Moléculas de CFC obtenidas por la sustitución de átomos de hidrógeno por átomos de flúor o cloro
Wikipedia
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Los científicos han hallado pruebas de que el agujero de la capa de ozono se está reduciendo finalmente, gracias a la eliminación gradual de sustancias químicas dañinas durante los últimos 30 años. Miércoles, 7 Junio
El agujero de la capa de ozono sobre la Antártida está cerrándose, según nuevas pruebas científicas.
Tras tres décadas de observaciones, los científicos han hallado finalmente las primeras pruebas de que el agujero de la capa de ozono en el hemisferio sur está «reparándose».
En 1974, Mario Molina y Sherwood Rowland, dos químicos de la Universidad de California, Irvine, publicaron un artículo en la revista Nature describiendo al detalle las amenazas a las que se enfrentaba la capa de ozono debido a los gases clorofluorocarbonados (CFC). En aquel momento, los CFC se empleaban comúnmente en aerosoles y como refrigerantes, y se estaban acumulando a un ritmo alarmante en la atmósfera.
Esta investigación revolucionaria —por la que les concedieron el Premio Nobel de química en 1995— concluyó que la atmósfera solo tenía una «capacidad finita para absorber átomos de cloro» en la estratosfera.
Tras recibir duros ataques por parte de la industria química, el trabajo de Molina y Rowland fue justificado 11 años después, en 1985, cuando un equipo de científicos ingleses se dio cuenta de las implicaciones nefastas de sus descubrimientos: los gases CFC en la atmósferahabían creado un agujero en la capa de ozono. La pérdida de la capa de ozono protectora puede llevar al incremento de las tasas de cáncer de piel en humanos y animales.
Noticia relacionada: La capa de ozono se recupera con altibajos
El agujero de la capa de ozono se forma cada año sobre la Antártida, comenzando en agosto y alcanzando generalmente su pico en octubre. El equipo de Solomon comparó las medidas de ozono de septiembre, obtenidas a partir de datos de satélites y recogidos en globo, con las simulaciones estadísticas que predicen el ozono.
El equipo de Solomon descubrió que, en los últimos años, el agujero no eclipsa el límite de 12 millones de kilómetros cuadrados hasta más adelante, en la primavera del sur, lo que indicaría que el agujero de septiembre se está reduciendo. De hecho, los investigadores creen que el agujero de ozono se ha reducido en más de 4 millones de kilómetros cuadrados. Además, su profundidad también ha disminuido.
«El hecho de que el agujero de la capa de ozono se esté abriendo más tarde es algo clave en esta investigación», explica Solomon. «Se abre más tarde, es más pequeño y su profundidad es menor. Todas las medidas son independientes y cuando todas señalan a esta [reparación], resulta difícil imaginar otra explicación».
Sigue leyendo: ¿Se está formando el primer agujero de la capa de ozono del Polo Norte?
En 1974, Mario Molina y Sherwood Rowland, dos químicos de la Universidad de California, Irvine, publicaron un artículo en la revista Nature describiendo al detalle las amenazas a las que se enfrentaba la capa de ozono debido a los gases clorofluorocarbonados (CFC). En aquel momento, los CFC se empleaban comúnmente en aerosoles y como refrigerantes, y se estaban acumulando a un ritmo alarmante en la atmósfera.
Esta investigación revolucionaria —por la que les concedieron el Premio Nobel de química en 1995— concluyó que la atmósfera solo tenía una «capacidad finita para absorber átomos de cloro» en la estratosfera.
Tras recibir duros ataques por parte de la industria química, el trabajo de Molina y Rowland fue justificado 11 años después, en 1985, cuando un equipo de científicos ingleses se dio cuenta de las implicaciones nefastas de sus descubrimientos: los gases CFC en la atmósferahabían creado un agujero en la capa de ozono. La pérdida de la capa de ozono protectora puede llevar al incremento de las tasas de cáncer de piel en humanos y animales.
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La emergencia de reparar el agujero
El equipo de investigación, dirigido por Susan Solomon, profesora de química atmosférica y de ciencia del clima en el MIT, descubrió múltiples series de pruebas que apuntarían a la reparación del agujero. El hallazgo se ha publicado en la revista Science.El agujero de la capa de ozono se forma cada año sobre la Antártida, comenzando en agosto y alcanzando generalmente su pico en octubre. El equipo de Solomon comparó las medidas de ozono de septiembre, obtenidas a partir de datos de satélites y recogidos en globo, con las simulaciones estadísticas que predicen el ozono.
El equipo de Solomon descubrió que, en los últimos años, el agujero no eclipsa el límite de 12 millones de kilómetros cuadrados hasta más adelante, en la primavera del sur, lo que indicaría que el agujero de septiembre se está reduciendo. De hecho, los investigadores creen que el agujero de ozono se ha reducido en más de 4 millones de kilómetros cuadrados. Además, su profundidad también ha disminuido.
«El hecho de que el agujero de la capa de ozono se esté abriendo más tarde es algo clave en esta investigación», explica Solomon. «Se abre más tarde, es más pequeño y su profundidad es menor. Todas las medidas son independientes y cuando todas señalan a esta [reparación], resulta difícil imaginar otra explicación».
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Los investigadores también descubrieron que las observaciones coincidían con los modelos de predicción y que más de la mitad de la reducción podría deberse a la disminución del cloro atmosférico.
Según Donald Blake, profesor de química en la Universidad de California, Irvine, la investigación supone el estudio más completo de ozono polar hasta la fecha.
Para saber más: Disminución del ozono
El tamaño del agujero de la capa de ozono varía cada año, influenciado por los cambios en la meteorología y el volcanismo, que pueden dificultar la identificación de una tendencia de reparación. Los científicos creen que se ha mantenido relativamente estable desde principios del siglo XXI, sin embargo, el agujero de octubre de 2015 fue el mayor que se ha registrado jamás.
Los científicos habían pensado durante mucho tiempo que la capa de ozono se estaba recuperando lentamente, pero Solomon y su equipo —compuesto por investigadores del MIT, el Centro Nacional de Investigación Atmosférica y la Universidad de Leeds— son los primeros que han descubierto de forma rigurosa las pruebas de esta reparación.
A pesar de que el tamaño del agujero de 2015 era inusual, Solomon lo atribuye a la erupción en abril de 2015 del volcán Calbuco en Chile. Aunque los volcanes no expulsan moléculas de cloro a la atmósfera, su aporte de partículas pequeñas incrementa el número de nubes polares estratosféricas que reaccionan ante el cloro procedente de las actividades humanas.
Artículo relacionado: Las emisiones de gases de efecto invernadero batieron su récord en 2015
Tanto Solomon como Blake esperan observar una tendencia continua de reparación lenta. No se espera una recuperación total hasta mediados de siglo. La producción de CFC cesó en la década de 1990, pero estos gases tienen una vida de 50 a 100 años, por ello las moléculas de cloro producidas en las décadas de 1970 y 1980 se encuentran todavía flotando en la atmósfera.
De todos modos, este descubrimiento resulta una culminación feliz para décadas de trabajo por parte de científicos, ingenieros y diplomáticos de todo el mundo.
«Se trata de una historia singular», afirma Solomon. «Nos da la esperanza de que no deberíamos tener miedo a la hora de abordar grandes problemas medioambientales».
Blake añade que: «Resulta maravilloso tener un trabajo publicado que afirme rigurosamente que esto es lo que esperábamos, y eso es precisamente lo que hemos conseguido, me hace muy feliz. Ojalá Sherry [Sherwood Rowland] siguiera vivo… estaría muy contento de leer esto».
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Según Donald Blake, profesor de química en la Universidad de California, Irvine, la investigación supone el estudio más completo de ozono polar hasta la fecha.
Para saber más: Disminución del ozono
Enfrentándonos al problema
En la década de 1980, el ozono en la atmósfera cayó estrepitosamente al comienzo de esta tragedia. La puesta en marcha del Protocolo de Montreal de 1987 —ampliamente considerado un triunfo de la cooperación internacional— eliminó rápidamente los CFC industriales, y la capa de ozono se estabilizó, aunque todavía estaba en niveles extremadamente bajos.El tamaño del agujero de la capa de ozono varía cada año, influenciado por los cambios en la meteorología y el volcanismo, que pueden dificultar la identificación de una tendencia de reparación. Los científicos creen que se ha mantenido relativamente estable desde principios del siglo XXI, sin embargo, el agujero de octubre de 2015 fue el mayor que se ha registrado jamás.
Los científicos habían pensado durante mucho tiempo que la capa de ozono se estaba recuperando lentamente, pero Solomon y su equipo —compuesto por investigadores del MIT, el Centro Nacional de Investigación Atmosférica y la Universidad de Leeds— son los primeros que han descubierto de forma rigurosa las pruebas de esta reparación.
A pesar de que el tamaño del agujero de 2015 era inusual, Solomon lo atribuye a la erupción en abril de 2015 del volcán Calbuco en Chile. Aunque los volcanes no expulsan moléculas de cloro a la atmósfera, su aporte de partículas pequeñas incrementa el número de nubes polares estratosféricas que reaccionan ante el cloro procedente de las actividades humanas.
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Implicaciones futuras
Estos hallazgos sugieren que la reparación del ozono sigue el ritmo de las previsiones. Como explicó Blake, esto demuestra que los gases que afectan al ozono están disminuyendo en la atmósfera.Tanto Solomon como Blake esperan observar una tendencia continua de reparación lenta. No se espera una recuperación total hasta mediados de siglo. La producción de CFC cesó en la década de 1990, pero estos gases tienen una vida de 50 a 100 años, por ello las moléculas de cloro producidas en las décadas de 1970 y 1980 se encuentran todavía flotando en la atmósfera.
De todos modos, este descubrimiento resulta una culminación feliz para décadas de trabajo por parte de científicos, ingenieros y diplomáticos de todo el mundo.
«Se trata de una historia singular», afirma Solomon. «Nos da la esperanza de que no deberíamos tener miedo a la hora de abordar grandes problemas medioambientales».
Blake añade que: «Resulta maravilloso tener un trabajo publicado que afirme rigurosamente que esto es lo que esperábamos, y eso es precisamente lo que hemos conseguido, me hace muy feliz. Ojalá Sherry [Sherwood Rowland] siguiera vivo… estaría muy contento de leer esto».
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National Geographic
Guillermo Gonzalo Sánchez Achutegui
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