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viernes, 24 de noviembre de 2017

CHINA : MURALLA .- NATIONAL GEOGRAPHIC .- La Gran Muralla China se desvanece

Hola amigos: A VUELO DE UN QUINDE EL BLOG., es admirable apreciar los aportes que hizo la Cultura China a la civilización occidental: la pólvora, el papel, la porcelana, la brújula y por su puesto la fabricación de la seda, pero lo que más me llamó la atención fue la construcción de la Gran Muralla, obra de ingeniería y  arquitectura monumental, de aproximadamente unos 7,000 kilómetros de longitud,  que la inició la dinastía Ming, que fue estrictamente militar para defensa contra los pueblos bárbaros nómades del norte: la construcción se inicio en firme aunque la mayor parte de esta barrera defensiva data de la dinastía Ming (1368-1644), constructora de los muros más imponentes de la historia china. Las torres de vigilancia realmente eran, como  un pequeño castillo, por allí habían y vivían hasta 100 defensores con sus pertrechos y alimentos que se turnaban cada seis meses.
Amigos les invito a leer este artículo que fue preparado gracias a la información de National Geographic.

http://www.nationalgeographic.com.es/historia/grandes-reportajes/la-gran-muralla-china-se-desvanece_9687
http://www.nationalgeographic.com.es/historia/grandes-reportajes/la-gran-muralla-china_8272/3
http://confuciomag.com/inventos-antigua-china
Las amenazas se ciernen sobre una de las obras de arquitectura militar más notables de todos los tiempos.

Jinshanling
Con sus torres de vigilancia y muros almenados, la Gran Muralla muestra en Jinshanling, a 125 kilómetros de Beijing, el aspecto de fortaleza que adquirió en algunos tramos construidos durante la dinastía Ming. 
Foto: Julien Garcia/Hemis/Gtres

Patrimonio de la Humanidad
Antiguo paso fronterizo en Yumenguan, provincia de Gansu. Los Han (206 a.C.-220 d.C.) construyeron tramos de muralla en los confines occidentales del Imperio para contener el avance de los nómadas del norte.
Foto: Age Fotostock

Shanhaiguan
La Gran Muralla se precipita en aguas del mar Amarillo en Shanhaiguan, uno de sus extremos orientales y uno de los tres pasos o puertas principales que tenía la muralla Ming. Por él entraron los manchúes en 1644, tomando Pekín e instaurando la dinastía Qing, la última dinastía imperial china.
Foto: Gilles Rigoulet /Hemis/Gtres
 
Badaling
El segundo paso es el de Juyongguan, en la zona de Badaling, a poco más de 50 kilómetros de la capital china. El tercero, Jiayuguan, el más remoto de los tres, custodiaba los desérticos confines occidentales del Imperio.
Foto: George Steinmetz/Corbis

El Año Nuevo chino
La nieve envuelve las piedras centenarias de la Gran Muralla en Badaling, una sección próxima a Beijing, mientras una comitiva zarandea la figura de un dragón durante la celebración del Año Nuevo chino.
Foto: AFP/Getty Images

Patrimonio de la Humanidad
La canalización del curso del río Luan realizada en la década de 1970 y la consiguiente creación de un gran embalse en la provincia de Hebei sumergió un fragmento de la Gran Muralla.
Foto Michael S. Yamashita/Corbis

Laoying, provincia de Shanxi
En Laoying, provincia de Shanxi, el matrimonio Wang habita una vivienda antigua excavada en las fortificaciones colindantes con la muralla Ming. La casa tiene unas paredes de seis metros de grosor.
Foto: Michael S. Yamashita/National Geographic Creative

Laoying, provincia de Shanxi
En Laoying, provincia de Shanxi, el matrimonio Wang habita una vivienda antigua excavada en las fortificaciones colindantes con la muralla Ming. La casa tiene unas paredes de seis metros de grosor.
Foto: Michael S. Yamashita/National Geographic Creative

Entre desiertos
Entre desiertos y montañas
El acoso de las tormentas de arena procedentes de los cercanos desiertos de Gansu y Gobi ha destruido muchos tramos de muralla en las regiones más occidentales, construidos fundamentalmente con barro y arena. Se calcula que más de 60 kilómetros de muralla en la provincia de Gansu podría desaparecer en los próximos 20 años.
Foto: Age Fotostock

Testigos del pasado
Torres de vigilancia como esta cercana a Dunhuang jalonaban el territorio por donde discurría la Ruta de la Seda y acogían guarniciones militares, cuyo objetivo era ofrecer seguridad a las caravanas y proteger las fronteras occidentales del Imperio del avance de los pueblos nómadas.
Foto: Werner for man archive/Age Fotostock

Cerca de Beijing
Las secciones más cercanas a la capital china, como Jinshanling, Mutianyu (en la foto) o Badaling, son las que más turistas reciben, entre 8 y 10 millones de visitas cada año. El área de Badaling se ha visto sometida a un desarrollo urbano sin precedentes, con restaurantes, hoteles, un teleférico y una autopista de reciente construcción que conecta el centro de Beijing con el enclave turístico.
Foto: René Mattes/Hemis/Gtres

Badaling de noche
Las secciones más cercanas a la capital china, como Jinshanling, Mutianyu  o Badaling (en la foto), son las que más turistas reciben, entre 8 y 10 millones de visitas cada año. El área de Badaling se ha visto sometida a un desarrollo urbano sin precedentes, con restaurantes, hoteles, un teleférico y una autopista de reciente construcción que conecta el centro de Beijing con el enclave turístico.
Foto: Dallas John Heaton/Age Fostostock

En realidad no es una gran muralla. Lo que muchos han considerado la octava maravilla del mundo antiguo es más bien un entramado de muros y distintas estructuras defensivas construidas a lo largo del tiempo, bajo el mandato de diferentes dinastías y de forma dispar. Hasta el siglo XVI la construcción se hizo con tierra compactada. El propósito de tamaña obra de ingeniería y arquitectura militar fue en todo momento doble. Por una parte, protegerse de los recurrentes ataques que los pueblos nómadas del norte, a lomos de sus caballos y arreando sus ganados, perpetraban en las vecinas regiones agrícolas en busca de comida y de enseres prácticamente inexistentes en las áridas estepas que se extendían más allá de las fronteras septentrionales del Imperio. Por otra parte, establecer claramente el límite de las tierras cultivables, sobre las que el Estado chino podía imponer unos impuestos y una administración estables. La Gran Muralla sirvió tanto para no dejar entrar como para no dejar salir.
 
Fue hacia el año 220 a.C. cuando Qin Shi Huangdi, primer emperador de una China unificada y autor de épicos proyectos de construcción, ordenó la conexión entre las murallas septentrionales preexistentes y la construcción de otros tramos que formarían una primera línea continua y que sería la precursora de la actual Gran Muralla China, aunque la mayor parte de esta barrera defensiva data de la dinastía Ming (1368-1644), constructora de los muros más imponentes de la historia china.

Afirman los historiadores que, en realidad, esa multiplicidad de muros no sirvió de gran cosa. Aquellos pueblos nómadas, entre los que se contaban los xiongnu (cuyos orígenes siguen sin estar claros), los mongoles o los manchúes, eran bravos guerreros que hallaban siempre el m odo de franquear y sortear esas barreras. Algo que se hizo evidente en el siglo XIII, cuando, tras siglos intentando repeler los ataques en las zonas fronterizas y pagando subsidios disuasorios a los pueblos del norte para detener su avance, el Imperio chino vivió sus momentos más críticos. Uno de aquellos líderes, Gengis Kan, reorganizó a los guerreros de la estepa e inició la gran conquista mongol de Asia. Una labor que en China concluiría su nieto Kublai Kan, fundador de la dinastía Yuan. Pero, como es sabido, nada es para siempre, y en 1368 los Yuan se vieron forza­dos a replegarse de nuevo en la inmensidad de la estepa. Empezaba así el esplendor de la dinastía Ming, bajo cuyo reinado se construyeron más de 6.000 kilómetros de nuevos tramos defensivos, considerados por la Unesco «una auténtica obra maestra y un ejemplo perfecto de integración de la arquitectura en el paisaje».

Los Ming fueron quienes más ataques sufrieron por parte de los nómadas: las restricciones Ming al comercio exterior fueron el origen de repetidas incursiones en el norte y de la imponente ola de piratería que asoló las costas del sur. Las tensiones llegaron a su punto álgido en 1449, con la captura por parte de los nómadas de un emperador chino. Fue entonces cuando los chinos decidieron levantar un gran muro cuyas defensas permitieran controlar los movimientos de la estepa. En 1459 el gran secretario Li Xian afirmaba que los mongoles «son una calamidad para China solo porque necesitan desesperadamente ropa y comida». Es esta gran muralla Ming, originalmente construida con la habitual tierra compactada, la que fue finalmente recubierta de piedra a mediados del siglo XVI , tras un mortífero ataque mongol que consiguió asediar Pekín y quemar sus suburbios.
 
Los Ming evitaron así sucumbir a manos de los mongoles, pero no lograron contener a otro de sus enemigos, los yurchen. Procedentes de Manchuria, los yurchen volverían a abrir las puertas de la Muralla para fundar en 1644 la que sería la última dinastía imperial china, Qing, que perduraría hasta el establecimiento de la República de China en 1912. El gran muro que durante siglos conjuró todos los peligros procedentes del norte acabó perdiendo su significado y su función, y dejó de crecer tras haber alcanzado más de 20.000 kilómetros de longitud. Aunque muchos tramos están en un estado tan ruinoso, que si los descontáramos del total, de­­beríamos decir que mide unos 9.000 kilómetros.
Excelente muestra de la arquitectura militar imperial china, constituida por muros, torres de vigilancia, puertas, pistas para caballos, refugios, fortalezas y viviendas adosadas a la propia muralla, en 1987 la Unesco incluyó algunas de sus sec­ciones en su Lista del Patrimonio Mundial, a la que fue incorporando otros tramos a posteriori, aunque no su totalidad. La Unesco es consciente de que este descomunal símbolo histórico y nacional que atesora más de 2.000 años de historia entre sus deterioradas piedras, capas de arcilla y ladrillo, corre hoy el riesgo de desaparecer para siempre a causa del grave deterioro producido, entre otros factores, por la erosión ocasionada por las lluvias torrenciales, el escaso mantenimiento llevado a cabo, el vandalismo, la construcción de infraestructuras anexas y la presión excesiva de un turismo que en las secciones cercanas a Beijing supera los ocho millones de visitas anuales.

La Unesco considera que «el valor universal excepcional de la Gran Muralla y todos sus atributos deben estar protegidos en su conjunto», lo que significa plantear acciones para la conser­vación de la estructura original, gestionar el tu­­rismo de forma sostenible y difundir el valor de tan valiosa estructura. «Amemos nuestra China, restauremos nuestra Muralla», sentenció en 1984 Deng Xiaoping, máximo líder de la República Popular en aquel momento, esgrimiendo un revisionismo histórico que obviaba la opresión feudal a la que se vieron sometidos los obreros esclavos que la construyeron.

Desde entonces se han restaurado varios tramos, aunque otros se han deteriorado gravemente e incluso han desaparecido. Alrededor de 2.000 kilómetros de la construcción original ya no existen. Borrados del mapa. Así lo declaró el pasado mes de junio la Administración Estatal de la Herencia Cultural de China. Además, según la China Great Wall Society (CGWS), solo un 8,2 % de la Muralla construida durante la dinastía Ming se mantiene en buenas condiciones de conservación.

En épocas de miseria, muchos campesinos han utilizado partes de la Muralla como material de construcción para sus casas, corrales y patios. Y en la actualidad no faltan quienes atentan contra el muro arrancando pedazos por los que se sacan unos yuanes en el mercado negro o vendiéndolos directamente a los turistas. Por otra parte, diversos proyectos de infraestruc­turas han horadado directamente secciones de esta reliquia para, por ejemplo, construir carreteras. En 2004 salió a la luz que en la sección de Shaanxi, construida por los Ming, había hasta 40 aberturas. Ese mismo año China se preparaba para acoger el vigésimoctavo congreso del Co­­mité del Patrimonio Mundial de la Unesco en Suzhou, y los portavoces de la nación, ante el clamor internacional, se esforzaron por demostrar sus acciones de preservación de la Muralla.

Hoy no parece que ese cúmulo de problemas esté resuelto. Las lluvias siguen derribando partes de estas paredes milenarias, las raíces de los árboles revientan su base en distintos tramos y los turistas siguen acudiendo a miles y de forma poco ordenada. Algunos incluso graban sus nombres con objetos punzantes a modo de vandálicos graffiti. Hay miles de ellos, sobre todo cerca de Beijing. No parece que las autoridades logren el cumplimiento de las normas de protección de un patrimonio cuya inmensidad es parte del problema. Restaurarlo y protegerlo no es tarea fácil. Se debería contar con el apoyo de las comunidades locales e invertir ingentes cantidades de dinero para conservarlo para las generaciones venideras. Recientemente se ha proyectado la restauración de una de las partes más antiguas, en la provincia de Shandong. Solo la renovación de 18 tramos, cuya extensión es de 61 kilómetros, costará 208 millones de yuanes (30 millones de euros). ¿Podemos imaginar el coste de la restauración de la totalidad de la Muralla?
Sin duda harán falta resoluciones contundentes si el pueblo chino quiere que su Wanli Chang­cheng («larga muralla de diez mil li», significado del vocablo moderno chino que da nombre a la Gran Muralla) siga en pie en el futuro.
 
La Gran Muralla china: la mayor obra de ingeniería del mundo

Aunque desde antiguo los emperadores chinos habían construido barreras para defenderse de los "bárbaros", fueron los Ming, en los siglos XV y XVI, quienes erigieron una muralla continua de al menos 7.000 kilómetros

La mayor frontera del mundo
La característica imagen de la muralla china data de los siglos XV y XVI, cuando los emperadores Ming reconstruyeron la barrera defensiva al norte de su imperio en ladrillo y piedra, con una serie de torres conectadas mediante lienzos de muralla.
AGE FOTOSTOCK
http://www.nationalgeographic.com.es/historia/grandes-reportajes/la-gran-muralla-china_8272/1

Torres de vigilancia
A lo largo de la muralla las torres se situaban a la distancia apropiada para transmitir rápidamente la alarma. A la derecha, sección de la muralla próxima a Pekín.
RENÉ MATTES / GTRES

Arquero mongol
Montados en sus pequeños pero veloces caballos, los jinetes mongoles eran peligrosos y hábiles arqueros. Dibujo en tinta. Siglos XV-XVI. Museo Victoria y Alberto, Londres.
BRIDGEMAN / INDEX

La Ciudad Prohibida
En esta estancia del palacio imperial de Pekín se alzaba el trono desde el que el Hijo del Cielo daba audiencias y celebraba consejos. Fue construido por los emperadores Ming en 1406.
A1PIX

El fundador de una dinastía
El emperador Chu Yuan Chang, fundador de la dinastía Ming. Palacio Nacional, Taipei.
BRIDGEMAN / INDEX

Torre de defensa de la Gran Muralla
En las torres de defensa se alojaba una guarnición de entre 30 y 50 hombres, que servía en turnos de cuatro meses. Los soldados vivían en la misma torre, donde guardaban sus pertrechos y alimentos. Estas construcciones eran, en realidad, pequeños castillos que podían resistir asedios prolongados.
ILUSTRACIÓN: STEVE NOON / OSPREY PUBLISHING
11 de julio de 2014

El viento otoñal levanta gemidos, / mientras marchamos muy lejos miles de millas. / ¿Marchando miles de millas con qué fin? / A través del desierto reconstruimos la Gran Muralla. / Pero ésta no fue idea Nuestra, / fue construida por sabios emperadores del pasado: / Establecieron aquí una política que durará miles de siglos, / para asegurar las vidas de sus millones de súbditos. / ¿Cómo podríamos, pues, evadirnos de estas preocupaciones, / y descansar en paz, despreocupados, en la capital?».

Este poema compuesto por el emperador Yangdi a principios del siglo VII de nuestra era nos recuerda lo que fue una de las grandes preocupaciones de los emperadores chinos: la defensa de la frontera septentrional del país mediante una «Gran Muralla» que habría de durar «miles de años». Sin embargo, este tipo de estrategia defensiva fue sólo una de las que empleó el Imperio del Centro en las cambiantes relaciones que mantuvo con los pueblos de las estepas.

Desde el siglo IV a.C., las estepas al norte de China fueron ocupadas por pastores nómadas. Éstos dependían de sus vecinos sedentarios del sur para obtener todo lo que no les proporcionaba la estepa, sobre todo productos agrícolas con los que completar una alimentación basada en la carne y los lácteos. Su población era muy inferior a la de China, pero constituían una grave amenaza. Armados con potentes arcos compuestos y a lomos de sus pequeños ponis esteparios, rápidos y muy resistentes, los guerreros nómadas se apresuraron a lanzar ataques sobre los Estados del norte de China.

Los emperadores ensayaron diferentes estrategias para defenderse de la amenaza de estos nómadas. Una de ellas era la muralla defensiva. El primer emperador, Qin Shihuang di (221-210 a.C.), construyó una línea de fortificaciones que unía las levantadas por Estados anteriores y abarcaba toda la frontera. Luego, la dinastía Han trató de controlar a los bárbaros mediante sobornos (camuflados como subsidios) y campañas de conquista en la estepa, a la vez que construía una nueva Gran Muralla. Los nómadas, por su parte, pronto aprendieron que podían utilizar sus incursiones no sólo para obtener botín, sino como método de presión para aumentar el volumen de los subsidios, en forma de objetos de lujo, especialmente seda.

Durante los siguientes mil años se mantuvo un cierto equilibrio entre chinos y bárbaros, hasta que a principios del siglo XIII un jefe mongol llamado Temujin consiguió unificar la estepa y reanudó el ciclo de ataques al norte de China para obligar a los chinos a enviar subsidios y a comerciar. La resistencia encontrada llevó a Temujin, convertido en emperador de los mongoles con el nombre de Gengis Kan, a lanzarse a la la conquista de China. Esta empresa sin precedentes para un nómada sería completada por su nieto Kublai Kan, quien además de ser kan de los mongoles fundó una nueva dinastía, la de los Yuan.

Los Ming en el poder

Los Yuan fueron destronados por una revuelta campesina, y en 1368 la corte mongol evacuó su capital y se refugió en la estepa. La nueva dinastía reinante en China, los Ming, llevó a cabo una agresiva campaña de ataques a la estepa con el objetivo, primero, de impedir cualquier intento de los refugiados Yuan para recuperar su trono perdido y, después, para mantener a los nómadas a raya. Pero los Ming pronto comprobaron que su poder militar no bastaba para doblegar a los nómadas: en 1449 sufrieron una terrible derrota en la batalla de Tumu, y el mismo emperador, Zhengtong, cayó prisionero de los enemigos.

A partir de mediados del siglo XV, los Ming pasaron gradualmente a la defensiva. El gobierno consideró en repetidas ocasiones la opción de enviar subsidios a los nómadas para contenerlos en sus dominios, pero ésta era una medida impopular tanto para los diferentes emperadores como para los funcionarios civiles, por el perjuicio que causaba al tesoro. La consecuencia de ello fue que los mongoles redoblaron sus ataques sobre la frontera para obligar a los chinos a comerciar. Como afirmaba en 1459 el Gran Secretario Li Xien, los mongoles «son una calamidad para China sólo porque necesitan desesperadamente ropa y comida». No es exagerado afirmar que los Ming fueron la dinastía de toda la historia china que sufrió más ataques por parte de los nómadas. No sería hasta 1571 cuando un cortesano, el ministro Wang Chung Ku, que había acumulado un gran poder, logró convencer al emperador Longqing de cambiar de política. Se enviaron subsidios a la aristocracia mongola y se establecieron mercados en la frontera, con lo que se consiguió reducir el número de ataques mongoles y el gasto del dispositivo militar chino en la frontera.

Una nueva muralla

En realidad, desde decenios atrás la estrategia de defensa de los Ming frente a los nómadas había pasado por una de las soluciones clásicas del Imperio chino: la de la barrera defensiva. Los Ming construyeron una nueva Gran Muralla, aunque de características más avanzadas que las anteriores. Mientras que en el pasado las fortificaciones se habían erigido empleando la tierra como materia primera, compactándola en una especie de tapial, ahora se empleó en la mayoría de los tramos una combinación de zócalo de piedra y alzado en ladrillo. Este sistema era mucho más caro que los anteriores –se ha llegado a decir que cien veces más–, pero también resistía las inclemencias del tiempo mucho mejor.

Sin embargo, la eficacia militar de esta barrera fue siempre relativa. La frontera septentrional china sufrió un número de ataques muy alto, a veces por parte de grandes bandas de guerreros, verdaderos ejércitos que podían alcanzar los 100.000 efectivos, pero también por pequeños grupos de nómadas. Un ejemplo de este último caso ocurrió en Wo Yan, en 1555. Una veintena de guerreros mongoles asaltó una torre en plena noche, trepando con ganchos, pero justo cuando el primero de ellos la coronaba los relinchos de sus caballos alertaron a los soldados chinos que pudieron rechazar el ataque. Sería, sin embargo, un error presentar a los nómadas siempre como los agresores. En 1563, en el curso de una investigación por corrupción, se descubrió que unos soldados habían asesinado a un grupo de mongoles tras aceptar su rendición para fingir una victoria en combate y ser recompensados en consecuencia.

Hay que tener en cuenta que los militares chinos destacados en la Gran Muralla vivían en unas condiciones muy duras. Un documento del propio ministerio del ejército reconocía en 1443 que «los soldados en la frontera noroccidental están expuestos al viento y el frío. Ya sirvan como vigías en las torres de señales o como guardias en los pasos […] pueden estar fuera durante meses o años sin regresar a su base, y sus familias e hijos, careciendo de ropa y comida, están en una situación desesperada. Ciertamente, reciben un salario mensual, pero muy a menudo tienen que gastarlo en armas o caballos y sus sufrimientos por el hambre y el frío son indescriptibles».

Connivencia con el enemigo

Las tropas chinas acantonadas en la Gran Muralla mantenían múltiples contactos con los nómadas, a pesar de la oposición de sus superiores. Los soldados chinos comerciaban frecuentemente con sus enemigos, actividad que, como hemos visto, era especialmente importante para los nómadas, y en situaciones extremas los soldados podían llegar incluso a desertar. En 1550, el comandante militar de Datong, al oeste de Pekín, escribía indignado: «Nuestras tropas y exploradores a menudo van al territorio mongol para comerciar con ellos y han hecho amigos. Los cuatro caudillos Altan, Toyto, Senge y Usin han incorporado torres de observación de nuestra Gran Frontera a sus campamentos. Los mongoles reemplazan a nuestras dotaciones como vigías y nuestros soldados reemplazan a sus tropas como pastores, con el resultado de que ninguna información estratégica de nuestras defensas pasa inadvertida a los mongoles».

En numerosas ocasiones los funcionarios del gobierno demostraron una gran desconfianza hacia el comportamiento de sus propios soldados. En 1554, uno de ellos acusó a las tropas fronterizas de tener tanto miedo a los mongoles que, cada vez que éstos cruzaban la Gran Muralla, huían sin siquiera combatir. Otro afirmó en 1609 que los guardias de las torres, incapaces de defenderse a sí mismos, al descubrir mongoles en las cercanías no se atrevían a dar la voz de alarma y preferían fingir que no los habían visto. También se acusó a los soldados de sobornar a los nómadas para que no les atacasen, lo que no deja de ser chocante teniendo en cuenta la oposición radical del gobierno a este recurso. La colaboración entre los nómadas y algunos soldados llegaba hasta tal punto que en 1533 un funcionario del gobierno afirmó que las dotaciones de las torres de observación servían de guías a las partidas de guerra mongolas durante sus incursiones en territorio chino.

La invasión manchú

La dinastía Ming se debilitó como consecuencia de dos siglos de enfrentamiento con los nómadas. Además, en su obsesión por los mongoles, descuidaron protegerse de otros enemigos, como los manchúes, que aprovecharon este error para convertirse en un poder a tener en cuenta y, cuando se desató una rebelión interna en China, atravesaron la Gran Muralla, cuya guarnición les franqueó el paso, y derrocaron a los Ming en 1644.
Pasado el tiempo, la Gran Muralla, perdida ya su función original, se ha convertido en símbolo del orgullo colectivo del pueblo chino y en el icono más conocido del país, lo que no deja de ser irónico dado los escasos frutos que dio en la larga lucha de China por defenderse de sus vecinos nómadas del norte.

Para saber más

La antigua China y la gran muralla. Peter Nancarrow. Akal, Madrid, 1990.
La Gran Muralla china. Julia Lovell. Debate, Madrid, 2007.
 
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El constante deterioro de la Gran Muralla china

Las fuerzas de la naturaleza y las actividades humanas suponen una grave amenaza para esta histórica construcción



La Gran Muralla china, la línea de fortificaciones edificada en el siglo III a.C. por el emperador Qin Shi Huang para proteger a China contra las incursiones de los pueblos esteparios procedentes del norte, es una obra maestra de la humanidad y un símbolo del poder de China. Durante la dinastía Ming (1368-1644) se reemprendió su construcción y se convirtió en la estructura militar más grande del mundo. En 1987 fue declarada Patrimonio de la Humanidad por la Unesco. Según un estudio reciente publicado por la Administración Nacional del Patrimonio Cultural (SACH) de China, la Gran Muralla tiene una longitud exacta de 21.196,18 kilómetros, tras atravesar 15 provincias, regiones autónomas y municipalidades, incluida Beijing.
Se trata de la primera medición científica y sistemática de la Gran Muralla china. En 2008 se realizó un estudio preliminar sobre la longitud de esta construcción, pero sólo abarcaba las estructuras que fueron edificadas durante la dinastía Ming, que tienen más de 8.850 kilómetros de longitud. Sin embargo, las fuerzas de la naturaleza y las actividades humanas representan una amenaza constante para la Gran Muralla. Por ejemplo, la minería, el desarrollo de infraestructuras o el turismo con fines lucrativos. También se han detectado cultivos sobre las ruinas o el robo de piedras y ladrillos por parte de residentes de la zona. El pasado mes de agosto, las fuertes lluvias provocaron el derrumbe de un tramo de 36 metros situado en la provincia de Hebei.
En 2015, la Administración Nacional del Patrimonio Cultural dará a conocer una serie de pautas para garantizar la conservación de la Gran Muralla. También se instalará un sistema de supervisión y alerta para erradicar cualquier posible riesgo.

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Guillermo Gonzalo Sánchez Achutegui
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