Mientras que en su país natal, Estados Unidos, era despreciada por el color de su piel, en París Josephine Baker puso al público a sus pies. Allí se convirtió en una bailarina inimitable, de fama internacional, pero también actuó como agente de la Resistencia, y acabó convertida en un auténtico icono político y en una superestrella.
Nacida en San Luis (Misuri) el 3 de junio de 1906, a Josephine le tocaron vivir tiempos duros y brutales durante su infancia, en una época especialmente complicada para los afroamericanos. A los once años presenció la masacre de San Luis, en la que durante dos días de julio de 1917, centenares de negros fueron asesinados, sus casas incendiadas y más de 6.000 fueron expulsados de la ciudad. Josephine y su madre se libraron, pero no así muchos de sus amigos que murieron ante sus ojos. Su infancia estuvo marcada por el maltrato, los abusos y las malas condiciones de vida que le ofrecían los dueños de la casa donde su madre trabajaba: la obligaban a dormir en una caja de madera en en un sótano (en compañía de un perro de tres patas).
Su infancia estuvo marcada por el maltrato, los abusos y las malas condiciones de vida que le ofrecían los dueños de la casa donde su madre trabajaba: la obligaban a dormir en una caja de madera en en un sótano.
A los trece años, Josephine trabajaba como camarera en el Old Chauffeur's Club, donde conoció al músico Willie Wells con quien se casó ese mismo año. La relación apenas duró unos meses y Josephine no tardó en divorciarse. Si algo tenía claro la joven Josephine es que lo único que la podía sacar de la pobreza era su don para la danza, y cuando le dieron la oportunidad de bailar ante el público, nunca más volvió a bajar del escenario. A los catorce años se ganaba la vida bailando en la calle hasta que se unió a un trío de artistas callejeros y conoció a Willie Baker, un guitarrista de blues, con el que se casó poco después. Su segundo matrimonio tampoco duró mucho. Josephine quería ser una mujer independiente y, desoyendo los consejos de su madre, dejó a su marido, del que solo conservaría el apellido, y se marchó a Broadway. Allí empezó a trabajar en el Plantation Club, donde conoció a Caroline Dudley Reagan, esposa del agregado comercial de la embajada de Estados Unidos en París, Donald J. Reagan. Éste vio un gran potencial en la joven y le propuso ser la protagonista de un espectáculo que quería montar en París, cobrando 250 dólares a la semana.
JOSEPHINE Y SU GUEPARDO CHIQUITA EN LA DÉCADA DE 1920.
DE CAMINO AL ESTRELLATO
El nombre de Josephine no pasaría desapercibido en la capital del mundo del espectáculo. Josephine era la estrella absoluta del show La Revue Nègre. Su número estaba, sin embargo, cargado de estereotipos raciales. Josephine bailaba espasmódicamente los ritmos del compositor Sindney Bechet y su cuerpo desnudo, cubierto tan sólo por una escueta falda de bananas hechas de tela, extasió de tal forma a los parisinos que el espectáculo se convirtió en un gran éxito. En plena ebullición del art déco y de la reivindicación del arte africano, el productor incorporó al espectáculo a una impresionante hembra de guepardo a la que llamó Chiquita y que Baker adoptó después. Chiquita y Josephine se hicieron inseparables, y la bailarina vistió a su nueva amiga con un costoso collar de diamantes. Pero el guepardo no fue su único animal de compañía: tenía una cabra llamada Toutoute que vivía en el camerino de su club nocturno, un loro con el que hablaba antes de salir a escena, una boa y un cerdo llamado Albert que vivía en su cocina y al que perfumaba con Je Reviens, el perfume más chic del momento.
En plena ebullición del art déco y de la reivindicación del arte africano, el productor incorporó al espectáculo de Josephine una impresionante hembra de guepardo a la que llamó Chiquita y que Baker adoptó después.
Todos los días, Josephine recibía propuestas de matrimonio de sus decenas de pretendientes. Uno de ellos fue el conde Pepito de Abatino, como se hacía llamar pomposamente Guiseppe Abatino, que en realidad era un albañil siciliano. A Josephine le daba igual su origen y se convirtieron en inseparables. Aunque no podían casarse porque ella aún seguía casada con su segundo marido, él se convirtió en su esposo in pectore. Lo que no significa que le fuese fiel: la bailarina tuvo romances con decenas de hombres y unas cuantas mujeres entre las que se contaba la escritora Colette, a cuya dualidad amorosa Josephine dedicó su canción más famosa: J’ai deux amours (Tengo dos amores), aunque algunos, inocentemente, creyeron que la artista se refería a Estados Unidos, su país natal, y a Francia.
CARTEL QUE ANUNCIA EL ESPECTÁCULO LA REVUE NÈGRE EN 1925.
UNA ESTRELLA DESPRECIADA EN SU PAÍS
En 1935, Josephine Baker regresó a Estados Unidos convertida en una estrella y dispuesta a demostrar hasta dónde era capaz de llegar una niña afroamericana y pobre de Misuri. Para su desgracia, las cosas no habían cambiado en su país natal y volvió a sentir el desprecio de sus compatriotas por el mero hecho de tener un color de piel distinto (se veía obligada a entrar en su hotel por la puerta de atrás). De regreso a Francia decidió no volver a Estados Unidos y adoptó la nacionalidad francesa al casarse con el industrial Jean Lion, del que se separaría pasado un año. Su regreso a Francia supuso un nuevo éxito. Janet Flanner, la cronista de The New Yorker en París, describió su nuevo espectáculo de esta manera: "Tiene tantas escaleras como un sueño freudiano, posee coros de bailarines importados de Inglaterra, un ballet ruso completo, palomos amaestrados, un guepardo vivo, montañas rusas, el más bonito decorado veneciano del siglo, hectáreas de hermosos vestidos, los cuatro mejores bailarines de can can en cautividad, un número de suspense en el que Miss Baker es rescatada de un tifón por un gorila y un ballet aéreo de pesadas señoras italianas rebotando sobre alambres".
Para su desgracia, las cosas no habían cambiado en su país natal y volvió a sentir el desprecio de sus compatriotas por el mero hecho de tener un color de piel distinto.
Un año antes de la invasión alemana de Francia, Josephine recibió la visita de un alto cargo de la inteligencia francesa. Conscientes de que su popularidad le permitiría acceder a cualquier lugar, pretendían reclutarla para el servicio de espionaje. Ante al proposición, la respuesta de la artista fue: "Francia es el país que me adoptó sin reservas. Estoy dispuesta a dar mi vida por ella". Convertida en un importante miembro de la Resistencia, sus actuaciones eran la mejor excusa para que pudiese desplazarse por una Europa en guerra y su estatus le permitía acceder a embajadas y a las mansiones de gente adinerada y poderosa. Exhibiendo su proverbial simpatía cantaba y bailaba, y se marchaba con información importante escrita con tinta invisible y oculta en partituras que guardaba en su ropa interior. Nadie la registraba, solo le pedían autógrafos. Viajó por toda Europa y parte de África; en Casablanca colaboró con una red que ayudaba a los judíos a huir a Sudamérica. Baker se ofreció también como voluntaria a la Cruz Roja para trabajar como enfermera y como piloto. Pero su ayuda también fue más mundana: cantó y bailó para las tropas aliadas. En sus actuaciones impulsó la confraternización entre soldados negros y blancos
MAURICE CHEVALIER Y JOSEPHINE BAKER RODEADOS DE SOLDADOS TRAS UNA ACTUACIÓN EN 1939.
EL AVE FÉNIX
Aunque sabía que en Estados Unidos no estaba tan bien considerada como en Europa, Josephine Baker volvió de nuevo a su país a principios de los años cincuenta con la Legión de Honor bajo el brazo. Otra vez en Nueva York se le negó el acceso a nada menos que treinta y seis hoteles por el color de su piel, y lo mismo le sucedió en Las Vegas; a pesar de ello, Josephine estaba empeñada en triunfar en su tierra. Inició una gira en la que impuso una cláusula ineludible: no actuaría en locales segregados fuera cual fuese la cantidad que le ofrecieran. En Miami le ofrecieron 100.000 dólares, que rechazó, y tuvieron que aceptar la presencia de hombres y mujeres afroamericanos entre el público. La gira estadounidense de Baker culminó con un desfile frente a 100.000 personas en Harlem para honrar su título de Mujer del Año otorgado por la Asociación Nacional para el Avance de las Personas de Color.
Josephine Baker inició una gira en Estados Unidos en la que impuso una cláusula ineludible: no actuaría en locales segregados sea cual fuese la cantidad que le ofrecieran.
Josephine Baker asistió a la legendaria marcha de Martin Luther King sobre Washington en 1963, el día en que el líder de la lucha por los derechos civiles pronunció su célebre frase: "Yo tengo un sueño". Orgullosa y ataviada con su uniforme militar y sus condecoraciones, fue la única mujer que habló ante los 300.000 asistentes al acto. Un año después sufriría dos infartos y una embolia, que minaron notablemente su salud.
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