https://es.wikipedia.org/wiki/Reino_de_Kush
https://es.wikipedia.org/wiki/Nubia
La gran pirámide de Giza en El Cairo se considera con razón una de las siete maravillas del mundo antiguo.
Pero si partes del río Nilo y viajas hacia el sur, en lo que hoy es Sudán te encontrarás con miles de ese tipo de construcciones piramidales que pertenecieron al reino de Kush.
Kush fue una superpotencia africana y su influencia se extendió hasta lo que hoy se llama Medio Oriente.
El reino existió durante cientos de años y, en el siglo VIII antes de Cristo, conquistó Egipto y lo gobernó por décadas.
Y lo que hoy queda de aquella civilización es igual de impresionante.
Más de 300 de esas pirámides siguen intactas, prácticamente inalteradas desde que se construyeran hace cerca de 3.000 años.
Algunas de las mejores se encuentran en Jebel Barkal, una pequeña montaña de Sudán del Norte declarada junto con la histórica ciudad de Napata patrimonio de la humanidad por la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (Unesco).
Allá puedes hallar pirámides, tumbas, templos y cámaras funerarias completas, con escenas pintadas y escritos que la Unesco describe como "obras maestras de un genio creativo que muestran los valores artísticos, sociales, políticos y religiosos de un grupo humano de hace más de 2.000 años".
Visité esas pirámides hace algunos años.
Y al regresar a Reino Unido, les pregunté a mis padres qué sabían ellos de los sitios arqueológicos de su país.
No mucho, descubrí.
Me pareció extraño, ya que ambos lo conocían todo sobre Enrique VIII, rey de Inglaterra y señor de Irlanda entre 1509 y 1547, el segundo monarca de la casa Tudor, y los sucesos clave de la historia británica.
Ante eso, me pregunté si el caso de mis padres no era aislado y otros africanos tampoco sabían mucho del pasado histórico de su país.
Así que empecé a preguntar y descubrí que así era.
Años después, en la sede de la Unesco en París, en una de las estanterías del despacho del vicedirector general Getachew Engida, etíope de nacimiento, vi una colección de volúmenes titulada La historia general de África.
Y resultó ser uno de los secretos mejor guardados de la Unesco y el continente: la historia de África escrita por eruditos africanos.
El proyecto fue concebido a inicios de la década de 1960, durante un periodo de rápida descolonización de África.
Algunos de los líderes de los jóvenes países recién independizados de las potencias europeas decidieron que, tras descolonizar el país, también querían descolonizar la historia.
Los historiadores occidentales habían lamentado la falta de registros escritos en algunos países africanos y habían utilizado eso como razón para legitimar el abandono.
Así que la Unesco ayudó a los estudiosos africanos a construir el proyecto, y para ello reclutar a 350 expertos de distintas disciplinas procedentes de todo el continente.
Y el fruto fue una colección de ocho volúmenes que abarcan desde la prehistoria hasta la era moderna.
El octavo tomo se completó en la década de 1990 y ahora se está trabajando en el noveno.
Fue polémico que la agencia de la ONU comenzara la colección con un ejemplar sobre los orígenes de la humanidad, exponiendo en él la teoría de la evolución.
Y es que con ello se arriesgó a provocar la ira de las comunidades cristianas y musulmanas que en algunos países de África creían -y siguen creyendo- en el creacionismo, la doctrina filosófica que defiende que los seres vivos surgieron de un creador y que, por tanto, no son fruto de la evolución.
El paleontólogo keniata Richard Leakey, quien contribuyó a ese primer volumen, cree que el hecho de que el ser humano viene de África sigue siendo un anatema para algunos occidentales, quienes prefieren negar ese origen.
Así mismo, se suele pasar por alto la historia del Reino de Kush, una superpotencia de Asia occidental y África en la que las reinas podían regir por derecho propio.
Y eso también ocurre con el Reino de Aksum, descrito como una de las cuatro grandes civilizaciones del mundo antiguo.
Los reyes aksumitas controlaban el comercio del mar Rojo desde su asentamiento, situado en lo que ahora son Eritrea y Etiopía.
Además, fueron los primeros gobernantes de África en abrazar el cristianismo y en convertirlo en la religión oficial del reino.
Esta historia es poco conocida, tanto en el propio continente como fuera, porque los mismos académicos y profesores de las naciones africanas son también producto de una educación colonialista y no recibieron un relato integral y cronológico de su propia historia.
Mis padres, sudaneses, hablaban inglés con fluidez y gozaron de una educación de alto nivel, pero occidental.
Así, cuando miraban a su propia historia lo hacían a través de la perspectiva de los expertos de Occidente.
A esa limitación le hizo referencia uno de los más destacados historiadores británicos de todos los tiempos, Hugh Trevor-Roper.
"Quizá en el futuro se pueda enseñar algo de historia africana. Pero hasta el momento no hay ninguna o casi ninguna: sólo existe la historia de los europeos en África", dijo en 1965.
"El resto es oscuridad, así como ocurre con la historia preeuropea y la precolombina en América. Una oscuridad que no es sujeto para la historia".
Por otra parte, el hecho de que muy poca gente sepa de la existencia de los volúmenes escritos bajo el auspicio de la Unesco también me hace preguntarme por qué los líderes no quisieron destacarlos más.
Por supuesto, no estoy sugiriendo la existencia de una conspiración.
Sólo digo que ni los líderes regionales ni extranjeros hicieron suficiente énfasis en la historia africana.
Aunque el tema es particularmente de interés para África, ya que ha sido infantilizada hasta un nivel que no se ha visto en ninguna otra parte del mundo.
Eso se debe en parte a que África se mide en términos de pobreza y conflicto, y que golpe de estado, guerra, hambre y corrupción siguen siendo las palabras con las que se sigue describiendo hoy al continente.
Además, se continúa mirando a los problemas del desarrollo desde el prisma de la caridad y la ayuda humanitaria.
Y esto, aunque se haga con la mejor de las intenciones del mundo, ha alimentado esa representación de África que hace creer que sus ciudadanos deben depender de los extranjeros para poder comer y desarrollarse.
Como alguien que nació en África y vino de niña a Reino Unido, tengo la ventaja de que entiendo ambas culturas.
Pero para que casos como el mío no sean aislados, los volúmenes de La historia general de África son un inicio.
Además, la Unesco pretende incorporar el resultado de sus investigaciones al respecto en los programas escolares de todo el continente.
Con suerte, las generaciones futuras conocerán más de su propia historia y sabrán que hay en su pasado muchas razones para estar orgullosos.
Y así, ese pasado será el que les proporcione la base para un futuro mejor.
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Guillermo Gonzalo Sánchez Achutegui
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