https://historia.nationalgeographic.com.es/a/jerjes-gran-rey-persas_19887
Aclamado como el «rey de esta tierra grande e inmensa», Jerjes fracasó en la mayor empresa de su reinado: la invasión de Grecia en el año 481 a.C., y se vio envuelto en toda suerte de intrigas palaciegas hasta que murió asesinado.
En el año 518 a.C., Darío I empezó la construcción de una nueva capital, Persépolis, para convertirla en la sede dinástica y espiritual de su inmenso imperio. Cuando murió, su hijo Jerjes prosiguió los trabajos.
Sin duda, no fue un monarca afortunado. A pesar de su fama de vividor y su entrega al lujo, no parece que Jerjes lograra disfrutar de sus cuatro lustros de reinado. Menos dotado para los asuntos de gobierno que su padre Darío I, las informaciones disponibles, muy contrarias a su persona, lo dibujan como un hombre más inclinado a los placeres de corte que al ejercicio del buen gobierno.
Tal habría sido la causa, según el relato del historiador griego Heródoto, del fracaso de la gran invasión de Grecia que Jerjes lanzó en el año 481 a.C. Sin embargo, sería un error reducir su reinado a ese episodio y creer a pie juntillas todo lo que dice Heródoto en su historia –pese a que, sin duda, estaba muy bien informado sobre el modo de vida de los persas, quizás a través de un nieto del propio Jerjes, Zópiro, quien hacia 440 a.C. se refugió en Atenas–.
Faraón de la Dinastía XXVII de Egipto
https://es.wikipedia.org/wiki/Batalla_de_Platea
Moneda del reinado de Jerjes, siglo V a.C.
El rey Darío, padre de Jerjes, aparece entronizado en este relieve. Museo Arqueológico, Teherán.
Durante el reinado de Jerjes se completaron algunas grandes estructuras en Persépolis, como la Puerta de Todas las Naciones (arriba), a la que se accedía por una gran escalinata.
El único logro de los griegos que se sacrificaron en el afamado desfiladero fue retrasar el avance persa. No obstante, aquel gesto sirvió desde entonces y para siempre como emblema del arrojo espartano y del amor de los griegos a la libertad. En efecto, a pesar de la inmolación de Leónidas y sus trescientos hombres, los persas entraron en territorio beocio, tomaron Tebas y, a continuación, Atenas, cuya Acrópolis fue saqueada. El templo de madera de Atenea fue incendiado y sobre sus ruinas se erigiría más tarde el Partenón.
UNA DERROTA IMPREVISTA
La flota persa de invasión, compuesta principalmente por naves fenicias, sufrió en el año 480 a.C. un grave revés en las costas de Salamina, la isla en la que se habían refugiado los atenienses que habían desalojado el Ática ante el avance persa. Cuenta Heródoto el artificio teatral montado por el Gran Rey para seguir el curso de la naumaquia. Hizo instalar en un altozano un trono desde el que era visible el estrecho de Salamina, por el que habían de avanzar sus barcos, y desde allí dictaba el nombre de sus generales a los escribas. No podía esperar que el astuto Temístocles le ganaría la partida al organizar una emboscada naval que culminó con una rotunda victoria griega. La derrota forzó a Jerjes a retirarse a Asia y dejó al mando de su general Mardonio los asuntos de Grecia, que seguía casi en su totalidad bajo dominio persa.
El rey Leónidas se midió con el imponente ejército del rey persa en el paso de las Termópilas, al frente de trescientos espartanos. óleo por Jacques-Louis David. siglo XVIII. Museo del Louvre, París.
Friso de los arqueros, en Persépolis. algunos edificios estaban decorados con estos frisos esmaltados que representan a los inmortales, la guardia personal del gran rey. Museo de Pérgamo, Berlín
Heródoto describe con detalle el sistema administrativo y los recursos materiales del Estado aqueménida y enumera los pueblos que abarcaba, mencionando para cada uno los impuestos de las satrapías. Jerjes llevó a cabo asimismo una notable actividad constructiva, sobre todo en Persépolis, donde completó el palacio de la Apadana de su padre Darío. Una inscripción evoca esta faceta de su reinado: «Al hacerme rey, construí muchas maravillas. Conservé lo que se había construido bajo mi padre y añadí otros edificios. Todo lo que yo construí y lo que mi padre construyó fue construido con el favor de Ahura Mazda».
INTRIGAS PALACIEGAS
Al mismo tiempo, el palacio de Jerjes en Susa fue escenario de toda suerte de intrigas. Este ambiente queda reflejado en el libro bíblico de Ester, una especie de novela histórica sobre una doncella judía que se convirtió en concubina y esposa de Asuero –el nombre que se da en la Biblia a Jerjes– y que logra desbaratar el plan de un ministro persa para aniquilar totalmente a la comunidad judía del Imperio persa. Heródoto, por su parte, cuenta también los secretos de la vida palaciega en Susa y las intrigas de los cortesanos con detalles fidedignos y desenlaces a menudo sangrientos.
Por ejemplo, la relación de Jerjes con la esposa de su hermano Masistes propició una terrible venganza por parte de la mujer del rey, Amestris. Ésta, según Heródoto, «ordenó que le cortaran los pechos –que mandó arrojar a los perros– y que le arrancaran la nariz, las orejas, los labios y la lengua, enviándola luego a su casa terriblemente mutilada». Amestris alcanzó una edad avanzada y, según Heródoto, como agradecimiento a los dioses mandó enterrar vivos a catorce jóvenes de familias nobles.
En Naqs-i Rustam, al norte de Persépolis, cuatro soberanos aqueménidas excavaron sus tumbas en la roca, con fachadas en forma de cruz: Darío I, Jerjes I, Artajerjes I y Darío II.
En cuanto a Jerjes, murió víctima de una conspiración de palacio, a manos de Artabano, su hazarapeta o visir. Las luchas en la corte se prolongarían con el asesinato de Darío, el hijo y sucesor de Jerjes, hasta que al final tomó el poder Artajerjes I, otro de sus hijos.
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