No es la distancia lo que define el viaje anual de miles de especies, sino el propósito: buscar comida, aparearse… sobrevivir.
Fort Pierre
Los bisontes disponen de espacio para moverse en el rancho Triple U, cerca de Fort Pierre, en Dakota del Sur. Dos mil cabezas de bisontes van de pasto en pasto por las 20.000 hectáreas del rancho, recorriendo cada año un total de unos 30 kilómetros.
03 de marzo de 2022, 09:00 | Actualizado a
La migración de los animales es mucho más que un simple desplazamiento. Es un viaje colectivo perfectamente organizado, con una recompensa que exige planificación y voluntad férrea, inscritas en el instinto y los genes de la especie. Empeñado en comprender la naturaleza de este fenómeno, el biólogo Hugh Dingle ha identificado cinco características que se dan, en mayor o menor grado, en todas las migraciones.
Según él, son desplazamientos prolongados que llevan a los animales a salir de sus hábitats familiares; suelen ser lineales, no zigzagueantes; implican unas conductas especiales de preparación -como la sobrealimentación- y de llegada al punto de destino; exigen un gasto extraordinario de energía, y por último, durante la migración los animales mantienen concentrada la atención en su objetivo, por lo que no se dejan distraer por las tentaciones ni se arredran ante obstáculos que intimidarían a otros animales.
Un charrán ártico de viaje desde Tierra del Fuego hasta Alaska, por ejemplo, no prestará atención a un aromático arenque que se le ofrece desde un barco de observación ornitológica en la bahía de Monterey. Las gaviotas residentes se precipitarán con voracidad sobre el regalo, pero el charrán pasará de largo. ¿Por qué? «Los animales en migración no reaccionan ante estímulos sensoriales que en otras circunstancias inducirían una respuesta inmediata», dice Dingle. En otras palabras, que esos animales están total y absolutamente empeñados en llegar, cueste lo que cueste. Otra forma menos científica de presentarlo sería decir que el charrán ártico se resiste a las distracciones porque en ese momento se rige de manera instintiva por algo que a los humanos nos parece admirable: un objetivo superior.
Centrados en el largo viaje
El charrán ártico siente que puede comer más tarde, puede descansar más tarde, puede aparearse más tarde. Ahora toda su atención se centra en el viaje. Su único propósito es llegar a su destino: una pedregosa orilla del Ártico, donde se habrán congregado otros charranes. La llegada le permitirá cumplir el objetivo superior marcado por la evolución: encontrar el lugar, el momento y el conjunto de circunstancias adecuadas para reproducirse y criar a su prole.
«Los animales en migración no reaccionan ante estímulos sensoriales que en otras circunstancias inducirían una respuesta inmediata»
Pero el proceso es tan complejo como variado, y los biólogos lo definen de diferentes maneras, en parte según el tipo de animales que estudian. Joel Berger, de la Wildlife Conservation Society y la Universidad de Montana, estudioso del berrendo y otros grandes mamíferos terrestres, prefiere lo que considera una definición simple y práctica, acorde con sus bestias: «Desplazamientos de ida y vuelta entre un territorio estacional y otro». Por lo general, la razón de tales desplazamientos estacionales es la búsqueda de recursos que no están disponibles en una misma área durante todo el año.
Pero los movimientos verticales diarios del zooplancton en el océano -hacia arriba de noche para buscar alimento y hacia abajo de día para escapar de los depredadores- también podrían considerarse migración, lo mismo que el desplazamiento de los pulgones cuando agotan las hojas tiernas de una planta y su progenie pasa a otra planta huésped, sin que ninguno regrese nunca al punto de partida.
Dingle, biólogo evolutivo especializado en insectos, propone una definición más compleja que la de Berger, y menciona para ello las cinco características -duración, carácter lineal, impasibilidad ante las distracciones, conductas especiales al comienzo y al final, y almacenamiento de energía- que distinguen a las migraciones de otras formas de desplazamiento. Por ejemplo, los pulgones se tornan sensibles a la luz azul -del cielo- cuando llega el momento de emprender su largo viaje, y adquieren sensibilidad a la luz amarilla -reflejada por las hojas tiernas- cuando es el momento de aterrizar. Las aves engordan comiendo más de lo habitual como preparación para un largo vuelo migratorio. El valor de su definición, según Dingle, es que hace hincapié en los aspectos que las migraciones del ñu y de la grulla canadiense tienen en común con la de los pulgones, lo que puede ayudar a los investigadores a comprender cómo la evolución por selección natural las ha producido todas.
Cita con las serpientes
Miembros de la Shortgrass Rattlesnake Association hacen una demostración de las serpientes de cascabel diamantinas occidentales reunidas para el 45 Mangum Rattlesnake Derby, que se celebra todos los años en la localidad de Mangum, Oklahoma, en abril. Miles de personas acuden a esta festividad para ver los terrarios y probar la carne de serpiente de cascabel. Es cierto que sabe a pollo, pero según Keith Kendell (centro), su sabor también «se parece al de las ancas de rana».
La migración de la serpiente de cascabel en las Grandes Llanuras del oeste de Canadá es un caso peculiar pero ilustrativo. El joven biólogo canadiense Dennis Jørgensen, ahora empleado por el Fondo Mundial para la Naturaleza (WWF), estudió los desplazamientos de la serpiente de cascabel de la pradera -Crotalus viridis viridis- en las afueras de la localidad de Medicine Hat, en Alberta, cerca del límite septentrional de su área de distribución, y observó ambiciosas migraciones en primavera y en otoño. El trayecto de ida y vuelta de sus animales era de unos 8 kilómetros de promedio, aunque un estudio anterior había registrado migraciones de hasta 53 kilómetros. En Arizona, en cambio, nunca se desplazan tanto, porque no lo necesitan. Las razones que impulsan las migraciones canadienses son las bajas temperaturas invernales, siempre un obstáculo para los reptiles, y la escasez de buenas madrigueras para hibernar.
«No hay muchas madrigueras que permitan sobrevivir al invierno en este entorno», me dijo Jørgensen. La madriguera ideal tiene que ser profunda, donde la tierra conserva el calor, pero accesible desde la superficie a través de huecos o fisuras naturales. Ese tipo de refugios son escasos y están muy alejados unos de otros. «Por eso, lo que vemos por aquí son grandes agregados de serpientes en madrigueras colectivas.» Para visualizarlas, basta imaginar una maraña de miles de serpientes, amontonadas tranquilamente en su guarida subterránea, esperando las primeras señales de la primavera. Cuando las temperaturas superficiales suben y ya resultan agradables, salen de la cueva y se exponen al sol durante un tiempo. Pero están hambrientas. ¿Cuál es el siguiente imperativo? Dispersarse para encontrar comida y pareja. Por esa razón migran radialmente, en todas las direcciones posibles a partir de la madriguera.
Carreteras a ninguna parte
Hambrientas al final de la hibernación, muchas especies de serpiente siguen las mismas pistas olorosas año tras año, sin reparar en los obstáculos. Una mocasín de agua no sobrevivió al cruce de una carretera en Illinois. Las cascabeles, que en primavera abandonan sus guaridas invernales cerca de Medicine Hat, en Alberta, corren a menudo la misma suerte.
Radiotransmisores para ver la migración
Para estudiar este patrón migratorio, Jørgensen utilizó unos pequeños radiotransmisores, implantados quirúrgicamente, con los que siguió los desplazamientos de 28 serpientes distintas durante 2004 y 2005. Más recientemente, un caluroso día de verano, me llevó a visitar una de las madrigueras en la ribera del Saskatchewan del Sur. La erosión había abierto profundas grietas subterráneas en las que unas 60 cascabeles de la pradera habían pasado el invierno. Desde la orilla del río volvimos a las colinas y repasamos la ruta migratoria de una de ellas, una hembra etiquetada por Jørgensen con la letra E.
No lejos de la orilla, ladera arriba, había tres rocas redondeadas, cubiertas de líquenes, con un hueco debajo. E llegó allí el 8 de mayo, me dijo Jørgensen; descansó, se calentó al sol y volvió a ponerse en marcha el día 27. Subió la empinada cuesta -nosotros empezamos a trepar- entre matas de artemisa y terrones de lodo grisáceo, se deslizó ladera abajo -seguimos sus pasos-, atravesó el camino de tierra, cruzó un húmedo barranco lleno de solidagos y zumaques y subió otra ladera. En lo alto de la cuesta, nos agachamos para pasar por debajo de unos alambres de espino y llegar a la esquina de un campo de cultivo. Después de atravesar en un mismo día dos sembrados, la valiente señora E continuó a lo largo de una alambrada, donde la maleza era más densa y las cuchillas de las segadoras no podían alcanzarla. A finales de junio estaba recorriendo 200 metros al día, todavía por la línea de la alambrada, a lo largo de una acogedora combinación de piedras, matorrales y madrigueras de roedores. Llegados a ese punto, Jørgensen y yo hicimos una pausa. Estábamos cansados y bañados en sudor. En cuatro horas, habíamos cubierto ocho semanas de la migración de una cascabel.
Río Vermillion, Montana, Estados Unidos
¿Son las presas del norte de Montana un impedimento para la migración de las truchas toro? Las muestras genéticas permiten a los técnicos saber en qué arroyo ha nacido un pez. Para hacer el experimento, colocan un sistema de radioseguimiento a algunos ejemplares y los trasladan presa arriba con objeto de averiguar si regresan a su lugar de nacimiento para desovar. Kevin Duffy (arriba), técnico de pesca de la empresa energética Avista Utilities, hace un seguimiento de dos truchas en el río Vermillion que no completaron el viaje a los arroyos donde nacieron. Duffy cree que su propósito se vio interrumpido por el escaso caudal del río.
Allí era donde E había pasado casi todo aquel verano. Se había apareado al menos una vez y se había hartado de roedores preparándose para la migración de regreso a casa, para otro invierno en la madriguera y para la gestación. Su hábitat era productivo pero también peligroso, dijo Jørgensen, sobre todo por la maquinaria agrícola, capaz de hacer picadillo a una serpiente, y por el tráfico de los caminos rurales, que podía dejarla aplastada como un cinturón de cocodrilo. Los cambios sufridos por el paisaje no favorecían las migraciones de larga distancia de las serpientes de cascabel de la pradera. En ese instante, como para encarnar esos cambios en una única memoria humana, un hombre llamado Aldo Pederzolli aparcó a nuestro lado.
Pederzolli, dueño de la finca que estábamos recorriendo, había acogido con amabilidad los estudios de Jørgensen. Era un hombre de 80 años, de aspecto saludable. Tras las presentaciones y explicarle el motivo de mi visita, exclamó: «¡Ah, me encantan las serpientes de cascabel!». Cuando hay serpientes, dijo, no has de preocuparte por las tuzas y otros roedores. Recordaba que en su juventud no era raro ver cascabeles viejas, «así de gruesas», al sembrar un campo en barbecho; pero ya no se veían ejemplares tan grandes. Antes había una madriguera cerca del río, nos contó con un tono de melancolía, y las serpientes migraban unos diez kilómetros hasta una pradera abierta llena de tuzas. Pero ya no.
Aunque es sólo una hipótesis, Dennis Jørgensen sospecha que la selección natural, en este caso, la muerte de las más arriesgadas puede estar convirtiendo a sus serpientes de cascabel migratorias en una población mucho más casera.
Berrendo
El berrendo es veloz -alcanza casi 100 kilómetros por hora-, pero casi nunca salta una valla. Algunos rancheros piensan levantar un poco el alambre inferior para que los berrendos, como éstos fotografiados cerca de Medicine Hat, Alberta, puedan pasar durante su migración invernal.
La biodiversidad es algo más que un mero recuento de especies. La diversidad de ecosistemas, comportamientos y procesos también es importante, ya que contribuye a la riqueza, el vigor, la flexibilidad y la interconexión de las comunidades vivas del planeta. La desaparición de las migraciones de larga distancia que realizan algunas especies sería una pérdida lamentable. Así lo ha expresado Joel Berger refiriéndose a las especies migratorias de todo el mundo, y en particular al berrendo (Antilocapra americana), único ungulado endémico de América del Norte.
La desaparición de las migraciones de larga distancia que realizan algunas especies sería una pérdida lamentable
Su gran velocidad (es el mamífero terrestre más veloz del Nuevo Mundo), muy superior a la necesaria para escapar de cualquier depredador actual de América del Norte, es probablemente una adaptación para huir del guepardo americano del pleistoceno, actualmente extinguido. Pero además de desplazarse con rapidez, el berrendo también llega lejos. Una de sus poblaciones migra cientos de kilómetros a través de las Grandes Llanuras, desde el centro-norte de Montana hasta el sur de Saskatchewan y Alberta. Otra sigue una ruta estrecha y tenue que parte de su territorio estival en el Parque Nacional del Grand Teton, atraviesa una sierra en las fuentes del río Gros Ventre y baja hacia las llanuras al sur de Pinedale, en Wyoming, en la cuenca del río Green. Allí los berrendos se mezclan con varios miles de ejemplares más llegados de otros puntos de Wyoming, donde intentan distanciarse de los pozos de gas natural y de los equipos de perforación, y esperan a que pasen los meses fríos, alimentándose de las hojas de artemisa que el viento despoja de nieve.
Los berrendos del Grand Teton destacan por la invariabilidad de su ruta migratoria y por la formación de graves atascos en tres puntos críticos: Trappers Point, Red Hills y Funnel («el Embudo»). Los estudios de campo de Berger y sus colegas han permitido cartografiar la ruta y arrojar luz sobre las dificultades a las que se enfrentan. Si no logran pasar los tres cuellos de botella durante la migración primaveral, no llegarán al festín de hierba estival que les aguarda en el Parque Nacional del Grand Teton, y si no los superan una vez más en otoño para volver al sur, probablemente morirán intentando pasar el invierno en el área de Jackson Hole o se quedarán atrapados en la espesa capa de nieve de la sierra.
Bisonte americano
Decenas de millones de bisontes recorrían en el pasado las Grandes Llanuras en busca de pastos tiernos. A finales del siglo XIX casi todos habían sido exterminados. Actualmente, la mayoría del medio millón de ejemplares que quedan viven en cautividad, como éstos del rancho Triple U en Dakota del Sur.
Un día de noviembre fui a conocer los detalles de esa disyuntiva. Me acompañaba la bióloga Renée Seidler, quien se ocupa sobre todo de los problemas de hábitat en los prósperos campos de gas entre Pinedale y Rock Springs, un área que todos los inviernos recibe unos 20.000 berrendos. Desde un promontorio en Trappers Point, observamos la moderna expresión del crecimiento y el comercio a lo largo de la autopista 191: una pequeña localidad llamada Cora Junction, formada por unas 50 viviendas, caravanas y otros edificios. «Más o menos por allí –dijo Seidler, señalando una mancha de arbustos entre el promontorio donde estábamos y el pueblo– es por donde pasa la mayoría de los berrendos.»
Continuamos 30 kilómetros hacia el norte por una carretera secundaria, a lo largo del valle cubierto de sauces del curso alto del río Green, siguiendo la ruta migratoria. Seidler me explicó que a los berrendos no les gustan los bosques ribereños porque dependen de la visión a distancia y de la velocidad para huir de los depredadores. Tampoco les gusta la vegetación densa, y por eso prefieren pasar por las colinas altas y despejadas entre el río y los bosques, donde pueden ver a lo lejos y correr. Luego llegamos a un lugar donde laderas boscosas flanquean ambas orillas del río formando una suave V, entre cuyas paredes queda un pasillo abierto de apenas unos 150 metros de ancho. «Ahí está el Embudo», dijo Seidler. Eran tierras privadas, seccionadas por senderos, vallas y caminos de gente con suficiente dinero para tener una segunda o una tercera residencia en las fuentes del Green. Una valla más, otra casa o dos perros grandes y ladradores podrían inclinar fatalmente la balanza. Tanto en Trappers Point como en el Embudo, el aumento de las actividades humanas puede causar una crisis para el berrendo del Grand Teton, por la amenaza de cerrar su zona de paso.
Científicos conservacionistas como Berger, así como biólogos y responsables de la gestión del territorio del Servicio de Parques Nacionales y de otras entidades, trabajan para proteger las conductas migratorias, no sólo las especies y los hábitats. El Bosque Nacional Bridger-Teton ha reconocido oficialmente la ruta del berrendo del Grand Teton, que en gran parte pasa por su territorio, como el primer corredor migratorio protegido por el gobierno federal. Pero ni el Servicio de Bosques ni el de Parques Nacionales pueden controlar lo que sucede en los cuellos de botella situados en tierras privadas, ni tampoco en las concesiones de la Oficina de Gestión del Territorio (BLM) para la explotación de los yacimientos de gas al sur de Pinedale. El problema se complica aún más en el caso de otras especies migratorias que cubren distancias mucho mayores, lo que supone más jurisdicciones, más fronteras y más peligros a lo largo del trayecto.
Grullas canadienses
Medio millón de grullas canadienses hacen un alto en el río Platte de Nebraska para engordar con los restos de la cosecha de maíz, con lombrices y con otros alimentos de los campos cercanos. Interrumpen así su vuelo primaveral desde México y el sur de Estados Unidos hacia sus territorios de cría en el extremo norte.
¿Qué pasaría, por ejemplo, si fuéramos grullas canadienses -Grus canadensis canadensis-a punto de iniciar nuestra migración primaveral desde el sudoeste de Texas? Tendríamos que sobrevolar una esquina de Nuevo México y Oklahoma, y después Kansas, Nebraska, Dakota del Sur y Dakota del Norte (estados que en su mayoría autorizan la caza de grullas), antes de entrar en territorio canadiense, por Saskatchewan, y virar al noroeste a través de Alberta, la Columbia Británica y el Territorio del Yukón.
Finalmente surcaríamos el cielo de Alaska y cruzaríamos el estrecho de Bering para dirigirnos a nuestras zonas de cría estivales en el nordeste de Rusia. Sería un viaje de unos 8.000 kilómetros. Como tendríamos que hacer un alto en el camino para recuperar energías, probablemente recalaríamos en el río Platte de Nebraska, cerca de Kearney. Si así lo hiciéramos, no estaríamos solos, porque unas 500.000 grullas canadienses en migración hacia el norte hacen cada año la misma etapa.
Se quedan allí dos o tres semanas, a veces cuatro. Algunas parten cuando otras están llegando, lo que mantiene el promedio de recuento en torno a los 300.000 ejemplares durante los meses de marzo y abril. De noche se posan en las zonas menos profundas del Platte, con las patas sumergidas en el agua fría, o bien en las barras arenosas, donde el chapoteo les advierte de la llegada de cualquier depredador. Por la mañana emprenden el vuelo en enormes y gráciles oleadas hacia los campos cercanos, donde pasan el día comiendo con avidez el maíz que las cosechadoras no han recogido, lombrices y otros invertebrados. Ese período de descanso no es incompatible con la imposibilidad de distraer a un animal durante su migración anual, tal como la ha definido Hugh Dingle, sino que forma parte del programa general, repetido por un sinfín de generaciones de grullas. Durante la parada, una grulla de 2,75 kilos de peso gana unos 700 gramos de grasa. Las aves necesitan esa grasa para cubrir la distancia entre Nebraska y Rusia. Por lo tanto, necesitan el hábitat de la zona de descanso (las aguas someras, las barras arenosas, la seguridad, el maíz y los invertebrados) para completar su laborioso ciclo anual.
Lince rojo
El muro fronterizo levantado a lo largo del curso bajo del río Grande, en Texas, no sólo divide países, sino también hábitats, e impide desplazamientos diarios esenciales para los animales de la zona. Los linces rojos normalmente atravesarían la frontera para buscar pareja o para cazar, como este ejemplar, que ha atrapado una rata. El muro también bloquea las rondas diarias de los ocelotes, otro felino de la región.
Observando ese hábitat una mañana de finales de marzo, vi bandadas y bandadas de grullas que levantaban el vuelo desde el río. Cada grupo despegaba torpemente del agua y ganaba elegancia a medida que sus alas abarcaban mejor el aire, viraba en formación y se alejaba hacia los terrenos de alimentación diaria. Mientras tanto, las grullas emitían su graznido distintivo. Había unos 60.000 ejemplares al alcance de mis prismáticos. Era un espectáculo extraordinario.
Unos días antes también había visto la llegada de las grullas, cuando regresan a la luz del crepúsculo y se posan sobre el río para pasar la noche. Pero fue más emocionante verlas emprender el vuelo, quizá porque cuando se marchan al alba tienen un propósito, en lugar de regresar simplemente al lugar de descanso. Se van para engordar y acumular energías para otra larga etapa de su trayecto. El viaje las llevará a sus terrenos de cría, donde hallarán seguridad y comida en abundancia. Su esfuerzo prodigioso y su impasibilidad ante las distracciones darán como resultado nuevas huestes de grullas canadienses, que aumentarán y rejuvenecerán la especie. He estado a punto de escribir «que perpetuarán la especie», pero no podemos afirmarlo con total seguridad. Nada que esté vivo dura para siempre.
Sentí que estaba siendo testigo de la sabiduría acumulada y la determinación de la evolución, que surcaba el cielo sobre el río Platte. Pensé que si los humanos hemos acumulado una sabiduría comparable y somos capaces de idéntica determinación, quizá dejaremos que las grullas continúen con su viaje.
Cada año el ahogamiento de miles de ñus al cruzar el río Mara durante su migración, sirve de sustento para el resto de especies que habitan en la cuenca del río
Serengeti, Tanzania
Una manada de ñus en las llanuras del Serengeti, en Tanzania.
Foto: Gtres
Atasco en el río
Cada año miles de ñus mueren ahogados a su paso por el río Mara.
Foto: Chris Dutton
Reserva Nacional Masai Mara, Kenia
En el transcurso de su migración miles de animales se enfrentan, llegado el momento, a las aguas del río Mara, que transcurre por los territorios de Kenia y Tanzania, y llegado el momento, miles de ellos perecen ahogados en sus aguas.
Foto: Gtres
Todo vuelve al agua
La muerte de los ñus no solo constituye un gran festín para cocodrilos y buitres. “Esta dramática situación proporciona nitrógeno terrestre, fósforo y carbón a la cadena alimenticia del río, constituyendo parte fundamental de los nutrientes de peces y otros pequeños animales de la región”.
Foto: Gtres
Río Mara
Cigüeñas Marabú se alimentan de ñus ahogados en el río Mara.
Foto: Amanda Subalusky
Cada año, en el Parque Nacional del Serengeti en Tanzania y la Reserva Masai Mara en Kenia, entre los meses de julio y septiembre ocurre la mayor migración de animales terrestres que tiene lugar en el mundo. Con la llegada de la estación seca se produce la que es conocida con nombre propio como La Gran Migración, en la que más de un millón de ñus, miles de cebras, gacelas y otras especies que suman más de dos millones de herbívoros, comienzan su particular periplo por la supervivencia.
La cifra de animales ahogados anualmente en el río Mara asciende a 6.200 ejemplares de media
El menú de cocodrilos, peces, carroñeros y algas
Fuente de vida del ecosistema
Las aguas del río Mara desembocan en el gran Lago Victoria, fuente clave de nutrientes para la vida salvaje en el ecosistema Mara-Serengeti. De este modo, los aportes alimenticios que se desprenden de la carne y de los huesos se distribuyen por la corriente del río e incluso son transportados al interior de la tierra por los carroñeros, fomentando la vida en toda la cuenca del río africano.
"Este es uno de los últimos lugares en el planeta donde se puede estudiar la influencia en el ecosistema acuático del ahogamiento de grandes grupos de animales migratorios”
En NG Viajes:
Con la llegada de la estación seca más de dos millones de herbívoros inician un gran viaje en busca de pastos a través del Parque Nacional del Serengeti.
PARQUE NACIONAL DE SERENGETI
Uno de los mejores momentos para viajar al Parque Nacional de Serengeti en Tanzania es en mayo cuando se puede contemplar el gran espectáculo de la migración.
¿Por qué ñus y cebras?
Y también algunas gacelas y pequeños antílopes, pero en comparación con el número de ñus y cebras, resultan prácticamente olvidados al hablar de la Gran Migración.
Tanto los ñus y las cebras persiguen el mismo fin, saciar su hambre y su sed.
Estas 2 especies viven en armonía, no compiten por el alimento y se benefician mutuamente de su presencia, viven en simbiosis.
- Mientras que las cebras comen las hierbas más altas, los ñus se alimentan de las hierbas más bajas.
- Los ñus tienen muy buen oído, por el contrario las cebras muy buena vista, son un complemento perfecto.
- Cuanto mayor es el grupo, la probabilidad de no ser elegido como presa aumenta.
Números
- 1’5 millones de ñus, 300.000 cebras y varios miles de gacelas componen la Gran Migración.
- 4.000 toneladas de pasto es consumido cada día al paso de las manadas.
- 300.000 animales mueren anualmente a causa de la actividad de los depredadores, lesiones y fatiga
- https://udare.es/la-gran-migracion-2/
Esto es importante conocerlo, puesto que puede suponer un contratiempo para aquellos viajeros y viajeras que anhelan poder contemplar este fenómeno.
Un ejemplo con el que poder entender mejor la situación:
Comienzo de marzo de 2017, se observan grandes manadas llegando a la zona de Ndutu, con las crías ya nacidas. Pocos ñus en los lagos Ndutu y Masek. La explicación parece ser que este año no ha llovido en diciembre, una sequía que se ha prolongado hasta abril y que ha hecho que la llegada de las grandes manadas a la zona de Ndutu se retrase, produciéndose los partos en zonas no habituales.
Estos cambios de periodos de lluvias y sequía está alterando los ciclos y los ritmos habituales.
Actualmente podemos encontrar muchos mapas migratorios en Internet, con una base común en todos los casos, pero se observan pequeñas diferencias de criterios de ubicaciones de las mandas, en base a cada mes. Esto da una idea de lo complicado que resulta hacer una estimación exacta.
Dudas y preguntas
Son muchos los viajeros y viajeras que nos trasladan dudas y preguntas al respecto de la migración.
¿Cuándo la migración está en Masai Mara, Serengeti se queda vacío?
No y a la inversa tampoco. Son ñus, cebras y algunas gacelas las que migran, el resto de los animales son residentes. En contra de lo que se puede creer, los depredadores esperan la llegada de la migración a sus tierras, pero no acompañan a las grandes manadas en su ciclo.
https://udare.es/la-gran-migracion-2/
¿Se puede ver la migración en Serengeti en los meses de julio y agosto?
Es posible en la zona norte cerca de Masai Mara, pero exige buscar alojamientos ubicados en dicha zona de Serengeti para que el desplazamiento sea el menor. En esta zona norte los alojamientos son más exclusivos y es por ello que muchas personas se alojan en otras ubicaciones, sacrificando así la posibilidad de ver la migración.
¿Puedo asegurarme ver la migración?
Hay meses en los que es más o menos fácil poder estimar la ubicación de las manadas, pero como indicábamos anteriormente las alteraciones en los ciclos de las lluvias, hace que las grandes manadas avancen a mayor o menor ritmo.
En los momentos de paso entre Masai Mara – Serengeti, puede suponer que nos encontremos mayor o menor abundancia de manadas y tal vez, nos llevemos una pequeña decepción.
En este sentido recomendamos controlar las expectativas.
https://udare.es/la-gran-migracion-2/
FOTO: GTRES
«LA LLANURA INFINITA»
El Serengeti fue declarado Parque Nacional en 1951 y es Patrimonio de la Humanidad desde 1981. Tiene una extensión parecida a la comunidad de Navarra (14.763 km2) y es uno de los parques más grandes de África.
FOTO: GTRES
ESTACIÓN SECA
La llegada del fin de las lluvias al Serengueti marca el inicio de este largo viaje en el que más de un millón de ñus, cientos de miles de cebras y gacelas y otras especies de herbívoros se desplazan en busca de pastos frescos.
FOTO: GTRES
SAFARI EN TANZANIA
El Parque Nacional del Serengeti cuenta con los mayores rebaños de undulados migratorios y alberga las más altas concentraciones de grandes depredadores en todo el mundo. En el parque se pueden encontrar todo tipo de alojamientos desde sencillos campamentos hasta lodges de lujo.
FOTO: TANZANIATOURISTBOARD.COM
EL GRAN VIAJE DE LOS ÑUS
Más de un millón de ñus se dirigen hacia el norte en un viaje lleno de dificultades. En el paso por el peligroso río Grumeti les esperan los hambrientos cocodrilos que deboran un gran número de ejemplares.
Uno de los momentos más indicados para realizar un safari al Parque Nacional de Serengeti en Tanzania es el mes de mayo, cuando se puede contemplar uno de los mayores espectáculos naturales: La Gran Migración. La llegada del fin de las lluvias al Serengeti marca el inicio de este largo viaje en el que más de un millón de ñus, cientos de miles de cebras y gacelas y otras especies de herbívoros se desplazan para hacer frente a un gran reto de supervivencia.
Hasta el mes de mayo, las grandes manadas han permanecido en la región sureste del Parque Nacional de Serengeti -la «llanura infinita», como la llaman los masáis- y en los alrededores del área de conservación del Ngorongoro. La estación seca acaba con los pastos y marca el inicio de la búsqueda incansable de alimento. A partir de finales de abril y durante semanas no cae ni una gota en el Serengeti. El sol empieza a secar la hierba de la sabana y los ríos y pozas desparecen. No queda otro remedio que emprender camino hacia lugares más fértiles, donde haya pastos frescos. Empieza el viaje hacia el norte.
CICLO VITAL
En junio y julio las grandes manadas se habrán ido desplazando a través de la reserva de Maswa, hasta las riberas del peligroso río Grumeti donde los cocodrilos esperan su gran banquete anual. En agosto y septiembre, la gran mayoría habrá llegado al norte del parque de Serengeti atravesando la reserva de Grumeti e Ikarongo. Es a partir de entonces, cuando el gran parque de Kenia, el Masai Mara, se ve inundado de vida animal. A finales de noviembre, la gran concentración de animales toma de nuevo dirección al sur para regresar a donde todo empezó.
Ha sido un viaje de más de 3.000 kilómetros que abarca una extensión de 30.000 km2, durante el que se han consumido unas 4.000 toneladas de hierba al día. Todos los años el cinco por ciento de aquellos que empezaron el viaje perecen, muchos a causa del hambre, las enfermedades y los depredadores.
Datos de interés
- * El Serengeti fue declarado Parque Nacional en 1951 y es Patrimonio de la Humanidad desde 1981.
- * Tiene una extensión parecida a la comunidad de Navarra (14.763 km2) y es uno de los parques más grandes de África.
- * Está situado en una gran meseta con una altitud que va desde los 1.800 metros en el este a los 1.200 en el oeste.
- * El ecosistema del Parque Nacional del Serengeti cuenta con los mayores rebaños de ungulados migratorios y alberga las más altas concentraciones de grandes depredadores en todo el mundo.
- * En el parque se pueden encontrar todo tipo de alojamientos desde sencillos campamentos hasta lodges de lujo.
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