Hola amigos: A VUELO DE UN QUINDE EL BLOG., la existencia de los primeros habitantes humanos de Europa, que fueron los Neandertales, se sigue estudiando sus formas o maneras de vida, tal es así que un paleoartista italiano Fabio Fogliazza, se haya empeñado en la reconstrucción de los rostros de los neandertales..
NATIONAL GEOGRAPHIC .- narra: " ..... Para llevar a cabo la reconstrucción
del neandertal su autor, el paleoartista italiano Fabio Fogliazza, del
Laboratorio de Paleontología del Museo de Historia Natural de Milán,
empleó cerca de seis meses. Empezó por modelar con arcilla los músculos
faciales y adherirlos a un molde de uno de los cráneos de neandertal
mejor conservados que se conocen, el descubierto en la cueva de La
Ferrassie, en Dordoña, Francia. Posteriormente añadió la piel, también
de arcilla, dando expresión al rostro. Luego procedió a crear un
negativo del molde con una silicona elástica y a continuación, un
positivo con resina sintética, al que aplicó el color de la piel y la
pintura facial a base de pigmentos ocre rojizo (almagre) y negro, este
último fabricado con dióxido de manganeso. Las plumas agregadas y la
garra pertenecen a las especies documentadas en Fumane.
Foto: Giorgio Bardelli, Museo de Historia Natural, Milán...."
https://www.nationalgeographic.com.es/historia/grandes-reportajes/neandertales-mas-cerca-de-nosotros_7201/1
Al igual que muchas tribus nativas americanas, a los neandertales les gustaba adornarse con plumas de ave, según sugieren recientes descubrimientos.
Plumas de quebrantahuesos, paloma torcaz y chova piquigualda
Así como una piel de zorro y una
garra de águila, han sido incorporadas a esta reconstrucción científica
de un neandertal realizada por el paleoartista italiano Fabio Fogliazza.
Foto: Giorgio Bardelli, Museo de Historia Natural, Milán
Reconstrucción científica de un neandertal
El paleoartista Fabio Fogliazza los ha imaginado con el rostro pintado y con adornos de plumas, garras y pieles.
Foto: Giorgio Bardelli, Museo de Historia Natural, Milán
Fabio Fogliazza
Para llevar a cabo la reconstrucción
del neandertal su autor, el paleoartista italiano Fabio Fogliazza, del
Laboratorio de Paleontología del Museo de Historia Natural de Milán,
empleó cerca de seis meses. Empezó por modelar con arcilla los músculos
faciales y adherirlos a un molde de uno de los cráneos de neandertal
mejor conservados que se conocen, el descubierto en la cueva de La
Ferrassie, en Dordoña, Francia. Posteriormente añadió la piel, también
de arcilla, dando expresión al rostro. Luego procedió a crear un
negativo del molde con una silicona elástica y a continuación, un
positivo con resina sintética, al que aplicó el color de la piel y la
pintura facial a base de pigmentos ocre rojizo (almagre) y negro, este
último fabricado con dióxido de manganeso. Las plumas agregadas y la
garra pertenecen a las especies documentadas en Fumane.
Foto: Giorgio Bardelli, Museo de Historia Natural, Milán
Redacción
Neandertales, más cerca de nosotros
Las reconstrucciones que hacen los paleoartistas son tan buenas y realistas que nos vemos obligados a preguntarnos si de verdad ganaríamos algo viajando al pasado.
Veríamos las especies en movimiento, sí, pero hasta eso se consigue ya
con las modernas técnicas de animación digital. Ahora bien, los ruidos
producidos por los animales desaparecidos para siempre, sus gruñidos,
rugidos y bramidos, no son fáciles de reconstruir, y un viaje al pasado
nos serviría para ponerle sonido al documental de la prehistoria.
En el caso de las especies humanas extinguidas,
podríamos de este modo saber qué tipo de sonidos emitían al comunicarse,
si eran parecidos a los nuestros o, por el contrario, similares a los
de los chimpancés, aunque incluso esto puede llegar a determinarse a
través de los fósiles. Pero ni siquiera así sabríamos si «hablaban», si
tenían un lenguaje como el nuestro, porque no seríamos capaces de decir
si las vocalizaciones que producían «significaban» algo. Nuestra comunicación se realiza a base de símbolos, y detrás tiene que haber una mente capaz de crearlos y manejarlos.
Curiosamente, nunca ha existido un lenguaje humano universal, ni
siquiera «antes de Babel», porque cada comunidad acuña su lengua, y de
haber tenido los neandertales lenguaje humano, habría que ver si se
entendían los de Asia Central con los ibéricos. La fragmentación de un idioma es cuestión de tiempo y distancia.
La reconstrucción que se hacía antiguamente de los neandertales era
la de unos seres muy desgarbados, con las rodillas flexionadas, pero ya
hace mucho tiempo que se sabe que la postura bípeda completa, del mismo
tipo que la nuestra, se alcanzó hace más de cuatro millones de años, con
los primeros australopitecos. Los neandertales eran más anchos de caderas y de tronco que nosotros, y muy musculosos, de piernas y antebrazos cortos. La frente era huida, bajo las cejas había un engrosamiento óseo que hacía que sobresaliesen, y carecían de mentón.
En esas reconstrucciones antiguas les ponían en todo el cuerpo el
pelo de los chimpancés, y eso los hacía parecer muy primitivos. Hoy se
los representa con cabello y barba, y el resto del cuerpo poco velludo, y
así parecen mucho más humanos. Sin embargo, no hay ningún dato
científico que avale que tenían cabello (es decir, pelo de crecimiento
continuo) y barba (también de crecimiento permanente), ya que nuestra especie es la única que muestra este tipo de pelo en la biosfera actual.
Quizás algún día nos lo diga la paleogenética (el estudio del ADN de
los fósiles). Si pudiéramos mirar a través del tiempo, resolveríamos de
un vistazo esa duda.
Cualquier fotografía o grabado de un grupo humano actual o de los
últimos siglos, sea cual sea, nos mostrará a sus miembros más o menos
desnudos, pero siempre adornados. La nuestra es una especie que,
además de los rasgos naturales que distinguen a los sexos, modifica su
cuerpo para controlar su imagen, es decir, la forma en la que
los demás nos ven. Eso incluye el modo de arreglarse el pelo y la barba,
las deformaciones a las que en algunas culturas se someten los labios o
los lóbulos de las orejas, o las que se practicaban sobre los cráneos
de los niños pequeños para moldearlos, por no hablar de los aros para
estirar el cuello de las mujeres, los cortes en la piel para producir
cicatrices (escarificación), los tatuajes, las mutilaciones, las
extracciones de dientes o el aguzamiento de los mismos y un largo
etcétera. Si pudiéramos asomarnos al mundo de los neandertales, veríamos
si eran tan humanos como nosotros en estas formas de cambiar el cuerpo.
Estas prácticas culturales son inseparables del lenguaje simbólico. Si los neandertales se arreglaban el pelo, por ejemplo, seguro que hablaban
¿Podemos imaginar a un neandertal con un enorme plato en el labio
inferior? Parece poco compatible con el tipo de vida que llevaban y su
forma de alimentarse. Sabemos a ciencia cierta que no se
arrancaban dientes ni se los afilaban, ni deformaban el cráneo de sus
pequeños, ni se automutilaban, pero hay otras modificaciones
del cuerpo, como la perforación de la nariz, que no dejan huella en el
esqueleto, y nos quedaremos sin saber si eran prácticas comunes. Y no se
trata de una simple curiosidad, porque estas prácticas culturales son
inseparables del lenguaje simbólico. Si los neandertales se arreglaban
el pelo, por ejemplo, seguro que hablaban.
Pero, además, los humanos de todas las culturas nos coloreamos el
cuerpo y lo decoramos con collares, pulseras, anillos, pendientes y
otros muchos objetos simbólicos. Que los neandertales se protegían del
frío cubriéndose de pieles es seguro, pero ¿se pintaban el cuerpo? ¿Se
colgaban objetos del cuello o alrededor de la muñeca? ¿Se ponían cintas o
plumas en la cabeza? Bastaría con tener la certeza de que usaban
cualquiera de estos elementos para que supiéramos que su mente era tan
simbólica como la nuestra.
Los neandertales transportaban almagre (óxido rojo
de hierro, también llamado ocre rojo) a sus cuevas y quizá lo utilizasen
como pigmento para pintarse el cuerpo, aunque también podrían darle
otros usos. Tal vez se adornaban con hojas o flores, claro,
pero estos elementos vegetales no perduran y no forman parte del
registro arqueológico. Un tocado de plumas en la cabeza de un neandertal
produciría un gran efecto a quienes lo vieran, sobre todo si las plumas
eran de grandes aves planeadoras, como las carroñeras y rapaces. Pero
las plumas no se conservan, así que, ¿cómo sabremos si las usaban?
Una explicación muy razonable es que usaran las alas para arrancarles las plumas y utilizarlas como adorno
La primera respuesta a esta pregunta llegó en 2011 de un yacimiento italiano del Véneto, en los Prealpes, llamado Fumane. Se trata de una cueva que fue utilizada por los neandertales. Entre los huesos de animales que transportaron hasta el lugar se encuentran los de diversas especies de aves. Muchos
de ellos son de las alas y tienen rastros de haber sido rotos
intencionadamente, o pelados, y algunos muestran pulidos que indican
que fueron usados. Pero hay seis especialmente interesantes porque
presentan cortes producidos por instrumentos de piedra con objeto de
desarticularlos. Pertenecen a un ala de quebrantahuesos, otra de
cernícalo patirrojo, otra de paloma, dos de chova piquigualda (todos
ellos datados en torno a 44.000 años) y otra de buitre negro (procedente
de un nivel más antiguo).
Estas partes del cuerpo no proporcionaban alimento alguno a los
neandertales, por lo que no fueron llevadas a la cueva para comérselas. Una explicación muy razonable es que usaran las alas para arrancarles las plumas y utilizarlas como adorno. Eso por lo menos es lo que piensan los autores de la investigación, dirigida por el antropólogo italiano Marco Peresani, de la Universidad de Ferrara, y financiada en parte por National Geographic Society.
En esta gruta se ha encontrado también una falange ungueal de águila
real con marcas de corte que indican que le extrajeron la garra (uña).
Cabe pensar que también utilizasen las garras para su arreglo personal.
A partir de esta idea, Fabio Fogliazza, del Laboratorio de Paleontología del Museo de Historia Natural de Milán,
ha imaginado el aspecto de un neandertal masculino con el pelo
cuidadosamente cortado y además adornado con plumas de quebrantahuesos,
de paloma y de chova piquigualda, sujetas con tiras de piel de corzo.
Las orejas han sido decoradas con cañones de plumas de paloma y se
abriga el cuello con una piel de zorro, de la que cuelgan garras de
águila. La cara está pintada con almagre (color rojo) y óxido de
manganeso (color negro).
Para reconstruir la cabeza el paleoartista ha recurrido a una réplica
de un cráneo neandertal masculino muy completo del yacimiento de La Ferrassie, en la Dordoña francesa.
Por supuesto, no se sabe quiénes utilizaban las plumas, si eran los
hombres, las mujeres o ambos sexos. Tampoco se tiene idea de qué
significaban para los neandertales, pero si tenían algún significado
(edad, estatus social, género, pertenencia a un grupo...), ya eran
objetos simbólicos, una forma de lenguaje codificado para enviar un
mensaje a los demás, la expresión de una mente racional.
Por otra parte, este no es el único yacimiento que ha proporcionado
indicios del uso de plumas por parte de los neandertales. En tres cuevas
de Gibraltar (Gorham, Vanguard e Ibex) se han encontrado también huesos de alas de rapaces y de córvidos con señales de haber actuado sobre ellos. El interés de los neandertales por las alas de las grandes aves de presa (águilas, halcones) y las carroñeras (quebrantahuesos, buitres), así como por los córvidos, es muy notable, y se extiende a otros muchos yacimientos de Europa, como han mostrado en un estudio de 2012 Clive Finlayson y otros autores. Finalmente, en dos cuevas de Francia (Combe-Grenal y Les Fieux)
se han hallado falanges de águila real y de pigargo (otra gran rapaz)
con las mismas características (marcas de corte) que las de Fumane.
Estas teorías cambian la imagen de los neandertales, nunca mejor dicho
El consumo de aves por neandertales arcaicos ha sido atestiguado en el yacimiento valenciano de Bolomor, en un estudio encabezado por la arqueóloga Ruth Blasco,
que constituyó una gran sorpresa el año pasado porque hasta entonces se
pensaba que los animales pequeños solo habían sido objeto de caza
sistemática por humanos más modernos, mucho después de la extinción de
los neandertales. Sin embargo, el interés de estos por las rapaces, especies siempre poco abundantes por hallarse en la cúspide de la pirámide ecológica y de escaso o nulo valor alimenticio, tiene que obedecer a razones que no son la obtención de calorías. Y el valor de las plumas con fines de adorno es una hipótesis muy digna de ser tenida en cuenta.
Estas teorías cambian la imagen de los neandertales, nunca mejor
dicho. No hay más que ver la reconstrucción del neandertal con tocado de
plumas para imaginarse a un ser humano como nosotros. Además, sabemos
que hacían fuego, eran expertos tallando la piedra y su economía no era
diferente de la de sus contemporáneos de nuestra especie. También
enterraban a los muertos y hasta parece que llevamos unos pocos genes
suyos (menos los africanos que viven al sur del Sahara). Hay ya
muchos indicios que parecen probar que la mente consciente, simbólica y
capaz de expresarse a través del lenguaje no es exclusiva de Homo sapiens
y que no es cuestión de todo (nosotros) o nada (las demás especies).
Pero también es posible, y abre una fascinante perspectiva, que los
neandertales tuvieran otro tipo de mente consciente, una mentalidad
diferente.
NATIONAL GEOGRAPHIC
Guillermo Gonzalo Sánchez Achutegui
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