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jueves, 19 de octubre de 2017

MEDIO AMBIENTE : NATURALEZA .- NATIONAL GEOGRAPHIC .- BOTSUANA.- ÁFRICA .- Botsuana, naturaleza en estado puro

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Un gran viaje por los parques naturales más asombrosos del continente africano. Desde las llanuras del desierto del Kalahari al mundo acuático del delta del Okavango y el río Chobe

África en estado puro
Los safaris por Botsuana regalan momentos únicos, como esta escena de caza en la reserva natural de Moremi.
Foto: Brendon Cremer

El rey de las charcas
El hipopótamo, el gran mamífero de las zonas inundadas, es fácil de observar durante las salidas en barca por el delta del Okavango.
Foto: Buena Vista Images / Getty Images

Makgadikgadi
Los baobabs pueblan los alrededores de esta extensa zona de salares situada al sur del P. N. Chobe.
Foto: Mint Images - Frans Lanting / Getty Images
 

Kalahari
Esta región árida se reparte por siete países: Congo, Angola, Zambia, Namibia, Zimbabue, Sudáfrica y Botsuana. En este último, el Coto del Kalahari Central abarca la mayor extensión. 
Foto: Kirill Trubitsyn / Sgutterstock

La gran sabana
Botsuana está cubierta en su mayor parte por praderas y extensiones de arbustos espinosos con alguna acacia y lagunas.
Foto: Janaka / Age Fotostock

Delta del Okavango
Tras 1.400 kilómetros de recorrido, el río Okavango desaparece en medio de un tapiz de verdes y azules de 15.000 km2. 
Foto: Frommenwiler Fredy / Age Fotostock
 
Río Chobe
Un águila pescadora africana (Haliaeetus vocifer) captada en plena pesca. El Chobe concentra la mayor densidad de África de esta magnífica ave.

Safaris sobre el agua
A menudo, para desplazarse por la orografía de Botsuana realizando safaris, es preciso usar medios de transporte como las canoas tradicionales.
Foto: Age Fotostock

Safaris por tierra
Los vehículos todo terreno son los más comunes para llevar a cabo un safari.
Foto: Shutterstock

Un medio de transporte de altura
Otro medio para recorrer largas distancias es mediante las avionetas, que regalan grandes vistas como las de la imagen.
Foto: Sergi Reboredo

Animales a corta distancia
Las barcazas turísticas que se desplazan por el río permiten avistar diferentes animales en sus actividades cotidianas.
Foto: Shutterstock
Pak Muñoz
3 de mayo de 2017
 
Los hipopótamos adoran el agua, razón por la cual los griegos los llamaron "el caballo del río".  Pasan hasta 16 horas al día sumergidos en ríos y lagos para mantener la temperatura de sus enormes cuerpos bajo el cálido sol africano. Los hipopótamos son agraciados en el agua, buenos nadadores y pueden aguantar su respiración bajo esta hasta cinco minutos. Sin embargo, a menudo bastante grandes en multitud de ocasiones tan solo les es necesario caminar sobre los lechos de los ríos o lagos que habitan. Sus ojos y las fosas nasales se encuentran en lo alto de sus cabezas, adaptación que les permite ver y respirar, mientras se encuentran sumergidos. También, de sentirse amenazados, los hipopótamos pueden igualar en tierra la velocidad de un ser en distancias cortas.
Los hipopótamos también segregan una sustancia roja aceitosa, que dio lugar al mito de que sudan sangre. El líquido es en realidad un humectante de la piel y protector solar que también puede proporcionar protección contra los gérmenes.
Al atardecer, los hipopótamos abandonan el agua y se adentran en la tierra para pastar. Pueden viajar hasta 10 kilómetros en una noche para consumir 35 kilos de hierba. Teniendo en cuenta su enorme tamaño, la ingesta de un hipopótamo es relativamente baja.
Los hipopótamos pesan unos 45 kilos al nacer. Cada hembra tiene solamente cría cada dos años. Poco después del nacimiento, la madre y el joven se unen a las escuelas que proporcionan cierta protección contra los cocodrilos, los leones y las hienas.
Antaño los hipopótamos tuvieron una distribución más amplia, pero ahora habitan tan solo en el este del centro y sur del África subsahariana, donde sus poblaciones se encuentra en declive.
 
Se denomina comúnmente cocodrilo a cualquiera de las 14 especies pertenecientes a la familia de los saurópsidos arcosaurios Crocodylidae. Estos reptiles viven en África, América, Asia y Australia y los científicos estiman que aparecieron hace unos 55 millones de años, durante el Eoceno. Con un modo de vida semiacuático, y con una tendencia a vivir en congregaciones, los cocodrilos son depredadores y se alimentan principalmente de otros animales vertebrados, aunque no es raro encontrar algunas especies que se alimenten de moluscos y crustáceos.
Los cocodrilos están dotados de una piel escamosa, muy dura y seca. Sus fosas nasales y sus ojos se encuentran en la parte superior de la cabeza, lo que le permite ver y respirar mientras permanece en el agua. Suelen pasar la mayor parte del día parados, a la espera de que una presa se acerque lo suficiente como para lanzar un ataque súbito. Tienen además cuerpos pesados y metabolismos generalmente lentos, aunque pueden controlar la velocidad de su digestión según la abundancia de presas y de la temperatura ambiente. 
Los cocodrilos del Nilo, por ejemplo, pueden llegar a medir 6 metros y pesar hasta 730 kilos. Sin embargo, su tamaño medio es de unos 5 metros y unos 250 kilos. Se pueden encontrar en el África subsahariana, la cuenca del Nilo y en Madagascar y pueden llegar a vivir entre 50 y 80 años, dependiendo de la especie. 
 
Son animales mamíferos, exclusivamente herbívoros cuya característica principal –además del gran tamaño– es su larga trompa y sus enormes orejas. Se organizan en manadas de unos 20 miembros, miden casi 4 metros los ejemplares más grandes y pueden llegar a pesar más de 6.000 kilos. Suelen vivir alrededor de 70 años y tienen el periodo de gestación más largo de todos los animales: 22 meses. Nada más nacer, las crías ya pesan más de 100 kilos. 
Debido a su gran tamaño, tienen también un cerebro muy grande por lo cual son animales muy inteligentes a los que se asocian comportamientos como el duelo por una pérdida, la asociación con otros miembros, el uso de herramientas, la adopción, el juego e incluso el autorreconocimiento. 
Las orejas de los elefantes actúan como termostato ayudando a soportar el fuerte calor de las zonas donde habitan y su trompa en realidad no es más que una nariz muy desarrollada que también usan como un brazo largo. Los colmillos los usan para buscar comida y agua y son uno de los motivos por los que esta especie se encuentra amenazada, ya que el hombre los utiliza por el valor del marfil. 
 
Es uno de los tres animales más grandes del mundo, junto con el hipopótamo y el elefante, pertenece a la orden de los perisodáctilos, es herbívoro y habita en algunas zonas de África y en el sur del continente asiático. Se conocen cinco especies diferentes: el rinoceronte blanco, el negro, el de la India, el de Sumatra y el de Java. Pesan entre 800 y 1.400 kilos y miden 1,70 metros de media. 
A pesar de que no tienen un gran sentido de la vista, estos animales suelen salir en busca de comida cuando cae la noche para protegerse del calor diurno. Viven unos 60 años de media en condiciones favorables. 
Su nombre en griego significa "nariz" y "cuerno", su rasgo más característico. Uno de los mayores enemigos de este enorme animal es la caza furtiva que realiza el hombre sobretodo en busca de sus cuernos, de los que se dice que tienen propiedades curativas o simplemente son muy preciados como trofeo. 
 
Es uno de los felinos más atractivos directamente emparentado con los jaguares, los guepardos, los tigres y los leones. Como gran y experto depredador, le gusta llevarse a sus presas a las alturas de los árboles, donde se sienten muy cómodos. Allí mantiene la caza a salvo de los posibles carroñeros que a menudo merodean alrededor de sus víctimas.
Generalmente cazan de noche, la mayoría de los ejemplares habitan en los bosques, selvas y sabanas africanas, aunque también hay algunos en Asia central, India y China. Pueden llegar a medir casi dos metros de largo y pesan entre 30 y 90 kilos, tienen garras retráctiles que les permiten agarrarse con fuerza a la tierra y al tronco de los árboles para trepar en ellos. 
Las hembras de leopardo pueden dar a luz en cualquier momento del año. Por lo general, tienen dos cachorros grisáceos con manchas apenas visibles. La madre oculta a sus cachorros y los transporta de un lugar seguro a otro hasta que tienen la edad suficiente para empezar a jugar y aprender a cazar. Los cachorros viven con sus madres durante dos años, tras los cuales se convierten en animales solitarios. 
Sus características motas marrones sobre la piel amarilla son una herramienta de camuflaje, y a los que tienen el pelaje negro se les llama panteras negras.
Parques míticos de Kenia



Desde la aridez y la desolación de los dramáticos paisajes del desierto del Kalahari a la humedad y la frescura del mayor delta interior del mundo, el líquido elemento dota a Botsuana de algunos de los ecosistemas más peculiares y diferentes del planeta. Esto unido a una estrategia turística de "menor cantidad, menor impacto", la estabilidad política y una gran variedad de alojamientos –desde lujosos lodges a campamentos– convierten el país en un diamante en bruto para disfrutar del espectáculo de la naturaleza africana.
Con una superficie superior a la de España y una población que ronda apenas los dos millones de habitantes, Botsuana parece un país deshabitado y, de hecho, cuesta menos ver animales que personas. Pequeños pueblos salpican el paisaje con desigual frecuencia mientras que el paso por ciudades se limita a proveerse de todo lo necesario ante las largas rutas con vehículos todoterreno y tiendas de campaña; aunque también existen viajes mucho más cómodos –y caros– que realizan los trayectos en avionetas privadas y duermen en lodges con pista de aterrizaje.
En una ruta que visite los parques principales del país es posible combinar esos medios de transporte y muchos otros. La diversidad paisajística está asegurada: de los escenarios lunares y las áridas mesetas del Kalahari, a los canales que forman la colosal desembocadura del Okavango y a la gran fauna de los parques Moremi y Savuti. Al final del viaje se alcanza la frontera natural que el río Chobe traza entre Botsuana y Namibia antes de brindar sus aguas al Zambeze, que más adelante forma las cataratas Victoria, ya en territorio de Zambia y Zimbabue.

Francistown, la segunda ciudad más grande del país, es una amalgama de centros comerciales, casas de cambio, bancos, oficinas de correo y comercios de todo tipo. A menos de tres horas en dirección oeste siguiendo la carretera A-3 y rodeados por la cuenca del Kalahari, se encuentran los salares de Makgadikgadi. Hace miles de años el extinto lago Makgadikgadi ocupaba esta vasta extensión de 16.000 km2, hoy salpicada por lagunas de distintos tamaños. Algunas de ellas se mantienen inundadas la mayor parte del año, como el salar de Sua, que da refugio al Santuario de Aves de Nata, el primer proyecto de conservación comunitario del país gestionado por personal local. En esta reserva habita una colonia de 250.000 flamencos comunes y enanos, así como más de 165 especies de aves, entre las que destacan el pelícano común, la cigüeña o el avefría, por mencionar solo algunos.
Estrechos caminos dibujados con tiralíneas y flanqueados por pastizales ofrecen la única forma de avanzar por este impresionante y desolado paisaje en dirección a la región del Kalahari botsuano. El polvo que levanta el vehículo se mete por todos los rincones. La aridez y la sequedad se hacen más palpables cuanto más cerca se está del Kalahari Central. Una tierra que, a pesar de su aspecto inhóspito, es la segunda mayor reserva de vida salvaje del mundo. Un paisaje dominado por terminalias, acacias y arbustos que rodean dunas ocasionales y en cuyo interior cuesta imaginar algún tipo de vida animal. Nada más lejos de la realidad.

En el corazón de este desierto habitan los últimos nómadas de África. Se trata del pueblo san, denominados bosquimanos por los primeros colonos occidentales. Es una de las culturas más interesantes de África. Practican un tipo de vida trashumante en perfecta comunión con la naturaleza. Se alimentan de la caza de antílopes así como de la recolección de frutos y tubérculos. La suya es una historia de supervivencia vagando en la inmensidad de un desierto que ocupa nada menos que el 70% de la superficie de Botsuana.

Como en todos los parques naturales, el viajero dependerá de la suerte para observar el máximo número de especies de mamíferos: elands, gacelas, ñus, jirafas y también el mítico león de melena negra del Kalahari. Solo la posibilidad de cruzarse con estos animales justifica de sobras adentrarse en estos desapacibles parajes.

A las puertas del Okavango

Tras la incursión en el Kalahari, la ruta continúa por interminables caminos arenosos hasta encontrar de nuevo la carretera A-3, la pista de asfalto que a través de 816 km une Francistown con Maun, la puerta sur del delta del Okavango. La mejor forma de recorrer esta impresionante desembocadura es a bordo de lanchas rápidas. A ras de agua, las posibilidades de observar animales se multiplican, sobre todo aves –pigargo vocinglero, garza, martín pescador pío…–, pero también infinidad de antílopes, grupos de hipopótamos, cocodrilos y manadas de elefantes. Esta abundante fauna sacia su sed y su apetito gracias a la vida que proporcionan unas aguas que proceden de Angola y que, desde hace 10.000 años y debido a la falla de Thamalakane, empezaron a depositar sedimentos a las puertas del Kalahari para formar el único delta interior del mundo.
El clima fresco y húmedo invita a pasar al menos un par de días en este mundo acuático. Safaris a pie, paseos en mokoro (la canoa tradicional) y visitas a los poblados para descubrir los secretos de la cestería botsuana son algunas de las actividades que se pueden realizar y, así, sentir a flor de piel esta maravilla de la naturaleza. Un vuelo escénico atravesando el delta es el colofón perfecto con el que culminar la exploración del Okavango y acabar de entender la belleza de este lugar. Vistos desde el aire, los canales y las islas forman un paisaje de una belleza sobrecogedora que parece sacado de una estampa surrealista. Prestando atención se pueden distinguir manadas de búfalos, familias de elefantes o grupos de cebras que corren asustadas por el sonido del «pájaro de hierro».
La pista de aterrizaje se extiende junto a la orilla de río Khawi, en plena lengua de la Reserva de Caza de Moremi. La introducción del rinoceronte blanco y del negro hacen de esta reserva el lugar perfecto para poder avistar los «big five» del continente africano: rinoceronte, búfalo, elefante, león y leopardo. La vegetación varía de los bosques de mopane o acacia a las praderas de sabana y las zonas inundadas que forman pequeñas lagunas. Antílopes acuáticos, cebras, jirafas y elefantes coexisten con depredadores como el león o los astutos licaones, perros salvajes que poseen unas técnicas de caza muy sofisticadas y el mayor porcentaje de éxito del reino animal.
Durante el día el parque Moremi ofrece un espectáculo extraordinario, pero a partir del ocaso el desfile de fauna es todavía más apabullante.
Nos acercamos al lugar con la población de elefantes más alta de Botsuana: se estima que rondan los 120.000.
La reserva de Moremi dispone de cuatro zonas habilitadas para acampar. Hacer noche en cualquiera de ellas equivale a verse envuelto por miles de sonidos: las risas de las hienas que merodean alrededor de los campamentos atraídas por el olor de la cena, el bramido de los hipopótamos o el rugido de los leones en la distancia. Entonces se aproxima lo que en palabras del periodista y escritor Ryszard Kapuscinski es «el momento más maravilloso de África: el alba». Las primeras luces regalan, además, la mejor oportunidad para observar animales.

Una experiencia única

El día comienza temprano, el camino es largo hasta la primera toma de contacto con el Parque Nacional de Chobe. Son casi cinco horas de safari en coche hasta alcanzar Savuti, la zona más desértica y occidental de las cuatro que forman el parque. El número y la frecuencia de encuentros con el mayor de los mamíferos terrestres aumenta y anuncia que nos acercamos al lugar con la población de elefantes más alta de Botsuana: se estima que rondan los 120.000.
La entrada a Savuti desde Moremi obliga a cruzar la depresión de Mababe, una planicie árida sembrada de arbustos y acacias solitarias. Al fondo se divisan lejanas lo que parecen colinas, son cerros de origen volcánico que guían al viajero en la distancia. De pronto el todoterreno se detiene, el conductor ha distinguido lo que parece ser una huella de leopardo. La búsqueda se vuelve aún más intensa hasta distinguir una figura en la distancia que reposa tranquila sobre una rama de acacia. El día está completo, la visión del escurridizo felino acaba con la tensión provocada por la cercanía del final del safari y amenizará las charlas nocturnas alrededor del fuego.

Serondela es el broche de oro para este viaje de ensueño. Se localiza a cerca de tres horas conduciendo en dirección nordeste. Esta parte del parque ocupa el lecho de inundación del Chobe, un río que al igual que el Okavango nace en las tierras altas de Angola pero fluye en dirección sudeste recibiendo varios nombres en su camino hasta desembocar en las cataratas Victoria. La rica vegetación de esta zona permite presenciar preciosas estampas de mamíferos abrevando en el río, cocodrilos flotando tranquilos a la espera de una presa despistada y aves de todo tipo aprovechando la abundancia de insectos que provoca la humedad.
La ciudad de Kasane actúa como base donde alojarse mientras se visita el parque de Chobe. Con una ubicación privilegiada en el punto de encuentro de cuatro países –Botsuana, Zambia, Namibia y Zimbabue–, concentra la mayoría de lodges y empresas que realizan rutas en barco hasta el atardecer. No pueden faltar los prismáticos, pero la cercanía a la fauna que permite el barco no tiene parangón con las distancias en un safari a pie o en coche. Esta será sin duda una de las experiencias más apaciguadoras y relajadas del viaje. Hipopótamos, antílopes acuáticos, marabús, elefantes y búfalos son algunos de los animales que cada día regala Chobe a sus visitantes. Entonces viene a la mente la célebre frase del músico Richard Mullin: «El único hombre al que envidio es aquel que no ha estado aún en África, por lo mucho que le queda por descubrir».
 
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NATIONAL GEOGRAPHIC
Guillermo Gonzalo Sánchez Achutegui

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