Miguel de Cervantes Saavedra es uno de los nombres más importantes de la literatura española. Pero más allá de las letras, tuvo una vida aventurera en la que no faltaron batallas, cautiverios y fugas.
EL MANCO DE LEPANTO
El expansionismo otomano era en aquel momento un motivo de gran preocupación en toda la Europa cristiana. En 1571 se creó la Liga Santa, una coalición militar auspiciada por el papado para hacer frente a los turcos; el 7 de octubre de ese mismo año, seiscientas naves entraron en combate en Naupacto (Grecia), ciudad conocida también como Lepanto y que daría nombre a una de las batallas navales más famosas de la historia.
Haber participado en la batalla de Lepanto fue siempre uno de los mayores orgullos de Cervantes, que la definió como “la más alta ocasión que vieron los siglos pasados, los presentes, ni esperan ver los venideros”, a pesar de que en ella perdió el uso de la mano izquierda cuando una bala le seccionó un nervio. Por ello se ganó el apodo de “manco de Lepanto” y él mismo, cuando se dedicó a la escritura, añadió a su apellido el de “Saavedra”, que en dialecto argelino significa precisamente “manco”.
El almirante Álvaro de Bazán, uno de los principales comandantes de la flota, alabó a Cervantes por su valentía, ya que combatió aun estando “malo y con calentura”, es decir enfermo. El haber perdido el uso de una mano no fue un impedimento para que, a los pocos meses de la batalla, se reincorporara al ejército y participara en otras tantas batallas. Pero en septiembre de 1575, durante el viaje de regreso a casa desde Nápoles, sucedió algo que iba a cambiar de nuevo su vida.
Haber participado en la batalla de Lepanto fue siempre uno de los mayores orgullos de Cervantes, a pesar de que en ella perdió el uso de la mano izquierda
A la altura del Golfo de Roses, en el litoral catalán, la galera en la que viajaban los dos hermanos Cervantes fue capturada por una flotilla musulmana y llevada a Argel. Miguel, que tenía consigo una carta de recomendación de Juan de Austria -hijo ilegítimo del emperador Carlos V y comandante de la armada cristiana que había combatido en Lepanto- fue tomado por un personaje importante y capturado con la expectativa de recibir un cuantioso rescate por él.
Cervantes pasó cinco años en Argel como esclavo, mientras su familia intentaba reunir los quinientos escudos de oro que pedían como rescate. Durante este tiempo intentó organizar cuatro fugas junto con sus compañeros y su hermano, todas infructuosas; con cada fracaso se intensificaba la vigilancia sobre él y sus condiciones de cautiverio empeoraban, pero eso no le hacía desistir de volver a intentarlo.
Cervantes pasó cinco años en Argel como esclavo y organizó cuatro tentativas fallidas de fuga
Después del primer intento de fuga su familia consiguió al menos parte del rescate, suficiente para liberar a su hermano: Rodrigo volvió a casa, no sin antes pactar con Miguel un plan para liberarlo a él enviando una nave a la cosa argelina para recogerlo en una cueva; pero la nave fue apresada y el segundo intento de fuga terminó mal también. El tercero y el cuarto fracasaron incluso antes de empezar, uno porque el mensajero que debía solicitar ayuda española fue preso y el otro porque el mercader sobornado le traicionó y reveló el plan.
En 1580 le llegó finalmente la libertad mediante el pago del rescate por parte de los miembros de la Orden de la Santísima Trinidad, que entre otras cosas se ocupaba de la liberación de cautivos cristianos mediante donaciones y colectas. En octubre de aquel año pudo regresar a casa junto con otros prisioneros liberados.
A la altura del Golfo de Roses, en el litoral catalán, la galera en la que viajaban los dos hermanos Cervantes fue capturada por una flotilla musulmana y llevada a Argel. Miguel, que tenía consigo una carta de recomendación de Juan de Austria -hijo ilegítimo del emperador Carlos V y comandante de la armada cristiana que había combatido en Lepanto- fue tomado por un personaje importante y capturado con la expectativa de recibir un cuantioso rescate por él.
Cervantes pasó cinco años en Argel como esclavo, mientras su familia intentaba reunir los quinientos escudos de oro que pedían como rescate. Durante este tiempo intentó organizar cuatro fugas junto con sus compañeros y su hermano, todas infructuosas; con cada fracaso se intensificaba la vigilancia sobre él y sus condiciones de cautiverio empeoraban, pero eso no le hacía desistir de volver a intentarlo.
Cervantes pasó cinco años en Argel como esclavo y organizó cuatro tentativas fallidas de fuga
Después del primer intento de fuga su familia consiguió al menos parte del rescate, suficiente para liberar a su hermano: Rodrigo volvió a casa, no sin antes pactar con Miguel un plan para liberarlo a él enviando una nave a la cosa argelina para recogerlo en una cueva; pero la nave fue apresada y el segundo intento de fuga terminó mal también. El tercero y el cuarto fracasaron incluso antes de empezar, uno porque el mensajero que debía solicitar ayuda española fue preso y el otro porque el mercader sobornado le traicionó y reveló el plan.
En 1580 le llegó finalmente la libertad mediante el pago del rescate por parte de los miembros de la Orden de la Santísima Trinidad, que entre otras cosas se ocupaba de la liberación de cautivos cristianos mediante donaciones y colectas. En octubre de aquel año pudo regresar a casa junto con otros prisioneros liberados.
Cervantes, el aventurero que creó el Quijote
NO HAY MAL QUE POR BIEN NO VENGA
A pesar de los problemas personales que le había supuesto su cautiverio, Cervantes supo aprovechar en cierta medida esos cinco años de cautiverio y usarlos de inspiración para algunas de sus obras, como Los baños de Argel y Los tratos de Argel, que transcurren precisamente en la ciudad que había sido su prisión. Además, sus conocimientos de la cultura del norte de África le sirvieron para algunas misiones encomendadas por Felipe II, con las que esperaba pagar las deudas contraídas para su rescate y ganarse el favor del rey.
Tras su retorno no dejó de meterse en problemas, aunque podían parecer una nimiedad comparados con lo que había pasado. En 1597 fue a parar a la cárcel de Sevilla bajo la acusación de haberse apropiado de dinero público en las misiones encomendadas por la Corona. Fue precisamente en este segundo cautiverio cuando dio a luz la obra que lo convertiría en una de las figuras más importantes de la literatura universal: El ingenioso hidalgo Don Quijote de la Mancha, que se publicaría por primera vez en 1605.
En 1597 Cervantes fue preso en la cárcel de la Sevilla, donde dio a luz su obra universal, El Quijote
Cervantes se acercaba en aquel entonces a los sesenta años y ya no podía partir en busca de más emociones. A partir de entonces serían sus personajes quienes las vivirían por él, en especial aquel hidalgo venido a menos que, a pesar de su edad, no dudaría en lanzarse a los caminos a vivir aventuras, eso sí, mucho más cómicas que las que había sufrido su creador.
A pesar de los problemas personales que le había supuesto su cautiverio, Cervantes supo aprovechar en cierta medida esos cinco años de cautiverio y usarlos de inspiración para algunas de sus obras, como Los baños de Argel y Los tratos de Argel, que transcurren precisamente en la ciudad que había sido su prisión. Además, sus conocimientos de la cultura del norte de África le sirvieron para algunas misiones encomendadas por Felipe II, con las que esperaba pagar las deudas contraídas para su rescate y ganarse el favor del rey.
Tras su retorno no dejó de meterse en problemas, aunque podían parecer una nimiedad comparados con lo que había pasado. En 1597 fue a parar a la cárcel de Sevilla bajo la acusación de haberse apropiado de dinero público en las misiones encomendadas por la Corona. Fue precisamente en este segundo cautiverio cuando dio a luz la obra que lo convertiría en una de las figuras más importantes de la literatura universal: El ingenioso hidalgo Don Quijote de la Mancha, que se publicaría por primera vez en 1605.
En 1597 Cervantes fue preso en la cárcel de la Sevilla, donde dio a luz su obra universal, El Quijote
Cervantes se acercaba en aquel entonces a los sesenta años y ya no podía partir en busca de más emociones. A partir de entonces serían sus personajes quienes las vivirían por él, en especial aquel hidalgo venido a menos que, a pesar de su edad, no dudaría en lanzarse a los caminos a vivir aventuras, eso sí, mucho más cómicas que las que había sufrido su creador.
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