Esta galería de fotos es una muestra de los maravillosos paisajes del continente helado fruto del trabajo fotográfico de Roberto García-Roa, uno de los reporteros de National Geographic que está cubriendo la expedición de Greenpeace en la Antártida. Además, es un testimonio visual del día a día a bordo de un barco rompehielos, de un frágil y amenazado ecosistema sin igual en el mundo y de la fauna única que lo habita.
01 de marzo de 2022, 16:00 | Actualizado a
Los icebergs son los grandes protagonistas en algunas de nuestras travesías en el océano antártico. En ocasiones podría parecer que el paisaje es monótono, pero el cambio es constante y tan exótico que en realidad se podrían invertir horas de contemplación y nunca se estaría frente al mismo horizonte.
Foto: Roberto García-Roa
Momentos previos a la recogida del submarino tras la exploración. Mientras dura la operación, la lancha de apoyo se mantiene cerca del Arctic Sunrise y un buzo debidamente equipado para soportar las gélidas temperaturas supervisa todo el proceso de cerca.
Foto: Roberto García-Roa
A lo largo de toda la inmersión y con el objetivo de tener cada mínimo detalle bajo control, los ingenieros monitorizan la ruta del submarino desde el puesto de mando cada 15 minutos.
Foto: Roberto García-Roa
El submarino comprueba su movilidad durante unos segundos antes de iniciar la inmersión.
Foto: Roberto García-Roa
Una ballena jorobada (Megaptera novaeangliae) pone fin a otro gran día de exploración a bordo del Arctic Sunrise. Las visiones de esta especie son espectaculares, pues de trata de un mamífero de la familia de los rorcuales cuyos ejemplares miden entre 12 y 16 metros de largo. Su peso aproximado es de 36.000 kg.
Foto: Roberto García-Roa
Después de un día de intenso trabajo en el Arctic Sunrise y a kilómetros de distancia observamos los cálidos rayos de luz fundiéndose en los icebergs durante el atardecer. Se dice que el juego de colores con el blanco puro y el azul intenso del mar ofrece los atardeceres más especiales de todo el planeta.
Foto: Roberto García-Roa
Un ejemplar joven de lobo marino (Arctophoca gazella) nos observa desde la distancia desde un iceberg. Una de las características más particulares de los lobos marinos antárticos es su hocico corto en comparación con otros miembros de la misma familia. Los machos adultos pueden medir hasta 2 m y pesar entre 110 y 230 kg.
Foto: Roberto García-Roa
Un lobo marino (Arctophoca gazella), también llamado lobo marino antártico, descansa sobre un témpano de hielo. Esta especie de mamíferos habita en las aguas antárticas y en los mares del sur de Argentina y Chile.
Foto: Roberto García-Roa
Los grandes icebergs dominan algunas de nuestras travesías marítimas, sus gigantescas dimensiones resultan abrumadoras tanto a través del objetivo de la cámara como al ojo desnudo. La zona de la Antártida occidental, donde nos encontramos, es una de las más sensibles y vulnerables a causa del deshielo, el cual puede tener consecuencias desastrosas para su ecosistema.
Foto: Roberto García-Roa
Toma fotográfica en laboratorio de uno de los crustáceos recolectados por el equipo de científicos de la expedición antártica abordo del Arctic Sunrise. Este pequeño animal marino fue recogida en una de las inmersiones realizadas por el batiscafo, pues el submarino también cuenta con mecanismos que permiten recoger muestras con el menor daño posible al entorno.
Foto: Roberto García-Roa
Contraste del atardecer con los azules icebergs que acompañan nuestra travesía por el océano austral. A menudo ocurre que grandes icebergs se desprenden de la banquisa y se desplazan, flotando durante miles de kilómetros, a lo largo del océano Antártico. Algunos de ellos son enormes bloques de hielo que alcanzan, por ejemplo, los 1.270 km2 y van perdiendo volumen a medida que avanzan en su travesía.
Foto: Roberto García-Roa
Atardecer en las inmediaciones de la colina en la que se localiza la base científica y militar argentina Marambio. La Base aeromilitar Vicecomodoro Gustavo Marambio es una estación científica permanente, lo cual quiere decir que está habitada todo el año. Sus instalaciones iniciaron la actividad a principios del verano austral de 1969.
Foto: Roberto García-Roa
Con la atenta mirada vigilante de los icebergs, el submarino iniciaba su lenta y delicada inmersión. El objetivo será sumergirse a la mayor profundidad posible para realizar un estudio en vídeo sobre el fondo marino. Posteriormente, los datos, imágenes y muestras serán analizados en el barco por parte de los biólogos y científicos que forman parte de la expedición.
Foto: Roberto García-Roa
Inmersión del submarino tras la suelta desde el barco rompehielos Arctic Sunrise. Los batiscafos son naves sumergibles diseñadas para operar en grandes profundidades marinas. En este caso, era uno de los ejes centrales de la expedición que, pocos días atrás, pudo realizar la primera y exitosa inmersión.
Foto: Roberto García-Roa
El traslado del submarino desde el Arctic Sunrise al mar es uno de los procesos más delicados en cada una de las inmersiones. Todos los implicados en esta operación ponen sus cinco sentidos en ella, pues un mínimo fallo podría tener consecuencias desastrosas para la expedición.
Foto: Roberto García-Roa
Multitud de témpanos helados flotan en las apacibles aguas que rodean la base antártica Cámara, gestionada por el gobierno de la República Argentina. Concretamente, está ubicada en la colina llamada La Morenita, en la caleta Menguante de la isla Media Luna.
Foto: Roberto García-Roa
Las islas Shetland del sur amanecen estos días cubiertas casi por completo por un grueso manto de hielo antártico. Este archipiélago está ubicado a 120 km aproximadamente del continente antártico y es el primer pedazo de tierra firme que se encuentra cualquier barco que navega desde el extremo más meridional de América del Sur en dirección a la Antártida.
Foto: Roberto García-Roa
Así lucía uno de los amaneceres en la Isla de la Media Luna, Antártida. Bautizada así por la forma de su gran bahía, esta isla pertenece al archipiélago de las Shetland del Sur. La ensenada que crea su costa es un lugar ideal para fondear los barcos, pues el mar se encuentra calmado y permite protegerse del fuerte oleaje que en ocasiones azota estas aguas.
Foto: Roberto García-Roa
Los macizos rocosos sirven a las aves marinas como los cormoranes para anidar y descansar. Expertas pescadoras, los cormoranes son aves acuáticas cuya familia incluye hasta 15 especies. Una de ellas es el cormorán antártico o Leucocarbo bransfieldensis , que puede llegar a medir hasta 80 centímetros y viven en las zonas costeras de las islas subantárticas y antárticas.
Foto: Roberto García-Roa
Debido a su origen volcánico, en las islas Shetland del Sur la roca negra contrasta con el blanco hielo que baña el continente. Este archipiélago está formado por once islas mayores y un gran número de islas menores está cubierto en un 80% de su superficie por hielo.
Foto: Roberto García-Roa
A bordo del Arctic Sunrise, el Lounge es un espacio en donde se guardan diversos instrumentos para los momentos de descanso de la tripulación. A pesar de que no hay mucho espacio para el ocio, es importante que cuando aparezca la oportunidad para descansar el barco rompehielos de Greenpeace pueda ofrecer un espacio acondicionado para ello. Los miembros de la tripulación pueden desconectar por unos momentos jugando a cartas o tocando la guitarra —hay varias colgadas en el techo.
Foto: Roberto García-Roa
Las últimas horas de la tarde dan significado a la denominada “Golden hour”. A lo largo y ancho de todo el continente antártico existen diversas cadenas montañosas. Las Montañas Transantárticas forman la cordillera más importante, que cruza la Antártida de lado a lado. Sin embargo, otra de las formaciones rocosas más significativas, bautizada como Graham Land, se extiende a lo largo de la Península antártica, en cuyo extremo más septentrional se hallan las Islas Shetland del Sur.
Foto: Roberto García-Roa
Al menos dos personas deben permanecer siempre en el puesto de mando del Arctic Sunrise. Debido a que cualquier viaje por el océano Antártico tiene grandes dosis de impredecibilidad, toda la tripulación debe estar preparada para responder de manera ágil a un cambio de planes. Es por ello que siempre hay varios miembros en guardia.
Foto: Roberto García-Roa
Las luces del atardecer inundan las colinas que rodean la isla de la Media Luna. Las tres colinas que la forman apenas superan los 100 metros de alto, y toda su superficie abarca poco más de 1.500 metros e largo. Situada dentro de otra bahía mayor perteneciente a la isla Livingston, todo este conjunto de islas e islotes forma parte del archipiélago de las Shetland del Sur.
Foto: Roberto García-Roa
La niebla, el hielo y la nieve envuelven muchas de las colinas distribuidas por las islas Shetland del Sur. Situadas a unas 120km de la costa antártica, sus tierras y sus aguas son hogar de una rica fauna adaptada a las condiciones extremas del clima. Existen varias especies de pingüinos, focas o lobos marinos y una gran diversidad de aves que anidan en el archipiélago.
Foto: Roberto García-Roa
Un grupo de pingüinos papúa (Pygoscelis papua) utiliza un pequeño témpano helado para descansar antes de proseguir su marcha. Las poblaciones nidificantes más numerosas de esta especie se encuentran, precisamente, en las islas Shetland del Sur. Durante el invierno austral, es decir, los meses de junio, julio y agosto, suelen emigrar hacia el norte en busca de aguas con temperaturas más altas.
Foto: Roberto García-Roa
A lo lejos, las islas Shetland del Sur se distinguían tras la bruma que acompañaría un eterno atardecer. Algo parecido debió de contemplar el capitán ingles William Smith en 1812 cuando las avistó, se cree que, por primera vez, bautizándolas con su nombre actual. Poco después, en un segundo viaje, daría el nombre a la cercana isla Rey Jorge, en honor al entonces monarca del Reino Unido.
Foto: Roberto García-Roa
No muy lejos del punto en donde pasaríamos la primera noche, se podía divisar la base antártica Cámara, una estación científica gestionada por la República Argentina construida entre los años 1951-1953.
Foto: Roberto García-Roa
Las luces del atardecer conquistaron las cimas rocosas del continente helado durante más de dos horas, haciendo las delicias de aquellos que nos afanábamos por retratar aquel momento único en nuestro viaje.
Foto: Roberto García-Roa
Desde el puesto de mando la tripulación buscaba los primeros peñones de tierra antártica. Viajando desde el extremo sur del continente americano en dirección sur, el primer suelo firme que se encuentra cualquier embarcación son las Islas Shetland del Sur.
Foto: Roberto García-Roa
Grupo de delfines de Commerson nos despiden a la salida de Punta Arenas, Chile. Una de las poblaciones más importantes de esta especie, junto con otra en el Índico meridional, se encuentra en el estrecho de Magallanes. El tamaño de estos cetáceos no supera los 145 cm, los machos pesan aproximadamente 42 kg mientras que las hembras pueden alcanzar los 50 kg.
Foto: Roberto García-Roa
Los submarinos que serán utilizados en las expediciones del fondo marino son fijados firmemente a la cubierta para evitar que puedan sufrir daños al cruzar el pasaje de Drake. Los batiscafos son un eje central de la expedición de Greenpeace a la Antártida. Gracias a ellos, los investigadores pueden acceder a los fondos marinos antárticos y recabar datos fundamentales para una futura defensa del ecosistema.
Foto: Roberto García-Roa
Bajo la diana de dardos, crucial para el ocio de la tripulación, esperan los cubos que a menudo son utilizados cuando el malestar y el mareo se vuelven protagonistas en el Pasaje de Drake. Tras la salida desde Punta Arenas, este paso marítimo es uno de los momentos más complicados del viaje. En su parte más estrecha, unos 900 km separan América del Sur de la Antártida, y debido a las violentas corrientes, está considerado como el punto de navegación más tormentoso del mundo.
Foto: Roberto García-Roa
Los salvavidas son solo una de las muchas medidas de seguridad a bordo del Arctic Sunrise. Para nosotros, una perfecta metáfora de la sensación de alivio que sentíamos al embarcar tras tantos días de incertidumbre. Por delante ya solo quedaban cientos de kilómetros de océano, mucho más predecibles que la preparación de un viaje a la Antártida en tiempos de Covid.
Foto: Roberto García-Roa
El Arctic Sunrise, el barco rompehielos de Greenpeace, visto desde el hotel donde toda la tripulación realizaba la cuarentena de rigor antes de embarcar. Lo más curioso es que la propia Greenpeace había realizado años atrás una acción contra la propia nave. El barco, que anteriormente se utilizaba para la pesca de focas, fue adquirido por la organización en 1995.
Foto: Roberto García-Roa.
Un atardecer en la ciudad chilena de Punta Arenas pocos días antes de partir. A pesar de que la imagen transmite una sensación de calma, los días previos al embarque estuvieron marcados por las constantes tensiones. Desde la partida desde España, los diferentes protocolos Covid y toda la burocracia que implicaban, fueron todo un reto para la expedición.
Foto: Roberto García-Roa
En Punta Arenas y desde la ventana del hotel, la naturaleza sigue presente antes de la partida hacia la Antártida. Al cabo de pocos días, las aves que captará esta misma cámara serán las propias de otro continente.
Foto: Roberto García-Roa
Antes de embarcar hacia la Antártida, la tripulación debe realizar una estricta cuarentena que se lleva a cabo en un hotel de Punta Arenas. Durante los siete días de confinamiento y antes de subir al barco, la tripulación deberá someterse a varias pruebas PCR que acrediten que no están contagiados por el Covid.
Foto: Roberto García-Roa
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