La zona Clarion-Clipperton, en el océano Pacífico, guarda en el fondo del mar un tesoro que representa un dilema para toda la humanidad.
Ahí, a 4.000 metros bajo la superficie marina, equivalente a cinco veces el Burj Khalifa, el edificio más alto del mundo, se encuentran los nódulos de manganeso una de las mayores riquezas de minerales esenciales para fabricar desde teléfonos móviles hasta baterías para autos eléctricos y paneles solares.
Es un botín para las compañías mineras, pero también para el mundo entero, que cada día depende más de artefactos electrónicos y se mueve hacia energías renovables.
"Necesitamos más metales", le dice a BBC Mundo Michael Johnston, director de Nautilus Minerals, una de las empresas con licencia para explorar la zona Clarion-Clipperton con fines mineros. "De algún lado tenemos que sacarlos".
Pero la zona Clarion-Clipperton (CCZ, por sus siglas en inglés) también es uno de los lugares de mayor interés para científicos y ambientalistas.
Primero, porque se sabe muy poco de ella y segundo, porque con lo poco que se ha logrado explorar, ha mostrado ser una zona particularmente diversa, con un mayor número de especies respecto a otros abismos submarinos.
"Corremos el riesgo de destruir algo que aún no entendemos del todo", le advierte a BBC Mundo Astrid Leitner, una de las biólogas marinas que trabaja en el Proyecto Abyssline, que busca establecer un panorama del ecosistema de la CCZ, antes de que comience la extracción minera.
"Podríamos perder una rica diversidad de animales incluso antes de saber que existen".
Cómo es la Zona Clarion-Clipperton
El área de la CCZ equivale aproximadamente a dos veces el tamaño de México, y se extiende entre este país y Hawái.
Toma su nombre porque al norte limita con la isla Clarion, que pertenece a México y al sur con la isla Clipperton, que pertenece a Francia.
Su fondo marino es una zona oscura, con temperaturas menores a los 2 grados centígrados y con una presión 400 veces mayor a la de la superficie.
Aunque se pensaba que era sólo una planicie, las más recientes observaciones han mostrado que es un terreno heterogéneo, con colinas y valles, montañas, cráteres y calderas con paredes escarpadas causadas por erupciones volcánicas.
El fondo marino, aunque a primera vista parece inerte, está lleno de erizos, pepinos de mar, estrellas, esponjas, anémonas, gusanos, crustáceos y corales.
También hay peces de hasta un metro de largo, que circundan el fondo marino en busca de alimento.
Los nódulos de la discordia
La comunidad científica y las compañías mineras están de acuerdo en que es muy poco lo que se sabe de esta zona, y de hecho trabajan juntas para recolectar la mayor cantidad de información sobre la CCZ antes de que se permita la extracción de minerales.
Y aunque por razones distintas, ambas centran su atención en un mismo objetivo: los nódulos de manganeso. Este es el tesoro que los mineros quieren conquistar y los ambientalistas quieren preservar.
Estos nódulos, del tamaño de una pelota de béisbol, son acumulaciones de minerales especialmente ricos en cobre, níquel y cobalto, que se utilizan en la producción de gran parte de los aparatos tecnológicos que utilizamos a diario.
Cada una de estas "piedras" tarda entre miles y millones de años en formarse.
Aún no existen cálculos exactos, pero se estima que la CCZ podría albergar unas 27.000 millones de toneladas de nódulos.
Tampoco se sabe con precisión qué cantidad de estos minerales será accesible.
Sin embargo, Michael Johnston, de Nautilus Minerals, calcula que al ritmo de consumo de hoy, en la CCZ hay suficiente cobre para abastecer al mundo durante los próximos 30 años.
Por su parte, los científicos han encontrado que de alguna manera todo el ecosistema de la CCZ está conectado con los nódulos.
Algunas especies de esponjas y anémonas necesitan la superficie dura de los nódulos para vivir. Los videos que han grabado en la CCZ también muestran que en los lugares donde hay más nódulos hay mayor cantidad de peces, de mayor tamaño y mayor diversidad de especies que en las áreas con menos nódulos.
"Esto tiene grandes implicaciones para la minería submarina", le dice a BBC Mundo la bióloga Leitner, "pues básicamente lo que hace es remover estos nódulos para siempre".
Los expertos advierten que hace falta más investigación para medir con precisión cuál será el impacto de la minería sobre este ecosistema.
La semana pasada, un grupo de científicos, algunos de los cuales incluso han recibido financiación de Nautilus para explorar la CCZ, publicaron una carta en la revista Nature en la que afirman que "es probable que la mayoría de la pérdida de biodiversidad causada por la minería en el fondo del mar dure para siempre".
"Han ido demasiado lejos", dice Johnston, refiriéndose a las advertencias de los científicos.
"Nadie está buscando destruir esa zona, estamos viendo qué se puede hacer causando el menor impacto. La minería submarina es una oportunidad para no repetir los errores que se han cometido en la minería terrestre".
Los científicos trabajan para tener un diagnóstico de la zona que permita regular la explotación en el área.
Por su parte, las empresas mineras también se preparan para cuando llegue el momento de poder extraer los nódulos.
"Me preocupa que la tecnología minera avanza mucho más rápido que la ciencia que podría proteger la Zona Clarion-Clipperton", le dice a BBC Mundo Craig Smith, investigador principal del proyecto Abyssline y profesor de oceanografía en la Universidad de Hawái.
¿Quién manda en la CCZ?
La CCZ es Patrimonio de la Humanidad, es decir, que ningún país puede reclamar soberanía sobre ella.
La entidad encargada de mediar entre los intereses mineros y la protección del medio ambiente en la CCZ es la Autoridad Internacional de los Fondos Marinos (ISA, por sus siglas en inglés), un órgano adscrito a la ONU.
La ISA, de la que son parte 167 países y la Unión Europea, organiza y controla las actividades que se realizan en el fondo marino de aguas internacionales, es decir, que no pertenecen a la jurisdicción de ningún país.
La ISA ha otorgado 16 licencias de exploración con fines mineros en la CCZ.
Entre los contratistas están gobiernos de estados miembros de la ISA y compañías privadas patrocinadas por estos países.
Hoy, la CCZ tiene 32% de su territorio bajo contratos de exploración, 35% está asignada como área protegida y otro 33% está reservada para exploración por parte de países en desarrollo.
La ISA trabaja en la creación de un reglamento para la explotación, que podría estar listo hacia 2020, aunque todavía no tiene una fecha definitiva.
Una de las reglas que sí están definidas, es que cuando comience la explotación, entre los países miembros de la ISA se hará un reparto equitativo de los beneficios que se deriven de los recursos minerales que ahí se encuentren.
Aunque se calcula que dentro de 5 a 10 años podría comenzar la explotación minera en la CCZ, según la ISA esa fecha aún no se puede determinar y hasta ahora ninguna de las 16 compañías o consorcios con presencia en la zona ha manifestado un interés explícito en comenzar la extracción.
Mineros y científicos siguen en su carrera contra el tiempo y depende de sus hallazgos el futuro de esta enigmática zona que pertenece a toda la humanidad.
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