Hola amigos: A VUELO DE UN QUINDE EL BLOG., continuamos con la difusión de los reportajes publicados en la Revista Folklore - Primera Edición - Setiembre 1,942 - Año 1 - N° 1, bajo la dirección del poeta ayabaquino Florentino Gálvez Saavedra, más conocido en los ambientes literarios como: Florencio de la Sierra.
Hoy publicamos el reportaje: Ña Sinvergüenza (Novelita de costumbres 1880), escrita por Víctor M. Izaguirre; que es un relato jocoso de costumbres netamente pueblerinas en las comarcas andinas.
Firmaba todos sus poemas con el seudónimo de "Florencio de la Sierra", pero en realidad era el profesor FLORENTINO GALVEZ SAAVEDRA, nacido el 14-03-1903, Publicó entre otros libros de poesía: “Aúllan los perros” (1951) con portada del artista plástico Essquerriloff, “Capullos de Rocío” (1959) con portada de César Calvo de Araujo, y “Danza de serpientes” (1963) con portada de Raúl Vizcarra. Fue Director de la Revista Folklore, que se publicó por primera vez en Setiembre de 1,942; murió en Lima; el 17 de noviembre 1964. Su existencia real fue después de 61 años vividos en su tierra natal, Lima, Piura, Bolivia y Chile. Foto: Cedida por Rosa Hortencia Morocho Sánchez.
Leer su Biografía:
http://piuraenlambayeque.blogspot.com/2009/01/florencio-de-la-sierraun-poeta.html
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Este es el logotipo de la Revista Folklore, con el que se editó las obras del poeta Florencio de la Sierra
Foto: Archivos del Blog: A Vuelo de un Quinde.
Por : Víctor M : Izaguirre
¡Ña sinvergüenza! Vedla gorda, de buenos colores, paseándose y balanceándose por calles y plazas como nave de alta mar. Vedla, en sus actitudes, mirando y remirando de lo que pasa en su derredor y sin paradero estable, como el coquetón picaflor. Verla como sanguijuela, lista y apta para chupar sangre del pobre prójimo.
Ña Sinvergüenza emprende cualquier campaña con la mayor serenidad. Es capaz de tomar por asalto la fortaleza mas inexpugnable. Tiene por máxima "el fin justifica los medios" por reprochables que ellos sean.
Basta de apreciaciones generales y vamos a seguirle los pasos a nuestra heroína con vista bien atenta, para verla salir adelante en sus aventuras domésticas.
--- Ña Sinvergüenza. En este mes, estamos de plácemes todas las evitas de esta población, pues celebramos al patrón espiritual de nuestra sociedad, como tu bien lo sabes. Conociendo tu celo religioso, te hemos señalado la noche de mañana para que arregles la distribución nocturna en la iglesia principal. Esperamos que eches la casa por la ventana, pues tu piedad no reconoce límites.
Excusamos decir que la que ha hablado es un zancudo aturdidor, o sea una procuradora de alguna sociedad religiosa, llámese : "San Francisco de Paula", "Hijas de Satanás" o "Corazón compungido por un Adonis". La tal procuradora no perdona ni al flaco y amarillento chino, quien como camarón dormido cae en la corriente de novenante.
Ña Sinvergüenza, que no tiene sino lo suficiente para una vida decente, y que no puede entrar en gastos extraordinarios sin desnivelar su presupuesto, sin tener útiles propios para adornar ni siquiera un altar lateral de una capilla rústica, y sabiendo que en la población no hay casa comercial que alquile o venda objetos de adorno y útiles de fantasía para iglesia, con el mayor desembarazo, contesta ufana y altiva:
--- Han pensado muy bien en fijarse en mi. Me hubiera resentido, que no me hubiesen considerada para hacer siquiera una distribución religiosa contemplando mi buena y holgada posición social.
Con este sencillo dialogo, ha sido arreglada la fiesta nocturna de iglesia. La comisionada se retira complacida y tranquila, dejando en su casa a la devota ensimismada.
--- ¡Bruna!
Grita Ña sinvergüenza:
--- Anda donde doña Gumercinda y pídele los floreros para mañana en la noche. Ve donde doña Gerundia y que te de cuatro candelabros. Corre donde doña Braulia y que te entregue cuatro ramos de flores artificiales. Vuela donde mi comadre Panchita y que te entregue una mesita redonda con una sobremesa de hilo blanco tejida a croché. Corre donde mi tía Mariquita y pídele un zahumador de plata. Ve donde mi ahijada Catita para que te "empreste" seis ángeles bien vestiditos, etc, etc.
Y hasta letanía de encargos es interminable y la acortamos en obsequio a la brevedad. La pobre sirvienta que ha escuchado atentamente a su patrona, sin decir una sola vez "ora pronobis", pone sus pies en agitado paso. Va de casa en casa, a recoger todos los objetos indicados y los va depositando en poder del sacristán, que abre ojos desmesurados al ver una colección tan variada de cosas: floreros de lata, sin barniz siquiera; feísimos angelotes de yesca, vestidos de linón ordinariazo, que más que ángeles parecen demonios, y así por el estilo.
Mientras tanto, Ña Sinvergüenza se ha dirigido donde una beatita que viste tosco hábito carmelita y que tiene el oficio de labrar cera. Le pide cuatro arrobas de cirios, ofreciéndole abonar, por junto el precio tanto de la salida como de la merma después de la función religiosa. Corre después donde el cura, modelo de castidad y que agacha la cabeza cuando ve a una seductora hembrita, y le compromete para que descubra el Santísimo Sacramento del altar. Ve, en seguida, donde un orador sagrado para luzca su talento en la cátedra del Espíritu Santo. Luego, luego compromete a dos presbíteros para que acompañen de gran parada al cura, y no se olvida tampoco, de una monaguillo, para que estrene su vistoso roquete. Vuela, después donde un bienaventurado ciego y lo compromete para que toque el melodíum, acompañado de dos artistas más que manejarán el uno el instrumento de Paganini, y el otro una flauta de varias llaves. Va, donde sus amiguitas, hermosas muchachas capaces de tentar a un santo, para que canten fervorosamente en homenaje a la efigie que se celebra; por último, se dirige donde su sobrina Intríngulis, para que sus hijas, aunque prietas y feas, bien empolvadas, salgan de ángeles y estén en el altar mayor, ya zahumando o simplemente arrodilladas como momias de Egipto.
Todo el día, tanto la patrona, como su doméstica, han ido de Herodes a Pilatos, fastidiando al género humano; y mientras tanto, la cocinera de la casa, observando al pie de la letra el adagio: "Si mi amo se va a los toros, vámonos todos", ha abandonado el campo de sus actividades culinarias para dedicarse a Dios sabe qué otras actividades. No es de extrañar, pues, atendidas estas circunstancias, que el salón de recibo, el comedor y demás piezas, se hallen en perfecto desaseo y toda la casa esté en verdadera revolución. Ña Sinvergüenza llega a su morada a las 12 meridiano, la abandona poco después, y vuelve a ella nuevamente a las 8 de la noche. Naturalmente, ante la ausencia de la cocinera, y la prisa que tiene, ha improvisado un almuerzo, que ha dejado a medias a su paciente esposo: unas papitas barnizadas con ají, unos huevos pasados, un churrasco y una taza de té imitación agua de malva. Los pequeñuelos de casa, angelitos abandonados a su propia suerte, son unos remolinos en las habitaciones, y olvidan con el juego, el hambre, benditos de Dios.
Así en medio de este desorden doméstico, llega el día de la fiesta. Ña Sinvergüenza se cala su manta de cachemira, y su traje de ídem, todo llano, como si estuviera de luto riguroso, y sale con precipitación de su casa, no bien amanece, en pos de otras andanzas. Compromete a sus amigas, que a alguna ocupación útil se hallen dedicadas, para que la ayuden arreglar el altar mayor. No conforme con el desbarajuste de su casa, lleva a otras moradas el pernicioso contagio, y con estas visitas domiciliarias llega el momento de la fiesta.
El altar mayor del templo principal es una hoguera de fuego. Cientos de velas colocadas esparcen amarillenta luz; ramos de flores tanto naturales como artificiales destacan en policromía en burdos floreros de latón; columnas de humo en forma de espiral se levantan de los pebeteros provistos de abundante incienso, y pobres criaturas que hacen de zahumadoras, vestidas de escote y con gasa ligera, se mueren de frío y soplan a mas soplar la brasa que chispea de los braseros. En esta forma y con otros detalles más, que son de todos conocidos, tiene lugar la soberbia distribución religiosa. Ocupémonos sólo de los grotesco de ella o de lo que esté fuera del orden.
A pocos pasos de las entradas del templo, en los lugares más frecuentados por los hombres, se ve dos mesitas artísticas, bien alumbradas, con una efigie en el centro del tablero. Sentados delante de cada una de ellas, se encuentran tres personas: una ya anciana, que se coloca en el centro, y dos lindas muchachas casaderas a los costados. Dos azafates se ve también en cada mesa, uno lleno de ramilletes de flores menudas, olorosas y bien atadas con cinta celeste, y otro vacío y listo para recibir monedas. El pollo quiere poseer un ramo, no tiene otra cosa que hacer, que depositar un sol en el azafate vacío.
Y en el retorno, cinco azucenas de una mano bien torneada, le entregan el presente de flores. Si bien la señorita sentada a la mesa, está de amores y quien solícita un ramo es su galán, la cosa sube de punto: dos miradas tiernas se cruzan, y el enamorado, deposita rumbosamente una esterlina en el azafate de marras, y siente no tener más dinero que dejar, que por el dejaría una fortuna.
En un intermedio de la distribución religiosa se contiene hasta la respiración; es cuando el melodíum toca meditación y las hembritas doblan la espina dorsal, se tapan la cara con la manta y recapacitan la historia de sus amoríos a favor ¡hágame Ud. católico, apostólico y romano! De la música profana que se está ejecutando: partituras de Norma, o de la Traviata; o de Carlo Magno. Se me dirá que la música de estas tres óperas es deliciosa. Cierto. Nadie puede negarlo. Pero es música para el teatro, o para el salón; no para la casa de Dios, ni para llevar a contrición el coranzoncito de las féminas adorables y adoradas. Así como hay música profana, la hay religiosa, que es la que transporta el espíritu a las altísimas regiones de la Gloria, donde la virtud obtiene sobrada recompensa por los sacrificios terrenales. La misma Santa María Magdalena, cuando abrazó con fe la religión de Cristo ¿Habrá podido seguir con perseverancia los sanos y virtuosos preceptos divinos, si sigue escuchando el canto y la música de Branerges, él cisne de Galilea?
Para concluir con la descripción de la fiesta nocturna, permítasenos una digresión necesaria. En el tiempo del mes de fiesta, un joven docente, de buenas costumbres, de esos que gusta alternar en los salones de tertulia, no puede dedicarse a ese pasatiempo inocente, sin que en alguna de las casas que visita, no le salga la señora, o la hija, con otra cantaleta:
--- Estoy comisionada para comprometer a tres devotos y me he fijado en Ud. por su virtud y su caballerosidad.
Y he aquí que el pobre, cae en el anzuelo como cándido pejerrey y sin poderse excusar, aunque esté con el bolsillo vacío, por no desairar a la dueña de casa, que lo compromete; cae como acabamos de decir, en las horcas caudinas del despilfarro, sin tener la menor devoción por el Santo que se festeja.
Como nadie quiere quedarse atrás en materia de vanidad, se han visto casos de que un devoto, para salir airoso del compromiso, ha tenido que rematar su reloj, su aro de matrimonio y otras prendas queridas.
¿Y por qué el Templo, lugar sagrado para orar, se ha convertido en teatro, con sus distribuciones nocturnas, que hacen con gran aparato y muchas competencias? Ahí nadie va por devoción, sino por exhibicionismo o coquetería y por ver que tal se ha portado don Fulano o son Sutano. Dueños o devotos de la distribución.
Ahora sigamos con nuestro interrumpido relato. Al día siguiente de la fiesta nocturna ----y son tres perdidos para la casa---- la ocupación es devolver a los dueños el diluvio de cosas prestadas. a Ña Sinvergüenza nada le importa que un candelabro esté roto, que un florero le falte un asiento, que un ramo de flores artificiales esté quemado en parte, que un ángel, de esos monstruosos de yesca, esté manco, cojo o tuerto, como el que estos renglones escribe: todo, en el estado en está, destrozado, sucio o raído, es devuelto del mismo templo a sus respectivos dueños, sin que a Ña Sinvergüenza le importe un ardite el favor del préstamo.
El orador que ha irritado su gaznate en un intenso discurso que produjo mucha merma de cera; se conforma con dos vasos de rico Oporto que ha herido y con las ya muy expresivas gracias que, con gran donaire, la da Ña Sinvergüenza. El cura que lució su hermosa capa de coro, llena de rica pedrería, y los presbíteros que estrenaron relucientes casullas bordadas con hilo de oro, están también satisfechos con las "gracias" que modularon los labios de la susodicha. Los infelices individuos que formaron la orquesta, el sacristán, la beatita del negocio de ceras y los indios del acarreo de objetos del templo a las casas, han tenido la recompensa de un vaso de ponche de almendras, leche de burro propiamente dicha, y de algunos potos de chicha. Sólo las bellas del coro femenino, que en templo hicieron las delicias de la concurrencia con sus sonoras y melodiosas voces, han sido bien atendidas y agazajadas en casa de Ña Sinvergüenza, la que no hizo escasear los buenos refrescos, en el baile entusiasta que dio hasta la madrugada. Y luego ¿habrá mocito de estos del día, de estos que se llaman liberales, que no se celebre el celo evangélico de Ña Sinvergüenza, que de puro Valdivieso ha hecho sus distribución religiosa, metiendo el trastorno en su casa y en las casas ajenas mermando el pan de sus hijos? Aún ellos, ateos, herejes que no saben que planeta pisan, no podrán menos de admirar la fe nuestra heroína, ellos tienen ganado el infierno, según lo afirman las virtuosas beatitas de oficio, que calientan todo el día los helados ladrillos de los templos.
Con el trajín de tantos días y con el efectos de la mala noche, Ña Sinvergüenza se ha debilitado. Lo denota la palidez de su semblante. Debe estar, además, bien polvoreada con la tierra que ha levantado en sus ajetreos, y es necesario tomar buenos caldos y buen vino añejo y darse un baño de agua termal.
--- Bruna
Exclama:
--- Anda donde el señor don Pancracio y pídele su caballo prieto entero, y después irás donde Inés y le pedirás su montura de lado americana con todos sus arreos.
La sirvienta, vívísima muchacha, no tarda en conducir a la casa de su patrona, tanto el caballo como la montura. El bruto relincha y se agita en el empedrado patio. El indio mayoral, que a la sazón acaba de llegar de la chácara, montado en su caballejo lanudo, de puna, acompaña a la señora y transcurridas algunas horas, están de regreso en la casa, después de un delicioso baño. En el viajecito se ha roto una de las riendas, pero se la ha remendado con una pita, se ha desgarrado el sobrepelo elegante, pero eso no tiene importancia; el caballo ha sufrido una desolladura, vulgo matadura, en el lomo, por haber sido mal ensillado, pero ya habrá veterinario que lo cure. Los dueños de los arreos y la cabalgadura no repararán seguramente, en tales insignificancias; y si las advierten ¡que remedio!
La agitación del viaje le ha producido una irritación a Ña Sinvergüenza, y el médico llamado para atenderla, le ha recetado un baño de cuerpo entero.
--- Bruna
Grita la señora no bien sale el médico:
--- Anda a mi comadre Panchita y pídele su tina extranjera, esa prenda tiene pintada de color plomo.
La doméstica ha llevado la tina a casa de su ama y en ella se dado el baño prescrito. Ña Sinvergüenza, con una infusión de ingredientes de botica. Más tarde, la pobre Pancha contempla la tina que le ha sido devuelta magullada de un lado, por efecto de un golpe que le dio el conductor.
El hijo de Hipócrates, llamado por segunda vez por Ña Sinvergüenza, después de escuchar el largo relato que sobre su dolencia le hace la paciente, se sienta en la mesa y escribe:
RP.--- Decoeción de amapola 1,000 gramos. Acetato de Plomo 15 gramos. ----.---- (Uso indicado) Galeno.---- 6/12/78".
Ña Sinvergüenza, después de hacerse despachar la receta en una botica cercana.
--- Bruna
Le dice a la sirvienta:
--- Anda donde mi tía Josefita y pídele una jeringa y una tina de asiento.
¡Santa Bárbala doncella, líbrame de esta centella! Solo falta pedir prestada una bace...... ¡si! una base o pedestal que chico como un gallo, aguante como un caballo.
La sirvienta, ha llevado a casa de su patrona tanto la jeringa como la tina; y después de hacer un buen uso de ellos, la enferma los ha devuelto, sin hacerlos asear siquiera. ¡Tontería! Para que tomarse ese trabajo inútil, conociendo la prolijidad de Josefita.
Algunos meses después, enviuda Ña Sinvergüenza y después de haber lloriqueado un tanto por el difunto esposo, enseña las dos hileras de marfil de su dentadura y la serpiente rosada de su lengua, al tenorio que el hace el oso.
Ña Sinvergüenza, llena de placer por el futuro himeneo, y de amor por el Adonis, realiza con mucha algazara su apetecida boda, por segunda vez. No que querido perder su manía: ha pedido prestado platos y pozuelos a su comadre; servilletas a su tía; copas y vasos al cantinero vecino y hasta guantes y velo a una tierna amiguita que recién está gozando de los deleites de la luna de miel.
------------ o ----------
Con el nuevo orden de cosas, ha variado también nuestra heroína, que ahora tiene delicadeza personal. Ya no pide nada prestado y le agrada hacerlo todo de su peculio, sin molestar a nadie.
¡Loado sea Dios que ha hecho una metamorfosis provechosa y digna!
Por tanto, nuestra misión ha terminado, y ponemos con agrado punto final bien redondo.
Huarás, 1880.
NOTA .-Ña Sinvergüenza emprende cualquier campaña con la mayor serenidad. Es capaz de tomar por asalto la fortaleza mas inexpugnable. Tiene por máxima "el fin justifica los medios" por reprochables que ellos sean.
Basta de apreciaciones generales y vamos a seguirle los pasos a nuestra heroína con vista bien atenta, para verla salir adelante en sus aventuras domésticas.
--- Ña Sinvergüenza. En este mes, estamos de plácemes todas las evitas de esta población, pues celebramos al patrón espiritual de nuestra sociedad, como tu bien lo sabes. Conociendo tu celo religioso, te hemos señalado la noche de mañana para que arregles la distribución nocturna en la iglesia principal. Esperamos que eches la casa por la ventana, pues tu piedad no reconoce límites.
Excusamos decir que la que ha hablado es un zancudo aturdidor, o sea una procuradora de alguna sociedad religiosa, llámese : "San Francisco de Paula", "Hijas de Satanás" o "Corazón compungido por un Adonis". La tal procuradora no perdona ni al flaco y amarillento chino, quien como camarón dormido cae en la corriente de novenante.
Ña Sinvergüenza, que no tiene sino lo suficiente para una vida decente, y que no puede entrar en gastos extraordinarios sin desnivelar su presupuesto, sin tener útiles propios para adornar ni siquiera un altar lateral de una capilla rústica, y sabiendo que en la población no hay casa comercial que alquile o venda objetos de adorno y útiles de fantasía para iglesia, con el mayor desembarazo, contesta ufana y altiva:
--- Han pensado muy bien en fijarse en mi. Me hubiera resentido, que no me hubiesen considerada para hacer siquiera una distribución religiosa contemplando mi buena y holgada posición social.
Con este sencillo dialogo, ha sido arreglada la fiesta nocturna de iglesia. La comisionada se retira complacida y tranquila, dejando en su casa a la devota ensimismada.
--- ¡Bruna!
Grita Ña sinvergüenza:
--- Anda donde doña Gumercinda y pídele los floreros para mañana en la noche. Ve donde doña Gerundia y que te de cuatro candelabros. Corre donde doña Braulia y que te entregue cuatro ramos de flores artificiales. Vuela donde mi comadre Panchita y que te entregue una mesita redonda con una sobremesa de hilo blanco tejida a croché. Corre donde mi tía Mariquita y pídele un zahumador de plata. Ve donde mi ahijada Catita para que te "empreste" seis ángeles bien vestiditos, etc, etc.
Y hasta letanía de encargos es interminable y la acortamos en obsequio a la brevedad. La pobre sirvienta que ha escuchado atentamente a su patrona, sin decir una sola vez "ora pronobis", pone sus pies en agitado paso. Va de casa en casa, a recoger todos los objetos indicados y los va depositando en poder del sacristán, que abre ojos desmesurados al ver una colección tan variada de cosas: floreros de lata, sin barniz siquiera; feísimos angelotes de yesca, vestidos de linón ordinariazo, que más que ángeles parecen demonios, y así por el estilo.
Mientras tanto, Ña Sinvergüenza se ha dirigido donde una beatita que viste tosco hábito carmelita y que tiene el oficio de labrar cera. Le pide cuatro arrobas de cirios, ofreciéndole abonar, por junto el precio tanto de la salida como de la merma después de la función religiosa. Corre después donde el cura, modelo de castidad y que agacha la cabeza cuando ve a una seductora hembrita, y le compromete para que descubra el Santísimo Sacramento del altar. Ve, en seguida, donde un orador sagrado para luzca su talento en la cátedra del Espíritu Santo. Luego, luego compromete a dos presbíteros para que acompañen de gran parada al cura, y no se olvida tampoco, de una monaguillo, para que estrene su vistoso roquete. Vuela, después donde un bienaventurado ciego y lo compromete para que toque el melodíum, acompañado de dos artistas más que manejarán el uno el instrumento de Paganini, y el otro una flauta de varias llaves. Va, donde sus amiguitas, hermosas muchachas capaces de tentar a un santo, para que canten fervorosamente en homenaje a la efigie que se celebra; por último, se dirige donde su sobrina Intríngulis, para que sus hijas, aunque prietas y feas, bien empolvadas, salgan de ángeles y estén en el altar mayor, ya zahumando o simplemente arrodilladas como momias de Egipto.
Todo el día, tanto la patrona, como su doméstica, han ido de Herodes a Pilatos, fastidiando al género humano; y mientras tanto, la cocinera de la casa, observando al pie de la letra el adagio: "Si mi amo se va a los toros, vámonos todos", ha abandonado el campo de sus actividades culinarias para dedicarse a Dios sabe qué otras actividades. No es de extrañar, pues, atendidas estas circunstancias, que el salón de recibo, el comedor y demás piezas, se hallen en perfecto desaseo y toda la casa esté en verdadera revolución. Ña Sinvergüenza llega a su morada a las 12 meridiano, la abandona poco después, y vuelve a ella nuevamente a las 8 de la noche. Naturalmente, ante la ausencia de la cocinera, y la prisa que tiene, ha improvisado un almuerzo, que ha dejado a medias a su paciente esposo: unas papitas barnizadas con ají, unos huevos pasados, un churrasco y una taza de té imitación agua de malva. Los pequeñuelos de casa, angelitos abandonados a su propia suerte, son unos remolinos en las habitaciones, y olvidan con el juego, el hambre, benditos de Dios.
Así en medio de este desorden doméstico, llega el día de la fiesta. Ña Sinvergüenza se cala su manta de cachemira, y su traje de ídem, todo llano, como si estuviera de luto riguroso, y sale con precipitación de su casa, no bien amanece, en pos de otras andanzas. Compromete a sus amigas, que a alguna ocupación útil se hallen dedicadas, para que la ayuden arreglar el altar mayor. No conforme con el desbarajuste de su casa, lleva a otras moradas el pernicioso contagio, y con estas visitas domiciliarias llega el momento de la fiesta.
El altar mayor del templo principal es una hoguera de fuego. Cientos de velas colocadas esparcen amarillenta luz; ramos de flores tanto naturales como artificiales destacan en policromía en burdos floreros de latón; columnas de humo en forma de espiral se levantan de los pebeteros provistos de abundante incienso, y pobres criaturas que hacen de zahumadoras, vestidas de escote y con gasa ligera, se mueren de frío y soplan a mas soplar la brasa que chispea de los braseros. En esta forma y con otros detalles más, que son de todos conocidos, tiene lugar la soberbia distribución religiosa. Ocupémonos sólo de los grotesco de ella o de lo que esté fuera del orden.
A pocos pasos de las entradas del templo, en los lugares más frecuentados por los hombres, se ve dos mesitas artísticas, bien alumbradas, con una efigie en el centro del tablero. Sentados delante de cada una de ellas, se encuentran tres personas: una ya anciana, que se coloca en el centro, y dos lindas muchachas casaderas a los costados. Dos azafates se ve también en cada mesa, uno lleno de ramilletes de flores menudas, olorosas y bien atadas con cinta celeste, y otro vacío y listo para recibir monedas. El pollo quiere poseer un ramo, no tiene otra cosa que hacer, que depositar un sol en el azafate vacío.
Y en el retorno, cinco azucenas de una mano bien torneada, le entregan el presente de flores. Si bien la señorita sentada a la mesa, está de amores y quien solícita un ramo es su galán, la cosa sube de punto: dos miradas tiernas se cruzan, y el enamorado, deposita rumbosamente una esterlina en el azafate de marras, y siente no tener más dinero que dejar, que por el dejaría una fortuna.
En un intermedio de la distribución religiosa se contiene hasta la respiración; es cuando el melodíum toca meditación y las hembritas doblan la espina dorsal, se tapan la cara con la manta y recapacitan la historia de sus amoríos a favor ¡hágame Ud. católico, apostólico y romano! De la música profana que se está ejecutando: partituras de Norma, o de la Traviata; o de Carlo Magno. Se me dirá que la música de estas tres óperas es deliciosa. Cierto. Nadie puede negarlo. Pero es música para el teatro, o para el salón; no para la casa de Dios, ni para llevar a contrición el coranzoncito de las féminas adorables y adoradas. Así como hay música profana, la hay religiosa, que es la que transporta el espíritu a las altísimas regiones de la Gloria, donde la virtud obtiene sobrada recompensa por los sacrificios terrenales. La misma Santa María Magdalena, cuando abrazó con fe la religión de Cristo ¿Habrá podido seguir con perseverancia los sanos y virtuosos preceptos divinos, si sigue escuchando el canto y la música de Branerges, él cisne de Galilea?
Para concluir con la descripción de la fiesta nocturna, permítasenos una digresión necesaria. En el tiempo del mes de fiesta, un joven docente, de buenas costumbres, de esos que gusta alternar en los salones de tertulia, no puede dedicarse a ese pasatiempo inocente, sin que en alguna de las casas que visita, no le salga la señora, o la hija, con otra cantaleta:
--- Estoy comisionada para comprometer a tres devotos y me he fijado en Ud. por su virtud y su caballerosidad.
Y he aquí que el pobre, cae en el anzuelo como cándido pejerrey y sin poderse excusar, aunque esté con el bolsillo vacío, por no desairar a la dueña de casa, que lo compromete; cae como acabamos de decir, en las horcas caudinas del despilfarro, sin tener la menor devoción por el Santo que se festeja.
Como nadie quiere quedarse atrás en materia de vanidad, se han visto casos de que un devoto, para salir airoso del compromiso, ha tenido que rematar su reloj, su aro de matrimonio y otras prendas queridas.
¿Y por qué el Templo, lugar sagrado para orar, se ha convertido en teatro, con sus distribuciones nocturnas, que hacen con gran aparato y muchas competencias? Ahí nadie va por devoción, sino por exhibicionismo o coquetería y por ver que tal se ha portado don Fulano o son Sutano. Dueños o devotos de la distribución.
Ahora sigamos con nuestro interrumpido relato. Al día siguiente de la fiesta nocturna ----y son tres perdidos para la casa---- la ocupación es devolver a los dueños el diluvio de cosas prestadas. a Ña Sinvergüenza nada le importa que un candelabro esté roto, que un florero le falte un asiento, que un ramo de flores artificiales esté quemado en parte, que un ángel, de esos monstruosos de yesca, esté manco, cojo o tuerto, como el que estos renglones escribe: todo, en el estado en está, destrozado, sucio o raído, es devuelto del mismo templo a sus respectivos dueños, sin que a Ña Sinvergüenza le importe un ardite el favor del préstamo.
El orador que ha irritado su gaznate en un intenso discurso que produjo mucha merma de cera; se conforma con dos vasos de rico Oporto que ha herido y con las ya muy expresivas gracias que, con gran donaire, la da Ña Sinvergüenza. El cura que lució su hermosa capa de coro, llena de rica pedrería, y los presbíteros que estrenaron relucientes casullas bordadas con hilo de oro, están también satisfechos con las "gracias" que modularon los labios de la susodicha. Los infelices individuos que formaron la orquesta, el sacristán, la beatita del negocio de ceras y los indios del acarreo de objetos del templo a las casas, han tenido la recompensa de un vaso de ponche de almendras, leche de burro propiamente dicha, y de algunos potos de chicha. Sólo las bellas del coro femenino, que en templo hicieron las delicias de la concurrencia con sus sonoras y melodiosas voces, han sido bien atendidas y agazajadas en casa de Ña Sinvergüenza, la que no hizo escasear los buenos refrescos, en el baile entusiasta que dio hasta la madrugada. Y luego ¿habrá mocito de estos del día, de estos que se llaman liberales, que no se celebre el celo evangélico de Ña Sinvergüenza, que de puro Valdivieso ha hecho sus distribución religiosa, metiendo el trastorno en su casa y en las casas ajenas mermando el pan de sus hijos? Aún ellos, ateos, herejes que no saben que planeta pisan, no podrán menos de admirar la fe nuestra heroína, ellos tienen ganado el infierno, según lo afirman las virtuosas beatitas de oficio, que calientan todo el día los helados ladrillos de los templos.
Con el trajín de tantos días y con el efectos de la mala noche, Ña Sinvergüenza se ha debilitado. Lo denota la palidez de su semblante. Debe estar, además, bien polvoreada con la tierra que ha levantado en sus ajetreos, y es necesario tomar buenos caldos y buen vino añejo y darse un baño de agua termal.
--- Bruna
Exclama:
--- Anda donde el señor don Pancracio y pídele su caballo prieto entero, y después irás donde Inés y le pedirás su montura de lado americana con todos sus arreos.
La sirvienta, vívísima muchacha, no tarda en conducir a la casa de su patrona, tanto el caballo como la montura. El bruto relincha y se agita en el empedrado patio. El indio mayoral, que a la sazón acaba de llegar de la chácara, montado en su caballejo lanudo, de puna, acompaña a la señora y transcurridas algunas horas, están de regreso en la casa, después de un delicioso baño. En el viajecito se ha roto una de las riendas, pero se la ha remendado con una pita, se ha desgarrado el sobrepelo elegante, pero eso no tiene importancia; el caballo ha sufrido una desolladura, vulgo matadura, en el lomo, por haber sido mal ensillado, pero ya habrá veterinario que lo cure. Los dueños de los arreos y la cabalgadura no repararán seguramente, en tales insignificancias; y si las advierten ¡que remedio!
La agitación del viaje le ha producido una irritación a Ña Sinvergüenza, y el médico llamado para atenderla, le ha recetado un baño de cuerpo entero.
--- Bruna
Grita la señora no bien sale el médico:
--- Anda a mi comadre Panchita y pídele su tina extranjera, esa prenda tiene pintada de color plomo.
La doméstica ha llevado la tina a casa de su ama y en ella se dado el baño prescrito. Ña Sinvergüenza, con una infusión de ingredientes de botica. Más tarde, la pobre Pancha contempla la tina que le ha sido devuelta magullada de un lado, por efecto de un golpe que le dio el conductor.
El hijo de Hipócrates, llamado por segunda vez por Ña Sinvergüenza, después de escuchar el largo relato que sobre su dolencia le hace la paciente, se sienta en la mesa y escribe:
RP.--- Decoeción de amapola 1,000 gramos. Acetato de Plomo 15 gramos. ----.---- (Uso indicado) Galeno.---- 6/12/78".
Ña Sinvergüenza, después de hacerse despachar la receta en una botica cercana.
--- Bruna
Le dice a la sirvienta:
--- Anda donde mi tía Josefita y pídele una jeringa y una tina de asiento.
¡Santa Bárbala doncella, líbrame de esta centella! Solo falta pedir prestada una bace...... ¡si! una base o pedestal que chico como un gallo, aguante como un caballo.
La sirvienta, ha llevado a casa de su patrona tanto la jeringa como la tina; y después de hacer un buen uso de ellos, la enferma los ha devuelto, sin hacerlos asear siquiera. ¡Tontería! Para que tomarse ese trabajo inútil, conociendo la prolijidad de Josefita.
Algunos meses después, enviuda Ña Sinvergüenza y después de haber lloriqueado un tanto por el difunto esposo, enseña las dos hileras de marfil de su dentadura y la serpiente rosada de su lengua, al tenorio que el hace el oso.
Ña Sinvergüenza, llena de placer por el futuro himeneo, y de amor por el Adonis, realiza con mucha algazara su apetecida boda, por segunda vez. No que querido perder su manía: ha pedido prestado platos y pozuelos a su comadre; servilletas a su tía; copas y vasos al cantinero vecino y hasta guantes y velo a una tierna amiguita que recién está gozando de los deleites de la luna de miel.
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Con el nuevo orden de cosas, ha variado también nuestra heroína, que ahora tiene delicadeza personal. Ya no pide nada prestado y le agrada hacerlo todo de su peculio, sin molestar a nadie.
¡Loado sea Dios que ha hecho una metamorfosis provechosa y digna!
Por tanto, nuestra misión ha terminado, y ponemos con agrado punto final bien redondo.
Huarás, 1880.
Esta es una fiel copia de la original que fue publicada en la Revista Folklore . Primera Edición - Año 1 N° 1, Setiembre de 1,942.
Guillermo Gonzalo Sánchez Achutegui
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2 comentarios:
Excelente ! Felicidades y bendiciones ! Gracias por compartir !! Feliz viernes!
Imborrables recuerdos de esta revista, obra de mi tío Florencio de la Sierra.
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