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sábado, 14 de julio de 2018

RENACIMIENTO : ARTE.- MONA LISA .- LA GIOCONDA .- LEONARDO DA VINCI .- Mona Lisa, los enigmas de la obra maestra de Leonardo da Vinci

Hola amigos: A VUELO DE UN QUINDE EL BLOG., realmente nunca se sabría la verdad, sobre la modelo que le sirvió a Leonardo Da Vinci, para pintar su obra maestra La Gioconda, se ha tejido miles de especulaciones, algunas tan disparatas como el mismo artista se auto retrató como si fuese un travesti, tal vez la versión más aceptada es que lo hizo por encargo de mercader llamado Francesco de Giocondo, quien le pidió al artista que retrata a su esposa Lisa Gherardini; hay dos coincidencias : "Lisa" que sería la Mona Lisa, y "Giocondo" que sería La Gioconda.
También hay otra versión, que el retrato se pintó por encargo de Juliano de Médicis, de una de sus amantes, incluso hay copias, una de ellas en el Museo del Prado de Madrid; y otra en manos de un consorcio privado constituido bajo el nombre de Mona Lisa Foundation y con sede en Zúrich. Pero ambas las conocen como "Mona Lisa".
National Geographic .- dice : " En cualquier  caso la obra fue descrita por Giorgio Vassari, así: Con todo, el mejor testimonio del impacto que causó la Mona Lisa entre los pintores del Renacimiento se encuentra en las Vidas de Giorgio Vasari, publicadas en 1550. Vasari, que también era un pintor destacado, se refirió así a la célebre pintura de Leonardo: "Todo aquel que quisiera ver en qué medida puede el arte imitar a la Naturaleza lo podría comprender en su cabeza [de La Gioconda], porque en ella se habían representado todos los detalles que se pueden pintar con sutileza. Los ojos tenían ese brillo y ese lustre que se pueden ver en los reales, y a su alrededor había esos rosáceos lívidos y los pelos que no se pueden realizar sin una gran sutileza. [...]. La nariz, con todas esas aperturas rosáceas y tiernas, parecía de verdad. La boca, con toda la extensión de su hendidura unida por el rojo de los labios y lo encarnado del rostro, no parecía color sino carne real. En la fontanela de la garganta, si se miraba con atención, se veía latir el pulso. Y en verdad se puede decir que fue pintada de una forma que hace estremecerse y atemoriza a cualquier artista valioso".

http://www.nationalgeographic.com.es/historia/grandes-reportajes/mona-lisa-enigmas-obra-maestra-leonardo-da-vinci_12799
Aunque la pintó por encargo, Leonardo da Vinci nunca se desprendió de su Gioconda. A menos que realizara más de una, como algunos historiadores han sugerido recientemente

Técnica innovadora
Leonardo usó la innovadora técnica del sfumato para pintar el famoso retrato. La expectación, pero también las incógnitas han acompañado a este cuadro único desde su creación. Arriba, la tabla y el marco colgados en el Louvre.
FOTO: Scala, Firenze

Una nueva localización
Desde 2005, La Gioconda cuelga del muro erigido especialmente para ella en la sala de La Gioconda (Salle des États), dedicada a la pintura italiana. Es indudable que la fama que poseía el retrato ya en el siglo XVI no es casual. La calidad de la obra radicaba, en palabras de Vasari, en su verismo, en su proximidad a la realidad y en su carácter mimético.
FOTO: F. Bohbot / RMN-Grand Palais

El maestro trabaja
En sus biografías de los más célebres artistas del Renacimiento, Giorgio Vasari colma de elogios a La Gioconda. Además explica, de forma muy literaria, cómo Leonardo da Vinci consiguió esbozar la mítica sonrisa de su obra en la modelo: "Por encargo de Francesco del Giocondo, Leonardo emprendió el retrato de Mona Lisa, su mujer [...]. Mona Lisa era muy hermosa; mientras la retrataba, tenía gente cantando o tocando, y bufones que la hacían estar alegre, para rehuir esa melancolía que se suele dar en la pintura de retratos. Tenía un gesto tan agradable que resultaba, al verlo, algo más divino que humano, y se consideraba una obra maravillosa por no ser distinta a la realidad".
FOTO: Bridgeman / ACI

El artista anciano
Leonardo realizó este dibujo, considerado un autorretrato del artista, en su época en Milán, hacia 1512. Se conserva en la Biblioteca Real de Turín. Aproximadamente 10 años antes, hacia 1503, Leonardo comenzó el retrato de una dama florentina: Lisa Gherardini, esposa del mercader Francesco del Giocondo.
FOTO: AKG / Album

La capital del Quattrocento
Florencia fue la cuna del Renacimiento, nacido de la mano de artistas como Leonardo o Brunelleschi, autor de la cúpula de Santa María del Fiore, en la imagen. A pesar de que la mayor parte de la catedral florentina es gótica, cuando Brunelleschi empezó a trabajar en la cúpula 124 años más tarde el arte gótico había sido superado por el Renacimiento. 
FOTO: Pietro Canali / Fototeca 9x12

Grietas del tiempo
Medio millón de craquelures, pequeñas grietas en la pintura, surcan el rostro de Mona Lisa. Sus colores se han oscurecido con el paso del tiempo y la aplicación de sucesivas capas de barniz.
FOTO: M. Urtado / RMN-Grand Palais

Residencia francesa
Leonardo da Vinci pasó los tres últimos años de su vida en el castillo de Clos Lucé muy cerca de la residencia real de Amboise. Cuando entró al servicio de Francisco I de Francia llevó con él el retrato de la Mona Lisa, que fue adquirido por el monarca francés en 1518, pasando a formar parte de las colecciones reales francesas.
FOTO: B. Jannsen / Alamy / ACI

Isabel de Este. Dibujo realizado por Leonardo Da Vinci hacia 1500. Museo del Louvre, París.
¿Y si no era Lisa Gherardini?
A lo largo de los siglos, muchos autores han propuesto múltiples identidades para la mujer retratada por Da Vinci. Algunos estudiosos han llegado a ver a la madre del artista  o a un hombre travestido –tal vez él mismo– detrás de la sonrisa más famosa de la historia de la pintura. Según estas hipótesis, alentadas por el análisis que Sigmund Freud hizo de Leonardo y su obra, el artista sublimaría su sexualidad a través del arte, y ésta sería la razón por la que mantuvo el cuadro con él casi hasta su muerte. Siguiendo el relato de Antonio de Beatis, que aseguraba que se trataba del retrato de una mujer florentina encargado por Juliano de Médicis, se ha buscado a una amante del noble, de origen aristocrático: Constanza d’Avalos, Isabel de Este, Caterina Sforza o Isabel de Aragón, entre otras. Sin embargo, ninguna de ellas era florentina y su condición social hace difícil que permanecieran en el anonimato.
FOTO: Fine Art Images / Album

El copista trabaja
Las copias de La Gioconda han contribuido a aumentar su fama. Pero lo que disparó la fama de La Gioconda fue justamente ese robo, resuelto con el retorno triunfal de la obra al Louvre en 1914. La Mona Lisa se convirtió entonces en un auténtico icono popular. En la imagen, Louis Berou copia el cuadro en el salón Carré, en 1909.
FOTO: F. Vizzavona / RMN-Grand Palais

Reflectografia, imagen de La Gioconda del Prado obtenida por infrarrojos
La gemela de La Gioconda en el Prado
La Mona Lisa del Prado aparece en los inventarios reales desde el siglo XVII y forma parte de los fondos del museo desde su inauguración, en 1819. Hasta 2012, se creía que era una más de las versiones del cuadro de Leonardo da Vinci. Pero ese año se dieron a conocer las conclusiones de los análisis realizados durante la restauración de la obra, que duró dos años. Se descubrió que el fondo negro que deslucía la tabla era un añadido posterior a 1750 y debajo se conservaba un paisaje idéntico del original, aunque inacabado. Ambos óleos presentan las mismas dimensiones de la figura e idénticas correcciones. Todo ello permitió concluir que la Mona Lisa de la pinacoteca madrileña es la réplica más temprana conservada del cuadro. De hecho, se cree que la realizó un destacado discípulo de Da Vinci, tal vez Francesco Melzi o Salaì, al mismo tiempo que el original y con la misma técnica usada por su maestro.
FOTO: Museo del Prado
Jesús F. Pascual Molina
19 de junio de 2018

Mona Lisa, los enigmas de la obra maestra de Leonardo da Vinci
El Retrato de Lisa Gherardini, esposa de Francesco del Giocondo cuelga –custodiado bajo fuertes medidas de seguridad– en la sala 6 de la primera planta del ala Denon del parisino Museo del Louvre. Más conocido como Mona Lisa o La Gioconda, el óleo sobre tabla, de 77 por 53 centímetros de mano de Leonardo da Vinci, es difícil de observar, rodeado como siempre está por una multitud de turistas que, cámara en mano, atestan el espacio en busca de una instantánea de este icono de la historia del arte.

La expectación, pero también las incógnitas, han acompañado a este cuadro único desde su creación. Hoy sabemos que hacia 1503 Leonardo comenzó el retrato de una dama florentina: Lisa Gherardini, esposa del mercader Francesco del Giocondo, que pudo encargar el cuadro con motivo del traslado de la familia a su nueva vivienda, o bien tras el alumbramiento de su segundo hijo, en 1502. En 2005 se dieron a conocer unas notas del florentino Agostino Vespucci en el margen de una obra de Cicerón conservada en la biblioteca de la Universidad de Heidelberg, fechadas en octubre de 1503. Además de criticar a Leonardo por dejar las obras sin terminar, Vespucci indicaba que el pintor se encontraba en esa fecha realizando un retrato "del busto de Lisa del Giocondo", con lo que parece zanjarse el tema de la identidad de la mujer representada en el óleo del Louvre, fruto de debate durante siglos. A pesar de ello, son muchos los que han querido –y siguen queriendo– ver en la tabla mil y una identidades, sin descartar incluso un autorretrato del propio artista travestido.

Una obra estremecedora

La fama de la obra se propagó rápidamente a través de quienes pudieron verla en su taller. Así lo atestiguan las copias que se hicieron pronto de la pintura, empezando por el dibujo que realizó Rafael hacia 1504, conservado asimismo en el Louvre, y que parece que sirvió de base a su retrato de Maddalena Doni, fechado hacia 1506 y que presenta una gran conexión con La Gioconda en cuanto a pose y composición.
Según Vasari, "todo aquel que quisiera ver en qué medida puede el arte imitar a la Naturaleza lo podría comprender en la cabeza de La Gioconda"
Con todo, el mejor testimonio del impacto que causó la Mona Lisa entre los pintores del Renacimiento se encuentra en las Vidas de Giorgio Vasari, publicadas en 1550. Vasari, que también era un pintor destacado, se refirió así a la célebre pintura de Leonardo: "Todo aquel que quisiera ver en qué medida puede el arte imitar a la Naturaleza lo podría comprender en su cabeza [de La Gioconda], porque en ella se habían representado todos los detalles que se pueden pintar con sutileza. Los ojos tenían ese brillo y ese lustre que se pueden ver en los reales, y a su alrededor había esos rosáceos lívidos y los pelos que no se pueden realizar sin una gran sutileza. [...]. La nariz, con todas esas aperturas rosáceas y tiernas, parecía de verdad. La boca, con toda la extensión de su hendidura unida por el rojo de los labios y lo encarnado del rostro, no parecía color sino carne real. En la fontanela de la garganta, si se miraba con atención, se veía latir el pulso. Y en verdad se puede decir que fue pintada de una forma que hace estremecerse y atemoriza a cualquier artista valioso".

Es indudable que la fama que poseía el retrato ya en el siglo XVI no es casual. La calidad de la obra radicaba, en palabras de Vasari, en su verismo, en su proximidad a la realidad y en su carácter mimético. Con esa viveza de la figura tiene mucho que ver la técnica empleada por el maestro, basada en el sfumato que, reduciendo el peso del dibujo, difumina los contornos, funde las sombras y genera una apariencia de objetos poco definidos, casi borrosos, fruto del aire que existe entre el observador y el observado. En palabras del propio Leonardo: "El mucho aire impide la evidencia de la forma de esos objetos y, en consecuencia, sus más menudos detalles resultan imperceptibles e irreconocibles". Asimismo, el retrato realizado por Da Vinci se esfuerza por trascender el aspecto físico de la modelo, para adentrarse en su psicología, y mostrar cualidades y hasta virtudes. ¿Acaso el nombre popular del cuadro –La Gioconda– tenga que ver con el adjetivo italiano giocondo que significa alegre, jocoso, feliz?

¿Dos ‘Mona Lisa’?

Leonardo mantuvo siempre la pintura entre sus posesiones. Cuando entró al servicio de Francisco I de Francia llevó con él el retrato, que fue adquirido por el monarca francés en 1518, pasando a formar parte de las colecciones reales francesas. En 1797 se integró en los fondos del recién creado Museo del Louvre, si bien en 1800 Napoléon ordenó que la obra se instalara en sus aposentos en el palacio de las Tullerías, donde permaneció hasta su regreso a la pinacoteca en 1804.
Sin embargo, cabe preguntarse si el original del Louvre corresponde a la obra descrita por Vasari. En 1517, el cardenal Luis de Aragón y su secretario, Antonio de Beatis, pudieron observar el cuadro en la residencia francesa de Leonardo, junto al castillo real de Amboise. Allí, según De Beatis, el propio pintor les indicó que se trataba del retrato "de una cierta dama florentina", encargado por Juliano de Médicis, por lo que la representada sería una de sus amantes. Esto plantea que o bien Vespucci y Vasari están equivocados, o que podemos estar hablando de más de un retrato.

De hecho, el teórico Giovanni Paolo Lomazzo, en una obra dedicada a las artes publicada en 1584, habla de dos obras diferentes, identificadas como La Gioconda y Mona Lisa, respectivamente. Si bien esto puede deberse a un error, no ha dejado de intrigar a los estudiosos. Además, en su descripción, Vasari llama la atención sobre las cejas y pestañas de la retratada –"en las cejas se apreciaba el modo en que los pelos salen de la carne, más o menos abundantes y, girados según los poros de la carne, no podían ser más reales"–, detalles ausentes en la obra del Louvre. Quizá las experimentaciones que acostumbraba a hacer Leonardo pudieron acabar con la desaparición de algunas de las veladuras que componen la pintura. O puede que no se trate de la misma obra.

‘La Gioconda’ original

La Mona Lisa del Museo del Prado supone una importante pieza en el puzle de la obra maestra de Da Vinci. No sólo se trata de la copia más antigua conocida hasta el momento del cuadro –realizada por uno de sus alumnos al mismo tiempo que el original–, sino que presenta unas similitudes técnicas con la pintura del florentino realmente singulares, hasta el punto que fue considerada hasta la segunda mitad del siglo XIX de mano del maestro. Su paisaje inacabado y la presencia de cejas y pestañas inducen a pensar que tal vez éste fuera el cuadro descrito por Vasari, quien difícilmente podía haber visto la obra actualmente expuesta en el Louvre, puesto que Leonardo se la llevó consigo a Francia en 1516, cuando Vasari tenía cinco años. Entonces ¿entregó tal vez a Giocondo una obra terminada por un discípulo, o por el contrario no culminó el encargo? ¿Se trataba de retratos de dos mujeres distintas? ¿El que el cardenal de Aragón vio en Francia representaba a una amante de Juliano de Médicis?

Por si fuera poco, para otros la obra que describe Vasari en 1550 sería la denominada Mona Lisa de Isleworth o Mona Lisa temprana, una pintura de dimensiones algo mayores que la del Louvre y pintada sobre lienzo; actualmente se encuentra en manos de un consorcio privado constituido bajo el nombre de Mona Lisa Foundation y con sede en Zúrich. Ésta sería, por tanto, la "auténtica" Gioconda, mientras que la conservada en el Museo del Louvre sería una obra posterior. Esa mujer, con el paisaje inacabado detrás, más joven que la de los cuadros de París y Madrid, sería Lisa del Giocondo, mientras que para las otras pinturas se barajan múltiples identidades, incluyendo a la madre del propio Leonardo Da Vinci.

Del olvido a icono

Comoquiera que sea, durante los siglos XVII y XVIII la fama de la obra fue languideciendo, y en el XIX la Mona Lisa no era probablemente el cuadro más popular del Museo del Louvre. No colgaba en un sitio especial como en la actualidad, sino junto a otras obras de escuela europea. Los medios de reproducción mecánica no conseguían, tal vez por la técnica del sfumato utilizada por Leonardo, captar la pintura en todo su esplendor.
El terreno estaba abonado para la "Lisamanía" que se desató a mediados de siglo entre los literatos del Romanticismo
Aun así, era una obra conocida en el círculo de artistas e intelectuales y muchos autores seguían homenajeándola en sus composiciones, como Mujer con perla de Corot (1868). El terreno estaba abonado para la "Lisamanía" que se desató a mediados de siglo entre los literatos del Romanticismo, que contribuyeron a crear la imagen de Mona Lisa como una femme fatale, de atracción casi mágica, impasible, "la bella esfinge que sonríe misteriosamente", según Téophile Gautier. Hasta el punto de que cuando la obra fue robada del Louvre en 1911 los investigadores creyeron que el ladrón era un enajenado que se había enamorado de la representada.
Con todo, lo que disparó la fama de La Gioconda fue justamente ese robo, resuelto con el retorno triunfal de la obra al Louvre en 1914. La Mona Lisa se convirtió entonces en un auténtico icono popular, reproducido hasta la saciedad, cuya fama aún perdura, incluso entre los artistas. Porque ¿quién no ha revisitado La Gioconda? No sólo los maestros antiguos han imitado y homenajeado el cuadro, también los contemporáneos –Léger, Duchamp, Warhol, Dalí, Botero, Banksy…– han querido confrontarse con este icono de la cultura occidental.

NATIONAL GEOGRAPHIC
Guillermo Gonzalo Sánchez Achutegui
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