escritor huyó tanto de Kansas como de la bulliciosa Nueva York, para hallar finalmente la paz que esperaba en el pueblecito pesquero de Palamós, en la Costa Brava catalana, donde pasó tres largos veranos (1960, 1961 y 1962). De regreso a la ciudad de los rascacielos, Capote se dio cuenta de que la intensa vida social que llevaba apenas le dejaría tiempo para escribir su novela. Con 4.000 folios para transcribir, Capote no quería escribir la mera crónica de un crimen, sino la historia de una familia buena y decente que fue salvajemente asaltada en mitad de la noche por dos asesinos fuera de control.

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UN COMPETIDOR INESPERADO

Desde la publicación en 1966 de A sangre fría, empezaron a circular diversos rumores sobre ciertas contradicciones y omisiones en las que había incurrido Capote, como que los asesinos habían aceptado 5.000 dólares de un tercero para acabar con la vida de los Clutter. Pero el rumor que quizá destacó por encima del resto fue el que sacó a la luz el periodista del Wall Street Journal, Kevin Helliker, que aseguraba que A Sangre Fría no era la única versión escrita de la masacre de Holcomb. Al parecer, uno de los autores de los asesinatos, Richard "Dick" Hickock (una de las principales fuentes de información de Capote en la prisión de Lansing), también había escrito un manuscrito de 200 páginas donde contaba su versión de los hechos. Desde un principio, Capote negó ante los medios y las editoriales la existencia de las páginas escritas por Hickock, pero el Wall Street Journal aseguró de que el relato del preso había sido escrito antes que la novela de Capote viera la luz y que el escritor tenía conocimiento de su existencia. De haberse publicado ¿hubiera sido un duro competidor para A sangre fría?.


FOTOGRAMA DE LA PELÍCULA HISTORIA DE UN CRIMEN, DE 2006.

Cordon Press.

El periodista del Wall Street Journal, Kevin Helliker aseguró que uno de los asesinos de Holcomb, Richard Hickock, escribió su versión del crimen antes que Capote escribiera A sangre fría.

Según esta historia, la única persona que conocía la existencia del manuscrito del preso (aparte de Capote), y que lo habría mantenido bajo protección durante todo aquel tiempo, era un periodista llamado Mack Nations, quien había contactado en 1961 con los dos asesinos mientras trabajaba en un reportaje sobre el corredor de la muerte para el The Wichita Eagle. Pero su correspondencia con Hickock fue bloqueada por orden de las autoridades penitenciarias y el contacto directo o indirecto con los presos se vio restringido (aunque Capote sí lograría, con la mediación de un influyente abogado, conseguir una excepción a la regla de "contacto" con los presos). Aunque la prohibición llegó tarde, porque al parecer Hickock y Nations ya habían llegado a un acuerdo, meramente verbal, por el cual el asesino escribiría su historia y se la enviaría al periodista por correo para que éste la convirtiera en un relato literario y la vendiera a alguna editorial.

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UN FINAL TRÁGICO

A pesar de la prohibición que había establecido la prisión en 1962, y de que Capote intentara comprar al propio Nations, el periodista hizo llegar a las autoridades de Kansas una copia del manuscrito de Hickok, que acabó en manos de Robert Hoffman, un abogado del Estado implicado en el caso de los condenados y que dejó a su hijo tras su muerte. Nations hizo llegar una segunda copia del manuscrito a la editorial Random House, que le devolvió el texto con la aclaración de que ya tenían un contrato con Capote. Temiendo la posible competencia, Capote intentó comprar la obra de Hickok (que llevaba por título Autopista al infierno). Sin éxito. Al final, los asesinos fueron ahorcados el 14 de abril de 1965. Un año después, Capote publicaría A sangre fría, que permaneció 35 semanas en la lista de éxitos del The New York TimesPor su parte, Nations, después de ver su carrera periodística en The Wichita Eagle truncada por un caso de evasión fiscal, murió en un accidente de coche en 1968.

El manuscrito de Hickock nunca fue publicado por ninguna editorial. Random House devolvió el texto con la aclaración de que ya tenían un contrato con Capote.

Para celebrar el éxito de lo que Capote dio en llamar su "novela no-novela", el autor organizó el 28 de noviembre de 1966 una gala en "blanco y negro" (los invitados debían ir vestidos con prendas en esos tonos) en el hotel Plaza de Nueva York para 500 personas. Muchos le rogaron que los invitara. En una fascinante columna en el The New York Times del 7 de diciembre de ese mismo año, Russell Baker ironizó así sobre el evento: "Los sociólogos todavía están debatiendo si fue la fiesta más importante del siglo XX, y se dice que un gran número de personas que no fueron invitadas fueron eliminadas por completo del mercado social y que al final tuvieron que empeñar sus corbatas blancas y sus zapatillas de baile".


CAPOTE SE PREPARA PARA ASISTIR A LA FIESTA EN "BLANCO Y NEGRO" EN EL HOTEL PLAZA DE NUEVA YORK, EN 1966.

Cordon Press.

Pero la misma fama que al principio convirtió a Truman Capote en el personaje más mimado y querido de sociedad neoyorquina lo conduciría hasta el abismo de la soledad. Según confesaría tiempo después el propio autor a su biógrafo Gerald Clarke, más que fama, el libro le acabaría trayendo la ruina: Capote culpó a su novela, de la cual se vendieron 50.000 ejemplares semanales durante los primeros cuatro meses, de sus miserias y adicciones: "Nadie sabrá nunca lo que A sangre fría se llevó de mí. Creo que, en cierto modo acabó conmigo", confesaría.

El 25 de agosto de 1984, en medio de una agonía de alcohol y drogas, Capote murió inesperadamente. De su muerte se ha dicho de todo. En un principio se pensó que fue debida a una sobredosis de drogas (algo que le había llevado al hospital en más de una ocasión). Finalmente, un portavoz de la oficina del forense de Los Ángeles aseguró que el escritor murió por causas naturales, a consecuencia de una dolencia hepática.


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Guillermo Gonzalo Sánchez Achutegui

MASACRE NAZI EN UN BOSQUE: Identifican en Polonia una fosa común con cientos de víctimas de la Gestapo

Hola amigos: A VUELO DE UN QUINDE EL BLOG., durante la Segunda Guerra Mundial, la policía política de la Alemania nazi, fue la Gestapo, que se constituyo como la policía secreta del Tercer Reich; justamente un grupo de arqueólogos, acaban de identificar en un bosque de Polonia un escenario de una masacre cometida por los nazis, durante la Segunda Guerra Mundial, los cadáveres fueron enterrados en fosas comunes con su ropa y pertenencias, parece que hubo prisa en desaparecer estas evidencias por parte de los nazis.... "El escenario del crimen se encuentra en las afueras de Chojnice, una ciudad del norte de Polonia que fue escenario de una batalla el mismo día que estalló la Segunda Guerra Mundial y el Tercer Reich invadió el país. En esa ocasión y durante toda la ocupación, las autoridades nazis arrestaron sistemáticamente a cientos de personas -familias judías, miembros de la resistencia, intelectuales o discapacitados- y las condujeron al bosque, donde fueron asesinadas, quemadas y enterradas en trincheras reconvertidas en fosas comunes....." .. siga leyendo.........

Un grupo de arqueólogos ha identificado en un bosque de Polonia, el escenario de una masacre cometida por la Gestapo, la policía secreta del Tercer Reich. Cientos de personas fueron asesinadas, quemadas y enterradas en fosas comunes.







Fotos: Historical-Ethnographic Museum of Julian Rydzkowski in Chojnice (A y B) / Dawid Kobiałka (C y D).

“Soy un arqueólogo experimentado, pero nunca había vivido algo como esto. Fue un auténtico horror”. Así se refería Dawid Kobiałka, del Instituto de Arqueología y Etnología de la Academia de Ciencias de Polonia, al escenario de una masacre cometida por los nazis durante la Segunda Guerra Mundial: en un bosque que los lugareños llaman significativamente “el valle de la muerte”, se han identificado unas trincheras que sirvieron de fosa común a cientos de personas asesinadas por los nazis.

Los huesos muestran signos de haber sido incinerados y junto a varios de ellos se han hallado numerosas pertenencias, algunas de valor, como joyas, anillos de alianza de oro, relojes y medallones. Según Kobiałka, esto sugiere que las víctimas fueron enterradas con prisa y que sus verdugos estaban más interesados en eliminar cualquier evidencia del crimen que en quedarse con sus pertenencias: esto indicaría que parte de ellos fueron ejecutados en el último año de la guerra, cuando el ejército soviético avanzaba imparable, en un intento de los nazis de eliminar testimonios de sus acciones. Esta hipótesis parece ser confirmada por el hecho de que en las fosas se han encontrado casquetes de balas del tipo que usaba la Gestapo, la policía secreta del Tercer Reich.


ALGUNOS DE LOS OBJETOS PERSONALES RECUPERADOS

Fotos: A. Barejko.

EL VALLE DE LA MUERTE

El escenario del crimen se encuentra en las afueras de Chojnice, una ciudad del norte de Polonia que fue escenario de una batalla el mismo día que estalló la Segunda Guerra Mundial y el Tercer Reich invadió el país. En esa ocasión y durante toda la ocupación, las autoridades nazis arrestaron sistemáticamente a cientos de personas -familias judías, miembros de la resistencia, intelectuales o discapacitados- y las condujeron al bosque, donde fueron asesinadas, quemadas y enterradas en trincheras reconvertidas en fosas comunes.

El lugar exacto donde se encontraban sus restos mortales había sido un misterio hasta ahora, cuando los arqueólogos han podido localizar las fosas y los cuerpos. En primer lugar compararon fotos aéreas actuales con las tomadas por los aliados al expulsar a los nazis de Polonia para identificar las trincheras; seguidamente utilizaron escaneo por láser para detectar irregularidades en el subsuelo que indicaran posibles sepulturas; y finalmente usaron detectores de metales para encontrar los cuerpos, guiados por los objetos metálicos enterrados con ellos. Encontraron más de una tonelada de huesos humanos, lo que según Dawid Kobiałka confirma las cifras de entre 400 y 500 víctimas que aparecen en los registros históricos.


DAWID KOBIAŁKA JUNTO A FAMILIARES DE LAS VÍCTIMAS

Fotos: D. Frymark / Archivos privados de Urszula Steinke y Aleksandra Lubińska.

El equipo espera poder analizar los huesos para identificar a las víctimas, ayudándose de los objetos personales encontrados, contactar con sus familiares y, finalmente, darles una sepultura digna en Chojnice. Sin embargo, para ello hace falta el permiso del Instituto de la Memoria Nacional de Polonia y de las autoridades locales. El arqueólogo Alfredo González-Ruibal del Instituto del Patrimonio Nacional de España, que ha colaborado en la investigación, afirma que “investigar crímenes contra la humanidad es un reto mayúsculo para los arqueólogos”.

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Guillermo Gonzalo Sánchez Achutegui

UN CONFLICTO DE MÁS DE UN SIGLO: La expulsión de los Moriscos tras la Reconquista

Hola amigos: A VUELO DE UN QUINDE EL BLOG., en abril de 1,609, el rey Felipe III  de España, ordenó la expulsión de los moriscos de la península hispana, una decisión drástica y precipitada que afecto a muchos reinos por que la mano de obra morisca constituía la fuerza laboral en la agricultura ..."Del estudio de los registros oficiales se estima que la medida afectó alrededor de 300.000 personas, más de un tercio de las cuales (casi 120.000) vivían en el reino de Valencia; seguido de Aragón (algo más de 60.000), Castilla (casi 45.000) y los diversos reinos del sur de la península (otras 45.000 aproximadamente). En el resto de territorios los números fueron bastante inferiores; una minoría incluso se libró de la expulsión gracias a matrimonios mixtos con cristianos...."

En 1609 el rey Felipe III decretó la expulsión de todos los moriscos de los reinos de la monarquía hispánica. La decisión fue el punto final de más de un siglo de intentos de asimilación forzosa de la población musulmana.







Foto: Pere Oromig.

Entre 1609 y 1613, alrededor de 300.000 personas fueron expulsadas de los diversos reinos de la monarquía hispánica. Se trataba de los moriscos, descendientes de la población musulmana de al-Ándalus, a los que durante varias décadas se había intentado convertir forzosamente al cristianismo en aras de la asimilación cultural.

La decisión final, tomada de forma drástica y expeditiva, estuvo motivada por el miedo del rey Felipe III a que los moriscos constituyeran una especie de quinta columna que facilitara los planes de enemigos externos, principalmente el Imperio Otomano, pero también algunos nobles hugonotes del sur de Francia y los piratas berberiscos. Las consecuencias de esta resolución apresurada tuvieron un fuerte impacto en algunos reinos de la península, donde los moriscos constituían una parte muy importante de la fuerza de trabajo.

En 1609 el rey Felipe III decidió expulsar a los moriscos por miedo a que constituyeran una quinta columna del Imperio Otomano y los piratas berberiscos

UNA ASIMILACIÓN FRACASADA

Los moriscos eran la población de raíces musulmanas que había permanecido en la península Ibérica tras la caída del reino nazarí de Granada en 1492 y que habían sido, aunque solo formalmente, convertidos al cristianismo. En un principio a los musulmanes se les había garantizado el derecho a permanecer en los territorios conquistados y a seguir practicando su religión y costumbres, cláusulas que formaban parte del acuerdo por el que el rey Boabdil accedió a rendir la capital a los Reyes Católicos.

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Sin embargo, pronto hubo sectores de la Iglesia católica que presionaron para que fueran convertidos al cristianismo y cobró fuerza la idea de cortar lazos con el pasado islámico. Tras una infructuosa campaña de evangelización, en 1502 se publicó un edicto por el que se obligaba a todos los súbditos de la Corona al bautizo, fueran o no cristianos. A esta disposición siguieron otras en los años sucesivos que limitaban la práctica de costumbres que pudieran identificarse con el Islam, como el modo de vestir y el uso de la lengua árabe. Estas medidas pretendían forzar la integración de los moriscos y, aunque en apariencia tuvieran un cierto éxito, era común que los convertidos simplemente guardaran las apariencias y siguieran practicando sus costumbres de forma discreta.

Por otra parte, las medidas dieron pie a muchos abusos de poder por parte de las autoridades. En 1526, Carlos de Habsburgo visitó Granada y recibió a una delegación de notables moriscos, los cuales le presentaron una lista de agravios cometidos por funcionarios reales y eclesiásticos. El emperador tenía en aquellos momentos una guerra abierta en Italia y lo último que deseaba eran más problemas en los reinos hispánicos, a los cuales necesitaba militarmente; por ello, acordó una suspensión provisional en la aplicación de las medidas de conversión.

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PUNTO DE RUPTURA

Este delicado equilibrio se tambaleó en varias ocasiones debido a las revueltas moriscas, la más importante de las cuales fue la de las Alpujarras, en el reino de Granada, entre 1568 y 1571. Su origen estaba en la Pragmática Sanción decretada por Felipe II en 1567, que restauraba y endurecía las medidas de conversión. Los sublevados llegaron incluso a proclamar un “rey de los moriscos”, un noble granadino de nombre Abén Humeya, al que sin embargo pronto asesinaron por su talante despótico.
La rebelión de las Alpujarras fue sofocada, pero supuso un punto de ruptura. La idea de expulsar a los moriscos, que durante décadas había planeado sobre los sucesivos soberanos, se convirtió en un debate de primer orden. Además, la convivencia se había deteriorado gravemente a raíz de la insurrección, durante la cual fueron asesinados cristianos: estos empezaron a ver a los moriscos con profunda desconfianza y a presionar a favor de su expulsión, algo que también reclamaban -incluso desde antes- los marineros y habitantes del litoral, sometidos a la amenaza de piratas y corsarios que atacaban los barcos y las poblaciones costeras, ayudados por moriscos según las sospechas.

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Para el rey existían otros dos motivos de gran preocupación: el avance del Imperio Otomano y la piratería berberisca. Los moriscos eran vistos, especialmente después de los sucesos de las Alpujarras, como una quinta columna dispuesta a facilitar cualquier ataque que pudiera perjudicar a los reinos de la monarquía hispánica o a la propia Corona. Las sospechas no eran infundadas, ya que durante la rebelión habían pedido ayuda al sultán otomano y al de Marruecos; a la alianza se habían adherido incluso algunos nobles hugonotes del sur de Francia, que habrían recuperado el reino de Navarra a cambio de su apoyo.

Si la expulsión no se llevó a cabo de forma inmediata fue en gran medida por la oposición de muchos nobles, especialmente de los reinos en los que había mayor población morisca, los de Valencia y Aragón. En Granada ya se habían visto las consecuencias para la economía agraria -cuya mano de obra era en gran medida morisca- después de que, como castigo por la rebelión de las Alpujarras, los moriscos fueran deportados a Castilla y repartidos en núcleos reducidos para evitar que pudieran organizar una nueva insurrección. A los nobles, además, la medida les supondría perder buena parte de sus súbditos -en Valencia sumaban hasta un tercio de la población- y habría tenido graves repercusiones económicas debido a la caída drástica de los impuestos recaudados.

La expulsión no se llevó a cabo de forma inmediata por la oposición de muchos nobles, puesto que supondría una drástica pérdida de impuestos y de mano de obra

Debido a esta oposición, durante el resto de su reinado Felipe II se contentó con endurecer las medidas contra la población morisca. Su hijo y sucesor, Felipe III, continuó esta política en la primera década de su reinado, que comenzó en 1598. Sin embargo, en abril de 1609 cambió radicalmente de postura y dispuso que todos los moriscos fueran expulsados de los reinos de la península. Tan drástico cambio de rumbo vino dictado porque su valido, el duque de Lerma, encontró la fórmula para vencer las reticencias de la nobleza: todos los bienes muebles de los moriscos les serían expropiados y pasarían a manos de sus señores como “compensación” por las pérdidas económicas causadas.

LA EXPULSIÓN Y SUS CONSECUENCIAS

El edicto de expulsión era de una extrema dureza y urgencia: desde su promulgación, los moriscos disponían de tres días para embarcar en las naves españolas que los llevarían a la Costa Berberisca. Sólo podían conservar las posesiones que pudieran llevar consigo y se les prohibía vender sus bienes muebles para evitar la expropiación. Además, expirado el plazo para embarcar, si todavía no se habían marchado podían ser asaltados y robados sin consecuencias penales para sus atacantes.

Los moriscos fueron obligados a embarcar en las naves españolas que los llevarían a la Costa Berberisca. Sólo podían conservar las posesiones que pudieran llevar consigo y se les prohibía vender sus bienes muebles

Los que vivían en los reinos de Valencia fueron los más perjudicados, al ser expulsados ese mismo año sin previo aviso. A lo largo de 1610 les siguieron los de la mayoría de reinos salvo el de Murcia, en cuyo caso se paralizó la orden debido a los informes que aseguraban su sincera conversión al cristianismo, incluso con demostraciones públicas como procesiones y fiestas cristianas; a pesar de ello, también fueron expulsados en 1613.

Del estudio de los registros oficiales se estima que la medida afectó alrededor de 300.000 personas, más de un tercio de las cuales (casi 120.000) vivían en el reino de Valencia; seguido de Aragón (algo más de 60.000), Castilla (casi 45.000) y los diversos reinos del sur de la península (otras 45.000 aproximadamente). En el resto de territorios los números fueron bastante inferiores; una minoría incluso se libró de la expulsión gracias a matrimonios mixtos con cristianos.

Uno de los motivos de la medida había sido acabar con la piratería berberisca y la amenaza otomana, pero el efecto fue justo el contrario

Para la Corona, la expulsión de los moriscos suponía quitarse de encima un conflicto que llevaba más de un siglo arrastrando, pero las consecuencias de la decisión no fueron menores. Como se había temido, se produjo una grave crisis agrícola: aunque se intentó suplir el vacío con mano de obra cristiana, los nuevos agricultores no tenían un conocimiento profundo de las técnicas de regadío que se habían desarrollado en época andalusí, por lo que en muchos lugares se cambió el tipo de cultivo, lo que a su vez tuvo repercusiones en la economía y en los impuestos.

Además, si uno de los motivos de la medida había sido acabar con la piratería berberisca y la amenaza otomana, el efecto fue justo el contrario. Muchos moriscos se unieron a las tripulaciones corsarias, alentados por el resentimiento de haber sido expulsados de sus tierras. Otros se instalaron en Estambul o en Túnez, aportando los conocimientos de agricultura desarrollados en al-Ándalus y mejorando la productividad de los cultivos. A la postre, la expulsión terminó en parte beneficiando al enemigo del que la Corona española se había querido librar.



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Guillermo Gonzalo Sánchez Achutegui

LA EXPLORACIÓN DE LOS MARES DEL SUR: La búsqueda de Australia, el continente misterioso del Hemisferio Sur

Hola amigos: A VUELO DE UN QUINDE EL BLOG., el descubrimiento de Australia, fue un sueño de los navegantes sobre todo europeos, que soñaron encontrar la que mencionaban como Terra Australis, los primeros europeos en acercarse a esta tierra fueron los españoles y portugueses en el siglo XVI..... "A finales de ese mismo siglo, el navegante español Álvaro de Mendaña partió desde Lima en dos viajes de exploración del Pacífico sur, alcanzando diversos archipiélagos como las islas Salomón y las Marquesas. Pero fueron los navegantes holandeses los primeros en anunciar con certeza que habían llegado a un continente desconocido para los europeos. En 1606, el navegante Willem Janszoon exploró las costas de Nueva Guinea y prosiguió hasta el Golfo de Carpentaria, en la costa norte de Australia; ese mismo año, Luis Váez de Torres tocó también las playas de la península del Cabo York.

En las décadas siguientes, diversas expediciones -holandesas en su mayoría- fueron componiendo a trozos un mapa de la costa norte y oeste de Australia, mientras que la oriental no sería explorada hasta la llegada de James Cook en 1770 y la meridional aún más tarde, hasta 1801: fue el capitán inglés Matthew Flinders quien navegó por primera vez por el sur de la isla y realizó la primera circunnavegación completa de Australia....."  ... siga leyendo...............

Durante siglos los navegantes europeos soñaron con encontrar la Terra Australis, un enorme continente cuya existencia se basaba en teorías erróneas pero que resultó ser real.







Foto: The Library of Congress.

Tradicionalmente se ha considerado a James Cook como el “descubridor” de Australia. Al margen de las connotaciones etnocéntricas del término descubrimiento, lo cierto es que Cook no fue el primero en llegar a las costas australianas ni mucho menos en recorrerlas a conciencia.

Mucho antes de que los primeros barcos europeos avistaran la isla más grande del mundo, la existencia de una gran masa de tierra en el hemisferio sur era algo que se daba por hecho. El geógrafo Claudio Ptolomeo ya lo había hipotetizado en el siglo II d.C. y los mapamundis del siglo XVI empezaron a incluir en su extremo inferior una imaginaria costa que correspondería a esa tierra de la que no se conocían las dimensiones ni la forma. El geógrafo Abraham Ortelius, en su Theatrum Orbis Terrarum -considerado el primer atlas moderno- la llamó Terra Australis Nondum Cognita, “tierra del sur todavía desconocida”, un nombre que se aplicó sucesivamente a Australia y a la Antártida.

La teoría que sustentaba esta afirmación era, sin embargo, errónea: se creía que los cuerpos de tierra de ambos hemisferios debían estar equilibrados y que, por lo tanto, debía haber un enorme continente en algún lugar al sur de Asia que compensara la masa de Europa y Asia juntas. Que realmente existiera Australia fue una coincidencia ya que, en caso contrario, los exploradores podrían haber estado recorriendo los mares en balde durante siglos.


MAPAMUNDI DE GERARDUS MERCATOR

El cartógrafo Gerardus Mercator elaboró a lo largo de su vida diversos mapas del mundo conocido. Este de 1569 era el mamapundi más exacto elaborado hasta la fecha; en el extremo sur se puede observar ya una costa indefinida que hipotetiza un gran continente aún por descubrir.

Foto: CC.

LAS COSTAS DEL SUR

Los primeros europeos en acercarse a esa tierra del sur desconocida fueron los españoles y portugueses en el siglo XVI. El explorador portugués Cristóvão de Mendonça describió a principios del siglo XVI las islas del océano Índico, entre ellas una de gran tamaño, aunque resulta imposible saber si se trataba de Australia. Por otra parte, cartas náuticas portuguesas de la época mostraban la costa de una isla al sur de Sumatra llamada “la Gran Java”, aunque no existe la certeza de si la avistaron o se basaron en relatos recogidos por Marco Polo.


MAPA DE LAS EXPLORACIONES COSTERAS DE AUSTRALIA

Este mapa muestra las diversas expediciones que entre 1606 y 1803 exploraron el litoral de Australia.

Foto: Lencer (CC).

A finales de ese mismo siglo, el navegante español Álvaro de Mendaña partió desde Lima en dos viajes de exploración del Pacífico sur, alcanzando diversos archipiélagos como las islas Salomón y las Marquesas. Pero fueron los navegantes holandeses los primeros en anunciar con certeza que habían llegado a un continente desconocido para los europeos. En 1606, el navegante Willem Janszoon exploró las costas de Nueva Guinea y prosiguió hasta el Golfo de Carpentaria, en la costa norte de Australia; ese mismo año, Luis Váez de Torres tocó también las playas de la península del Cabo York.

En las décadas siguientes, diversas expediciones -holandesas en su mayoría- fueron componiendo a trozos un mapa de la costa norte y oeste de Australia, mientras que la oriental no sería explorada hasta la llegada de James Cook en 1770 y la meridional aún más tarde, hasta 1801: fue el capitán inglés Matthew Flinders quien navegó por primera vez por el sur de la isla y realizó la primera circunnavegación completa de Australia.

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ARRECIFES PELIGROSOS Y TIERRAS BALDÍAS

A pesar de la progresiva exploración de las costas australianas, durante casi dos siglos ninguna nación mostró interés en adentrarse en el nuevo continente y mucho menos en colonizarlo, puesto que no había en él nada que pudiera interesarles. Los informes de los exploradores holandeses lo definían como “un territorio desértico y maldito, de un calor sofocante, sin árboles ni hierba”. Peores todavía eran las impresiones sobre los nativos, descritos como gentes salvajes, primitivas y en ocasiones caníbales.

Hasta finales del siglo XVIII, el interés principal de los navegantes se centró en cartografiar las aguas que rodeaban Australia para identificar los arrecifes y bajíos que suponían un peligro para la navegación, especialmente en el Mar del Coral, situado en la costa del noreste. Muchos barcos pasaban por aquella zona en su ruta hacia las islas del Índico y no eran pocos los que habían encallado o naufragado, obligando a las tripulaciones a sobrevivir durante meses hasta el paso de otro barco.

El primer intento serio de adentrarse en el continente lo llevó a cabo el inglés Gregory Blaxland. En 1813 este granjero dirigió una expedición a las Montañas Azules, en el sureste de Australia, para descubrir si había tierras adecuadas para la agricultura. Hallaron grandes extensiones cultivables y fueron recompensados por el gobernador de Nueva Gales del Sur con cuatrocientas hectáreas cada uno. La exploración del interior de Australia duró todavía un siglo y se realizó de forma fragmentaria, evitando las grandes extensiones baldías que suponían una muerte segura al no tener ninguna pista sobre las distancias que deberían recorrer ni la geografía que encontrarían. Para facilitar las travesías trajeron camellos, los únicos animales adecuados para adentrarse en el tórrido interior.

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COLONOS, GUERRAS Y ORO

Desde que los primeros navegantes pisaron la isla se encontraron con un recibimiento hostil por parte de los nativos, que se convirtió en una resistencia feroz cuando los británicos empezaron a asentarse de forma permanente y a levantar ciudades y granjas. Los australianos eran cazadores-recolectores que no tenían la noción de la propiedad privada sobre la tierra o los animales, por lo que el conflicto con los granjeros estaba asegurado.

Al principio se trataba de una guerra personal de colonos contra indígenas, de la cual los militares británicos a menudo se mantenían al margen salvo petición expresa de ayuda. Pero a medida que los asentamientos crecían y con ellos también los conflictos, se creó una policía, que paradójicamente incluía también a soldados nativos por su conocimiento del terreno. Al contrario que en otras islas cercanas, donde existía una estructura política con grandes jefes que gobernaban sobre un territorio amplio, en Australia los nativos se encontraban dispersos en innumerables grupos que no solo no tenían un sentido de unidad sino que frecuentemente estaban en guerra permanente entre ellos.

Los conflictos se intensificaron durante la segunda mitad del siglo XIX, cuando Australia vivió sucesivas fiebres del oro que duraron hasta 1906. Eso atrajo un gran número de inmigrantes y aventureros, especialmente desde Estados Unidos, intensificó la penetración colonial y la hizo más agresiva. Todo ello condujo a la eliminación sistemática de los nativos, ya fuera mediante las armas o por la depredación de las tierras que habitaban.

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Guillermo Gonzalo Sánchez Achutegui