Sir George Everest fue el geógrafo responsable de completar el estudio topográfico de la India. El innovador trabajo de este adelantado a su tiempo, permitió calcular con gran exactitud la altura del techo del mundo, una montaña que hoy lleva su nombre.
Josep Gavaldà
26 de junio de 2020 ·Cuando escuchamos la palabra Everest, todos pensamos en la montaña más alta del planeta. Este icónico nombre ha pasado a formar parte del imaginario colectivo mundial, pero a pesar de ello, Sir George Everest (4 de julio de 1790-1 de diciembre de 1866), el hombre a quien la montaña debe su nombre, nunca estuvo de acuerdo en que el techo del mundo fuera bautizado así.
Un gran erudito
Aunque en la edad dorada de la exploración era frecuente que los expedicionarios bautizaran con sus propios nombres algunos de los lugares que visitaban, el de Everest no fue uno de esos casos. Es más, George Everest nunca llegó a ver con sus propios ojos la montaña que llevaría su nombre, y aunque no le faltaron méritos para dejar huella en la historia de la geografía, la suya no fue la romántica historia de un explorador, sino la técnica y callada crónica de un agrimensor, aquel que se dedica a medir tierras.
George Everest nunca llegó a ver con sus propios ojos la montaña que llevaría su nombre.
Tras estudiar en una academia militar, el joven George viajó a la India en 1806 donde gracias a su facilidad para las matemáticas y la astronomía pronto le encargaron funciones de agrimensor (especialista en medir la superficie de los terrenos y diseñar los planos correspondientes). En 1818 fue nombrado asistente de William Lambton, director del Gran Proyecto de Topografía Trigonométrica de la India, a quien reemplazaría como superintendente en 1823. Durante su estancia en Hyderabad, Everest fue el responsable de inspeccionar el arco de meridiano (determinación muy precisa de la distancia entre dos puntos con la misma longitud) desde el punto más meridional de la India hasta el Nepal, una distancia que abarcaba unos 2.400 kilómetros. Una colosal tarea que tardó treinta y cinco años en completar.
Un hombre de salud frágil
Pero George Everest fue mucho más que un simple agrimensor. Era un inventor. Como ingeniero, perfeccionó los instrumentos de topografía de su época. Con estos equipos mejorados realizó mediciones muy precisas desde el Himalaya hasta el extremo sur del subcontinente indio. Fue un logro impresionante para la época, teniendo en cuenta que se hizo tomando las medidas sobre el terreno sin la ayuda de los actuales láseres de alta tecnología, satélites o fotografías aéreas. Antes de que Everest perfeccionase sus dispositivos de medición, todos los estudios del terreno se llevaban a cabo con teodolitos primitivos, unos instrumentos de medición mecánico-ópticos que servían para medir ángulos verticales y, sobre todo, horizontales.
Everest mejoró los instrumentos de topografía de su época, consiguiendo mediciones muy precisas desde el Himalaya hasta el extremo sur de India.
A lo largo de sus años de trabajo de campo, Everest contrajo numerosas enfermedades que minaron su salud: malaria, fiebre tifoidea, hepatitis, enfermedad del bosque de Kyasanur (una fiebre hemorrágica vírica transmitida por las garrapatas), síndrome de Guillain-Barré (un trastorno autoinmune del sistema nervioso) y una posible neurosífilis, a lo que se unían episodios de la llamada enfermedad del "Sombrerero Loco", causada por la ingesta de mercurio, un elemento que Everest ingería en grandes dosis para tratar sus dolencias.
Reconocimiento eterno
Pese a su delicada salud, Everest fue un trabajador infatigable y concienzudo. No abandonaba un área de trabajo hasta estar absolutamente seguro de haber obtenido las lecturas y los datos exactos. Su minuciosa información ayudó a que los mapas de la India fueran mucho más precisos y su meticulosidad le abrió las puertas de varias instituciones científicas, incluyendo la prestigiosa Royal Geographical Society de Londres. Tras su jubilación y regreso a Inglaterra, su puesto en la India lo ocupó su pupilo Andrew Scott Waugh.
En 1841, Waugh había completado la medición del meridiano en el Norte y puso su mirada en el que para entonces era uno más de los picos nevados del Himalaya. De hecho, no sería hasta el año 1852 cuando el matemático bengalí Radhanath Sikdar informó al propio Waugh de que el conocido como Pico XV de la cordillera era el más alto del mundo, con una altura de exactamente 8.839,2 metros (actualmente corregida hasta los 8.848 metros).
Andrew Scott Waugh fue pupilo de Everest y, tras su muerte, ocupó su puesto y continuó su trabajo. Fue él quien propuso que la montaña llevara el nombre de su mentor. Foto: CC.La altura exacta del Everest
Waugh se tomó unos años para confirmar los cálculos realizados por Radhanath Sikdar. Finalmente, en 1856, anunció sus resultados a la Royal Geographical Society, y a pesar de que tanto los tibetanos como los nepalíes ya habían dado un nombre a la montaña (los nepalíes la llamaron Sagarmatha, "frente del cielo", y los tibetanos la bautizaron Chomo Lungma, "madre del universo"), Waugh propuso dar al elevado pico el nombre de su predecesor.
Durante las décadas posteriores, la idea de Waugh fue ampliamente debatida por la Royal Geographical Society y organismos similares. Otros estudiosos de la India presentaron sus propias propuestas considerándolas más apropiadas para dar nombre a la montaña: Deva-dhunga fue el nombre propuesto por el naturalista y etnólogo Brian Houghton Hodgson, y Gaurisankar fue el que presentó el explorador alemán Hermann Schlagintwei. El mismo Everest se opuso a que se le diera su nombre, ya que, según sus palabras: "El nativo de la India no puede pronunciarlo y no puede escribirse en hindi". Sin embargo, en 1865 la Sociedad adoptó oficialmente la designación propuesta por Waugh como nombre definitivo para la montaña más alta del planeta: Monte Everest.
El mismo Everest se opuso a que se le diera su nombre pues, según dijo: "El nativo de la India no puede pronunciarlo y no puede escribirse en hindi".
George Everest recibió el título de caballero por parte de la reina Victoria por sus servicios a Gran Bretaña y, paradójicamente, nunca pudo contemplar el pico que en la actualidad lleva su nombre. Tras fallecer por causas naturales a los 76 años, Sir George Everest ostenta ese honor gracias a su intachable reputación profesional y a la estima que le profesaron sus colegas científicos.
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