"Preferiría la muerte a la inactividad". Así se expresaba el hombre que dedicó toda su vida a concebir imágenes, máquinas y grandiosos proyectos que se adelantaron a su propio tiempo. En este nuevo episodio de curiosidades de la Historia repasamos la vida del genio italiano.
Inés Monteira / Locución: Caterina Miloro
04 de noviembre de 2020 ·Escúchanos y suscríbete en tu plataforma favorita de podcast:
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Pocos hombres han brillado tanto en su tiempo y en la posteridad como Leonardo da Vinci. Heredero de la tradición artística florentina iniciada por Giotto en el siglo XIV, en él culminó el nuevo espíritu científico del Renacimiento. Podría decirse que fue la mejor encarnación del hombre universal renacentista, por la multiplicidad de sus conocimientos y la diversidad de sus intereses. Leonardo fue también un rebelde, que supo mostrar, como científico, ingeniero y artista, su independencia frente a las corrientes intelectuales de su tiempo. Su obra –producto de un saber enciclopédico combinado con una poderosa inteligencia y una imaginación ilimitada– está hecha de anticipaciones geniales, que en ocasiones tardarían siglos en ser comprendidas y aplicadas.
Leonardo nació en 1452 en una pequeña aldea llamada Anchiano, a pocos kilómetros de Vinci, en los dominios de la ciudad de Florencia. Era hijo natural de un notario de Vinci, llamado Ser Piero da Vinci, y de una campesina de la zona, de nombre Caterina. Al nacer, su padre lo dejó al cuidado de una nodriza, pero poco después sería educado por la esposa de su progenitor.
Excéntrico y rebelde
Cuando tenía unos 14 años Leonardo ingresó en el prestigioso taller florentino de Verrocchio, el «laboratorio politécnico» que le proporcionaría una completa formación artística y científica. Allí aprendió los rudimentos de la pintura, la arquitectura y la escultura, que le permitirían realizar sus primeras obras maestras, como El bautismo de Cristo, en colaboración con su maestro Verrocchio. También adquirió nociones de botánica, música y óptica, y ya antes había sido instruido en materias tan apartadas de las bellas artes como la relojería.
Desde ese momento Leonardo da Vinci aspiró a convertirse en un gran artista sabio, un pintor de fundamentos intelectuales. Partió de la idea esbozada por Leon Battista Alberti, el gran teórico del Renacimiento, de que resultaba preciso conocer la naturaleza en profundidad para poder imitarla a través de las artes y ciencias. Ello le llevó a oponerse a la concepción especulativa de la ciencia que dominó en la Edad Media y a su sumisión a los dogmas del cristianismo.
Leonardo destacó desde muy pronto a ojos de todos por sus sobresalientes cualidades y su actitud excéntrica. Desentrañar el carácter de un genio resulta enormemente complejo, y más aún desde la distancia del tiempo, aunque algunas fuentes permiten acercarse a su personalidad. Se sabe que le gustaba vivir de un modo ostentoso, y se dejaba ver con elegantes atuendos. Ello no impidió que viviera en una especie de marginalidad, en parte derivada de las muchas horas que dedicaba al trabajo y de su consiguiente aislamiento. Hiperactivo y cambiante, su temperamento le hacía incapaz de dar culminación a sus descubrimientos científicos, pues tendía a recomenzar siempre desde el principio y dejaba de centrar su atención en temas ya tratados para pasar a otros que le suscitaran más vivo interés.
En 1476, cuando ya se había establecido como pintor independiente, Leonardo da Vinci fue acusado de sodomía junto con otros personajes vinculados a los Médicis.En la época, la homosexualidad estaba penada con la hoguera, la mutilación o el destierro, pero, por fortuna, en el caso de Leonardo la denuncia anónima no tuvo efectos. Eso no significa que la acusación fuera falsa, pues las tendencias homosexuales de Leonardo son comúnmente aceptadas por los biógrafos del artista, basándose en testimonios indirectos y en algunos dibujos de claro erotismo masculino, aunque también existen evidencias de su contacto amoroso con mujeres. Es posible que la delación fuera resultado de una campaña de desprestigio contra los Médicis, y fueron precisamente las influencias de esta poderosa familia florentina las que contribuyeron a enterrarla.
Tras este episodio, a principios de 1482 Leonardo se trasladó a Milán, a la corte de Ludovico Sforza. Quizá fue enviado allí por Lorenzo de Médicis, como gesto diplomático de cortesía, aunque también existe la posibilidad de que Leonardo acudiera por iniciativa propia, en busca de fortuna. Esto último es lo que parece sugerir la carta que escribió para el duque milanés, en la que enumeraba sus méritos y se ofrecía para entrar a su servicio. Es significativo que Leonardo mencionara en diez puntos sus capacidades como ingeniero militar e inventor de instrumentos bélicos, y sólo en el último punto se refiriera a sus aptitudes artísticas.
Las tendencias homosexuales de Leonardo son comúnmente aceptadas por los biógrafos del artista, basándose en testimonios indirectos y en algunos dibujos de claro erotismo masculino, aunque también existen evidencias de su contacto amoroso con mujeres.
Sin duda era consciente de que su saber técnico era lo que más podía interesar a los belicosos Sforza.Y este saber era ciertamente revolucionario. Como ingeniero militar, Leonardo proyectó una total renovación del armamento terrestre y naval, partiendo de la reciente aparición de las armas de fuego. Sus experimentos de balística le permitieron aumentar el volumen del fuego y la velocidad de la carga de las bombardas, así como crear nuevos proyectiles ojivales, granadas explosivas, cañones y espingardas, el antecedente de la escopeta.
En la corte de Ludovico Moro
Su nuevo mecenas, Ludovico, apodado «el Moro», era en ese tiempo la personalidad dominante en la política italiana, sobre todo desde la muerte de Lorenzo el Magnífico en 1492. Personalmente era un hombre de múltiples intereses y daba mucha importancia a la cultura como medio de propaganda, pero no tenía verdadera sensibilidad artística. No debió resultar fácil para Leonardo actuar como simple servidor de un poderoso; en uno de sus cuadernos, por ejemplo, escribió: «Dar órdenes es cosa de caballeros; obedecer, es cosa de siervos». Aun así, hubo de trabajar para el duque como organizador de fiestas y en un proyecto de estatua monumental, que no llegó a ser fundida.También participó en las discusiones sobre la construcción de las catedrales de Milán y Pavía. En Milán pintó igualmente algunos cuadros emblemáticos como LaVirgen de las rocas, en 1486, o La Última Cena, única pintura mural que se conserva del artista florentino, realizada entre 1494 y 1497 en la iglesia de Santa Maria delle Grazie.
Paralelamente, durante su etapa milanesa Leonardo profundizó en sus estudios científicos. Una de sus fascinaciones fue el vuelo de las aves, y la posibilidad de imitarlo por parte de los hombres. El sabio dedicó años de estudios, prolongados en su segundo período florentino (1500-1506), a la experimentación con una máquina para volar. Su fracaso en el intento por sostener el cuerpo humano en el aire se debió a la falta de un motor de explosión, sin el cual resulta imposible lograr la propulsión necesaria para el sostenimiento de un peso. También se interesó por la botánica, por la luz y los efectos atmosféricos, así como por la ingeniería, el urbanismo, la anatomía y las emociones humanas.
Su deseo de saber no se quedó en el papel, pues defendió siempre la experiencia directa, volcándose en los fenómenos de la naturaleza para explicar sus misterios. Su obsesión por la experimentación le llevó a diseccionar cadáveres, insatisfecho con el estudio de las esculturas antiguas o de viejos tratados. Se procuró cuerpos de condenados a muerte, fuera en los hospitales o en los cementerios, hasta el punto de sobornar a sepultureros para obtenerlos.
Leonardo sobrepasó las coordenadas de la ciencia renacentista, que hasta entonces había tenido como objeto y centro el ser humano, para ocuparse de la totalidad del Universo. Como escribió en una ocasión: “No hay nada en la Naturaleza que no sea parte de la ciencia». Los bocetos y dibujos que dejó demuestran su interés por todas las cosas. En ellos encontramos observaciones y análisis sobre todo tipo de materias: mecánica, matemáticas, astronomía, geografía, física, botánica, química y anatomía. Junto a ellos aparecen también sentencias morales, anotaciones gramaticales, diseños heráldicos, alegorías y bestiarios. Leonardo fue asimismo un maestro en la música y se sabe que diseñó nuevos instrumentos en busca de timbres nunca oídos.
Inestabilidad en Europa
En 1499, la esplendorosa vida de la corte de los Sforza se vio abruptamente interrumpida con la ocupación de Milán por las tropas francesas de Luis XII. Leonardo había sido nombrado el año anterior ingeniero general, pero no tuvo tiempo de fortificar la ciudad con sus innovadoras técnicas. Buscó refugio en Mantua, en la corte de los Este, donde sólo pasaría dos meses. Quizás exasperado por la duquesa Isabel de Este, dama cultivada pero muy exigente con sus servidores, decidió marchar a Venecia. El científico se acercaba ya a los 50 años y la prosperidad y estabilidad política que le había rodeado hasta entonces se desmoronaba ante sus ojos.
En 1500 Leonardo se encontraba de nuevo en Florencia. Según un testimonio, por entonces estaba «cansado del pincel», pero aun así realizó algunas de sus obras maestras, como la Santa Ana o La batalla de Anghiari. En cambio, seguía intensamente dedicado a sus experimentos científicos. Reanudó asimismo su actividad de ingeniero militar, esta vez al servicio de César Borgia, el hijo del papa Alejandro VI, que por esos años trataba de crear un Estado propio en la Italia central. Leonardo lo siguió en sus campañas durante unos nueve meses, hasta abandonarlo por causas desconocidas, quizás hastiado por los crueles métodos del ambicioso príncipe.
Leonardo volvió a Florencia, desde donde, en 1506, marchó otra vez a Milán, la ciudad en la que siempre se sintió más a gusto. Solicitaba allí su presencia el nuevo gobernador francés de la ciudad, Carlos de Amboise, que trataba de recrear la corte de los Sforza, y para quien Leonardo proyectó una villa suburbana con jardines y juegos de agua.También pintó una de sus obras pictóricas más célebres: la Mona Lisa. Al principio de esta nueva estancia milanesa Leonardo pensó organizar sus apuntes y publicar algunos tratados sobre temas como el agua, la pintura y la anatomía. Pero, como le sucedió con tantos otros proyectos, Leonardo nunca llevó éste a efecto, y prefirió continuar con diversos estudios, desde la anatomía humana hasta la fabricación de autómatas.
En 1513 los franceses fueron expulsados de Milán por un ejército coaligado deVenecia, el Papa y el emperador. Leonardo decidió entonces marchar a Roma, siguiendo la llamada de Juliano de Médicis, hermano del papa León X. Los tres años que pasó allí coincidieron con el momento en que en Roma se estaba gestando el estilo manierista, de la mano de Miguel Ángel y Rafael. Pese a las atenciones que le dispensó Juliano, todo indica que Leonardo se sintió desplazado en aquel ambiente. Pasaba ya de los 60 años y su salud flaqueaba. No pintó entonces ninguna obra importante, aunque prosiguió con la misma energía de antes sus estudios científicos.
En 1516 Leonardo abandonó la ciudad papal para marchar a Francia. Francisco I le había ofrecido el puesto de «primer pintor, ingeniero, arquitecto y mecánico del rey», impresionado tal vez por un autómata de Leonardo que Juliano de Médicis le enseñó durante un encuentro en Milán: “un león que caminaba unos pasos y luego abría su pecho que aparecía lleno de flores de lis”, según cuenta Vasari. El anciano artista se alojó en la agradable mansión de Cloux, a escasa distancia del palacio de Amboise. Allí pasó los tres últimos años de su vida, dedicado a sus estudios científicos y a sus grandiosos proyectos de ingeniería –como la conexión del Atlántico y el Mediterráneo mediante un canal entre los ríos Loira y Saona–, hasta su muerte el 2 de mayo de 1519.
Fascinado por el transcurso del tiempo, «que se desliza sin ser notado y engaña a los mortales», Leonardo da Vinci repartió el suyo entre números y letras, entre el arte y la ciencia. Sólo contemplando su producción artística y científica en conjunto se aprecia la verdadera dimensión de este genio universal.
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