martes, 19 de agosto de 2025

La leyenda de la puñalada por la espalda: ¿Por qué Hitler quiso exterminar a los judíos? El bulo que motivó el ascenso de los nazis

 Hola amigos: A VUELO DE UN QUINDE EL BLOG., la Revista National Geographic, nos alcanza un reportaje, buscando los motivos y razones que tuvo el líder nazi Adolf Hitler para odiar a los judíos, hay tantas especulaciones que hasta no se descarta que una chica de ascendencia judía Stefanie Rabatsch, lo rechazó, otros dicen que cuando estudiaba tuvo profesores judíos y lo desaprobaban en sus tareas y todas razones se sumó la pesudo ciencia racial y el darwinismo, quienes sostenían que las razas inferiores (judíos), eslavos y gitanos deben desaparecer para que supuestamente la raza humana mejore.
Pero, la teoría de la llamada "Puñalada por la espalda", que según él, los judíos y socialistas, entregaron a Alemania a la rendición en la Primera Guerra Mundial, ya que nunca perdió la guerra en el campo de batalla, esa obsesión le generó un odio visceral contra los judíos......................... siga leyendo................. 


Adolf Hitler.
Esta imagen ha sido coloreada. La coloración es especulativa y puede diferir significativamente de los colores reales. 

https://es.wikipedia.org/wiki/Archivo:Adolf_Hitler_colorized.jpg 
Wikipedia. 


Adolf Hitler .
Ver la imagen en su resolución original (2079 × 2739 píxeles; tamaño de archivo: 1,04 MB; tipo MIME: image/jpeg
La foto secreta de Hitler que lo muestra como jamás te lo hubieras imaginado. 

https://encyclopedia.ushmm.org/es/a-z/photo?letter=a 
Enciclopedia del Holocausto

https://www.bbc.com/mundo/articles/c74n0dz0939o 

"Hitler estaba destrozado, su rostro era una máscara de miedo y confusión": cómo fueron los últimos días del líder nazi hace 80 años.  

https://historia.nationalgeographic.com.es/a/por-que-hitler-odiaba-tanto-a-judios-bulo-que-motivo-ascenso-nazis_24109  

¿De dónde surgió el antisemitismo visceral de Hitler? Más allá de la ideología racista, hay una mezcla de traumas personales detrás de uno de los odios más viscerales de la historia.

Arbeiter Zeitung


Cuando uno piensa en Adolf Hitler, inevitablemente surge la pregunta de por qué odiaba tanto a los judíos. Aunque el antisemitismo estaba a la orden del día en Europa desde hacía siglos, en el caso de Hitler fue tan intenso como para convertir ese odio en un proyecto político que desencadenaría el Holocausto y arrastraría a Europa a una segunda guerra total. La respuesta no es simple, pero lo cierto es que el antisemitismo de Hitler no surgió de la nada: fue el producto de una combinación de factores sociales y personales que se fueron consolidando desde su juventud.

En la Viena de principios del siglo XX, donde Hitler vivió entre 1908 y 1913, el antisemitismo estaba muy presente, especialmente entre los nacionalistas alemanes y católicos. Karl Lueger, alcalde de la ciudad y figura admirada por el joven Hitler (en palabras suyas, fue "el alcalde alemán más grande de todos los tiempos"), utilizaba un discurso abiertamente antijudío para movilizar apoyos. Aunque en esa época Hitler aún no mostraba un odio sistemático hacia los judíos, sí empezó a absorber muchas de estas ideas.


En parte, el antisemitismo de Hitler tenía ciertos motivos personales. Algunas fuentes apuntan que habría tenido malas experiencias con profesores judíos durante su adolescencia, lo que podría haber contribuido a generar resentimiento. Incluso se ha especulado con que una chica de ascendencia judía, Stefanie Rabatsch, lo rechazó, lo que alimentó un sentimiento romántico frustrado, aunque esta versión está más cerca del rumor que de la evidencia sólida.

A esto se sumó su obsesión por la pseudociencia racial y el darwinismo social, que presentaba la idea de que los “individuos inferiores” debían desaparecer para que así supuestamente la especie humana mejorase. Eso no solo incluía a las llamadas “razas inferiores” como judíos, eslavos o gitanos, sino también a individuos considerados “desviados”, como los homosexuales, así como aquellos que presentasen algún tipo de discapacidad.

La escalada hacia el Holocausto

Pero aparte de sus traumas personales, hubo un motivo muy específico que llevó su antisemitismo a un nuevo nivel. Durante la Primera Guerra Mundial, Hitler se alistó como voluntario para luchar en el ejército alemán, renunciando a combatir por Austria (donde había nacido) porque su ejército estaba integrado en parte por eslavos y judíos, de los cuales no se fiaba. Y, cuando llegó la noticia del armisticio que pondría final a la guerra, montó en cólera, convencido de que sus sospechas se habían visto confirmadas.

Con la rendición de Alemania, Hitler abrazó con fanatismo una teoría que le marcaría para siempre: la llamada “leyenda de la puñalada por la espalda”. Según esta narrativa, Alemania no había sido derrotada en el campo de batalla, sino vendida por traidores internos judíos y socialistas, que habían saboteado el esfuerzo de guerra desde dentro. Esta idea circulaba entre sectores ultranacionalistas y caló profundamente en Hitler: desde entonces, para él los judíos fueron los responsables directos de la humillación de Alemania.



Ese odio fue escalando con el tiempo. Cuando los nazis llegaron al poder en 1933, su objetivo inmediato fue aislar a los judíos de la sociedad alemana: las leyes de Núremberg de 1935 les quitaron la ciudadanía y prohibieron los matrimonios mixtos. Más adelante se les expulsó del sistema educativo, la administración pública, y se fomentó el boicot a sus negocios. El objetivo, en un principio, no era el exterminio, sino marginalizarlos para que emigrasen.

Más adelante, a medida que el Tercer Reich se preparaba para la guerra, se les internó en guetos. En este fase Hitler, creyendo en la “leyenda de la puñalada por la espalda”, pensaba prevenirse para evitar que, supuestamente, volvieran a boicotear sus planes. De aquí se pasó a la idea de la expulsión total de los territorios del Reich: se consideraron varios destinos posibles; entre ellos, irónicamente, el actual territorio de Israel y Palestina, que estaba bajo mandato británico tras la disolución del Imperio Otomano; o Madagascar, entonces colonia francesa.


Pero este plan se descartó tanto por el coste logístico de trasladar a millones de personas como por el estallido de la Segunda Guerra Mundial, que hizo imposible el transporte masivo por mar. Fue entonces cuando se propuso su exterminio total en los campos de concentración, una decisión que se tomó con una frialdad abrumadora. Buena muestra de ello es que en las discusiones entre los jerarcas del Tercer Reich el debate no giraba alrededor de cuestiones éticas, sino económicas y prácticas: de hecho, si al final se propuso usar cámaras de gas fue, por terrible que parezca, porque los altos mandos militares no querían “desperdiciar” balas.

De todo ello se deduce una lección: Hitler no era un caso excepcional para su época; había otros tan antisemitas como él, puede que incluso más. Lo que le diferenció de ellos fue que él tuvo el poder y la obsesión por llevar a cabo algo con lo que otros de su entorno meramente habían fantaseado.

NATIONAL GEOGRAPHIC
Guillermo Gonzalo Sánchez Achutegui 

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