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lunes, 7 de agosto de 2023

SUICIDIOS HISTÓRICOS: La misteriosa muerte de Cleopatra.

Hola amigos: A VUELO DE UN QUINDE EL BLOG., recordar a la reina Cleopatra, es sin a lugar a dudas retroceder el tiempo para admirar a una mujer hermosa, descendiente de la Dinastía de los Ptolomeo, faraones de origen griego que gobernaron a Egipto desde Alejandría.
Cleopatra, que se había convertido en amante de Marco Antonio, con quien tuvo tres hijos, se enfrentaron a Octavio, que finalmente los venció, el costo de esta derrota significaba que Cleopatra VII iría presa a Roma y sea exhibida como botín de guerra, pero ella tomó la determinación de suicidarse y lo hizo entre el 10 o 12 de agosto del 30 a.C., era el destino seguir a su amado Marco Antonio y logró su pasaporte al Más Allá con la mordedura de una áspid egipcia, con una muerte dulce dejaba este mundo la última reina de los Ptolomeo.
Octavio muy indignado y con terrible frustración no logró pasear por las calles de Roma a una reina humillada y cargada de cadenas de oro, ella así logró una victoria con su muerte; aunque, hay controversias de como murió la reina, muchos historiadores no aceptan la tesis de la mordeduras de la áspid, por que de ser cierto tuvo que morder a ella y sus dos fieles criadas., su muerte sigue siendo un misterio en este mundo........ siga leyendo...... 



Escultura romana de Cleopatra con una diadema real, de mediados del siglo i a. C. (época de sus visitas a Roma en 46-44 a. C.) encontrada en una villa italiana en la Vía Apia, actualmente expuesta en el Altes Museum


Carme Mayans
Carme Mayans
Redactora de Historia National Geographic


Cleopatra probando venenos con condenados a muerte (1887), de Alexandre Cabanel.



Cleopatra (1633-1635), de Artemisia Gentileschi

La reina de Egipto mira por la ventana, hacia el puerto de Alejandría, hacia el horizonte… Ha tomado un relajante baño y acaba de cenar. No tenía hambre, desde luego. Y es que las circunstancias no son las mejores. De hecho, ha sido su última comida. A partir de ahora debe prepararse para el viaje final, para dirigirse con determinación al lugar donde reinan los dioses, y donde con suerte volverá a reunirse con su amado Marco Antonio, cuyo cuerpo aún caliente yace en el mausoleo preparado para el descanso final de la pareja gracias al permiso de Octavio, el vencedor de la guerra. Suspira. Ha llegado la hora. Es mejor no dilatarlo más. Se gira para mirar con cariño a sus dos fieles sirvientas, Iras y Carmión, que la acompañan en este duro trance. Vestida con sus mejores galas y adornada con sus más preciadas joyas, Cleopatra se tumba en el diván. Una de las jóvenes le acerca una cesta repleta de higos donde se oculta su pasaporte al más allá: un áspid egipcio. Tras la mordedura del ofidio, rápida, que le causará una muerte dulce, la última de los ptolomeos dejará este mundo a los 39 años para reunirse finalmente con los dioses, para convertirse en la nueva Isis y pasar a formar parte, para siempre, del mito.


La muerte de Cleopatra (1658), de Guido Cagnacci.

De este modo se ha contado tradicionalmente el final de Cleopatra VII un 10 o 12 de agosto del año 30 a.C. Que fuera exactamente así es otro tema. Lo que sí está claro es que la muerte de Cleopatra tuvo para Octavio, que logró vencer a la reina y a su amante en Actium y, con ello, hacerse con el control de Egipto, un sabor agridulce. Al parecer, Cleopatra, que se hallaba cautiva en su palacio de Alejandría, le había enviado una carta poco antes de morir en la que le pedía ser enterrada en su mausoleo, junto a Marco Antonio, el padre de tres de sus hijos. Cuando recibió la misiva, Octavio, alarmado, envió a sus hombres a las estancias de Cleopatra para impedir lo que parecía un más que probable intento de suicidio. Pero llegaron demasiado tarde. Cuando irrumpieron en la habitación, tanto la reina como sus dos fieles sirvientas habían muerto. En realidad, no era eso lo que pretendía  el hombre más poderoso de Roma. Cleopatra era la joya de su desfile triunfal, la guinda del pastel, y se había quedado sin ella. Ya no podría pasearla cargada con cadenas de oro por las calles de Roma. La reina se había sustraído a esa humillación final ante la impotencia y la indignación del vencedor. De hecho, el historiador romano Tito Livio narra que cuando se reunió con Octavio tras la muerte de Antonio, Cleopatra le dijo claramente que "no seré exhibida en un triunfo". Como así fue.


Cleopatra y Marco Antonio en el anverso y reverso, respectivamente, de una tetradracma de plata acuñada en la ceca de Antioquía en el año 36 a. C.


Efectivamente, el futuro Augusto no pudo mostrar a sus compatriotas a la vencida Cleopatra atada a su carro triunfal. Tuvo que conformarse con pasearla en efigie. Pero ¿qué tipo de efigie? Según cuenta el poeta Propercio, que fue testigo presencial del triunfo de Octavio en Roma, se trataba de una imagen (no concreta de qué tipo) que representaba a la fallecida reina con sendas serpientes que mordían cada uno de sus brazos, en clara referencia a la causa de su muerte. Plutarco también dice que la efigie de la reina pudo ser una estatua. Pero aunque la reina no desfiló en el triunfo, sí lo hicieron los hijos que esta tuvo con Marco Antonio: Ptolomeo Filadelfo y los mellizos Alejandro Helios y Cleopatra Selene. Los niños fueron acogidos después por Octavia, hermana de Augusto y hasta hacía poco tiempo esposa de Marco Antonio. No conocemos el destino final de los dos varones, aunque sí el de Cleopatra Selene, que acabaría casándose con Juba II, rey de Mauritania.


El banquete de Cleopatra (1744), de Giovanni Battista Tiepolo, expuesto en el National Gallery of Victoria, Melbourne.


Pero no todo fue piedad en Octavio. El nuevo amo de Egipto ordenó asesinar al joven Cesarión, el hijo que Cleopatra había tenido con Julio César y que estaba llamado a sucederla. Cesarión representaba un peligro para los planes que el futuro emperador tenía sobre Egipto. No podía permitirse la presencia de un peligroso rival. De todos modos, Octavio finalmente sí cumplió con la palabra dada a la derrotada reina y permitió que esta fuera enterrada en su mausoleo alejandrino.


Cleopatra y su hijo Cesarión en el Templo de Dendera.


Todo esto es lo que cuenta la historia oficial, pero ¿sabemos de verdad cómo murió Cleopatra? ¿Fue realmente a consecuencia de la mordedura de un áspid? El tema viene despertando ya desde la Antigüedad mucha polémica. Y poco acuerdo. Porque ¿cómo pudo entrar una serpiente en la estancia donde se encontraba la reina, que estaba sometida a vigilancia? (de hecho, Plutarco dice que Octavio encargó expresamente a su liberto Epafrodito la custodia de la soberana). Por su parte, Dion Casio y Plutarco ofrecen varias versiones de la historia, entre ellas la de que el ofidio entró oculto en una cesta de higos, aunque también dicen que pudo haberlo hecho en una hidria, una jarra para contener agua.


La muerte de Cleopatra (1796-1797), de Jean-Baptiste Regnault.


Existen más versiones respecto a la muerte de la reina, y de nuevo Dion Casio y Plutarco se hacen eco de ellas. Una explica que fue la misma Cleopatra quien se habría clavado un alfiler untado con un potente veneno, que llevaba oculto entre sus cabellos. Este veneno, al parecer, en contacto con la sangre provocaría una muerte rápida e indolora (se decía que Cleopatra había invertido mucho tiempo en experimentar con venenos para encontrar el más adecuado en caso de tener que hacer uso de él, como finalmente así fue). Asimismo, otros historiadores antiguos como Floro y Veleyo Patérculo apoyan la teoría del áspid, y el médico romano Galeno también la menciona, aunque dice que Cleopatra podría haberse arañado un brazo para introducir en el corte el veneno que le proporcionaron oculto en un recipiente.

Tampoco entre los historiadores actuales existe demasiado consenso sobre cómo murió Cleopatra. Son muchos los que no creen en la versión de la serpiente, principalmente porque no es un método de suicidio muy fiable, y además el reptil tuvo que acabar con la vida de tres personas: la reina y sus dos sirvientas. Otro elemento que hace que sea difícil aceptar que Cleopatra fuese mordida por una serpiente es el hecho de que su mordedura habría causado una muerte dolorosa, con convulsiones y contracciones faciales. Algo que seguro que no era la idea que tenía Cleopatra de una muerte digna. Pero también los hay que piensan que Cleopatra fue asesinada por Octavio, que habría ordenado su envenenamiento o que incluso habría permitido a la reina escoger la forma en que prefería morir.

Estatua egipcia de Arsínoe II o Cleopatra como diosa egipcia en basalto negro de la segunda mitad del siglo i a. c.,420​ expuesta en el Museo del Hermitage.


La Venus Esquilina, una estatua romana o helenoegipcia de Venus (Afrodita) que puede ser una representación de Cleopatra,421​ expuesta en los Museos Capitolinos.


Sea como fuere, Octavio, como hemos apuntado antes y según afirman las fuentes, sí consintió que Cleopatra y Marco Antonio compartieran eternidad, y dejó que los amantes fueran enterrados en el mausoleo real de la soberana. Es posible que fuera así, aunque tampoco tenemos constancia de ello puesto que la tumba de Cleopatra jamás ha sido hallada. De hecho, no hay demasiadas pistas sobre su posible paradero. ¿Se encuentra, tal vez, sumergida bajo las aguas del puerto de Alejandría? ¿o quizá se halla en Taposiris Magna, como parece creer la  la egiptóloga dominicana Kathleen Martínez? El caso es que ni las exploraciones bajo las aguas del puerto de Alejandría ni las excavaciones en Taposiris, en la actual Abusir, a 45 kilómetros de Alejandría, han sacado a la luz nada que aporte ninguna pista sobre la tumba perdida de la última de los ptolomeos. Tal vez el destino, el hado, crea más conveniente que tanto la enigmática muerte de Cleopatra como el paradero de su cuerpo, enterrado según la leyenda en su mausoleo alejandrino repleto de maravillosos tesoros, sigan formando parte de los grandes enigmas de la historia.


La llegada de Cleopatra a Cilicia (1821), de William Etty, expuesto en la Lady Lever Art Gallery de Port Sunlight, Inglaterra.


NATIONAL GEOGRAPHIC
Guillermo Gonzalo Sánchez Achutegui

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