Hola amigos: A VUELO DE UN QUINDE EL BLOG., la Revista National Geographic, nos entrega un reportaje del nacimiento del estado más pequeño del mundo que es: La Ciudad del Vaticano y eso fue posible gracias a los Pactos de Letrán, firmados por el Secretario de Estado cardenal Pietro Gasparri en nombre de la Santa Sede y el primer ministro italiano Benito Mussolini a nombre del rey Víctor Manuel III y se firmó el 11 de febrero de 1,929........ siga leyendo.......
El Vaticano fue un Estado soberano durante siglos, pero perdió su independencia durante el proceso de unificación de Italia. La recuperó en 1929, gracias a un controvertido pacto con el régimen fascista.

Actualizado a · Lectura:
| Pactos de Letrán | ||
|---|---|---|
Plano de la Ciudad del Vaticano en 1929 | ||
| Firmado | 11 de febrero de 1929 Palacio de Letrán, Roma | |
| Vigencia | 7 de junio de 1929 a 3 de junio de 1985[1] | |
| Firmantes | Pietro Gasparri Benito Mussolini | |
| Partes | ||
| Idioma | Italiano | |
La Basílica de San Pedro en el Vaticano.
https://es.wikipedia.org/wiki/Ciudad_del_Vaticano
Hoy damos por sentado que el Vaticano es un Estado soberano, el más pequeño del mundo y con la particularidad de tener al papa como jefe de Estado. Pero esta peculiar entidad política no ha existido desde siempre: de hecho, su independencia no se formalizó hasta 11 de febrero de 1929, tras décadas de conflicto entre la Iglesia y el joven reino de Italia.
Durante la Edad Media y hasta finales del siglo XIX, los papas no solo habían sido líderes espirituales, sino también soberanos terrenales. Desde la época medieval, gobernaban directamente un extenso territorio conocido como los Estados Pontificios, que ocupaba gran parte del centro de la península itálica. Esta situación otorgaba al pontífice una notable influencia y poder político, además de una riqueza derivada del control directo o indirecto de importantes ciudades italianas.
Cuando el Reino de Italia comenzó a tomar forma y la península Itálica fue unificándose bajo la dinastía Saboya, los Estados Pontificios se convirtieron en un objetivo simbólico tan importante como difícil. Por una parte, obtener el control de Roma era algo irrenunciable para la narrativa de la unificación, que hundía las raíces de la tradición italiana hasta la antigua Roma. Por otra parte, atacar esa ciudad suponía atacar directamente al papa, lo cual era muy distinto a entrar en guerra con otros reinos o imperios.
En 1870, aprovechando que las tropas francesas que protegían Roma habían tenido que retirarse por la guerra franco-prusiana, el ejército italiano ocupó la ciudad. El papa Pío IX se negó a reconocer la legitimidad del nuevo Estado y se proclamó a sí mismo “prisionero”. A partir de entonces, él y sus sucesores se encerraron en el recinto del Vaticano y se negó a abandonar sus muros, en señal de protesta. Así comenzó un largo periodo de tensión conocido como la “cuestión romana”, en el que el Estado italiano y el papado convivieron sin reconocerse mutuamente. El Vaticano seguía existiendo como sede de la Iglesia, pero no como Estado soberano.
El renacimiento de un estado pontificio
La situación se prolongó durante casi 60 años, hasta que en 1929 se firmaron los Pactos de Letrán entre el papa Pío XI y Benito Mussolini, en representación del Reino de Italia. Estos acuerdos establecían tres cosas: en primer lugar, que el Estado italiano reconocía la soberanía plena del papa sobre una pequeña porción de terreno de la ciudad de Roma (el actual Estado de la Ciudad del Vaticano) con sus propios órganos de gobierno, bandera, moneda y hasta cuerpo diplomático. En segundo lugar, que la Santa Sede reconocía al Reino de Italia con Roma como capital. Y en tercer lugar, que se establecían acuerdos económicos y privilegios para la Iglesia católica en territorio italiano, consolidando una relación de mutua conveniencia.
Para Mussolini, los Pactos de Letrán le aportaban el apoyo simbólico de la Iglesia, lo que consolidaba su régimen; para el papa, suponían recuperar su autonomía espiritual y política después de décadas de encierro simbólico. No obstante, este acuerdo ha sido muy criticado a posteriori y permanece como un ejemplo cruel de realpolitik de la época: el Vaticano recuperó su independencia, pero al coste de legitimar el fascismo. Así, el 11 de febrero de 1929, el Vaticano se convirtió nuevamente en un Estado soberano pleno.
Aun así, es un Estado con unas características pecularies. Es una teocracia donde el jefe del Estado es elegido por un colegio de cardenales, donde no hay partidos políticos ni elecciones, y con un sistema particular de ciudadanía: no tiene ciudadanos en el sentido habitual (es decir, personas que nacen con esa nacionalidad y la conservan toda su vida), sino que la ciudadanía vaticana es funcional, temporal y revocable, y se concede exclusivamente a quienes desempeñan cargos específicos dentro del Estado o de la Iglesia, como el papa y algunos altos cargos eclesiásticos que desempeñan funciones clave.
Los demás, como cardenales y miembros de la Guardia Suiza, mantienen su nacionalidad original y obtienen una ciudadanía vaticana temporal que expira al terminar su servicio.





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2 comentarios:
El más pequeño y el más rico
Amén
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