En el año 371 a.C. el ejército tebano logró una aplastante victoria sobre la hasta entonces invencible Esparta. La batalla de Leuctra fraguó la hegemonía de Tebas sobre Grecia, bajo el mando de un genial militar y político: Epaminondas
El final de un héroe. Este óleo, de Isaak Walraven (1726), muestra al general tebano Epaminondas en su lecho de muerte tras haber sido herido en la batalla de Mantinea.
Epaminondas (en griego: Ἐπαμεινώνδας, Epameinondas; h. 418 a. C.-362 a. C.) fue un general y político griego del siglo IV a. C., quien convirtiera la polis de Tebas en la nueva potencia hegemónica de Grecia, sustituyendo a Esparta.
Epaminondas redibujó el mapa político de Grecia, fragmentó antiguas alianzas, creó nuevas y supervisó la construcción de ciudades enteras. También tuvo gran influencia militar, inventando e implementando diversas y muy importantes tácticas de batalla. Antes de su mandato, Tebas se encontraba en una situación de dominio espartano. Epaminondas logró mejorar la capacidad militar de Tebas para situarla en una posición preeminente dentro de la política de Grecia, creando lo que se conocería como la hegemonía tebana. En el proceso acabó con la supremacía militar espartana en la batalla de Leuctra y liberó a los ilotas de Mesenia, un grupo de griegos del Peloponeso que habían sido reducidos a la servidumbre bajo el dominio de Esparta durante unos 200 años.
El orador romano Cicerón le llamó el primer hombre de Grecia, si bien Epaminondas ha caído en una relativa oscuridad en los tiempos modernos. Los cambios que Epaminondas llevó al orden político griego no le sobrevivieron mucho tiempo, dado que el ciclo de hegemonías y alianzas todavía no se había estabilizado. Tan solo 27 años después de su muerte, Tebas fue destruida por Filipo II de Macedonia, batalla en la que también participó su hijo Alejandro Magno. Por todo ello, Epaminondas no es recordado tanto como un idealista y liberador (como se le vio en su tiempo), sino por una década de campañas (desde 371 hasta 362 a. C.) que dieron forma y fuerza a los grandes poderes de Grecia y que pavimentó el camino para la posterior conquista macedonia. https://es.wikipedia.org/wiki/Epaminondas
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La ciudad de Tebas estaba situada en el centro de Beocia, en un punto que satisfacía las condiciones que antiguamente se consideraban idóneas para el emplazamiento de una ciudad: alejada del mar y protegida en tres de sus flancos por las elevaciones del terreno. Dominaba la fértil llanura del norte de Beocia, fuente de su abastecimiento, y controlaba las principales vías de la región. La acrópolis tebana llevaba el nombre de «Cadmea», en honor al mítico fundador de la ciudad, Cadmo, hermano de Europa y esposo de Harmonía.
Los beocios pertenecían al linaje eolio, una de las cuatro agrupaciones étnicas y dialectales en que se dividían los griegos de época clásica. Su territorio comprendía dos amplias zonas costeras, dotadas de buenos puertos, con salida a los golfos de Eubea (al noreste) y Corinto (al suroeste). Pese a ello, y pese al hecho de que ningún punto de Grecia central dista de la orilla del mar más de 60 kilómetros, Beocia era una tierra fundamentalmente campesina. Las comunidades beocias se caracterizaban por una nítida contraposición entre la nobleza dominante, cuyos miembros eran los únicos ciudadanos con plenos derechos, y la gran masa de la población, carente de derechos políticos.
Edipo, rey mítico de Tebas, ante la esfinge. Crátera del siglo V a.C. Colección Estatal de Antigüedades, Múnich.
Posiblemente, la combinación de ambas circunstancias –vocación agrícola y rígida estratificación social– influyó en la reputación de grosería y rusticidad que la tradición literaria griega atribuía a los habitantes de la zona. Aún hoy, el diccionario de la Real Academia Española define con los términos «ignorante, estúpido, tonto» el sentido figurado del adjetivo «beocio». A dicha reputación debió contribuir, asimismo, la propaganda hostil desplegada por Atenas, enemiga ancestral de Beocia.
Históricamente, el ascenso político de Tebas estuvo unido a la constitución, bajo su liderazgo, de la Liga Beocia, una federación integrada por las ciudades de la zona y dotada de instituciones y órganos de gobierno comunes, que se construyó en un lento proceso que culminó a finales del siglo VI a.C. A la cabeza de la Liga, Tebas mantuvo una dura pugna con Atenas por la posesión de la estratégica ciudad de Platea y luego, durante las guerras médicas, acabó por aliarse con los persas, lo que le valió ser acusada de traición a la causa helénica y mermó seriamente su prestigio y su liderazgo sobre Beocia.
TEBAS CONTRA ESPARTA
La guerra del Peloponeso (431-404 a.C.) brindó a Tebas la oportunidad de recuperar su importancia política. Aliados de Esparta, los tebanos contribuyeron decisivamente a la derrota final de Atenas. Las fuentes clásicas aseguran, incluso, que al final de la contienda los tebanos exigieron la destrucción total de su antigua rival, aunque Esparta no accedió, temerosa de una cada vez más poderosa Tebas.
Pero en el período de hegemonía espartana, iniciado en el año 404 a.C., la política tebana estuvo marcada por continuos cambios de alianzas en el exterior y por las constantes luchas entre facciones en la ciudad. Cabe decir, sin embargo, que Atenas apoyó frecuentemente la causa tebana, ya que Esparta representaba ahora el enemigo principal. La llamada paz de Antálcidas (386 a.C.) marcó un punto de inflexión importante en tal enemistad. Con la excusa de preservar la independencia de las ciudades griegas, la hegemónica Esparta impuso unas condiciones que, en la práctica, sino formalmente, suponían el desmantelamiento de la Liga Beocia y el dominio absoluto de los espartanos en la zona.
Atenas y los tebanos. Los atenienses no perdonaban a los tebanos su ayuda a Esparta durante la guerra del Peloponeso. Arriba, la acrópolis de Atenas.
La pugna exterior se había trasladado, mientras tanto, al interior de la política tebana. Dos facciones se turnaban en el poder: la de tendencia democrática, apoyada por Atenas, y la de orientación oligárquica. En el año 382 a.C., un ejército espartano, apoyado por la facción oligárquica, entró en Tebas, se apoderó de su acrópolis, la Roca Cadmea, y ejecutó o encarceló a los dirigentes democráticos que no pudieron huir. La ciudad, gobernada por los oligarcas, debió soportar que se estableciera en ella una guarnición espartana.
Unos trescientos miembros de la facción democrática buscaron refugio en Atenas y fueron ellos quienes, con apoyo ateniense, llevaron a cabo una gesta que se hizo famosa en la historia griega: la liberación de Tebas y la expulsión de la guarnición espartana. El episodio ocurrió en el año 379 a.C., y entre los liberadores estuvo Pelópidas, amigo y aliado de Epaminondas.
Desde ese momento, Tebas, enfrentándose continuamente a Esparta, fue afirmándose y reforzando cada vez más su liderazgo en la Liga Beocia. El momento decisivo llegó en julio de 371 a.C. con la batalla de Leuctra. La derrota que allí sufrió el ejército espartano marcó el inicio de la hegemonía tebana y la entrada en escena de su figura principal, Epaminondas.
EPAMINONDAS, LÍDER DE TEBAS
Hasta la batalla de Leuctra, pocos datos de la vida de Epaminondas se conocen con seguridad. Nació en fecha que desconocemos dentro de una familia noble. Las fuentes insisten en que recibió una esmerada educación tanto en música y danza como en atletismo y lucha –actividad tradicionalmente cultivada en Tebas– y en filosofía, campo éste en el que las enseñanzas de su maestro, el pitagórico Lisis de Tarento, le marcaron profundamente.
La tradición antigua, altamente encomiástica respecto a Epaminondas, presenta su formación como una especie de prólogo o explicación al catálogo de sus numerosas virtudes: patriotismo, generosidad, ascetismo, integridad, lealtad hacia sus amigos (especialmente Pelópidas), capacidad oratoria, dominio de las artes guerreras... Cabe suponer que más tarde participó activamente en las reformas políticas y militares que debieron de producirse entre los años 379 y 371 a.C., y que acompañaron y facilitaron el fortalecimiento de Tebas y la reconstrucción de la Liga Beocia bajo el liderazgo tebano. Sólo esta participación explica su triunfal aparición en los años posteriores.
Leuctra no constituyó sólo el principio de la hegemonía tebana. Fue también un acontecimiento militar de primer orden, en tanto que supuso el estreno de una notable innovación estratégica. El estratega que la diseñó fue Epaminondas, nombrado beotarca en el año 371 a.C. (los beotarcas eran los magistrados, con atribuciones políticas y militares, que dirigían los asuntos de la Liga Beocia durante el año en que eran elegidos para el cargo). En Leuctra, el ejército beocio adoptó la disposición táctica llamada «orden oblicuo», que rompía con la frontalidad de la alineación griega tradicional. Epaminondas, por una parte, colocó al sector más fuerte de su ejército, las tropas tebanas, en el ala izquierda, reforzado, además, por el famoso Batallón Sagrado, situado inmediatamente detrás y dirigido por Pelópidas. Y, por otra parte, ordenó que el centro y el ala derecha demorasen el avance, de suerte que su línea de ataque adoptó, desde el principio, un perfil escalonado.
Epaminondas salva la vida a Pelópidas durante el asedio de Mantinea. Ilustración de William Rainey perteneciente a las Vidas de Plutarco para Niños y Niñas, Londres 1910,
Gracias a ello obtuvo una victoria resonante sobre el ejército espartano, considerado la máquina militar más potente de su época; una victoria inesperada, ya que los efectivos enemigos eran superiores en número a las fuerzas de la Liga Beocia. Fue una victoria de enormes consecuencias, puesto que Esparta perdió de manera inmediata su posición dominante en Grecia central y en un breve plazo, su papel de potencia hegemónica en toda Grecia.
A partir de este momento, la política tebana quedó en manos de Epaminondas, que, acompañado frecuentemente por Pelópidas, desempeñó el cargo de beotarca la mayoría de los años entre 371 y 362 a.C. La primera tarea a la que se enfrentó fue la consolidación de la Liga, con la anexión de aquellas ciudades beocias que habían ofrecido resistencia; las fuentes nos dicen que, en el cumplimiento de tal objetivo, Epaminondas actuó con eficacia, pero también aplicando un humanitarismo que cosechó grandes beneficios políticos.
Al mismo tiempo se procedió a colmar el vacío de poder reinante en Grecia central tras el abandono de Esparta: la Liga tendió para ello una red de alianzas con los territorios de la zona, desde Fócide hasta Etolia. También entabló la paz con su vecino del norte, la poderosa Liga Tesalia; logro al que contribuyó decisivamente la muerte de Jasón de Feras, líder de dicha Liga. Pero fue en el Peloponeso donde más evidentes se hicieron la pérdida de poder espartano y el ascenso de la Tebas de Epaminondas.
Tras Leuctra, las facciones democráticas de determinadas ciudades peloponesias, con Tegea y Mantinea a la cabeza, se alzaron contra los gobiernos oligárquicos sostenidos por Esparta. Pronto, algunas ciudades en las que triunfó el alzamiento se unieron para formar una nueva liga, la Liga Arcadia. El Peloponeso quedó dividido en dos bandos, uno de tendencia oligárquica, apoyado por Esparta, y otro de orientación democrática. Fue esta facción la que solicitó ayuda a los beocios. Tal petición conformó el marco en el que se desarrollaron las tres campañas del Peloponeso lideradas por Epaminondas entre 369 y 366 a.C.
MANTINEA: EL FINAL DE UNA POTENCIA
Fueron campañas victoriosas, en las que Esparta, si no pudo ser conquistada, sí fue humillada. El logro más tangible de los beocios fue la liberación de Mesenia –territorio sometido a Esparta y base económica del poder espartano– y la fundación allí de una nueva capital, Mesene. Al mismo fin contribuyó una segunda fundación, la de Megalópolis, en el sur de Arcadia, que se convertiría en un bastión esencial en la lucha contra una Esparta que nunca volvió a ser la potencia hegemónica de Grecia. Las victorias de Epaminondas revelaron su genio militar y confirmaron las virtudes del ejército beocio.
Pero los acontecimientos de esos años también mostraron las debilidades de la política tebana. Hubo, en primer lugar, importantes apoyos externos para Esparta, entre ellos el de Atenas, que, inquieta ante la perspectiva de una Tebas excesivamente fuerte, pactó con la declinante potencia espartana ya en 369 a.C. Por otra parte, los dirigentes tebanos se mostraron incapaces de aprovechar sus éxitos militares para la creación de organismos e instituciones que garantizasen la solidez de sus alianzas. La Liga Beocia, acaudillada por Tebas, era vista como la liberadora de los estados griegos.
La paz con Corinto. En 365 a.C., Corinto, aliada de Esparta en la Liga del Peloponeso, firmó la paz con Tebas, cambiando de bando. Arriba, templo de Apolo en Corinto. Siglo VI a.C.
Su organización federal de base democrática constituía un atractivo modelo para las comunidades que buscaban su apoyo. Y esa atracción era tanto mayor cuanto que los gobernantes beocios, con Epaminondas a la cabeza, desplegaron considerables dosis de moderación en el trato con sus nuevos socios. Pero los líderes tebanos ni siquiera intentaron la creación de instrumentos de deliberación colectiva que encauzasen la política común o resolviesen los conflictos entre los aliados. Algo que los poderes hegemónicos anteriores, Esparta y Atenas, sí supieron hacer.
Tal debilidad se puso de manifiesto a raíz de la disputa en torno a la posesión del territorio de Trifilia, que acabó por dividir la Liga Arcadia en dos bloques. Ni Epaminondas ni los representantes beocios lograron reconciliar a ninguna de las partes, por lo que en el año 362 a.C. las fuerzas de Beocia y sus aliados –entre ellos, determinadas ciudades arcadias– se enfrentaron, bajo el mando de Epaminondas, al bloque formado por otras ciudades arcadias y contingentes procedentes de Atenas, Esparta y diversas comunidades griegas.
La muerte de Epaminondas en un óleo de Franciszek Smuglewicz pintado en 1797. Museo Nacional, Varsovia.
Fue la decisiva batalla de Mantinea, en la que el genio militar de Epaminondas volvió a brillar con fuerza. La acción combinada de la caballería y la infantería tebanas logró romper la línea de los espartanos, y toda la falange enemiga emprendió la huida. Pero en el transcurso de la batalla, Epaminondas resultó mortalmente herido, y lo que habría podido ser un aplastante triunfo de Tebas frente a sus enemigos se convirtió en el principio del fin de su hegemonía sobre Grecia.
El historiador Jenofonte concluía así su relato de la batalla de Mantinea: «Y aunque cada uno afirmó que había vencido, ninguno de los dos se vio con más territorio, ciudades o poder que antes de que ocurriera la batalla; pero confusión y desorden, sí se dieron en Grecia con mayor intensidad después de la batalla que antes».
Pese a la pérdida de influencia de Tebas, en las décadas siguientes la ciudad siguió siendo una potencia importante hasta la batalla de Queronea (338 a.C.), cuando el ejército tebano fue masacrado por las tropas macedonias al mando del rey Filipo II. Dos años más tarde, Alejandro Magno, su hijo, arrasó la ciudad. Ello no supuso su desaparición, pues Tebas continuó existiendo e incluso llegó a ser, ya en época bizantina, la ciudad con más peso de Grecia central. Pero su papel como gran potencia en la Grecia clásica había concluido, ciertamente, en Mantinea.
El primer hombre de Grecia
Los autores grecorromanos no atribuyen a Tebas ni una constitución notable, ni una cultura capaz de forjar grandes modelos de actuación humana y líderes políticos. Por eso explican el período de hegemonía tebana como el fruto de la excepcional capacidad y las virtudes singulares de sus dos grandes líderes, Epaminondas, ante todo, y también Pelópidas. Los historiadores modernos destacan, por su parte, que Tebas ni siquiera intentó convertir su prestigio y sus alianzas con otros estados en algo permanente, en una estructura reglamentada y sólida. Pues los tebanos se limitaron a dejar su política y sus relaciones externas a un puñado de líderes capaces, y una hegemonía basada en fundamentos tan frágiles, personales y desorganizados no podía durar.
Lo más singular de la hegemonía tebana fue la habilidad de Epaminondas (así como la de Pelópidas) para extraer de victorias puramente militares una autoridad política y un liderazgo sobre Grecia que duró más de diez años. Es curioso que antiguos y modernos coincidan en concebir a Epaminondas –el «primer hombre de Grecia», princeps Graeciae, al decir de Cicerón– como la causa fundamental del período en que Tebas rigió los destinos del mundo griego.
2 comentarios:
Wow maravilloso reportaje
Buen mi estimado amigo Chemita tenga usted una excelente semana.
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