El llamado "efecto del ambiente de la sabana" en los chimpancés resulta fundamental a la hora de reconstruir el comportamiento de los primeros humanos, algo que podría ayudarnos a comprender nuestra propia evolución
Redacción
Macho alfa de chimpancé caminando sobre sus 4 extremidades
Los chimpancés -Pan troglodytes- son los parientes evolutivos vivos más cercanos a nuestra especie, ya que compartimos con ellos alrededor del 98,7 % del ADN, y tenemos en común un ancestro que vivió hace aproximadamente entre 4,5 y 6 millones de años. A pesar de esta cercanía, estos primates carecen de algunos de los rasgos biológicos y culturales que poseen los seres humanos para adaptarse al calor extremo, como por ejemplo las numerosas glándulas sudoríparas ecrinas, la falta relativa de pelo o la capacidad de crear artefactos como recipientes de agua o sombreros para mitigar la deshidratación e insolación.
Además, para prosperar, la mayoría de los grandes simios, como los chimpancés, bonobos y gorilas, necesitan franjas de bosques frondosos en África, o el en el caso de los orangutanes, en el sudeste asiático.Sin embargo, algunos grupos de chimpancés sobreviven en las sabanas, zonas caracterizadas por un clima con altas temperaturas y con precipitaciones muy estacionales y escasas. La ecología y el modo de vida estos chimpancés dista mucho de la de sus congéneres de la selva, y es por ello que ahora la profesora de la Facultad de Psicología de la Universidad de Barcelona, Adriana Hernández, ha codirigido el trabajo de un equipo internacional de primatólogos que ha revisado la literatura científica existente respecto al comportamiento y la ecología de los chimpancés en las sabanas para comprender cómo se adaptan a estas condiciones extremas.
Según los investigadores, las condiciones medioambientales de estos lugares provocarían un tipo específico de comportamientos y respuestas fisiológicas en estos chimpancés, como descansar en cuevas o excavar para extraer agua que no se dan en aquellos de sus congéneres que viven en zonas boscosas, donde las condiciones ambientales no son tan extremas. "Lo que nosotros llamamos efecto del ambiente de la sabana tiene implicaciones importantes a la hora de reconstruir el comportamiento de los primeros humanos que vivieron en hábitats similares y, por lo tanto, nos ayuda a comprender mejor nuestra propia evolución" expresa Hernández, cuyo trabajo se publica esta semana en la revista Evolutionary Antropology bajo el título Chimpanzees (Pan troglodytes) in savanna landscapes.
Chimpancés de secano
Los chimpancés que viven en la sabana son taxonómicamente indistinguibles del resto de chimpancés. Por ese motivo, las comparaciones de comportamiento, morfología y ecología con respecto a sus parientes de paisajes boscosos proporcionan una información clave para generar hipótesis o poner a prueba teorías sobre cómo pudieron adaptarse los primeros humanos hace millones de años a medida que los bosques africanos iban retrocediendo y dejando paso a las sabanas.
Hembra de chimpancé transportando a su cría
"Sabemos que los homininos tempranos se adaptaron a ambientes de sabana similares a los que ocupan los chimpancés, y se piensa que las condiciones de la sabana causaron adaptaciones en nuestros antepasados, como por ejemplo el desarrollo del cerebro o la tolerancia a altas temperaturas", explica Hernández, quien también es codirectora de Investigación del Instituto Jane Goodall en España. "Por lo tanto, entender cómo nuestros parientes genéticamente más cercanos se adaptan a un medioambiente seco, caliente, estacional y abierto, muy similar a aquellos donde vivieron los homininos tempranos, nos ayuda a analizar cómo nuestros ancestros podrían haberse adaptado y cómo podrían haber surgido las características que nos definen como humanos", añade.
Entre las características recogidas por el estudio destacan las estrategias de los chimpancés de sabana para tolerar altas temperaturas. "Entender cómo hacen frente al calor nos puede ayudar a comprender cómo surgieron las estrategias que nosotros mismos empleamos. Algunas probablemente son las mismas para chimpancés y homininos, como el uso de cuevas o sumergirse en el agua para refrescarse" continúa la investigadora.
Otro ejemplo destacado alude a cómo los chimpancés tratan de hidratarse durante la estación seca avanzada, por ejemplo, cavando en busca de agua cuando la presencia de esta se reduce solo a unos cuantos puntos en el terreno, algo a lo que los primeros homínidos también tuvieron que enfrentarse también durante una parte del año.
El trabajo también ha confirmado que los grupos sociales de chimpancés de sabana se distribuyen en áreas inusualmente grandes, de alrededor de 100 km², mientras que los chimpancés que habitan en zonas más boscosas tienen áreas de distribución de entre 3 y 30 km². Sin embargo, aunque el tamaño de los grupos es similar en ambos tipos de chimpancés, en la sabana estos muestran una densidad de población mucho menor, algo que podría explicarse por la baja disponibilidad de alimentos en el hábitat.
Dos chimpancés adultos
A pesar de que ahora sabemos mucho más que nunca sobre los chimpancés de la sabana, se desconoce su número exacto, aunque según los investigadores hay menos que los que habitan en las zonas boscosas, ya que la superficie total que ocupan es mucho más pequeña. "También hay que tener en cuenta que son muchos menos los sitios donde se han estudiado chimpancés de sabana, ya que solo hay dos lugares en la sabana donde los chimpancés están habituados al ser humano y se puede observar su comportamiento directamente. En cambio, hay más sitios boscosos con chimpancés totalmente habituados a los investigadores; ambientes en los que se han estudiado estos primates durante décadas", explica Adriana Hernández.
Claves para entender la adaptación al cambio climático
Otra de las aportaciones relevantes de esta investigación es que contribuye a comprender los posibles efectos del cambio climático en la especie. "La adaptación de estos chimpancés a los climas extremos puede ayudarnos a modelar cómo los chimpancés que habitan actualmente en los bosques podrían adaptarse a los cambios que, según proyectan los estudios climáticos, harán que sus ambientes sean más secos y calientes.
Esto es importante, ya que la especie está en peligro y la subespecie del oeste de África -Pan troglodytes verus- está críticamente amenazada", informa la investigadora, desde cuyo equipo aprovechan para enfatizar la necesidad de más investigación sobre los aspectos biológicos y culturales del ambiente de la sabana, y así poder abordar los efectos en la especie del esperable aumento futuro en la frecuencia de las olas de calor y los períodos de sequía.
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El estudio de 144 comunidades de chimpancés salvajes sugiere que la variabilidad ambiental fue un factor decisivo en la diversificación conductual y cultural de los grandes simios.
Los grupos de chimpancés que viven en ambientes con mayor variabilidad ambiental histórica y actual son capaces de desarrollar un repertorio de comportamientos más diverso que los que habitan en ambientes más estables. Es una de las principales conclusiones del estudio de datos de 144 comunidades de chimpancés salvajes que se publica esta semana en la revista Nature Communications bajo el título Environmental variability supports chimpanzee behavioural diversity. En él, sus autores sugieren que la variabilidad ambiental fue un factor decisivo en la diversificación conductual y cultural de los grandes simios.
Para llevar a cabo su trabajo, los investigadores partieron de la hipótesis de que el entorno en el que habita una especie o población puede dar forma a los rasgos de comportamiento y culturales que esta desarrolla. Por ejemplo, tener una gama más amplia de comportamientos podría ayudar a las especies a hacer frente a largo plazo a los cambios ambientales ocurridos un ecosistema concreto. De hecho, una de las hipótesis planteadas para el éxito de la bipedestación en nuestra especie tiene su razón en que la capacidad de los antepasados del Homo Sapiens de erguirse sobre sus dos extremidades traseras facilitó su adaptación al clima cambiante que transformó los bosques que habitaba en extensas sabanas, proporcionándoles una visión más amplia del territorio, favoreciendo el intercambio de calor, o permitiéndoles transportar alimentos con las manos.
"Los cerebros grandes y la innovación conductual tienen una correlación positiva" declara Ammie Kalan del departamento de Antropología Evolutiva del Instituto Max Planck y autora principal del articulo, "se trata de un rasgo de la especie asociado con la flexibilidad conductual que los animales necesitan para adaptarse a hábitats estacionales e impredecibles", añade. "Desafíos ecológicos similares, creemos, habrían también sido impulsores importantes a lo largo de la evolución humana" continúa. "Sin embargo, hasta ahora faltaban estudios que examinaran la influencia de la variabilidad ambiental en la diversidad de comportamiento dentro de las especies a pesar de la suposición crítica de que la diversificación de la población precede a la divergencia genética y la especiación".
"Aquí mostramos que los chimpancés exhiben una mayor diversidad de comportamiento en entornos con más variabilidad ambiental, tanto en escalas de tiempo recientes como históricas"
"Aquí, utilizando un conjunto de datos de 144 comunidades de chimpancés salvajes -Pan troglodytes- mostramos que los chimpancés exhiben una mayor diversidad de comportamiento en entornos con más variabilidad ambiental, tanto en escalas de tiempo recientes como históricas". Para probar su hipótesis, Kalan y sus colegas estudiaron esta relación entre medio ambiente y comportamiento utilizando una base de datos conductual en la que se tenía registro de 31 comportamientos diferentes de chimpancés a nivel de población y que iban desde el aprovechamiento de cuevas, pasando por el habito de bañarse en el agua, hasta estrategias relacionadas con las búsqueda de alimento o el uso de herramientas.
Los autores analizaron si el despliegue de ciertos comportamientos por cualquiera de los 144 grupos de chimpancés estudiados estaba relacionado con tres medidas diferentes de la variabilidad ambiental en diferentes escalas de tiempo que consistieron en la variabilidad en las precipitaciones; el uso de la sabana frente al hábitat forestal y la distancia entre refugios en el bosque glacial del pleistoceno.
Los resultados muestran que las poblaciones de chimpancés que vivían más lejos los refugios forestales durante los ciclos glaciares del Pleistoceno -hace aproximadamente 2,5 millones a 10.000 años- mostraban repertorios de comportamiento mucho más diversos. Los autores sugieren que las poblaciones que se alejaron de estos refugios a lo largo del tiempo podrían haber sido más propensas a innovar nuevos tipos de comportamientos culturales que las que se quedaron más cerca de los mismos.
La diversidad de comportamiento de los chimpancés también fue mayor en las poblaciones de chimpancés de las sabanas en comparación con los hábitats forestales y en las poblaciones que experimentan una mayor estacionalidad en las lluvias, lo que sugiere que la variabilidad ambiental actual también da forma a la diversidad de comportamiento.
Este grupo de científicos ha encontrado la primera evidencia de chimpancés salvajes que capturan y consumen habitualmente cangrejos de agua dulce. Dicho comportamiento pudo ser clave en el pasado para la evolución de un cerebro más complejo
Héctor Rodríguez
Chimpancés pescando cangrejos
¿Por qué pescamos? En algún momento, hace miles de años, nuestros antepasados, que se alimentaban principalmente de fruta, decidieron adentrarse en el agua para nutrirse de lo que la fauna acuática podía proveerles, complementando así, inadvertidamente, su dieta con un aporte extraordinario de nutrientes. Se cree que por esta razón comenzó el proceso de desarrollo cerebral que finalmente llevó hasta nosotros. Pero, ¿cómo comenzó todo esto?
Ahora un equipo de investigación de la Universidad de Kyoto ha hallado una pista en potencia. Los inicios de este comportamiento pudo haber surgido en nuestros parientes genéticos más cercanos: los chimpancés. De este modo, en el artículo titulado Crab-fishing by chimpanzees in the Nimba Mountains, Guinea y publicado recientemente en la revista Journal of Human Evolution, los científicos informan sobre la primera evidencia de que los chimpancés salvajes -Pan troglodytes verus- capturan y consumen cangrejos de agua dulce de forma habitual.
En el mismo, el equipo liderado por la Kathelijne Koops de la Universidad de Zurich y el Programa de Primatología y Ciencias de la Vida Silvestre de la Universidad de Kyoto, describe el comportamiento pescador que exhiben los chimpancés -principalmente hembras y juveniles- de la selva tropical de las montañas Nimba, en Guinea.
La fauna acuática puede haber sido una parte regular de las dietas de los homínidos y no solo un alimento alternativo y temporal
"Esta fauna acuática proporcionó a nuestros antepasados los ácidos grasos poliinsaturados esenciales de cadena larga, necesarios para el crecimiento y funcionamiento óptimo del cerebro", explica Koops. "Además, nuestros hallazgos sugieren que la fauna acuática puede haber sido una parte regular de las dietas de los homínidos y no solo un alimento alternativo temporal", añade.
Ventajas de una dieta rica en pescado
El estudio comenzó en 2012, cuando los investigadores observaron por primera vez a los chimpancés pescando cangrejos. Durante dos años, documentaron su demografía y comportamiento, al mismo tiempo que analizaron y compararon el valor nutricional de los cangrejos con otros alimentos de la dieta de los chimpancés.
Aprendieron que los chimpancés no solo pescaban cangrejos durante todo el año sin tener en cuenta la estación o la disponibilidad de fruta, sino que este consumo de cangrejos, además, se relacionaban negativamente con el consumo de hormigas, otro alimento básico en la dieta de los chimpancés. "Los niveles de energía y sodio aportados por los cangrejos grandes son comparables al de una dieta que incluye hormigas", explica la investigadora, "lo que nos lleva a la hipótesis de que los cangrejos pueden ser una fuente importante de proteínas y sales durante todo el año para las hembras, especialmente durante el embarazo o la lactancia, así como para el crecimiento de las crías durante los primeros años ". De hecho el equipo pudo observar que los machos adultos, por lo general, prescinden de esta fuente de alimento.
El estudio arroja nueva información sobre nuestra propia evolución, al mostrar que los comportamientos de pesca pueden no estar restringidos por el hábitat como se asumió inicialmente. "Este no es el primer caso de primates que comen cangrejos", añade por su parte Tetsuro Matsuzawa, coautor del estudio, "pero supone la primera evidencia de que otros simios, además de los humanos, lo hacen. En particular, las observaciones anteriores fueron de especies de monos en ubicaciones compatibles con la fauna acuática: lagos, ríos o líneas costeras, y no en bosques tropicales cerrados ".
"Es muy emocionante observar un comportamiento como este, que nos permite mejorar nuestra comprensión de lo que llevó a nuestros antepasados a diversificar su dieta", concluye Matsuzawa.
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