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domingo, 12 de agosto de 2018

EGIPTO : ROMA .- CLEOPATRA .- NATIONAL GEOGRAPHIC .- Marco Antonio y Cleopatra, la entrevista de Tarso.................Cleopatra, la reina más joven de Egipto.....................Cleopatra, el final de la reina de Egipto, la última de los Ptolomeos

Hola amigos: A VUELO DE UN QUINDE EL BLOG., hablar de las reinas de la antigüedad, nunca se puede prescindir de Cleopatra, la más grande y bella reina de Egipto, que supo conquistar al mundo con sus encantos, y sojuzgó a Julio César, emperador de Roma, se convirtió en amante de Marco Antonio con quien tuvo tres hijos.
Sin embargo, la vida de la Reina Cleopatra, siempre fue tormentosa y azarosa se unió a Marco Antonio., él, que estaba en Tarso la invitó y ella aceptó la invitación por conveniencias estratégicas de ambas partes.
National Geographic .- dice : "Para llegar a Tarso remontó el río Cidno en un barco con popa de oro, velas púrpuras y remos de plata movidos al compás de diversos instrumentos. Ella iba bajo un dosel bordado en oro, ataviada como la diosa Afrodita. A su lado la abanicaban jovencitos vestidos como Eros. La acompañaban también hermosas siervas disfrazadas de Nereidas y Gracias. Para completar el sugestivo cuadro, al sonido de la música de varios instrumentos se unían los perfumes que llegaban a las dos orillas del río, en las que mucha gente disfrutaba del espectáculo. Plutarco transmite de modo casi teatral que incluso el propio Antonio llegó a quedarse solo en la plaza de la ciudad porque todos corrían a ver a la reina. Se decía que Afrodita venía al encuentro de Dioniso para el bien de Asia. De este modo se presentaban como la pareja divina Afrodita-Isis y Dioniso-Osiris, que garantizaba la prosperidad de la zona...."
National Geographic .- añade : "El invierno del año 41 al 40 a. C. lo pasaron juntos en Alejandría, la fastuosa capital del reino ptolemaico, mezcla inigualable de lo egipcio y lo griego. Se ofrecieron el uno al otro banquetes de un gasto sin medida y constituyeron lo que llamaban «la hermandad de los vividores inimitables». Se hicieron inseparables y jugaban a los dados, bebían y cazaban juntos. Sobre los banquetes de Alejandría y el derroche que primaba en ellos, Plutarco transmite lo que le contó su abuelo. Éste había podido visitar la cocina real gracias a un conocido suyo que era amigo de uno de los cocineros y quedó asombrado al ver, entre otras muchas cosas, ocho jabalíes asados, lo que le hizo suponer que el número de invitados era enorme. El cocinero real se rio y le dijo que solo eran doce comensales, pero que siempre había que tenerlo todo preparado porque Antonio era imprevisible..."
National Geographi .- agrega: "..Sin embargo, en la primavera del año 40 a.C. el romano tuvo que interrumpir su estancia en Alejandría para regresar a Italia, donde su esposa Fulvia y su hermano Lucio se habían enfrentado a Octavio. Se encontró primero con su mujer en Atenas, pero hizo todo lo posible para intentar dejar claro que él no había promovido el enfrentamiento. Enseguida murió Fulvia y Antonio, en lugar de volver con Cleopatra, se casó con Octavia, hermana de Octavio, reforzando así sus vínculos de alianza. Se decía que era más bella que Cleopatra y siempre fue considerada un modelo de virtud frente a la seductora egipcia. Mientras tanto, en Egipto la reina daba a luz a dos gemelos que fueron llamados Alejandro Helios (el Sol) y Cleopatra Selene (la Luna)..."
National Geographic .- finaliza:-".. Antonio no volvió a Oriente hasta finales de 37 a.C. y enseguida retomó la provechosa relación con Cleopatra que había iniciado en Tarso y Alejandría. De nuevo, Antonio veía en la reina egipcia no solo una amante excepcional –tuvieron ahora un nuevo hijo, Ptolomeo Filadelfo–, sino también una administradora eficaz y fiel de sus intereses en la zona. Ella le apoyó en la anhelada expedición contra los partos, que resultó un completo desastre. Por su parte, Octavio no veía con buenos ojos la posición de Antonio en Oriente y con el tiempo presentó lo que era una pugna por el poder entre dos rivales como una lucha contra una reina extranjera que tenía sometido a su amante romano. Finalmente, Marco Antonio y Cleopatra fueron vencidos y acabaron suicidándose. Triste final para quienes habían disfrutado de una vida inimitable..."
El ocaso de la Reina Cleopatra fue así:
National Geographic .- dice: "Cuando el 12 de agosto del año 30 a.C. los soldados de Octavio irrumpieron en las estancias de la última reina de Egipto, Cleopatra VII, se encontraron un espectáculo sobrecogedor: la soberana yacía exánime sobre su lecho real, con una de sus doncellas moribunda a sus pies y la otra, a punto de derrumbarse, retocándole la diadema. Los intentos de los soldados para reanimar a la soberana fueron vanos: las tres mujeres acababan de suicidarse. Los soldados vieron en el brazo de Cleopatra dos ligeras punzadas, lo que hizo pensar que había muerto a causa de la mordedura de un áspid. Otros creían que había ingerido algún veneno. Como quiera que fuese, el suicidio resultó una victoria póstuma de Cleopatra: Octavio no podría llevársela viva a Roma y exhibirla de un modo humillante en la procesión triunfal con la que pensaba celebrar su conquista de Egipto. Marco Antonio, el amante de la reina, se había librado del mismo destino suicidándose también él unos días antes..."

https://www.nationalgeographic.com.es/historia/grandes-reportajes/antonio-y-cleopatra_9159
https://www.nationalgeographic.com.es/historia/grandes-reportajes/cleopatra-la-reina-mas-joven-de-egipto_6795
https://www.nationalgeographic.com.es/historia/grandes-reportajes/cleopatra-el-final-de-la-reina-de-egipto_6761/1
Decidido a organizar todo el Oriente, Marco Antonio convocó a Cleopatra a una entrevista en Tarso, al sur de Turquía. En vez de presentarse como una súbdita, la reina de Egipto supo conquistar al romano con su belleza y su fabuloso fasto .....
En la nave de Cleopatra
En este célebre cuadro, Lawrence Alma-Tadema imagina a Marco Antonio, impaciente por ver a Cleopatra, abordando su lujosa barcaza cuando remontaba el río Cidno, en el año 41 a.C. 1883.
christie’s images / corbis / cordon press

Marco Antonio
Busto de mármol. Museos Vaticanos, Roma.
ORONOZ / ALBUM

Templo de la diosa Isis en File
Cleopatra se identificó con la gran diosa Isis, esposa de Osiris y una de las divinidades más importantes del panteón egipcio. En la imagen, templo ptolemaico de la diosa en la isla de File.
william belllo / age fotostock

Los herederos de un imperio
La estatua bajo estas líneas representa a los gemelos de Antonio y Cleopatra: Alejandro Helios y Cleopatra Selene.
K. GARRETT / CORBIS / CORDON PRESS

El carisma de la reina de Egipto
Cleopatra logró conquistar con su carácter e inteligencia a los dos hombres más poderosos de Roma, primero a Julio César y después a Marco Antonio. Estatua de basalto de la reina. Hermitage, San Petersburgo.
SANDRO VANNINI / CORBIS / CORDON PRESS

El banquete de Cleopatra
Esta escena de Tiepolo pintada en un palacio veneciano recrea el banquete que Cleopatra ofreció a Marco Antonio. La reina aparece con los dos pechos descubiertos, de acuerdo con la imagen tópica que identificaba sus artes con las de una prostituta. En su mano derecha sostiene la perla que a continuación echará en la copa de vinagre que le trae un servidor de raza negra. A la mesa está sentado Antonio  y su consejero Munacio Planco, de espaldas, y al fondo se divisa un obelisco.
SCALA, FIRENZE
7 de mayo de 2015

Antonio y Cleopatra, la entrevista de Tarso


Tras la derrota de los asesinos de Julio César en la batalla de Filipos, en el año 42 a.C., los dos vencedores, Octavio y Marco Antonio, se repartieron las áreas de influencia de Roma. Mientras que Octavio, el futuro emperador Augusto, se quedaba en Italia, a Antonio le correspondió gestionar los asuntos del Mediterráneo oriental. Su objetivo era recaudar dinero para el ejército y reorganizar Oriente, así como preparar una expedición contra los partos para vengar la derrota sufrida por Craso en el año 53 a.C. Era un proyecto que Julio César iba a llevar a cabo antes de morir y a Antonio le interesaba presentarse como continuador de su obra. Por otro lado, una gran victoria sobre un enemigo externo aumentaría su prestigio personal. El triunviro era también un gran amante de la cultura griega y aprovechó para realizar una gira por Atenas, donde fue llamado «amigo de los griegos» y «amigo de los atenienses». Después pasó a Asia Menor y entró en la ciudad de Éfeso en medio de un fastuoso cortejo precedido por mujeres disfrazadas de bacantes y hombres ataviados como sátiros y Panes, mientras le aclamaban con el título divino de Dioniso Benefactor y Propicio.

Sensacional puesta en escena

A continuación, Antonio se trasladó a Tarso, una ciudad de Cilicia, en el sur de la actual Turquía. Estando allí decidió enviar un emisario a Cleopatra, la reina de Egipto, para que acudiera a reunirse con él. Tenía para ello razones económicas y políticas, puesto que necesitaba las riquezas de Egipto, en especial sus suministros de grano, y su posición estratégica para los fines que tenía encomendados. A Cleopatra también le convenía tener buenas relaciones con el representante de Roma, para consolidar su posición en el trono y, si era posible, ampliar los territorios de su reino. Por eso retrasó su marcha intencionadamente y preparó un primer encuentro que no fuera fácil de olvidar para el romano. Conociendo la fascinación de Marco Antonio por el lujo y la cultura helenística, montó una espectacular escenografía.
Para llegar a Tarso remontó el río Cidno en un barco con popa de oro, velas púrpuras y remos de plata movidos al compás de diversos instrumentos. Ella iba bajo un dosel bordado en oro, ataviada como la diosa Afrodita. A su lado la abanicaban jovencitos vestidos como Eros. La acompañaban también hermosas siervas disfrazadas de Nereidas y Gracias. Para completar el sugestivo cuadro, al sonido de la música de varios instrumentos se unían los perfumes que llegaban a las dos orillas del río, en las que mucha gente disfrutaba del espectáculo. Plutarco transmite de modo casi teatral que incluso el propio Antonio llegó a quedarse solo en la plaza de la ciudad porque todos corrían a ver a la reina. Se decía que Afrodita venía al encuentro de Dioniso para el bien de Asia. De este modo se presentaban como la pareja divina Afrodita-Isis y Dioniso-Osiris, que garantizaba la prosperidad de la zona.


El romano quedó impresionado e invitó a Cleopatra a un banquete, pero ella se adelantó y fue la primera en ofrecerle uno que resultó extraordinario. Según Ateneo, citando a Sócrates de Rodas, todo era de oro con piedras preciosas y en la sala colgaban tapices de púrpura y oro. Cleopatra dispuso doce lechos para Antonio y sus acompañantes, y, ante el asombro del triunviro, sonrió y le dijo que se lo regalaba todo. Cuando Antonio quiso corresponder, se dio cuenta de que no podía competir con el fasto de la reina. Según Plutarco, Cleopatra confiaba en poder subyugar más fácilmente a Marco Antonio que a Julio César, puesto que con el primero había sido joven e inexperta, mientras que ahora, a sus veintiocho años, gozaba de una belleza y una inteligencia más maduras.
Para conseguirlo contaba con la exhibición de sus riquezas, propias de un reino con recursos, pero sobre todo con su encanto personal. La suya no era una belleza que impresionara a primera vista, pero sabía ser muy agradable y poseía una dulce voz. Además, se contaba que aquella no era la primera vez que Antonio veía a Cleopatra, sino que ya la había visto años atrás en Alejandría, cuando ella sólo tenía catorce años, quedando fascinado por la joven.

Días de vino y rosas

El invierno del año 41 al 40 a. C. lo pasaron juntos en Alejandría, la fastuosa capital del reino ptolemaico, mezcla inigualable de lo egipcio y lo griego. Se ofrecieron el uno al otro banquetes de un gasto sin medida y constituyeron lo que llamaban «la hermandad de los vividores inimitables». Se hicieron inseparables y jugaban a los dados, bebían y cazaban juntos. Sobre los banquetes de Alejandría y el derroche que primaba en ellos, Plutarco transmite lo que le contó su abuelo. Éste había podido visitar la cocina real gracias a un conocido suyo que era amigo de uno de los cocineros y quedó asombrado al ver, entre otras muchas cosas, ocho jabalíes asados, lo que le hizo suponer que el número de invitados era enorme. El cocinero real se rio y le dijo que solo eran doce comensales, pero que siempre había que tenerlo todo preparado porque Antonio era imprevisible.
Los amantes realizaban también correrías nocturnas disfrazados de esclavos y a veces Antonio se ganaba algunos golpes. Los alejandrinos se divertían y decían que con ellos Marco Antonio usaba la máscara cómica y con los romanos la trágica, dando a entender su doble comportamiento, por un lado serio y grave como mandaban los cánones de Roma, y por otro risueño y divertido, como correspondía al espíritu dionisíaco griego. Como ejemplo de esa vida alegre y despreocupada se contaba la siguiente anécdota. En una ocasión, Antonio estaba teniendo poca fortuna en la pesca y se enfadó porque Cleopatra estaba presente. Entonces ordenó a los pescadores que se sumergieran sin que se notara y le colocaran en el anzuelo peces que ya habían pescado previamente. Cuando sacó dos o tres, Cleopatra se dio cuenta del engaño, pero no dijo nada y, admirando la habilidad de su amante, invitó a sus amigos a que al día siguiente contemplaran la pericia de Antonio. Esta vez ella se adelantó y ordenó a uno de sus ayudantes que nadara por debajo y colocara en el anzuelo de Marco Antonio un pescado en salazón del mar Negro. Cuando éste tiró de la caña pensando que había pescado algo, todos rieron la broma de la reina. Ella añadió a modo de chanza: «General, déjanos la caña a nosotros que reinamos en Faro y Canopo; tu presa son las ciudades, los reinos y los continentes».

Unidos en la tragedia

Antonio había conseguido conjugar su gusto por los placeres con los objetivos políticos que perseguía. Por su parte, Cleopatra se veía consolidada en su trono, puesto que Antonio la reconocía y además había mandado matar a Arsínoe, hermana de la reina, que se hallaba refugiada en un santuario de Artemisa en Asia Menor. Sin embargo, en la primavera del año 40 a.C. el romano tuvo que interrumpir su estancia en Alejandría para regresar a Italia, donde su esposa Fulvia y su hermano Lucio se habían enfrentado a Octavio. Se encontró primero con su mujer en Atenas, pero hizo todo lo posible para intentar dejar claro que él no había promovido el enfrentamiento. Enseguida murió Fulvia y Antonio, en lugar de volver con Cleopatra, se casó con Octavia, hermana de Octavio, reforzando así sus vínculos de alianza. Se decía que era más bella que Cleopatra y siempre fue considerada un modelo de virtud frente a la seductora egipcia. Mientras tanto, en Egipto la reina daba a luz a dos gemelos que fueron llamados Alejandro Helios (el Sol) y Cleopatra Selene (la Luna).
Antonio no volvió a Oriente hasta finales de 37 a.C. y enseguida retomó la provechosa relación con Cleopatra que había iniciado en Tarso y Alejandría. De nuevo, Antonio veía en la reina egipcia no solo una amante excepcional –tuvieron ahora un nuevo hijo, Ptolomeo Filadelfo–, sino también una administradora eficaz y fiel de sus intereses en la zona. Ella le apoyó en la anhelada expedición contra los partos, que resultó un completo desastre. Por su parte, Octavio no veía con buenos ojos la posición de Antonio en Oriente y con el tiempo presentó lo que era una pugna por el poder entre dos rivales como una lucha contra una reina extranjera que tenía sometido a su amante romano. Finalmente, Marco Antonio y Cleopatra fueron vencidos y acabaron suicidándose. Triste final para quienes habían disfrutado de una vida inimitable.

Para saber más

Antonio y Cleopatra. A. Goldsworthy. La Esfera de los Libros, 2011.
Cleopatra, la última reina de Egipto. Joyce Tyldesley. Ariel, Barcelona, 2008.
«Cleopatra y Julio César». Historia NG, núm. 78.
Antonio y Cleopatra. Colleen McCullough. Planeta, Barcelona, 2008.
Cleopatra, la reina más joven de Egipto

Desde su adolescencia, Cleopatra causó sensación por su cultura y su atractivo personal. Con esas armas sedujo a Julio César, que a su llegada a Egipto la repuso en el trono.

136 Cleopatra 1
136 Cleopatra 1


Antonio y Cleopatra, la entrevista de Tarso
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Cleopatra y Marco Antonio. La famosa entrevista de Tarso


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Cleopatra, cuyo nombre significa "gloria de su padre", nació durante el invierno del 69 al 68 a.C. en la capital de Egipto, Alejandría.
Su padre fue Ptolomeo XII y su madre probablemente fue Cleopatra VI, aunque otras fuentes aseguran que era hija de una egipcia de clase alta. Cuando ascendió al trono de Egipto, a los 18 años, Cleopatra ya había desarrollado un atractivo irresistible, fruto de una intensa educación y de su presunta belleza. Poco más se conoce acerca de los primeros años de la vida de Cleopatra. Su figura está irremediablemente ligada a los últimos años de la historia de Egipto, un período que supuso la decadencia de una larga estirpe: la de los Ptolomeos.
Tras la muerte de Alejandro Magno, sus generales se repartieron el inmenso imperio que él había reunido. Ptolomeo Lagos adquirió el territorio de Egipto, nombrándose faraón e iniciando la dinastía lágida, época que se conoce con el nombre de ptolemaica. Sus sucesores gobernaron Egipto concediendo poca atención a la milenaria cultura faraónica, mientras Roma dominaba el Mediterráneo. En un periodo de suma inestabilidad, los egipcios entronaron a Ptolomeo XII, hijo ilegítimo de Ptolomeo IX, que se casó con su hermana Cleopatra VI Trifena y tuvo con ella tres hijas. Una de ellas, Cleopatra VII, se convertiría en la futura reina de Egipto.
Ptolomeo XII, famoso por su afición a fiestas y a banquetes —se ganó el sobrenombre de Auletes (el flautista)—, gestionó el país de manera desastrosa y fue expulsado por los alejandrinos. El imperio recayó en manos de su esposa Cleopatra VI (57 a.C.), y a la muerte de esta, su hija Berenice —hermana de Cleopatra VII— se convirtió en la sucesora.
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Pero sobre ella también se cernió un destino fatídico: se esposó con Arquelao, gobernante de Asia Menor, un imperio vecino y poderoso que era visto con recelo por parte de Roma. Ptolomeo XII, subordinado al imperio de Roma, derrotó a las tropas de su propia hija, y al entrar en Alejandría, ordenó ejecutarla acusada de traición. Así, Cleopatra asumió el trono de Egipto. La joven faraona, que amaba la historia de su país, podía hablar y leer la lengua faraónica, uno de los motivos por el cual se granjeó el reconocimiento de sus súbditos egipcios.
Aún hoy en día la ubicación de sus restos es un misterio: se sigue buscando la tumba de Cleopatra.
Cleopatra
Julio César

Cleopatra, el final de la reina de Egipto, la última de los Ptolomeos

Acorralada por Octavio en Alejandría, Cleopatra decidió suicidarse, como su amante Marco Antonio, antes de que su vencedor la llevara a Roma para exhibirla como un trofeo de guerra

El final de Cleopatra
En este dibujo, Miguel Ángel imaginó que el áspid mordió mortalmente a Cleopatra en un pecho, aunque los autores antiguos aventuran que fue en un brazo.
Foto: SCALA

La riqueza de un reino
Pieza de un collar usekh, en Fayenza, en forma de cabeza de halcón, hallado en Alejandría.  Siglos III-I a.C.
Foto: W. FORMAN / GTRES

La gran diosa de Egipto
Tras su triunfo sobre Cleopatra, Octavio dio un trato especial a la nueva provincia de Egipto y amplió, entre otras cosas, el templo de Isis en la isla de Filé.
Foto: GEORGE STEINMETZ / CORBIS
Hechizado por la reina de Egipto
 Áureo de Marco Antonio. Museo Arqueológico Nacional, Nápoles. La propaganda romana presentaba a Antonio como una víctima de las malas artes de la seductora Cleopatra y lo acusaba de abandonar en Roma a su esposa legítima, Octavia, la hermana de Octavio.
BRIDGEMAN

Rechazada por el vencedor
Entrevista entre Augusto y Cleopatra en el palacio de Alejandría. Óleo por Louis Gauffier. Siglo XVIII. Galería Nacional, Edimburgo.
BRIDGEMAN

Herederos de la reina Cleopatra
Cleopatra y Marco Antonio tuvieron tres hijos: dos mellizos, Cleopatra Selene y Alejandro Helios (abajo, en una estatua de piedra caliza), y Ptolomeo Filadelfo. Todos fueron educados en Roma por Octavia, hermana de Augusto y viuda de Antonio.
K. GARRETT / NGS
26 de noviembre de 2012

Cleopatra, el final de la reina de Egipto, la última de los Ptolomeos
Cuando el 12 de agosto del año 30 a.C. los soldados de Octavio irrumpieron en las estancias de la última reina de Egipto, Cleopatra VII, se encontraron un espectáculo sobrecogedor: la soberana yacía exánime sobre su lecho real, con una de sus doncellas moribunda a sus pies y la otra, a punto de derrumbarse, retocándole la diadema. Los intentos de los soldados para reanimar a la soberana fueron vanos: las tres mujeres acababan de suicidarse. Los soldados vieron en el brazo de Cleopatra dos ligeras punzadas, lo que hizo pensar que había muerto a causa de la mordedura de un áspid. Otros creían que había ingerido algún veneno. Como quiera que fuese, el suicidio resultó una victoria póstuma de Cleopatra: Octavio no podría llevársela viva a Roma y exhibirla de un modo humillante en la procesión triunfal con la que pensaba celebrar su conquista de Egipto. Marco Antonio, el amante de la reina, se había librado del mismo destino suicidándose también él unos días antes.


El destino de Cleopatra y Marco Antonio había quedado sellado un año atrás, en septiembre del año 31 a.C., cuando su flota fue derrotada en la batalla de Actium por el ingenio de Marco Agripa, general y mano derecha de Octavio. Cleopatra regresó a Alejandría, su capital, y poco después Marco Antonio se reunió con ella. El ambiente cortesano que había surgido en torno a la ostentosa pareja decayó rápidamente por el miedo a su inminente caída en desgracia. Quedaban atrás los días de chanzas y francachelas, entre la alegre compañía de bebedores y aduladores en la sensual Alejandría, cuando se llamaban a sí mismos los «inimitables» (amimetobioi). Sus tropas y partidarios desertaron en masa, y solo quedó junto a Antonio un círculo de amigos fieles dispuestos a compartir su destino y que cambiaron su nombre por el más apropiado de «compañeros en la muerte» (synapothanoumenoi). En efecto, a medida que Octavio se aproximaba a Alejandría, Marco Antonio y Cleopatra comenzaron a pensar seriamente en quitarse la vida antes de que los capturaran.

La caída de Alejandría

Pese a este ambiente descorazonador, por un momento Cleopatra pensó que podría llegar a algún tipo de acuerdo con Octavio. Éste exigiría, sin duda, la muerte de Antonio, el único rival que amenazaba su supremacía en Roma, pero quizá pudiera hacer un ejercicio de magnanimidad y perdonar a la reina Cleopatra y a sus hijos. Sin embargo, resultaba insalvable el obstáculo de Cesarión, el hijo que la reina había tenido con Julio César, demasiado peligroso como rival de Octavio en el futuro. De modo que el nuevo hombre fuerte de Roma se limitó a responder de forma ambigua a las embajadas que le envió la reina egipcia, al tiempo que su ejército avanzaba sobre Alejandría.


En el verano de 30 a.C., la capital egipcia estaba totalmente cercada por las tropas romanas. Cleopatra, rodeada de sus más íntimos y fieles servidores, se atrincheró en el edificio más inexpugnable de su complejo palacial, seguramente el mausoleo de los reyes lágidas; allí guardó también todos sus tesoros: gemas, joyas, obras de arte, cofres de oro, vestimentas reales, especias... Entretanto, Antonio decidió presentar batalla. Junto a sus fieles se batió bravamente a las puertas de la ciudad para rechazar la incursión de la caballería de Octavio y mantener aún un poco más el asedio y la ilusión de resistencia. Pero Antonio hubo de ver cómo su flota se rendía, o más bien se pasaba al bando de Octavio, lo que hizo que la caballería desertara de inmediato. Agobiado por la situación e impresionado por un súbito rumor que se difundió acerca del suicidio de su amada reina, Antonio resolvió quitarse la vida con su espada, acompañado por un esclavo de confianza.

Cuando Octavio entró al fin en una Alejandría rendida y silenciosa, su principal preocupación se centró en Cleopatra, que se había atrincherado en el mausoleo, con las macizas puertas cerradas a cal y canto y con una provisión de madera para prender fuego al edificio y sus tesoros después de suicidarse. Eso era precisamente lo que más temía el nuevo amo de Alejandría. Octavio envió a un hombre de confianza, Gayo Proculeyo, para intentar persuadir a la reina de que desistiera de su encierro, pero fue en vano; el legado no podía conceder lo único que deseaba Cleopatra: salvar a sus hijos y sobre todo a Cesarión.

En manos de Octavio

Un día después se celebró una nueva entrevista. Mientras uno de los enviados hablaba con Cleopatra a través de una reja, Proculeyo escaló el edificio con dos sirvientes y accedió a la sala donde se hallaba la reina. Cuando una de sus mujeres la avisó –«¡Desdichada Cleopatra, te van a capturar viva!»–, la reina se clavó una daga en el pecho, pero la herida no fue mortal y Proculeyo logró desarmarla rápidamente.
A continuación, Cleopatra fue trasladada al palacio de Alejandría, donde quedó bajo la custodia de un eunuco de confianza de Octavio y sometida a una estrecha vigilancia. Parece que la reina enfermó de pena y dejó de comer, en un intento por precipitar su muerte; Octavio sólo pudo convencerla de que se alimentara con la amenaza de dar muerte a sus hijos.


Unos días más tarde, Cleopatra solicitó una entrevista con Octavio. Las fuentes difieren mucho sobre lo que ocurrió en esa ocasión. Según Plutarco, Octavio vio a una demacrada Cleopatra que le imploró por su vida y la de sus hijos, mientras intentaba librarse de toda culpa. Dión Casio, en cambio, retrata a una reina digna y de luto, aún de irresistible belleza, que trató de seducir a Octavio como había hecho antes con Julio César y Marco Antonio.
Como quiera que fuese, el resultado sería el mismo. Cleopatra sabía que el designio de Octavio era llevarla a ella y a sus hijos a Roma para mayor gloria y triunfo del futuro Augusto; luego la meterían en una mazmorra, donde se volvería loca o se suicidaría, como les había ocurrido a otros monarcas helenísticos. Era una perspectiva insoportable para la orgullosa soberana lágida, que prefirió darse muerte ella misma.
Dos días mas tarde, tras haber rendido visita por vez postrera a los restos de su amado Marco Antonio, la última reina griega de Egipto volvió a sus aposentos, se dio un baño y cenó. Al mismo tiempo entregó un mensaje sellado para Octavio –en el que acaso consignaba su última voluntad de ser enterrada junto a Antonio– y se quedó con sus dos criadas de confianza. Hay autores que recogen las últimas y patéticas palabras de Cleopatra dedicadas a su amado Antonio o la escena misteriosa de su suicidio. Pero lo que ocurrió en la cámara privada de la reina es más que historia y forma parte del mito de Cleopatra. En cuanto a Octavio, la muerte de la reina lo privó de un triunfo más sonado –tan sólo pudo hacer desfilar su efigie por Roma–, pero le dio no sólo el dominio total sobre el Egipto helenístico, convertido en provincia romana, sino también el impulso definitivo para convertirse en Augusto, esto es, en el primer emperador de Roma.

Para saber más

Cleopatra, la última reina de Egipto. Joyce Tildesley. Ariel, Barcelona, 2008.
Cleopatra. Stacy Schiff. Destino, Barcelona, 2010.
Vidas paralelas: Demetrio-Antonio. Plutarco. Alianza, Madrid, 2010.
Historia de Roma. Libros L-LX. Dión Casio. Gredos, Barcelona, 2011.
NATIONAL GEOGRAPHIC


Cleopatra
Reina faraón de la dinastía ptolemaica
Kleopatra-VII.-Altes-Museum-Berlin1.jpg
Busto de Cleopatra VII. Altes Museum, Berlín.
Información personal
Nombre secularCleopatra Filopator Nea Thea
Qleupader Nechermeritites
Reinado51 a. C. a 47 a. C. (junto a Ptolomeo XIII)
47 a. C. a 44 a. C. (junto a Ptolomeo XIV)
44 a. C. a 30 a. C. (junto a Cesarión)
Coronación51 a. C.
NacimientoEnero de 69 a. C.
Alejandría, Egipto
Fallecimiento12 de agosto de 30 a. C. (39 años)
PredecesorPtolomeo XII
SucesorProvincia romana de Egipto
Familia
PadrePtolomeo XII
MadreCleopatra V de Egipto (probable)
ConsortePtolomeo XIII, Ptolomeo XIV, Julio César y Marco Antonio
DescendenciaCesarión, Alejandro Helios, Cleopatra Selene II y Ptolomeo Filadelfo
Cleopatra Filopátor Nea Thea o Cleopatra VII (en griego, Κλεοπάτρα Φιλοπάτωρ Cleopatra Philopator;[1]​ c. 69-12 de agosto de 30 a.C.) fue la última reina de la dinastía Ptolemaica del Antiguo Egipto, aunque nominalmente le sobrevivió como faraón su hijo Cesarión. También fue diplomática, comandante naval, lingüista y escritora médica. Era descendiente de Ptolomeo I Sóter, fundador de la dinastía, un general macedonio de Alejandro Magno. Después de la muerte de Cleopatra, Egipto se convirtió en provincia del Imperio romano, lo que marcó el final del período helenístico que se había iniciado con el reinado de Alejandro (336-323 a. C.). Su lengua materna era la koiné griega, aunque fue el primer soberano ptolemaico en aprender el idioma egipcio. En el 58 a. C., Cleopatra presumiblemente acompañó a su padre Ptolomeo XII durante su exilio en Roma tras una revuelta en Egipto que permitió a su hermana mayor Berenice IV reclamar el trono. Esta fue asesinada en 55 a. C. cuando su padre retornó a Egipto con la asistencia militar romana. Cuando Ptolomeo murió en 51 a. C., Cleopatra y su hermano pequeño Ptolomeo XIII subieron al trono, pero una ruptura entre ambos desató una guerra civil.
Por otro lado, después de resultar derrotado en 48 a. C. en la batalla de Farsalia, Grecia, por su rival Julio César, el estadista romano Pompeyo el Grande huyó a Egipto, un estado vasallo de Roma. Sin embargo, Ptolomeo XIII ordenó el asesinato de Pompeyo mientras César ocupaba Alejandría en persecución de su enemigo. Como cónsul de la República romana, César trató de reconciliar a Ptolomeo XIII con su hermana Cleopatra, pero Potino, consejero jefe del monarca egipcio, creyó que los términos que proponía el cónsul beneficiaban a su hermana y por ello sus fuerzas asediaron a César y Cleopatra en Alejandría. El asedio se levantó gracias a la llegada de aliados de César a comienzos de 47 a. C. y Ptolomeo XIII murió poco después en la batalla del Nilo. Arsínoe IV, hermana menor de Cleopatra que había liderado el asedio, se exilió en Éfeso y César, ya entonces elegido dictador, declaró a Cleopatra y a su hermano pequeño Ptolomeo XIV gobernantes de Egipto. Sin embargo, el general romano inició una relación sentimental con la monarca egipcia de la que nació Cesarión, futuro Ptolomeo XV. Cleopatra viajó a Roma en 46 y 44 a. C. como reina vasalla y se alojó en la villa de César. Cuando este fue asesinado en los idus de marzo de 44 a. C., Cleopatra trató de que su hijo fuera designado heredero, pero no pudo por el ascenso al poder de Octavio, que sería el primer emperador de Roma a partir de 27 a. C. Entonces Cleopatra ordenó el asesinato de su hermano Ptolomeo XIV y elevó a su hijo Cesarión al rango de gobernante conjunto.
En la Tercera guerra civil de la República romana (43-42 a. C.), Cleopatra se alió con el Segundo Triunvirato formado por Octavio, Marco Antonio y Lépido. Después de su encuentro en Tarso en 41 a. C., la egipcia inició una relación con Marco Antonio de la que nacieron tres hijos: Alejandro Helios, Cleopatra Selene II y Ptolomeo Filadelfo. Antonio usó su autoridad como triunviro para ejecutar a Arsínoe IV, cumpliendo el deseo de Cleopatra. Él se apoyó cada vez más en la monarca egipcia tanto para obtener financiación como ayuda militar durante sus invasiones del imperio parto y del Reino de Armenia. En las Donaciones de Alejandría, los hijos de Cleopatra con Marco Antonio fueron nombrados gobernantes sobre varios territorios bajo la autoridad del estadista romano. Este evento, unido al matrimonio de Marco Antonio con Cleopatra después de su divorcio de Octavia la Menor, hermana de Octavio, desató la Cuarta guerra civil de la República romana. Octavio forzó a huir a los aliados de Antonio en el senado romano y le declaró la guerra a Cleopatra en 32 a. C. La flota de guerra de Marco Antonio y Cleopatra fue derrotada por la de Octavio, bajo mando de su general Agripa, en la batalla de Accio en 31 a. C. Las tropas romanas vencedoras invadieron Egipto en 30 a. C. y derrotaron a las de Antonio, tras lo cual este se suicidó. Cuando Cleopatra supo que Octavio pretendía llevarla a Roma para exhibirla en su triunfo, también se suicidó, algo que popularmente se cree que hizo dejándose morder por una serpiente venenosa.
El legado de Cleopatra sobrevive en infinidad de obras de arte, tanto antiguas como modernas, y numerosas dramatizaciones de su vida en la literatura. Varias obras de la historiografía y la poesía romanas describen a la reina de Egipto, generalmente con una visión negativa y polémica de su semblanza que pervivió en la literatura medieval y renacentista. Las artes plásticas de la antigüedad representaron a Cleopatra en monedas, estatuas, bustos, relieves, camafeos y pinturas. Fue tema de pinturas renacentistas y barrocas, de poemas y obras de teatro como Antonio y Cleopatra (1608), de William Shakespeare, y óperas como Julio César en Egipto (1724) de Händel. En tiempos recientes, Cleopatra ha aparecido en obras de arte, en sátiras burlescas, en películas de Hollywood como Cleopatra (1963) interpretada por Elizabeth Taylor, o como imagen de productos comerciales, por lo que desde el siglo XIX es un icono de la Egiptomanía.
https://es.wikipedia.org/wiki/Cleopatra
WIKIPEDIA.
Guillermo Gonzalo Sánchez Achutegui
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