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jueves, 19 de octubre de 2017

MEDIO AMBIENTE: NATURALEZA.- NATIONAL GEOGRAPHIC .- KENIA .- ÁFRICA.- Parques míticos de Kenia

http://www.nationalgeographic.com.es/viajes/grandes-reportajes/parques-miticos-de-kenia_7480

http://www.nationalgeographic.com.es/viajes/diez-visitas-imprescindibles-en-kenia_9575

http://www.nationalgeographic.com.es/temas/masai-mara/fotos

http://www.nationalgeographic.com.es/naturaleza/africa-se-queda-sin-leones_9855

Un safari por los parques de Samburu, Masai Mara, Lago Nakuru y Amboseli

Trofeos fotográficos
Los safaris son la mayor fuente de ingresos de Kenia desde que en 1977 la caza fuera prohibida. Las piezas más valoradas por los cazadores se transformaron en el objetivo de viajeros armados con cámaras. Son los Big Five: león, elefante, búfalo, rinoceronte y leopardo. Sin embargo, Kenia ofrece un abanico de fauna mucho más amplio gracias a sus diversos ecosistemas: hipopótamos, cocodrilos y aves habitan los ríos y lagos, mientras que en las llanuras pueden verse guepardos, jirafas y varias especies de antílopes.
AGE FOTOSTOCK

P. N. Amboseli
El Kilimanjaro (5.895 m), el techo de África, es el magnífico telón de fondo de esta reserva, situada a apenas cuatro horas en coche de Nairobi.
HP HUBER / FOTOTECA 9 X 12

RESERVA NATURAL DE SAMBURU
La tribu de los samburu habita desde hace siglos en esta región situada al norte de Nairobi. Los británicos la denominaban el Reino de los Espinos.
NIGEL PAVITT / AWL-IMAGES

Parque Nacional Amboseli
Es la mejor de las reservas keniatas para observar elefantes. También abundan las manadas de impalas y cebras, y algunos guepardos.
MASTERFILE

Cataratas Thomson
El río Ewaso Ngiro vierte sus aguas en un salto de 74 metros de altura. Una senda permite contemplarlo desde arriba.
JUERGEN RITTERBACH / AGE FOTOSTOCK

Una jornada de safari
Los circuitos por las reservas keniatas suelen durar entre una y dos semanas, en función del número de parques que se visiten. La jornada empieza pronto por la mañana y, hasta la puesta de sol, recorre las pistas en busca de los grandes felinos y mamíferos. Está prohibido salir del vehículo, aunque en algunos parques se realizan trekkings con guías locales. Los lodges ocupan emplazamientos privilegiados, a menudo con vistas a charcas adonde acuden a beber los animales siguiendo un orden ancestral.
AWL-IMAGES
R. N. Masai Mara
Cada año, manadas de ñúes y otros herbívoros atraviesan el parque hasta el vecino Serengeti en busca de pastos.
MICHEL DENIS-HUOT / GTRES
 
Isla de Lamu
La localidad de Shela muestra la arquitectura de estilo árabe de la costa suajili.
FOTOTECA 9 X 12

Puerto de Lamu
Decenas de dhows, las barcas típicas, ocupan los muelles.
AWL-IMAGES
 

Los seis imprescindibles de Kenia
1 Monte Kenia. La mayor altitud del país y segunda de África se eleva a pocos kilómetros de Nairobi, la capital.
2 R. N. Samburu. La jirafa reticulada y la cebra de Grevy son las especies más famosas de este parque.
3 P. N. Lago Nakuru. Es un inmenso lugar de cría y reposo para flamencos y otras aves acuáticas.
4 R. N. Masai Mara. Sus extensas llanuras son territorio de grandes felinos y de inmensas manadas de herbívoros.
5 P. N. Amboseli. A solo cuatro horas de Nairobi, ofrece una vista magnífica del monte Kilimanjaro.
6 Isla de Lamu. De playas coralinas, es un buen lugar para conocer la cultura suajili y los vestigios árabes.
Mapa: BLAUSET
8 de agosto de 2013

Pocos lugares del mundo combinan la naturaleza, la historia y la aventura como Kenia. Ha pasado menos de un siglo desde que los imperios europeos que se repartían África oriental dejaran paso a un país independiente, pero el espíritu romántico de la época de los exploradores sigue emanando de cada rincón. Es lo que se conoce como «La llamada de África».

El bullicio de Nairobi, la capital, desaparece al poco de iniciar el recorrido por los parques más asombrosos de Kenia. La primera etapa son las reservas de Samburu, Shaba y Buffalo Springs, emplazadas 320 kilómetros al norte, en un territorio que en tiempos de la colonia británica se conocía como Reino de los Espinos. Hasta hace unos años se necesitaban ocho horas para llegar a Samburu, pero la nueva carretera (financiada por China) ha reducido a poco más de la mitad el trayecto. Atravesando las fértiles tierras altas de los montes Aberdares, la carretera cruza la línea del Ecuador y discurre entre extensiones de bosques y llanuras hasta mostrar el perfil del monte Kenia (5.199 m), con su cumbre coronada por nieves perpetuas. Esta montaña de tres picos es la máxima altitud del país y la segunda de África después del Kilimanjaro (5.895 m), situado en territorio tanzano.

Un desvío a la izquierda de la carretera asfaltada y toda la magia del África salvaje aparece de inmediato. Los relieves rotos ofrecen inesperados miradores sobre un paisaje punteado por grupos de herbívoros que se mueven al unísono. Éste es el territorio de los samburu, un tribu de guerreros y pastores nómadas hermanados con los masai. Sus espigadas siluetas envueltas en mantas de color rojo avisan de que se ha entrado en la Reserva Nacional de Samburu. Una parada en una manyata (chozas rodeadas por una cerca de espinos) demuestra su hospitalidad y también el sentido comercial que han ganado gracias al flujo de turistas, a quienes ofrecen adornos elaborados por las mujeres, telas y lanzas talladas por ellos mismos.

El río de aguas pardas

Camino del Ewaso Ngiro, el único río de la región, es muy posible encontrarse con dos animales endémicos de esta parte de África: la cebra de Grevy, con rayas más ordenadas y parejas, y la jirafa reticulada, cuya piel exhibe un estampado único en África. Ewaso Ngiro quiere decir «aguas pardas» por los sedimentos que arrastra desde su nacimiento en las faldas del monte Kenia. Manadas de elefantes de hasta 200 individuos se refrescan en sus aguas durante las horas más cálidas del día; de noche, los leopardos medran por las orillas en busca de alguna presa confiada. Los lodges mejor situados permiten verlos desde la orilla opuesta, a una distancia segura y mientras se disfruta de una cerveza helada antes de la cena.

A continuación el safari pone rumbo sudoeste por una carretera que depara la sorpresa de las cataratas Thomson –el británico Joseph Thomson las llamó así en 1883–, donde las aguas del Ewaso Ngiro saltan desde 74 metros de altura en mitad de una selva cerrada.

El paisaje cambia por completo en el Parque Nacional del Lago Nakuru, 160 kilómetros al oeste de Nairobi. De la aridez de Samburu se pasa a la feracidad de un gran lago salobre, y las selvas de las cataratas Thomson se convierten en bosques de acacias amarillas, antes llamados «árboles de la fiebre» porque se les atribuía la transmisión de la malaria. Aquí se ven los primeros rinocerontes del safari; los hay negros y también blancos, pues en Nakuru habitan las dos especies. Los protagonistas del Nakuru, sin embargo, son el millón y medio de flamencos que tiñen las aguas de color rosa. Cerca de la orilla se distingue esa gran masa, que se alimenta de las algas y los crustáceos que habitan las aguas salobres. Los cercanos lagos Bogoria y lago Baringo ofrecen más oportunidades para observar estas magníficas aves, que únicamente anidan en otro de los lagos del Rift, el Natron, en territorio de Tanzania.
 
 
El territorio masaiAl sur del lago Nakuru, la carretera desciende el escarpe del Rift mostrando la colosal falla que un día desgajará África por el este. Debajo se extiende el territorio masai, una gran llanura que conduce hasta el parque más emblemático de Kenia: la Reserva Nacional Masai Mara. Aquí se hace realidad la imagen idílica de las grandes llanuras de pastos dorados, salpicadas de acacias, elefantes, jirafas y cientos de herbívoros. El Mara, como se conoce a la reserva localmente, ofrece la posibilidad de ver casi todos los grandes mamíferos de África oriental. Las concentraciones de cebras, ñúes, antílopes y gacelas atraen a guepardos, leones, hienas y leopardos, así que no resulta raro ser testigo de una cacería o incluso ver algún león sobre el capó de un vehículo para localizar a su presa.

Un viaje en globo permite contemplar toda esa riqueza natural desde el aire; esto es especialmente recomendado a mediados del verano, cuando los ñúes se reúnen para cruzar el río Mara camino de los pastos del norte. Un espectáculo tan sobrecogedor como dramático porque muchos son devorados por los cocodrilos.

Un vuelo en avioneta desde el aeródromo cercano al Serena Lodge ahorra casi siete horas de pistas y carreteras hasta el Parque Nacional Amboseli, otro de los lugares más famosos de Kenia. Situado en pleno Valle del Rift, culmina el safari con una imagen inolvidable: al amanecer, antes de que las nubes tapen su cima cubierta de glaciares, el Kilimanjaro asoma en el horizonte despuntando sobre las acacias y los grupos de elefantes y jirafas.

El misionero alemán Johannes Rebmann fue tomado por loco cuando, en 1840, aseguró que había un monte coronado de nieve en medio de África, en las inmediaciones del Ecuador. Hoy los glaciares que inspiraron a Ernest Hemingway su novela Las nieves del Kilimanjaro (1952) desaparecen. Se estima que, entre 2020 y 2050, se fundirán para siempre. La hipnótica visión del monte nevado es aún un privilegio posible. Y el mejor lugar para disfrutarlo son las secas sabanas de Amboseli.

Hacia la costa Suajili

El Tren Lunático, el ferrocarril que abrió la colonización de África a los ingleses, ofrece un final de safari inmejorable. Esta histórica línea conecta Nairobi con la portuaria Mombasa y cruza el Parque Nacional Tsavo, famoso por Los devoradores de hombres de Tsavo (1907), la novela sobre dos leones que a punto estuvieron de parar el avance del imperio británico.

La ciudad de Mombasa muestra una Kenia diferente, una mezcla del África negra y el África árabe que culmina en la isla de Lamu, accesible en avioneta. Ruinas árabes, playas de coral y poblados rodeados de plantaciones de mangos y cocoteros introducen en un mundo que parece salido de un relato del siglo XIX. Mientras se disfruta de una especiada comida en la vieja ciudad de Lamu, o mientras se contempla los dhows (barca de vela tradicional) desde la arena, la llamada de África resonará en los oídos y el viajero sabrá que, tarde o temprano, volverá a Kenia.

10 visitas imprescindibles en Kenia

Recorrido por los mejores parques y parajes del emblemático país africano

Nairobi
Dos visitas ineludibles en la capital keniata: el Museo Nacional que expone una impresionante colección de arte rupestre; y la casa museo de Karen Blixen, la escritora danesa que vivió en una granja en las afueras de la ciudad y relató en sus narraciones sus vivencias en Kenia. ¿Cómo no evocar los paisajes africanos una y otra vez tras haber visto la película Memorias de África (1985), basada en su vida y en su obra? La residencia en la que vivió Blixen cuenta con numerosas piezas originales y parte del mobiliario y vestuario de la película.
Gtres

Parque Nacional del Monte Kenia
La segunda cima más alta de África (5.199 metros), tras el Kilimanjaro, preside esta reserva muy interesante por la variedad de vegetación y el contraste del paisaje de las Tierras Altas con los del resto del país.
Gtres
Parque Nacional de Amboseli
El Kilimanjaro, de origen volcánico y la montaña más alta de África (5.895 m), es el símbolo del parque más famosos de Kenia. Espectacular por las manadas de elefantes, se puede sobrevolar en globo para apreciar su magnitud y belleza. En la imagen un poblado masai, formado por manyhattas –chozas de barro y ramas– protegidos por una empalizada de espinos. En Kenia viven cerca de un millón y medio de masai.
Gtres
 
Parque Nacional de Masai Mara
«Si tratas de imaginar Kenya sin haber viajado nunca allí, lo que estás imaginando es Masai Mara», apunta la página de Turismo de Kenia, y es que este parque es el paradigma de la reserva africana. Ubicada  al oeste del valle del Rift y es la continuación natural de las llanuras del Serengeti, en Tanzania, sus extensas llanuras son territorio de grandes felinos y de inmensas manadas de herbívoros.
Gtres

Parque Nacional del Lago Nakuru
Es un inmenso y valioso lugar de cría y reposo para flamencos y otras aves acuáticas y uno de los paraísos ornitológicos del planeta. Destacan los millones de flamencos rosas de sus riberas.
Gtres

Lago Turkana
Formado por tres parques nacionales, es un importantísimo destino de aves acuáticas migratorias y área de reproducción del cocodrilo del Nilo y el hipopótamo. Sus características excepcionales, es el lago salino más grande de África, le valieron ser declarado Patrimonio de la Humanidad en 1997.
Magical Kenya

Reseva de Samburu
En el noreste de Kenia, esta pequeña área protegida es el hogar de las jirafas reticuladas y las cebras grevy. En este paraje se rodó el filme La masai blanca (2005).
Gtres

Parque Nacional Tsavo Occidental
En el estanque de los manantiales Mzima pueden verse cocodrilos e hipopótamos. La excursión hasta las Roaring Rocks es muy aconsejable por las impresionantes vistas que depara.
Gtres

Parque Nacional de Aberdares
La riqueza selvática y la variedad botánica son los principales atractivos de este parque de 770 kilómetros cuadrados de extensión en el que abundan las grandes manadas de elefantes y búfalos. Una de sus mayores atracciones es la cascada de Gura con una caída de 300 metros.
Magical Kenya
 
Lamu
Situado frente a la costa nororiental de Kenia, este archipiélago rezuma belleza en sus playas bañadas por el océano Índico y en sus ciudades de casas blancas en las que se aprecia las influencia portuguesa y musulmana. Lamu es la isla principal, donde se halla la ciudad más destacada, fundada en el siglo XIV, que también lleva el nombre de Lamu. En la imagen, la población de Shela, en la isla de Lamu.
Gtres
2 de agosto de 2015

Quién no ha soñado alguna vez en recorrer la sabana africana para observar a los grandes animales africanos? ¿O contemplar al atardecer cómo acuden a saciar su sed las más feroces bestias en una charca cercana? Sin duda, uno de los destinos más deseados del mundo es Kenia, con sus parques nacionales, sus paisajes superlativos y sus connotaciones literarias y cinematográficas. El 8% de su territorio se halla protegido en más de cincuenta reservas que abarcan desde el corazón de la sabana a los fondos marinos de la costa suahili. Volcanes, fallas interminables decoradas con feroces cascadas, manadas de elefantes, ríos en los que el rey es el cocodrilo y el hipopótamo, grandes felinos merodeando y, como colofón, una costa espectacular con playas paradisíacas y aguas turquesas. No en vano la palabra safari, significa «viaje» en suahili y ha sido adoptada en el mundo entero.
El viaje, además, es una introducción a la historia de África, desde la ancestral vida del pueblo masai, que habita en la frontera de Kenia con Tanzania, hasta la época colonial, cuando los europeos descubrieron el poderoso imán que ejerce este lugar tan especial.
Noticias relacionadas

Masai mara

The power of the matriarch
Al atardecer, en la Reserva Nacional Maasai Mara de Kenia, David esperó a la manada de elefantes en su caminata nocturna hacia un pozo de agua. A medida que se acercaban a su vehículo, podía ver que la suave luz del sol ponía de relieve todas sus arrugas y cabellos. Para un fotógrafo que disfruta trabajando con las texturas, esto era un regalo. Cuando estaban a pocos metros de distancia, pudo distinguir entre las peculiaridades de cada uno de sus cuerpos: las crestas profundas de sus troncos, las orejas cubiertas de barro y la pátina de suciedad seca en sus colmillos. Los elefantes se movían en silencio, tranquilos y relajados. La hembra que conducía la manada de 12 elefantes, probablemente la matriarca, miró hacia él.  Su ojo era un punto ambarino que brillaba intensamente entre los pliegues pesados de la piel de su cara. Su mirada estaba - dice David, llena de respeto e inteligencia: la esencia de la sensibilidad.
Nikon D800E + 400mm f2.8 lens; 1/500 sec at f13 (–0.3 e/v); ISO 1000.
Foto: David Lloyd - Wildlife Photographer of the Year

Reserva Nacional Masai Mara, Kenia
En el transcurso de su migración miles de animales se enfrentan, llegado el momento, a las aguas del río Mara, que transcurre por los territorios de Kenia y Tanzania, y llegado el momento, miles de ellos perecen ahogados en sus aguas.
Foto: Gtres

Todo vuelve al agua
La muerte de los ñus no solo constituye un gran festín para cocodrilos y buitres. “Esta dramática situación proporciona nitrógeno terrestre, fósforo y carbón a la cadena alimenticia del río, constituyendo parte fundamental de los nutrientes de peces y otros pequeños animales de la región”.
Foto: Gtres

Serengeti, Tanzania
Una manada de ñus en las llanuras del Serengeti, en Tanzania.
Foto: Gtres

Atasco en el río
Cada año miles de ñus mueren ahogados a su paso por el río Mara.
Foto: Chris Dutton

Río Mara
Cigüeñas Marabú se alimentan de ñus ahogados en el río Mara.
Foto: Amanda Subalusky

Reserva de la Biosfera de Gadabedji, Níger
Los casi 20.000 habitantes de la reserva pertenecen a dos grupos étnicos principales: los tuaregs y los fulani. Su modo de vida es el nomadismo y su actividad principal el pastoreo.
Foto: UNESCO/ Division des aires protégées

Parque Nacional de Masai Mara, Kenia
¿Quién no ha soñado en ver una puesta de sol en un parque nacional africano? Tras un intenso día de safari, la recompensa final: contemplar el atardecer de la sabana, con una acacia solitaria en el horizonte y los animales recortados sobre el cielo rojo. Inolvidable.  
Foto: GTRES
Parque Nacional del Serengeti
Los leones y los guepardos son los reyes indiscutibles de la reserva más famosa de Tanzania. Sus extensas llanuras continúan en el parque Masai Mara, en Kenia.
MARCO GAIOTTI / ACI

Ol Doinyo Lengai
El volcán sagrado de los masais se alza en medio de una llanura dorada. La ascensión hasta su cráter empieza de madrugada y se realiza con un guía masai.
NIGEL PAVITT / AWL IMAGES

Rituales masai
Las melenas de los leones lanceados por jóvenes guerreros masai se convierten en tocados para un rito de paso en el norte de Tanzania.
www.brentstirton.com
Foto: Brent Stirton

De verdugo a protector
Un innovador y exitoso programa en el sur de Kenya recluta Guardianes de Leones entre los masai. Algunos de ellos mataron leones en el pasado, pero ahora los vigilan para prevenir conflictos con los pastores y el ganado.
Foto: Brent Stirton
 
I+D+i masai
Un joven masai llamado Richard Turere coloca una luz intermitente en un corral cerca del Parque Nacional de Nairobi. Turere inventó este sistema, que utiliza luces solares y una batería de coche, después de observar que los leones se mantenían alejados de los rebaños de su familia cuando se paseaba de noche con una linterna. Sus vecinos le han copiado la idea.
Foto: Brent Stirton

R. N. Masai Mara
Cada año, manadas de ñúes y otros herbívoros atraviesan el parque hasta el vecino Serengeti en busca de pastos.
MICHEL DENIS-HUOT / GTRES
 
Guepardo macho en lo alto de una higuera, Reserva Nacional Masai Mara, Kenya

Guepardo macho en lo alto de una higuera, Reserva Nacional Masai Mara, Kenya

 
 
Un guepardo macho adopta una postura vigilante en lo alto de una higuera de la Reserva Nacional Masai Mara, en Kenya. Sus perspectivas son poco alentadoras. tímido y huidizo por naturaleza, y necesitado de vastos espacios para vivir y cazar, el corredor más veloz del planeta ve amenazada su supervivencia.
Publicado en noviembre de 2012 en Guepardos al límite

Joven guepardo hembra con sus cuatro cachorros, Serengeti, Tanzania

Joven guepardo hembra con sus cuatro cachorros, Serengeti, Tanzania

 
 Una joven madre a la que los investigadores llaman Etta recorre con la vista el Serengeti, atenta a cualquier posible señal de peligro, mientras sus cuatro cachorros de 12 semanas juegan a luchar. Un estudio de larga duración ha descubierto que la mayoría de los cachorros de este lugar son criados por un reducido número de guepardos «supermadres».
 
Guepardos al límite
Una cría casi adulta de guepardo se abre paso entre un laberinto de furgonetas de safari en la reserva Nacional masai mara de Kenya. el turismo, los leones y la ganadería en expansión son otros tantos obstáculos para que estos felinos crezcan en la sabana africana. La tasa de mortalidad entre las crías puede llegar al 95 %.
Foto: Frans Lanting

La expectación se palpa en la multitud. Los dedos se crispan sobre los prismáticos. Las cámaras enfocan, listas para disparar. Nada menos que 11 furgonetas de safari, atestadas de turistas y erizadas de teleobjetivos, se concentran cerca de una acacia solitaria en el Parque Nacional del Serengeti, en Tanzania. Desde hace media hora una guepardo llamada Etta permanece a la sombra del árbol con sus cuatro cachorros de corta edad, observando una manada de gacelas de Thomson que ha aparecido en un promontorio cercano. Etta se levanta y empieza a deslizarse hacia el rebaño con una estudiada indiferencia que no engaña a nadie, y menos aún a las gacelas, que miran con nerviosismo en su dirección.

De repente uno de los guías grita: las gacelas han empezado a dispersarse y a correr, mientras Etta se lanza en una de sus carreras explosivas. El esbelto felino, demasiado veloz para seguirlo con la vista, es una figura borrosa entre las hierbas altas. El espectáculo acaba en unos segundos, con una nube de polvo y una tenaza mortal en el cuello de una infortunada gacela joven. Mientras Etta arrastra la presa hacia sus cachorros, los pequeños salen de entre los matorrales, ansiosos por sumarse al festín. Apenas unos segundos más tarde llegan las furgonetas, cuyos conductores compiten por conseguir el mejor ángulo para que sus clientes hagan fotos.
Los guepardos ocupan un lugar destacado en la imaginación humana. Bellos y exóticos, veloces como coches deportivos y famosos por su docilidad, estos habitantes de la sabana salvaje son estrellas mediáticas, apreciadas por cineastas y publicistas de todo el mundo.
Más información

Elefantes huérfanos

Toda esa presencia en la cultura popular po­­dría crear la falsa impresión de que el guepardo está tan seguro en la naturaleza como en el imaginario colectivo. Pero no es así. De hecho, es el más vulnerable de los grandes felinos. Hay pocos ejemplares en el mundo, y cada vez quedan me­­nos. Hace unos siglos el área de distribución de los guepardos se extendía desde el subcontinente indio hasta el mar Rojo y ocupaba casi toda África. Sin embargo, pese a lo veloces que son corriendo, no pudieron eludir el avance de la actividad humana. Actualmente el guepardo asiático, la elegante subespecie que adornó las cortes reales de la India, Persia y Arabia, está casi extinguido. En África su número se desplomó en más de un 90 % a lo largo del siglo XX, a medida que los agricultores, ganaderos y pastores los expulsaban de su hábitat, los cazadores deportivos los mataban por diversión y los furtivos robaban sus crías para venderlas en el lucrativo comercio de las mascotas exóticas. En total, hoy sobreviven menos de 10.000 guepardos en el medio natural.

Incluso dentro de las grandes reservas de caza africanas, su situación es difícil. Esquivos y de constitución delicada, estos grandes felinos, los únicos que no pueden rugir, son desplazados por los leones, mucho más fuertes y numerosos. Consideremos por ejemplo el Parque Nacional del Serengeti, en Tanzania, y la adyacente Reserva Nacional Masai Mara, en Kenya. Los dos par­­ques acogen en total más de 3.000 leones, una población estimada de 1.000 leopardos y solo 300 guepardos. Y pese a su categoría de estrellas, los leones también los superan en el terreno tu­­rístico. «Por lo general la gente solo busca guepardos en su segundo safari –dice el guía Eliyahu Eliyahu–. En el primero todos quieren ver leones. El problema es que donde la población de leones es grande, no suele haber muchos guepardos.»
Los guepardos no solo constituyen una especie dentro del selecto grupo de los grandes felinos, sino que además pertenecen a un género distinto del que son los únicos miembros, Acinonyx, nom­­bre que hace referencia a la curiosa garra semirretráctil de estos animales, un rasgo que no comparten con ningún otro félido. A diferencia de los leones y los leopardos, cuyas garras retráctiles son instrumentos para desgarrar la carne y trepar a los árboles, los guepardos tienen unas garras semejantes a los clavos de las zapatillas de correr y desempeñan una función similar: mejorar el agarre y facilitar la aceleración.
Todo en el cuerpo del guepardo está hecho para correr. Si pusiéramos un guepardo y un Lamborghini en una autopista, no sería fácil predecir cuál de los dos sería el primero en superar la barrera de los 100 kilómetros por hora. Los dos pueden pasar de cero a cien en menos de tres segundos, pero el guepardo es capaz de alcanzar los 70 kilómetros por hora en un par de zancadas. Gracias a su columna flexible y a sus patas largas y elásticas, el felino se come el terreno en saltos de más de 7,50 metros. Un atleta humano capaz de dar uno solo de esos saltos, después de tomar impulso, podría clasificarse para los Juegos Olímpicos. Un guepardo a toda velocidad puede hacerlo hasta cuatro veces por segundo.
En la Antigüedad, esas impresionantes aptitudes dieron al guepardo un aura legendaria. Los egipcios fueron los primeros en domesticarlos como mascotas y en inmortalizarlos en imágenes en sus tumbas y templos, hace casi 4.000 años. En la India, Irán y Arabia, la caza con guepardos fue un pasatiempo muy popular entre la aristocracia. En la corte de los emperadores mongoles los guepardos eran un símbolo, reflejado en pinturas y tapices, en el folclore y la poesía. Los ejemplares favoritos, adornados con collares de piedras preciosas, ocupaban un lugar prominente en las procesiones reales.
Los guepardos siguen estando muy de moda en Arabia Saudí y los países del Golfo, donde un cachorro puede costar más de 8.000 euros. «Los jóvenes pudientes se compran un guepardo para que combine con su coche deportivo –dice Mordecai Ogada, biólogo keniata que estudia la relación entre guepardos y humanos y el tráfico de especies protegidas–. En estos tiempos es un típico comportamiento de nuevo rico.» En lugares como la Unión de Emiratos Árabes, el guepardo se encuentra en una especie de limbo legal. «La importación es clandestina –dice Ogada–, pero una vez dentro, el comercio es abierto. Los guepardos introducidos de contrabando se pueden “blanquear” para que parezcan criados legalmente en cautividad. Es difícil averiguar el origen de los cachorros a menos que se les hagan análisis genéticos y se los identifique como miembros de una subespecie endémica de un área concreta.»
No es fácil determinar las consecuencias del tráfico para una población en declive, pero los datos indican que el comercio de crías nacidas en libertad es un negocio a gran escala. Internet está lleno de «criadores» que ofrecen cachorros en lugares como Dubai. El año pasado varios contrabandistas de guepardos fueron detenidos en Tanzania y Kenya, y hubo rumores de crías puestas a la venta en lugares tan distantes como Camerún. «Sospecho que el problema es mayor de lo que imaginamos –dice Yeneneh Teka, jefe de la Dirección de Desarrollo y Protección de la Fauna de Etiopía–. Hay mucho dinero de por medio, y al igual que los contrabandistas de drogas o de armas, los traficantes de fauna disponen de redes bien establecidas.»
El año pasado Etiopía implementó duras medidas contra el tráfico de fauna y puso en marcha un programa de formación para guardias fronterizos y funcionarios de aduanas. Como resultado de la nueva política, los agentes interceptaron un cargamento de crías de guepardo cuando los traficantes intentaban pasar la frontera de Somalia.
«Mientras los guardias fronterizos examinaban la documentación del camión, oyeron unos ruidos como si alguien rascara en el interior de un bidón que supuestamente contenía gasolina –cuenta Teka–. Cuando lo abrieron, encontraron cinco cachorritos de guepardo en muy mal estado.» Una de las crías murió. Los otros cuatro, después de varias semanas de atención veterinaria, fueron trasladados a un refugio de fauna.
«Nunca podrán volver a vivir en la naturaleza –lamenta Ogada–. Aunque pudiéramos enseñarles a cazar, los humanos no sabríamos enseñarles a reconocer y eludir a enemigos como los leones y las hienas.» Si bien algunos guepardos han sido reintroducidos con éxito en grandes reservas valladas de Sudáfrica, las extensas sabanas son mucho más peligrosas. Los cachorros huérfanos «no tendrían ninguna posibilidad en un lugar como el Serengeti», asegura Ogada.
Tampoco para una guepardo es fácil criar a los cachorros en el medio natural, donde la mortalidad de las crías puede llegar al 95 %. La ma­­yoría de los pequeños ni siquiera salen de la madriguera en la que nacieron. Caen víctimas de las incursiones de los leones o de las hienas, mueren por las inclemencias meteorológicas o son abandonados por una madre incapaz de cazar lo suficiente para mantenerlos. De hecho, muchas hembras no consiguen que ninguno de sus cachorros llegue a la madurez.
Unas pocas, sin embargo, logran vencer la adversidad y tienen un éxito sorprendente con las crías. Algunas incluso adoptan los cachorros de otras hembras. Esas supermadres, magníficas cazadoras y profundas conocedoras del entorno, logran cobrar una presa casi cada día y mantener a salvo a su prole en la vastedad de la sabana africana, en las mismas narices de hienas y leones. Una de ellas, una hembra de siete años llamada Eleanor, ha criado al menos al 10 % de los guepardos adultos del sur del Serengeti.
«No sé de ningún otro carnívoro que dependa tanto del éxito de tan pocas hembras», dice Sarah Durant, de la Sociedad Zoológica de Londres. Durant dirige el Proyecto de Investigación de Guepardos del Serengeti, uno de los estudios más prolongados que se han hecho en el mundo sobre un carnívoro. Desde hace 38 años, el proyecto lleva un registro de la vida y el linaje ma­­terno de varias generaciones de guepardos del Serengeti. Se trabaja duramente, soportando el calor y el polvo dando tumbos por la sabana a bordo de viejos Land Rover en busca del felino más esquivo de África. Gracias a la laboriosa investigación de Durant conocemos la vital importancia de las supermadres.
Los linajes maternos de los guepardos del Serengeti están ahora bien documentados, pero la paternidad es otra historia. La bióloga Helen O’Neill espera pacientemente en su Land Rover a escasa distancia del lugar donde tres guepardos hermanos (Moca, Latte y Espresso, conocidos colectivamente como los Coffee Boys) descansan a la sombra de un mirobálano de Egipto. O’Neill ha salido a hacer lo que denomina jocosamente la «patrulla de la caca», que consiste en recoger muestras de las heces de ejemplares concretos e identificables. Mediante el estudio del ADN de las muestras, los científicos de la Sociedad Zoológica de Londres esperan añadir los linajes paternos a los árboles filogenéticos del Serengeti. Los datos obtenidos hasta la fecha indican que las hembras son más promiscuas de lo que se sospechaba: en la mitad de las camadas hay cachorros de diferentes padres. «Pensamos que este tipo de apareamiento múltiple podría ofrecer ventajas genéticas en un entorno inestable –dice Durant–. Es como si las madres diversificaran las apuestas para asegurarse de que al menos una parte de su prole sobreviva.»
A un mundo de distancia de la soleada sabana del Serengeti, al final de una fría y despejada tarde de invierno, un solitario guepardo macho avanza cautelosamente por una cresta rocosa cubierta de nieve. Se detiene un momento para marcar olfativamente un tamarisco y enseguida sale del campo visual de la cámara de vídeo operada a distancia que lo ha estado grabando.
La cámara oculta es una de las 80 cámaras-trampa instaladas por el desierto de Kavir, una remota región de la montañosa meseta central de Irán, para captar imágenes de uno de los grandes felinos más raros y esquivos del mundo: el guepardo asiático. «Cuando conseguimos algo así, es como un sueño hecho realidad», dice el biólogo iraní Houman Jowkar refiriéndose a la secuencia de 27 segundos. Jowkar trabaja en el Proyecto de Conservación del Guepardo Asiático, creado en 2001 por el Departamento de Medio Ambiente de Irán para tratar de salvar la última población de esta subespecie amenazada. «Hay poquísimos ejemplares –insiste Jowkar–. Tenemos algunos guardabosques que han vivido y trabajado durante años en estas montañas y nunca han visto un guepardo vivo.»
Gracias al programa de cámaras-trampa, los científicos iraníes han podido determinar a grandes rasgos cuántos guepardos asiáticos quedan y dónde viven, dos datos fundamentales para desarrollar una estrategia de conservación. «Tenemos suerte de que estos preciosos animales tengan manchas –dice Jowkar–. Observando los dibujos de sus pelajes, único en cada ejemplar, podemos identificarlos y deducir su número y su distribución.»
Aun así, salvar al guepardo asiático no será tarea sencilla. Su retroceso comenzó en la época de gloria del Imperio mongol, cuando se puso de mo­­da cazar con guepardos. Se dice que uno de aquellos emperadores reunió más de 9.000 ejemplares durante sus 49 años de reinado.
Esas cifras contrastan con las actuales. En diez años, con decenas de cámaras instaladas, los investigadores iraníes apenas han conseguido 192 imágenes fugaces. En ellas se pueden ver 76 ejemplares huesudos y enjutos, quizá los últimos miembros de la noble subespecie que vivió antaño en la mayor parte de Asia. Estos supervivientes llevan una existencia precaria. Acechan antílopes y ovejas salvajes en las abruptas laderas rocosas y deben competir con los lobos e incluso con los seres humanos, que también recurren a estas especies como fuente de alimento.
«Viven al borde del abismo, en el límite mismo de lo que es ecológicamente posible –dice Luke Hunter, presidente de Panthera, una organización conservacionista internacional dedicada a la protección de los grandes felinos, que colabora con el proyecto del guepardo iraní–. Pero lo curioso es que estos guepardos no se han visto desplazados a las montañas en época re­­ciente. Llevan aquí miles de años. La gente no se da cuenta de lo resistentes y adaptables que son.»
Pese a su vulnerabilidad, los guepardos se cuentan entre los supervivientes más aguerridos y astutos, capaces de soportar los despiadados inviernos de las estepas iraníes y el calor abrasador de los uadis del Sahara. «No son solo veloces –dice el argelino Farid Belbachir, biólogo experto en fauna que ha instalado cámaras-trampa en el macizo de Ahaggar de Argelia para tratar de captar imágenes del guepardo del Sahara, subes­­pecie en peligro crítico–. Entienden el entorno. Han averiguado la forma de aprovechar las partes más estrechas de los uadis para atacar y dar a su presa menos oportunidades de escapar.»
De vuelta en el Parque Nacional del Serengeti, cae la tarde con el sabor caliente del polvo en el aire y las nubes de tormenta agrupándose en el horizonte. Durante una hora más o menos Etta se ha aproximado reptando a un macho grande de gacela, hasta situarse a unos 40 metros, sin que él note su presencia.
«Es muy pronto para saber si Etta llegará a ser una supermadre –dice Durant–. Esta es solo su primera camada. Pero el hecho de que haya sido capaz de sacar a cuatro cachorros del cubil y de que aún los esté criando es muy alentador.»
Etta da un par de pasos más hacia su presa, rápidos y furtivos, y luego se agazapa y espera, como un corredor en los tacos de salida, atento al pistoletazo inicial. Transcurre un minuto de tensión, y luego otro. De pronto, y sin razón aparente, Etta se levanta y se marcha. Algo le habrá parecido mal. Quizás el olor a hiena en la brisa, o tal vez la proximidad de los leones. Sea lo que fuere, una madre de cuatro cachorros, sola en el Serengeti, no puede correr riesgos por una gacela, por muy grande que sea. Reúne a sus crías y se aleja con ellas, entre la neblina violácea.
 
 
África se queda sin leones

La pérdida de su hábitat natural y la desaparición de sus presas, algunas de las principales causas

 


La presencia del león africano podría estar amenazada en la práctica totalidad del área de distribución original de estos grandes felinos en África, mientras que su hábitat podría verse reducido a las reservas presentes en el sur del continente. Estas son algunas de las conclusiones a las que ha llegado un equipo de expertos en grandes felinos de la Universidad de Oxford en un estudio publicado en Proceedings of the Natural Academy of Sciences.

Basándose en datos estadísticos de los últimos 25 años, los investigadores pronostican que existe un 67% de probabilidades de que las poblaciones de estos grandes felinos se reduzcan a la mitad durante los próximos 20 años en el centro y el oeste del continente. Únicamente se mantienen, según los expertos, en el sur del país, donde estos animales habitan en reservas valladas y estrictamente controladas.
Aunque los autores del estudio descartan que los leones africanos estén en peligro de extinción, alertan sobre su rápido declive y destacan que actualmente está en juego su presencia en el 95% de su hábitat original. El informe se hace eco de la rápida desaparición de estos grandes felinos debido a diferentes causas, entre ellas la pérdida de hábitat natural, la desaparición de sus presas, las matanzas indiscriminadas para proteger el ganado, la caza deportiva mal gestionada y la creciente demanda de huesos de león en la medicina tradicional asiática.
Asimismo, los científicos firmantes del estudio piden a la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza (IUCN) que tenga en cuenta los distintos niveles de amenaza en las diferentes regiones del continente a la hora de catalogar a estos felinos en la Lista Roja de especies amenazadas, en la que actualmente figura dentro de la categoría de ‘vulnerable’. Los investigadores pretenden que la institución incluya en la categoría ‘en peligro crítico’ las poblaciones del oeste de África y ‘en peligro’ a las del centro y este del continente.
El declive del león africano en su hábitat salvaje hace que las acciones destinadas a la preservación de estos grandes felinos en su área de distribución sean más necesarias que nunca. Organizaciones como la ONG Panthera, -cuyo presidente, Luke Hunter, ha participado en el estudio mencionado–, o Big Cats Initative de National Geographic, trabajan sobre el terreno junto a comunidades locales para evitar que estos grandes depredadores sean abatidos por los ganaderos.
 
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El país, que está atravesado por la línea del Ecuador, destaca por sus paisajes variados, con cimas nevadas como el monte Kenia, sabanas interminables, enormes lagos como el Turkana, desiertos, selvas tropicales y 400 kilómetros de playas regadas por el Índico. El 8% de su territorio se halla protegido en más de cincuenta parques nacionales y reservas, algunas de ellas marinas. Nairobi es la capital keniana.

Cómo llegar

Desde España no existen vuelos directos hasta el aeropuerto Jomo Kenyatta de Nairobi. Lo habitual es llegar con compañías europeas como British Airways (Tel. 902 111 333), KLM (Tel. 902 222 747) o Air France (Tel. 901 112 266) que, vía Londres, Amsterdam o París, realizan este trayecto.

Cuándo ir

La mejor época para la visita es entre los meses de septiembre y febrero. Es la estación seca, muy adecuada para visitar los parques, ya que no existen problemas de acceso por las inundaciones y se controlan mejor los movimientos de los animales, que acuden a beber a las charcas y lagunas. La estación lluviosa abarca los meses de abril a junio.

Documentación

Para viajar a Kenia se precisa tener el pasaporte en regla y un visado que se puede tramitar en el Consulado Honorario de Kenia en Madrid (Tel. 914 585 171) o en el aeropuerto de Nairobi; hay que llevar una fotografía carnet. Este visado turístico cuesta 50 euros.

Moneda

La moneda utilizada en Kenia es el chelín keniano; 1 euro equivale a 95,19 chelines. Los euros se pueden cambiar en bancos –los del aeropuerto abren 24 horas–, en las oficinas de cambio y en hoteles de grandes cadenas.

Diferencia horaria

En invierno, Kenia tiene dos horas de adelanto respecto la Península. Una, en verano.

A tener en cuenta

La población de Kenia asciende a 30 millones de personas de las que 1.500.000 viven en Nairobi. La mayoría –el 73%– pertenece a etnias locales como los kikuyo, luhya, luo, akamba, kalenjin, guisi, masai y meru; del resto, el 15% procede de otros países de África y el 12% de Europa y Asia. Las lenguas de Kenia son el inglés y el suajili, aunque se hablan otros dialectos tribales. Para visitar Kenia no se requiere ninguna vacuna obligatoria, pero se recomiendan las de la fiebre amarilla, el tifus, la hepatitis, el tétanos y tomar profilaxis contra la malaria. Es bueno llevar un seguro de viaje contratado.

Cómo moverse

En Kenia hay 250 aeropuertos domésticos a los que vuelan las compañías locales Air Kenya (www.airkenya.com), Prestige Air (www.airprestige.sk) y Eagle Aviation (www.eagle-aviation.net); su oferta es tan amplia que vale la pena cubrir distancias en avión. Otra opción es el tren, que suele ofrecer servicios bastante regulares; un trayecto habitual va de Nairobi a Mombasa en tren nocturno. Otro transporte barato, aunque incómodo, es el matatus o autobús local. Para conducir un coche en Kenia hay que tener el carnet internacional; en este país se conduce por la izquierda. Dado el mal estado de los caminos, la poca señalización y la forma de conducir temeraria, es mejor contratar los servicios de un chófer. En los parques hay que conducir con prudencia y sin salirse de las pistas.

Principales visitas

Nairobi. El Museo Nacional y la casa museo de Karen Blixen, en las afueras, son las atracciones principales de la capital de Kenia.
Parque Nacional del Monte Kenia. La combinación de la altitud –hasta los cinco mil metros– y la cercanía al ecuador ha propiciado una vegetación única. Aunque no destaca por la variedad de fauna, es un buen lugar para explorar las «tierras altas».
P.N. Aberdares. Cascadas y vistas sorprendentes acompañan a búfalos y elefantes. Los lodges The Ark y Treetops disponen de puntos excepcionales para ver rinocerontes, antílopes y jirafas.
Lago Nakuru. Es uno de los paraísos ornitológicos del planeta. Destacan los millones de flamencos rosas de sus riberas.
Reserva Nacional Masai Mara. Es uno de los mejores sitios para ver a los «cinco grandes»: león, búfalo, leopardo, elefante y rinoceronte. Julio y noviembre son meses de migración de los ñus.
Parque Nacional de Amboseli. Espectacular por las manadas de elefantes que se mueven bajo el Kilimanjaro.
Parque Nacional Tsavo Occidental. Las Roaring Rocks proporcionan una de las mejores vistas. En el estanque de los manantiales Mzima pueden verse cocodrilos e hipopótamos.

Entrar en los parques

En los centros de visitantes que hay en las entradas a los parques nacionales de Kenia se paga un ticket de acceso; su coste varía en función del vehículo, el número de ocupantes y la duración de la estancia prevista. Habitualmente, el horario de apertura de los parques es de 6 a 18 horas. Muchos ofrecen la posibilidad de pernoctar en sus límites, ya sea en modestos albergues, refugios y campamentos, o en lujosos lodges; es aconsejable reservar plaza con antelación. Una web muy completa sobre los parques nacionales de Kenia es www.kws.org. Ofrece mucha información sobre cada uno de los espacios protegidos, sobre sus atractivos naturales, así como consejos para la estancia, con alojamiento, actividades, rutas y curiosidades.

Atractivos añadidos

En Kenia, además de participar en algunos de los mejores safaris que se organizan en el mundo, se puede disfrutar de otros muchos alicientes que tienen sus parques nacionales. En la Reserva Masai Mara, por ejemplo, se puede visitar un poblado masai; aunque sus habitantes están habituados a recibir turistas, hay que ser respetuosos con ellos y pedirles permiso antes de fotografiarlos (www.masai-mara.com). El P.N. de Amboseli, famoso por tener como telón de fondo al tanzano monte Kilimanjaro, propone realizar vuelos en ultraligero y en globo para captar desde el aire su majestuosidad. La riqueza selvática y la variedad botánica son los principales atractivos del P. N. de Aberdares, de 770 kilómetros de extensión; en él se puede realizar una atractiva excursión hasta la espectacular cascada de Gura, con una caída de 300 metros. El parque del lago Nakuru es un rico santuario para las aves, sobre todo flamencos. Para amantes de los trekkings, el más popular es el que sube al monte Kenia –la segunda cima más alta de África (5.199 metros) tras el Kilimanjaro; se realiza en cuatro jornadas y la subida final a la Punta Lenana (4.985 metros) requiere una preparación física alta. Desde Malindi se organizan raftings por el río Athi-Galana y buceo en las islas Lamu.

Territorio masai

Los masai son una de las tribus más sorprendentes de África. Son cerca de un millón y medio de individuos, repartidos sin fronteras entre Kenia y Tanzania, con sus propias normas administrativas y unidos sólo por su idioma, el maa, y sus costumbres. Son pastores nómadas, visten con telas de vivos colores y habitan en poblados formados por manyhattas –chozas de barro y ramas– protegidos por una empalizada de espinos. Entre sus costumbres más chocantes para ojos occidentales están la de beber leche mezclada con sangre fresca o tatuar y mutilar sus cuerpos con escaras en la piel y alargamientos increíbles en el lóbulo para lucir pesados abalorios.

Acercarse a la fauna

En Kenia se organizan diferentes tipos de safaris para ver animales. El fotográfico en todoterreno es el más habitual. Puede concretarse desde España o contactar en Nairobi con alguna agencia de viajes especializada. Los jeeps suelen estar conducidos por guías expertos, que saben encontrar y acercarse a los animales, y están preparados para que los visitantes puedan hacer fotos desde el techo o las ventanas. Otra forma de realizar un safari es volar en globo para ver desde las alturas las manadas de ñus, antílopes, elefantes... moviéndose por la sabana. También se organizan safaris en camello y caballo acompañados por guías armados; se acampa al aire libre.La mayoría de visitantes acuden a Kenia para ver sus grandes estrellas: león, leopardo, elefante, búfalo y rinoceronte. Con tiempo, las expectativas se verán cumplidas. El león caza de noche, pero durante el día puede verse dormitando cerca de los restos de su presa. En Masai Mara no es difícil verlo. El leopardo se deja ver a primera hora en Masai Mara, Samburu y el lago Nakuru. Encontraremos grandes manadas de elefantes en la mayoría de parques, sobre todo en Amboseli. Masai Mara y Aberdares son territorios para el búfalo, mientras que el rinoceronte, en peligro de extinción (de hecho, la mayoría provienen de Sudáfrica), pueden verse en Masai Mara, Nakuru y Tsavo.

Mercados artesanales

Regatear es casi obligado en los mercadillos de Kenia. Nairobi es uno de los mejores lugares para comprar artesanía. Aquí están el Mercado Central, el Kariakor, en la calle Racecourse, y el Undugu Shop, en Woodvale Grove. En ellos se encuentran figuras de madera, batiks y piezas de jabón.

Lecturas recomendadas

Kenya (Ed. Rough Guides). Guía muy completa para pensar el viaje por libre. Incluye una guía de los animales que pueden verse. En inglés.
Kenia (Ed. Blume). Con buenas fotos, la guía incide en los datos históricos y culturales del país.
Kenia (Ed. Könemann). Pequeña guía con las visitas más importantes. Incluye un mapa desplegable.

Más información

Oficina de Turismo de Kenia en España, en el Passeig de Gràcia, 120, 3º 1ª. 08008 Barcelona. Tel. 932 920 655. Consulado de Kenia en España, en la calle Alberto Alcocer, 26, 3º. 28036 Madrid. Tel. 914 585 171. Embajada de España en Nairobi, International House, 3º, en la calle Mama Ngina, City Hall Way. P.Box. 45503. 00100 Nairobi. Tel. 254 20 226568. En Internet:
NATIONAL GEOGRAPHIC
Guillermo Gonzalo Sánchez Achutegui
ayabaca@gmail.com
ayabaca@hotmail.com
ayabaca@yahoo.com  

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