Después de una larga travesía que las llevaba a cruzar el océano Atlántico llegaban a Nueva Francia, como se conocía a la actual provincia canadiense de Quebec en el siglo XVII. Habían salido de su oriunda Francia con un objetivo: casarse y engendrar las nuevas generaciones en la colonia francesa.
Se les conocía como "las hijas del rey", aunque no tenían ninguna vinculación biológica con Luis XIV, el monarca que patrocinó su viaje. En total, entre 1663 y 1673 fueron enviadas 800 mujeres.
Nueva Francia tenía un problema con sus pobladores: eran muy pocos. De acuerdo a varios recuentos de la época, alrededor de 2.500 se habían asentado en el territorio. Al sur, las colonias británicas tenían aproximadamente 45.000 habitantes, según un documental realizado por la Corporación de Radiodifusión Canadiense (CBC, por sus siglas en inglés).
Y esa disparidad era una amenaza para el rey Luis XIV. Así que implementó un programa para reclutar jóvenes en París, Ruan y otras ciudades en el norte de Francia.
Según los registros históricos, las edades de las futuras prometidas oscilaban entre los 13 y los 30 años. Muchas eran huérfanas, algunas de escasos recursos y otras de clase media.
Todas, sin embargo, recibían la misma dote: 100 libras francesas (la moneda de esa época en Nueva Francia) y objetos como un sombrero, un pañuelo, 100 agujas para coser, un peine, unas tijeras y dos cuchillos.
La corona francesa incentivaba el crecimiento poblacional de su colonia: las familias que tenían más de 10 hijos obtenían una pensión anual adicional de 300 libras francesas. El monto equivale, aproximadamente, a US$4.500 actuales.
La huella genética
La estrategia de Luis XIV fue efectiva.
Para la fecha en la que el programa se dio por concluido -el último contingente de mujeres casaderas llegó a Nueva Francia a finales de 1673- la población se había casi triplicado y ascendido a 6.700 personas, de acuerdo a Peter Gagné, autor del libro King's Daughters and Founding Mothers (Las hijas del rey y las madres fundadoras).
Y en la actualidad, según el documental de CBC, el árbol genealógico de dos tercios de los canadienses de origen francés se remontan a este grupo de 800 mujeres que se mudaron a un territorio desconocido, escasamente poblado y con un clima extremo.
Muchos de sus descendientes se han dedicado a investigar sus orígenes y a publicar sus hallazgos. Es el caso de la autora de un artículo publicado en el medio digital Wired, Natania Barron, quien está vinculada con estas mujeres a través de su abuelo materno y las nueve generaciones que lo precedieron.
"Es difícil imaginar lo difícil que fue la vida para estas mujeres en la Nueva Francia agreste del siglo XVII, en un mundo dominado por hombres. Se les encomendó la misión de parir a una nación y eso fue lo que hicieron. Se convirtieron en las madres fundadoras de la Canadá de habla francesa", indica Barron.
Pero la carga genética de ciertas progenitoras tenía mutaciones…
Algunas de estas alteraciones en el ADN de las madres eran hereditarias y tenían mayor prevalencia en sus descendentes. Y es por eso que hay desórdenes genéticos que afectan de manera desproporcionada a canadienses de origen francés.
El peso de la "maldición"
Uno de estos es la neuropatía óptica de Leber, que causa pérdida de visión en hombres jóvenes. Un grupo de genetistas analizó esta condición y descubrió, por primera vez en humanos, una teoría conocida como la "maldición de la madre".
"La mayoría de los genes están en los cromosomas, pero algunos se encuentran en la mitocondria (células que tienen su propio ADN). La mitocondria se transmite a través de los óvulos, así que si una mutación nociva de su ADN termina en una mujer, por cuestiones de evolución será menos apta para pasarla. Pero si termina en un hombre, no pasa nada", se explica en un artículo de la publicación The Atlantic.
El problema se presenta cuando la mutación no afecta a las mujeres, sino a los hombres, porque el proceso de selección natural no puede ocurrir. Así que los hijos heredan la "maldición de madre".
Un estudio publicado en la revista científica Science revela cómo, al analizar un grupo de moscas de fruta, se descubrió que los efectos ocasionados por mutaciones en la mitocondria variaban. En los machos se observaban efectos nocivos más graves que se presentaban con mayor frecuencia que en las hembras.
Y de acuerdo a lo que reseña el trabajo de The Atlantic, una investigación de la Universidad de Montreal, en Canadá, muestra como los ancestros de 11 pacientes diagnosticados con el trastorno de Leber se remontan a una de las "hijas del rey",que llegó a Nueva Francia a los 18 años.
"Su mutación es responsable por el 89% de los casos de Leber en la población quebequesa", reseña The Atlantic.
La hipótesis de la "maldición de la madre" se ha usado en la literatura científica durante mucho tiempo, pero sus implicaciones no se tomaron en consideración.
El autor del estudio citado por The Atlantic cuenta que tras la publicación de su trabajo recibió un email de una mujer lamentando tener la "maldición de la madre" y haberle pasado a su hijo un trastorno genético. Fue entonces cuando se dio cuenta de que debió haber escogido otro nombre para la hipótesis analizada.
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Guillermo Gonzalo Sánchez Achutegui
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