Hola amigos: A VUELO DE UN QUINDE EL BLOG.,la Revista National Geographic, nos entrega un reportaje sobre Shiro Ishii, un médico japohes; quien fue un de los personajes más controvertidos de la Segunda Guerra Mundial. Sin importarle lo más mínimo la dignidad humana, se valió de la creación del Escuadrón 731 para provocar terribles infecciones bacteriológicas a los prisioneros de guerra que tenían la desgracia de caer en sus manos.
NATIONAL GEOGRAPHIC.- narra : ".....Nacido el 25 de junio de 1892, Ishii se graduó en la Universidad de Kioto en 1920 y se enroló en el ejército siendo destinado al Hospital del Primer Ejército y Escuela Médica Militar de Tokio. En 1924 volvió a la Universidad de Kioto donde, gracias a una beca obtenida por su servicios, empezó a cursar estudios de posgrado. Tras doctorarse, en 1927 viajó por Europa y Estados Unidos como agregado militar con la finalidad de obtener todos los conocimientos posibles sobre el uso de armas químicas y bacteriológicas que se llevó a cabo durante la Primera Guerra Mundial....."
https://historia.nationalgeographic.com.es/a/shiro-ishii-criminal-guerra-japones_15408
Este médico japonés fue uno de los personajes más controvertidos de la Segunda Guerra Mundial. Sin importarle lo más mínimo la dignidad humana, se valió de la creación del Escuadrón 731 para provocar terribles infecciones bacteriológicas a los prisioneros de guerra que tenían la desgracia de caer en sus manos.
Josep Gavaldà
Foto: CC
Estuvo al mando del Escuadrón 731, y hay quienes lo llaman el "Mengele" japonés por la serie de atroces experimentos que cometió, que incluso llegaron a superar a los cometidos por su tristemente célebre colega nazi. Es posible que su comparación con el "ángel de la muerte" del Tercer Reich pueda quedarse corta ya que aunque sus aliados alemanes llevaron a cabo experimentos inhumanos, los científicos japoneses no se quedaron atrás. El horror en su bando tiene nombre propio: Shirō Ishii.
Combatir con la biología
Nacido el 25 de junio de 1892, Ishii se graduó en la Universidad de Kioto en 1920 y se enroló en el ejército siendo destinado al Hospital del Primer Ejército y Escuela Médica Militar de Tokio. En 1924 volvió a la Universidad de Kioto donde, gracias a una beca obtenida por su servicios, empezó a cursar estudios de posgrado. Tras doctorarse, en 1927 viajó por Europa y Estados Unidos como agregado militar con la finalidad de obtener todos los conocimientos posibles sobre el uso de armas químicas y bacteriológicas que se llevó a cabo durante la Primera Guerra Mundial.
En 1927 viajó por Europa y Estados Unidos para aprender sobre el uso de armas químicas y bacteriológicas que se llevó a cabo durante la Primera Guerra Mundial.
A su regreso a Japón, Ishii se dedicó a promover entre sus superiores la necesidad de la investigación y fabricación de armas biológicas. Creía firmemente que la guerra moderna sólo se podía ganar mediante la ciencia y su capacidad para producir armas de destrucción masiva. Paradójicamente, Ishii tendría años más tarde la prueba definitiva sobre la "efectividad" de este tipo de armas con los bombardeos de Hiroshima y Nagasaki.
Finalmente, un hecho fortuito fue decisivo para que sus teorías fueran escuchadas. A su regreso de Europa, se desató una epidemia de meningitis en la región de Shikoku, e Ishii diseñó un filtro especial para el agua que ayudó de un modo decisivo a frenar la expansión de la epidemia. El éxito fue tan abrumador que su talento como epidemiólogo empezó a ser muy tenido en cuenta, sobre todo por el ejército, al cual se dirigió para que sus teorías acerca del armamento biológico fueran al fin escuchadas.
El doctor Muerte se presenta
Tras la invasión de Manchuria por parte de Japón, el 18 de septiembre de 1931, Ishii fue destinado al remoto distrito de Pingfang, al noreste de la ciudad china de Harbin, donde fue puesto al mando de la denominada "Unidad Antiepidémica de Suministro de Agua 731", que en realidad era un equipo encargado de investigar sobre la viabilidad de la guerra biológica.
Durante varios años, Ishii y su equipo trabajaron en ensayos que combinaban los microbios causantes de algunas de las enfermedades más terribles que habían asolado a la humanidad: la peste bubónica, el cólera, la fiebre tifoidea, la tuberculosis, la sífilis, la gonorrea, la disentería y la viruela. Para sus "experimentos" utilizaron como conejillos de indias a hombres, mujeres, niños, bebés, ancianos y prisioneros rusos y chinos a los que despectivamente apodaron maruta (troncos). Las víctimas eran engañadas diciéndoles que se les estaba inyectando una vacuna cuando en realidad lo que les inyectaban eran unos patógenos mortales.
El personal de la Unidad 731 lleva a cabo la "prevención de plagas". En realidad, era un ensayo con armas biológicas. Foto: Cordon PressAl finalizar aquellos "experimentos", y habiéndose quedado cortos los ensayos con la microbiología, Ishii decidió ir un paso más allá. Para ello se propuso explorar los límites de la resistencia humana y sometió a sus "pacientes" a la amputación de brazos y piernas sin anestesia. También se dedicó a congelar y descongelar miembros para arrancarlos posteriormente. Asimismo, Ishii y su equipo sometieron a los sujetos de estudio a dosis letales de rayos X, los quemaron con lanzallamas, fueron expuestos a gases, los deshidrataron hasta la muerte y les inyectaron sangre de animales, entre otras torturas indescriptibles. Aparte de experimentar con seres humanos, Ishii también lo hizo con animales, sobre todo con gatos. Para este experimento hizo pasar hambre a cien ratas que luego soltó en una habitación donde había encerrado a un gato bien alimentado. La conclusión de aquel ensayo era demostrar que un animal "inferior" es capaz de acabar con uno superior cuando se "trabaja" en equipo.
¿Incapaces?
En un principio, los estadounidenses no se tomaron demasiado en serio el programa de armamento biológico japonés. La supuesta superioridad norteamericana respecto a los científicos del País del Sol Naciente se revela en unos informes de la época en los que se afirma que: "Los japoneses serían incapaces de desarrollar armas biológicas sin la ayuda de científicos blancos". Pero una vez iniciada la Segunda Guerra Mundial, muchos soldados estadounidenses, británicos y australianos serían víctimas de los métodos empleados por la Unidad 731.
Durante la campaña del Pacífico, fueron capturados algunos médicos nipones que habían pasado por la terrible Unidad 731. En ese momento, los norteamericanos no solamente descubrieron que el programa de armamento biológico japonés se encontraba mucho más avanzado de lo que habían sospechado, sino que al ser interrogados dieron a conocer el nombre de Shiro Ishii. Pero las atrocidades y los crímenes cometidos en los campos de la Unidad 731 no fueron castigados de la misma manera que lo serían posteriormente los cometidos por los nazis. El general Douglas MacArthur creyó que los Estados Unidos podían aprovecharse de los descubrimientos realizados por Ishii.
El general Douglas MacArthur creyó que los Estados Unidos podían aprovecharse de los descubrimientos realizados por Ishii.
Tras la rendición de Japón en 1945, las autoridades, que habían alabado y premiado el trabajo llevado a cabo por Ishii, derribaron el campo de exterminio y procuraron borrar cualquier huella de las atrocidades cometidas tras sus muros. Pero, como si de una venganza final se tratara, antes de marchar, los responsables del campo ejecutaron a los últimos prisioneros que quedaban y soltaron ratas y pulgas infectadas. Aquella terrible acción provocó que durante los siguientes años, miles de personas murieran a causa de la peste y otras enfermedades infecciosas.
En la imagen, el campo de pruebas de la Unidad 731 en China, Shiro Ishii y la bomba biológica desarrollada por su equipo. Foto: Cordon Press
Inmunidad criminal
Convencido de que sería juzgado por los norteamericanos por crímenes de guerra, Ishii fingió su propia muerte y huyó, siendo finalmente detenido en 1946. Finalizada la Segunda Guerra Mundial, los Estados Unidos ofrecieron inmunidad al criminal y a su equipo de investigación, siempre y cuando les desvelaran los detalles de sus experimentos.
De esta manera, Ishii, que murió en 1960 a causa de un cáncer de garganta a la edad de 67 años, nunca pagó por las atrocidades cometidas, incluso en los juicios de Tokio se alegó que no había pruebas suficientes para acusarlo, y la opinión pública mundial nunca conoció los hechos cometidos en los campos hasta que la década de 1980, cuando la historia apareció en los medios de comunicación.
Sheldon Harris, historiador de la Universidad del Estado de California, ha calculado que las víctimas de Ishii pudieron rondar las 200.000. Pero, ¿cuánta gente murió a causa de las epidemias que posteriormente provocó? Algunas fuentes elevan la cifra hasta 580.000, y las víctimas de las torturas del Escuadrón 731 pudieron llegar a 12.000.
NATIONAL GEOGRAPHIC
Guillermo Gonzalo Sánchez Achutegui
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1 comentario:
Gracias por las notas por el descubrimiento del cerebro vitrificafo sun conservado el sistema nervioso , se observa los resyos del joven tumbado en in lechoap aplaudo su reportaje al compartir en el Quunde El Blog ...tambien una de las tantas NOTAS x el nacimiento de Jennie inventor de la vacuna contra la viruela...muy merecedor de tus medallas y / otros te felucito amigo Guillermo Gonzalo.
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