Hola amigos: A VUELO DE UN QUINDE EL BLOG., la Revista National Geographic, nos entrega un reportaje sobre el descubrimientos de tumbas de reinas que gobernaron el Antiguo Egipto, siendo una de ellas: Ahhotep - Reina egipcia, que tuvo que enfrentar guerras contra el norte de Egipto en poder de los Hicsos, sus tesoros fueron encontrados intactos y pasaron por muchas peripecias intentando su apropiación, que felizmente gracias, fueron salvadas por Auguste Mariette y hoy se exhiben el Museo Nacional del Cairo..... siga leyendo..............
Collar compuesto por tres moscas de oro macizo que forma parte del ajuar funerario de la reina Ahhotep. Museo Egipcio, El Cairo.

Corría el año 1859, y el comerciante Galli Maunier, socio de Auguste Mariette, a la sazón director del Departamento de Antigüedades de Egipto, se encontraba excavando en la necrópolis tebana de Dra Abu el Naga en su nombre cuando, el 8 de febrero, sus trabajadores dieron con lo que parecía ser una tumba intacta al fondo de un pozo de más de 5 metros de profundidad. Maunier envió de inmediato un informe a El Cairo para informar a Mariette del hallazgo.
"Tengo el placer de comunicarle que sus capataces han encontrado un magnífico sarcófago y, junto a este, un cofre que contiene cuatro recipientes de alabastro de formas diferentes sin decoración ni inscripciones. La tapa del sarcófago es dorada e incluye una inscripción longitudinal y los ojos están esmaltados en oro; sobre la cabeza tiene una serpiente en relieve, aunque, desafortunadamente, falta la cabeza del animal", escribió Maunier.
Pero ¿a quién pertenecía aquella sepultura? El enterramiento que, en efecto, estaba intacto, era el de una reina llamada Ahhotep. Esta antigua soberana, miembro de la familia real tebana durante la dinastía XVII (1580-1550 a.C.), tuvo una gran relevancia durante ese convulso período de la historia egipcia en el que los reyes de Tebas emprendieron una "guerra de liberación" contra los gobernantes hicsos del norte.
La reina guerrera
De hecho, Ahhotep fue la esposa y hermana de Seqenenre Taa II, un monarca que murió en el campo de batalla y cuya momia es prueba de la violencia de los combates que tuvieron lugar en el Delta (Seqenenre Taa murió de un tremendo golpe en el cráneo, seguramente asestado con un hacha).
Brazalete de la reina Ahhotep con representaciones de las almas de Pe y de Nekhen, que alzan sus brazos en la posición henu. Oro y lapislázuli. Museo Egipcio, El Cairo.
De la importancia de Ahhotep da fe el magnífico ajuar funerario que se encontró en su tumba. Un ajuar que también destacaba por su singularidad. Y es que entre los valiosos objetos que acompañaron a la reina al más allá (entre ellos un pequeño barco de plata) había diversas armas, como una hermosa hacha ceremonial y un magnífico collar de oro compuesto por tres moscas, una condecoración militar que normalmente se entregaba a aquellos que demostraban especial valor en el combate (tal vez la reina incluso llegó a ejercer el mando efectivo sobre las tropas).
un tesoro viajero
Hacha ceremonial hallada en la tumba de Ahhotep que lleva el nombre de su hijo Amosis. Museo de Luxor.
Tal acción, en contra de lo que pudiera parecer, suscitó la admiración de Said Pachá, que entonces encargó a Mariette la creación de un museo para contener el creciente número de objetos que las excavaciones del director del Departamento de Antigüedades iban proporcionando y que desde 1835 estaban guardados en un vetusto almacén. El nuevo museo se levantó en el barrio de Bulaq, y fue el antecedente del actual Museo Egipcio que se levanta en la plaza Tahrir de El Cairo.
regalos diplomáticos
Y aunque Said murió en 1863, una excelente ocasión se le presentó a su sucesor, Ismail Pachá, en 1867, cuando tuvo lugar la Exposición Universal de París. En el pabellón de Egipto se mostraron las momias de los sacerdotes de Montu, que entre 1858 y 1866 habían sido descubiertas por Mariette bajo el templo de la reina Hatshepsut en Deir el-Bahari, y, por supuesto, las joyas de la reina Ahhotep, que causaron sensación. Sobre todo a la emperatriz Eugenia de Montijo, la esposa de Napoleón III, que, cuando las vio, quedó absolutamente fascinada.
Ismail Pachá montó en cólera y aunque acabó aceptando la decisión tomada por Mariette, nunca le perdonó (Napoleón III tampoco perdonó al virrey el desaire hecho a su esposa). De hecho, Ismail recortó considerablemente los fondos del francés destinados a sus excavaciones. Pero a pesar de todos estos incidentes las magníficas joyas se quedaron en Egipto, donde hoy en día pueden ser admiradas por los visitantes en la Sala 4 del primer piso del Museo Egipcio de El Cairo.





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