Nacido en Gales en 1888, este historiador formado en Oxford y gran conocedor del mundo árabe, Thomas Edward Lawrence se convirtió en el protagonista más famoso de la rebelión árabe contra los turcos durante la Primera Guerra Mundial gracias, en parte, a las distintas películas que se han realizado sobre su figura.
escúchanos y suscríbete en tu plataforma favorita de podcast:
Apple Podcast | Spotify | Google Podcast | Ivoox
Thomas Edward Lawrence, nacido en Gales en 1888, era un adolescente introvertido cuando ingresó hacia 1905-1906 en el Jesus College de Oxford; allí fue creciendo su interés por la arqueología y por el Próximo Oriente. A partir de 1909 viajó mucho por el mundo árabe, que entonces dependía del Imperio otomano, y visitó Siria, el Líbano, Palestina, Arabia y Egipto.
Ingleses y franceses prometieron a Husayn un gran reino árabe si era capaz de lograr que sus compatriotas se alzaran contra los turcos –aliados de Alemania–, e incluso insinuaron al jerife la posibilidad de apoyar su candidatura a un futuro califato.
UNA GUERRA EN EL DESIERTO
Husayn estaba en contacto directo con el alto comisario británico de Egipto, Henry McMahon. Juntos decidieron crear un contingente de combatientes árabes voluntarios en el que participaron varias tribus beduinas, para el cual el teniente Lawrence –ascendido al grado de capitán y más tarde de coronel– debía actuar como political officer, «consejero militar». El 10 de junio de 1916, Husayn lanzó una proclama al pueblo árabe llamándolo a la rebelión contra el sultán, proclama que halló eco debido a los intentos otomanos por exigir la asimilación forzosa a su cultura de los pueblos de su imperio, lo que incluía, por ejemplo, la imposición de la lengua turca.
Gracias al valor de los insurgentes, las fuerzas armadas del sultán fueron doblegadas en menos de un año: en marzo de 1917, el general Frederick S. Maude entraba como vencedor en Bagdad al frente de la Fuerza Expedicionaria de Mesopotamia; en julio, los rebeldes árabes conquistaban Aqaba, en el mar Rojo, y en diciembre el general Edmund H. Allenby tomaba Jerusalén al frente de la Fuerza Expedicionaria Egipcia, mientras Faysal hacía una entrada triunfal en Damasco.
Durante todo este tiempo, Lawrence actuó como consejero de Faysal, uno de los cuatro hijos de Husayn y el único que poseía el carisma necesario para encabezar la revuelta. Sin embargo, las cosas no eran fáciles para aquel oficial británico de corta estatura (medía 1,66 metros) pero fornido que, vestido con ropas árabes y montado en camello, hostigaba a los otomanos con tácticas guerrilleras. Éstas se centraban en golpes de mano contra el ferrocarril del Hi^yaz, que unía Damasco, la capital intelectual y política del mundo árabe, con la ciudad sagrada de Medina, y que era un elemento básico para movilizar las tropas otomanas en Arabia.
EL PRIMER ÉXITO
Al principio, después de que Lawrence se uniera a las fuerzas de Faysal en octubre de 1916, la guerra no marchó bien. Por una parte, la red ferroviaria turca del Hi^yaz, continuamente interrumpida, siempre se restablecía; por otro lado, los jefes de las tribus beduinas rebeldes se enfrentaban una y otra vez. Lawrence tenía que ponerse de acuerdo con todos y cada uno de ellos, y no era fácil transmitirles la sensación de que eran los protagonistas del conflicto, ya que los altos mandos británicos no parecían muy interesados en el escenario militar del Hi^yaz.
Lawrence necesitaba un éxito que le diese importancia, y lo encontró en la espectacular conquista del puerto de Aqaba, el 6 de julio de 1917. Esta acción no causó daños graves a la estructura militar otomana, ni fue considerada importante por los altos mandos británicos, pero tuvo gran trascendencia para el mundo árabe: gracias a ella, Lawrence se ganó la estima de los árabes beduinos y ascendió a la categoría de mito. Por un momento casi eclipsó, entre aquéllos, la popularidad de Faysal.
LA HUMILLACIÓN
Con éxito desigual, Law-rence intentó coordinar los ataques de los árabes y el avance de las tropas de Allenby hacia el norte. Fue durante este período, en noviembre de 1917, cuando los turcos lo capturaron mientras reconocía el terreno alrededor del nudo ferroviario de Dara, al sur de Damasco; logró escapar, pero antes fue torturado y, al parecer, violentado sexualmente. Lo que sucedió no se ha sabido nunca, pero marcó de forma indeleble a Lawrence: «En medio de un dolor que me volvía loco, entregué la única posesión con la que nacemos: la integridad de mi cuerpo», escribió en una carta a Charlotte Shaw; «es un asunto imperdonable, una posición irrecuperable, y es lo que me hizo renunciar a una vida decente y al ejercicio de mis nada deleznables ingenios y talentos».
La humillación de Lawrence se ha vinculado con lo que pasó en Tafas doce meses después, en septiembre de 1918. En aquella población, los turcos asesinaron a mujeres y niños y remataron a combatientes árabes heridos. Cuando los insurgentes los derrotaron no tuvieron piedad, y masacraron a los turcos capturados. Lawrence dio la orden de no hacer prisioneros, quizá movido por un afán de venganza personal que se confundía con el anhelo de venganza de sus camaradas árabes.
VICTORIA Y DESENGAÑO
En mayo de 1916, mediante el acuerdo de Sykes-Picot, franceses e ingleses se habían repartido en secreto el Imperio otomano: los primeros se reservaron Siria (incluida Damasco) y el Líbano; los segundos, el territorio situado más al sur. Allí podrían gobernar bajo su tutela los hachemitas, la dinastía de guardianes de los lugares sagrados del Islam: el jerife Husayn y sus hijos Faysal y Abdullah.
Faysal era un líder militar indiscutido, hablaba perfectamente inglés y los consejeros militares lo trataban con respeto. Pero le habían escondido muchas cosas, especialmente una: los acuerdos entre franceses e ingleses. Faysal nunca llegaría a dirigir el gran Estado que los árabes esperaban obtener como recompensa por su rebelión contra los otomanos, un reino cuya corona debía ostentar Faysal y cuyas fronteras tenían que extenderse desde Arabia hasta Siria. En Damasco, Faysal se proclamaría rey el 11 de marzo de 1920, pero los franceses lo expulsaron de Siria sin contemplaciones.
Lawrence, que como agente de inteligencia tenía que estar al corriente de todo, ¿en qué situación se encontraba? Para unos, hacía tiempo que ya no pensaba como un occidental, y aún menos como un oficial de Su Majestad Británica: su corazón estaba con los hombres del desierto. Para otros, siempre fue un funcionario del servicio de inteligencia británico, y lo que provocó que sus convicciones vacilaran y su comportamiento no resultara transparente era más bien su carácter inestable. Los beduinos, cuando lo amaban y lo temían e incluso cuando, decepcionados, empezaron a dudar de él (aún hoy en el mundo árabe muchos lo consideran un hipócrita, un traidor) lo llamaban Aurans Iblis, «Lawrence el Diablo».
Hay muchas opiniones sobre el comportamiento de Lawrence inmediatamente después del final de la guerra. Muchos biógrafos lo describen triste, frustrado, consciente de que los árabes lo consideraban cómplice de la traición que habían sufrido por parte de los ingleses. Otros creen que estaba interpretando un papel: había cumplido siempre el que consideraba su deber de oficial y funcionario británico y sabía acallar sus sentimientos.
En 1919 –en ocasiones vistiendo como un árabe– participó en la conferencia de paz de París como miembro de la delegación de Faysal, quien vio cómo los vencedores de la Gran Guerra rechazaban sus reivindaciones políticas. Después volvió a Inglaterra, y durante un cierto tiempo se aprovechó de su nombre y del recuerdo de sus hazañas, publicando artículos y fotografías y subrayando su relación con el general Allenby; más tarde, colaboró con Winston Churchill como asesor para la Oficina Colonial del Gobierno británico, pero no le gustaba el trabajo burocrático.
También se ocupó de Siria, que ya había entrado en la órbita colonial francesa, pero en este aspecto su actitud tampoco resultaba clara. Amaba Francia, conocía bien el francés, incluso traducía libros de esta lengua; pero quizás, en tanto que amigo de Faysal, no había olvidado cómo fue expulsado de Damasco el príncipe hachemita y, según algunas opiniones, Lawrence, como respuesta, fomentaba la revuelta siria contra los franceses.
Otra de sus pasiones era la motocicleta. Era un magnífico motorista, y a ello debió su muerte: falleció el 19 de mayo de 1935 tras un accidente de moto en Dorset, a los 46 años. También sobre su final se ciernen algunas dudas: según ciertas informaciones, se había acercado a algunos personajes del mundo político nacionalista inglés y su muerte fue en realidad un falso accidente, con el cual se quiso eliminar a un posible futuro líder.
No hay comentarios:
Publicar un comentario