
-----------------EL NEGRO Y SU AMADA-------------------
Hasta nuestros días se dice que en caserío de Socchapampa, cada año---- en el Día de los Muertos--- se aparecen El Negro y su Amada.
En la época de la conquista, cuando los españoles habitaban Huancabamba y sus alrededores, se trajeron esclavos para que hicieran trabajos forzados.
Se sabía que ningún esclavo podía mirar a una blanca (española) porque sería castigado con la muerte.
No obstante, y como siempre, no podía faltar uno que se enamoró de la hija de sus patrones, quienes vivían en una casa grande de Socchapampa, la que hoy pertenece a la familia Guerrero Núñez, y para colmo la joven también se enamora del esclavo. Ambos se enredan en un romance que solo les permitía verse a escondidas --- por las noches--- en la Loma Jumbo, que hasta hoy existe y es presa de una serie de misterios. Se llama así debido a una planta del mismo nombre, que se ubica en el centro de la loma, la que si se le mira de noche tiene apariencia de personas de acuerdo a la oscuridad o a la luz de la luna.
Cuando podían se juntaban, el esclavo con su amada --- La Blanca--- , a reposar a la sombra de la planta Jumbo. A pesar de sus diferencias, ellos se amaban profundamente; entre ellos había esa química que no tiene cualquier pareja.
Los padres de la joven empezaron a sospechar, pues de la nada desaparecían ambos a la vez. Pero su orgullo era tan grande que se dijeron: "Eso no es cierto, nunca ocurriría algo así con nuestra hija. Ella sabe lo que le pasaría a ella y la negro esclavo, sabe muy bien que ambos morirían".
En aquellos tiempos a todo aquel que cometiese algo parecido se le enterraba vivo. Sin embargo, aun así enviaron a otros esclavos a seguir los movimientos de su hija y del esclavo. La joven, como era astuta, se dio cuenta enseguida, esquivando a sus perseguidores.
Pero un día se descuidaron y fueron descubiertos por uno de los esclavos, quien inmediatamente fue a decir lo visto a los padres de la chica. Los señores trataron de esconder lo sucedido pues amaban a su hija, pero no pudieron seguir haciéndolo ya que la mayoría de gente española rápido se había enterado.
Ya era el 31 de octubre, y solo habían pasado unos días desde el momento en que fueron encontrados infortunadamente los amantes. Como los comentarios eran grandes y el castigo no se podía retrasar, las autoridades determinaron -- finalmente -- que el día primero de noviembre el esclavo y la hija de los españoles serian enterrados vivos, pero por separado para que ni siquiera en agonía pudieran verse.
Se resuelve que le negro sea enterrado en una cueva del cerro Colorado, y la joven española llevada a una de las cuevas de la Manga Manga. Ambos, antes de morir, solo pudieron darse un beso y gritarse amor eterno con la mirada. Extrañamente, los padres desaparecieron del caserío de Socchapampa; se cree que por cuenta propia decidieron regresar a nuestra capital, aunque algunos pobladores comentan que lo que pasó con ellos fue que, al no soportar la pérdida de su única hija, ambos decidieron suicidarse.
La Loma Jumbo, con el pasar de los años, fue convertida en cementerio ( en la actualidad ya no lo es) : los dueños han encontrado restos humanos en este lugar.
Desde la fecha en que ambos amantes fueron enterrados vivos, se dice que cada año, el día primero de noviembre, ambos salen de sus tumbas encontrándose en un lugar neutral entre ambas cuevas en las que fueron enterrados, y realizan su recorrido par allegar al lugar que por mucho tiempo albergó su romance; Loma Jumbo.
En el trayecto entonan canciones que atraen a cualquier vagabundo que se encuentre por estos lugares. En el caso de que alguien se acercara a verlos, sería arrastrado y enterrado vivo en el mismo lugar. Aun después de muertos, el esclavo y la blanca española no pueden estar tranquilos en sus encuentros anuales, pues continúan con el dolor de haber sido asesinados por AMARSE, y como una forma de auto defensa es que matan a los curiosos que pretenden verlos.Esta también es una de las razones, como dice Edgar, por la que ellos encuentran restos humanos en su terreno.
Guillermo Gonzalo Sánchez Achutegui
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