A pesar de que nunca fue uno de sus principales objetivos vitales, esta senadora pionera desarrolló una larga y fructífera carrera política. Aprovechó la privilegiada posición en la que quedó tras la muerte de su marido para lanzar una ambiciosa campaña y convertirse en la primera mujer elegida para ocupar un asiento en el Senado de los Estados Unidos.
En 1878, 30 años después de que el sufragismo empezara a tomar forma en Estados Unidos en la célebre convención de Seneca Falls, nació en un pequeño pueblo de Tennesse, EE.UU. Hattie Ophelia Wyatt Caraway. Aunque tardaría en saberlo, esta mujer estaba destinada a beneficiarse de los derechos por los que sus predecesoras compatriotas lucharon y a los que ella también dedicó parte de su carrera profesional.
La infancia de Wyatt Caraway transcurrió sin mayores sobresaltos en su Bakerville natal. Su padre regentaba una tienda en la que vendía los productos que obtenía de su trabajo en el campo y, a pesar de la relativa pobreza de su familia, Hattie siempre tuvo la ambición de llevar a cabo estudios superiores. Gracias a la generosidad de una tía rica accedió a la universidad y, después de 3 años de dedicación y trabajo, se graduó y pudo empezar a ejercer como profesora.
Durante los años que pasó en la universidad conoció al que sería su marido, Thaddeus Caraway, una de las personas que más influiría en su vida posterior. Tras casarse y comenzar a formar una familia, se trasladaron al vecino estado Arkansas, donde Wyatt Caraway pasó los primeros años completamente dedicada al cuidado de la casa y sus tres hijos, encargándose a su vez de la supervisión de la granja de algodón que poseía la familia.
En 1914 y con 36 años, Hattie Caraway ya había ejercido como profesora, había dejado su pueblo natal y era una mujer casada con tres hijos que se dedicaba a llevar la casa y supervisar el buen funcionamiento de la granja familiar.
Thaddeus Horatius Caraway, con quien aparece retratada en la imagen en 1926, fue nombrado senador en 1921, un hecho que cambiaría la vida de Hattie Ophelia Wyantt Caraway cuando heredó el puesto de su esposo tras su repentina muerte.
Puesto que su marido Thaddeus Caraway fue elegido miembro del Senado de los Estados Unidos en 1921, la pareja estableció una segunda residencia en Washington. Si bien es cierto que Hattie mostró interés en la carrera política de Thaddeus, se implicó activamente y participó en sus campañas electorales, al principio evitó la vida social y cultural de la capital y se mantuvo apartada de la campaña por el sufragio femenino. Sin embargo, todo cambió en 1931 cuando su marido murió repentinamente a los 60 años. Según la tradición, la viudas eran nombradas con el mismo cargo que hasta entonces habían ostentado su maridos, por lo que Hattie Ophelia Caraway se convirtió en una nueva miembro del Senado. En realidad fue la segunda mujer senadora de la historia, puesto que anteriormente Rebecca Felton ocupó el cargo de senadora durante un día. Estos nombramientos estaban destinados a cubrir el vacío dejado por la ausencia de un senador hasta la siguiente elección, momento en el cual sus esposas eran apartadas.
HACIENDO HISTORIA
Pero al término de ese periodo de tiempo, Hattie Ophelia Caraway decidió presentarse como candidata al mismo puesto y, con el apoyo del Partido Demócrata de Arkansas, ganó y en enero de 1932 se convirtió en la primera mujer en la historia de Estados Unidos en ser elegida para el Senado. A los periodistas que la entrevistaron les dijo: “se ha acabado el tiempo en que las mujeres son puestas en un lugar solo mientras se prepara a otro para que asuma ese trabajo”.
Tras su elección, Caraway explicó a los periodistas: “se ha acabado el tiempo en que las mujeres son puestas en un lugar solo mientras se prepara a otro para que asuma ese trabajo”.
En 1936, Hattie Ophelia Wyatt Caraway posa en las escaleras del Capitolio, en cuya ala norte está ubicado el Senado de los Estados Unidos. Tres años atrás se había convertido en la primera mujer elegida como senadora del país.
Durante su primer periodo como senadora demostró que sus preocupaciones estaban en línea con sus principios y con los problemas de la comunidad en la que se había criado. Sus principales esfuerzos estuvieron enfocados en iniciativas que daban apoyo a la agricultura y al comercio, con una particular atención por los granjeros, y puso especial empeño en mejorar las leyes que protegían a los veteranos de guerra. En 1933, Franklin D. Roosevelt fue elegido presidente de los Estados Unidos y puso en marcha el New Deal para tratar de sacar al país de la crisis provocada tras la caída de la bolsa de 1929. Wyatt Caraway dio apoyo a la gran mayoría de iniciativas que lideró Roosevelt, pues decía de él que “sí, tropieza, pero al menos tropieza hacia delante”.
De nuevo y contra todo pronóstico, en 1938 ganó la reelección, sentando un nuevo precedente en la historia de Estados Unidos. Además, también fue la primera mujer en presidir una sesión senatorial y la primera en liderar uno de los comités en los que se divide el senado estadounidense.
LA INJUSTA SITUACIÓN DE LA MUJER
Parece que a medida que se fue desarrollando su carrera política, fue creciendo de manera paralela una mayor consciencia sobre las desventajas que afrontaba cualquier mujer que trataba de formar parte del sistema. Por ello, en 1943 se convirtió en una pionera copatrocinadora de la Equal Rights Amendment, que pretendía invalidar las leyes estatales y federales que discriminaban por razón de sexo. Lamentablemente, esta enmienda no fue aprobada hasta 1979.
Lo intentó una tercera vez, pero no consiguió ser reelegida en la campaña de 1944. En su último día como senadora, recibió una inusual ovación de todos sus colegas, que despedían así a la “silenciosa Hattie”, una mujer que sin grandes aspavientos, había marcado un hito en la historia de la política y del feminismo estadounidense.
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