Digamos que estás sin empleo. Y que ves una oportunidad en trabajar con Uber llevando pasajeros en tu automóvil. También puedes arrendar tu departamento a través de la plataforma digital Airbnb. Y vender algunas de tus cosas en Facebook sin intermediarios; y quizás ofrecer tus servicios profesionales por algunas horas.
Al final del mes te haces un sueldo y entonces la combinación de estas opciones te permite vivir sin tener un empleador. Te conectas directamente con otros usuarios en Internet. Eres libre, eres tu propio jefe.
Suena muy bien, quizás, pero no tienes protección social ni estás ahorrando para tu jubilación. Te enfermas y el asunto se complica. Vacaciones pagadas, ni lo sueñes. Lo que sonaba perfecto, parece que no lo es tanto.
Esa es una cara de la moneda. La otra, es la de los profesionales altamente calificados que trabajan de manera independiente para varias compañías, organizan su tiempo y desarrollan habilidades que les permiten insertarse en distintos equipos de trabajo.
Muchos son emprendedores, pueden trabajar desde la casa o el avión y generan ingresos superiores a los que podrían conseguir en un trabajo fijo con un solo empleador. Se mueven en el mundo digital como peces en el agua y nunca dejan de estudiar.
Los dos perfiles forman parte de la economía gig, también conocida como economía colaborativa, o economía de los freelance, que ha generado una gran cantidad de empleos en la última década.
Crece en la medida que se crean nuevos desarrollos tecnológicos que generan plataformas para que los usuarios intercambien bienes y servicios al margen de las empresas tradicionales.
¿Independencia o precariedad del empleo?
El nombre gig proviene, según una de las versiones más difundidas, de la época en que los músicos de jazz se ganaban la vida con el dinero recibido en cada presentación. Algo que persiste hasta el día de hoy en el mundo artístico y que se ha hecho extensivo al resto de los sectores laborales.
Este modelo de trabajo le ha dado buenos resultados a los innovadores tecnológicos que, con sus start-ups, crean las plataformas necesarias para el intercambio colaborativo, operando con mínimos costos y convirtiéndose en mediadores dominantes de un sector, lo cual les permite quedarse con un porcentaje de cada transacción.
Un estudio de la consultora McKinsey arrojó que un 27% de los trabajadores en Estados Unidos y Europa forma parte de esta tendencia.
En el caso de Estados Unidos, una encuesta realizada por el Sindicato de Freelancers y la organización Upwork detectó 55 millones de personas que trabajan por cuenta propia. Pero no sólo eso. Dos tercios de los encuestados dijeron que eran independientes porque no tenían otra opción.
Una visión distinta del fenómeno tiene Diane Mulcahy, investigadora que recientemente publicó un libro sobre la economía gig en Estados Unidos.
"Muchos trabajadores independientes eligen esta forma de empleo porque valoran su autonomía, el control que tienen sobre su trabajo y la flexibilidad que les entrega", dijo Mulcahy.
Sus investigaciones sobre el tema muestran que el fenómeno no se reduce a los conductores de Uber. Su análisis plantea que se trata de un cambio sustancial en el mundo del trabajo.
"Hay plataformas disponibles para el trabajo de codificadores, doctores, abogados, diseñadores gráficos y muchos otros profesionales. La economía gig cruza todas las industrias, salarios y niveles de educación", dijo Mulcahy.
El concepto gig pareciera ser tan amplio que en él cabe un desempleado que busca una opción para sobrevivir, un empleado que busca ocasionalmente una segunda fuente de ingresos o un joven profesional de Silicon Valley que desarrolla proyectos creativos.
América Latina se suma a la tendencia
Según César Buenadicha, especialista líder del Fondo de Inversiones del Banco Interamericano de Desarrollo (FOMIN), la economía colaborativa a nivel mundial crecerá desde US$14 mil millones en el 2014 a US$335 mil millones en 2025.
"En América Latina todavía no hay datos consolidados del crecimiento a la fecha , pero algunos datos de AirBnB y Uber en sectores clave como Brasil y México(y en menor medida Argentina), permiten estimar un aumento sustantivo del sector en la región".
Según Buenadicha, la economía gig o colaborativa, entendida como una nueva forma de de interrelación entre consumidores y productores a través de plataformas digitales, crece velozmente en la región y plantea enormes oportunidades y retos.
"Hay que analizar y entender en detalle las implicancias laborales, fiscales, sociales, y en el ámbito de la competencia, de la economía colaborativa", comentó.
Algunos de los riesgos que puede traer el crecimiento del sector se relacionan con el posible aumento de la informalidad laboral.
En este sentido, Buenadicha cree que debe existir una regulación oportuna para fomentar la inclusión social y, al mismo tiempo, la innovación en los países de la región.
Otros, en cambio, piensan que uno de los aspectos positivos de la economía gig es que no ha sido regulada, creando un espacio más democrático para que los propios usuarios tomen decisiones.
BBC Mundo Noticias
Guillermo Gonzalo Sánchez Achutegui
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