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Antigua es una de las islas más hermosas del Caribe, un paraíso al que van parejas en luna de miel y los millonarios a divertirse.
Pero cuando el joven capitán naval Horacio Nelson estuvo ahí en 1784 para servir en la que entonces era una base naval de gran importancia, le escribió a un amigo: "Detesto este país" y describió el puerto como "un agujero infernal".
Es difícil imaginar qué le pudo haber producido a Nelson un desagrado tan extraordinario.
Pero no estaba sólo: un viaje a Antigua a finales del siglo XVIII era peor que ir a la guerra para los marineros británicos.
La tormenta que desenterró el pasado
En agosto de 2010 el huracán Earl embistió la isla y las fuertes lluvias crearon torrentes que se abrieron camino al mar tallando canales en las playas.
Cuando los lugareños salieron a inspeccionar el daño, en el sur de la isla, en la bahía conocida como Puerto Inglés se enfrentaron con algo inesperado.
El agua había abierto un canal y en sus paredes laterales vieron un montón de huesos.
"Era espelúznate. Había cráneos de seres humanos con ese amarillento-marrón que indica que son antiguos", le contó a la BBC el antiguano Michael Kirk.
Ante tal espectáculo, acudieron a Reg Murphy del Dockyard Museum, uno de los historiadores más importantes del Caribe quien se puso en la tarea de averiguar exactamente quién está enterrado en la costa de Antigua y por qué.
Santuario
Las Indias Occidentales eran muy valoradas por sus lucrativas mercancías y por ello fueron el escenario de una secuencia de guerras coloniales entre las potencias europeas de España, Holanda, Francia y Reino Unido que querían quedarse con ellas.
Pero en las últimas décadas del siglo XVIII, Reino Unido emergió como el poder dominante en la región, gracias a la supremacía de su flota naval.
Y a lo largo de los siglos XVIII y XIX, un puerto natural en Antigua, conocido como Puerto Inglés, fue un refugio para buques grandes y pequeños durante la temporada de huracanes.
En ese tramo de arena quedaron impresas las huellas de varios miles de marineros que iban y venían.
Para muchos, fue la primera experiencia del Caribe. Para algunos, la última.
Carga funesta
Durante la temporada de huracanes, el puerto habría albergado hasta 20 buques de guerra de la flota de la Armada Real que navegaban al Caribe para proteger el comercio británico.
Pero algunos llegaban con un cargamento funesto: marinos muertos, víctimas de enfermedades tropicales virulentas y poco comprendidas.
Probablemente los traían a remo a tierra y los enterraban lo más rápido posible en la playa.
Al menos, esa es una de las teorías sobre las que ha estado trabajando Reg Murphy desde que aparecieron los huesos después del huracán.
¿Qué hacían los británicos en Antigua?
La marina británica estaba protegiendo la producción de un estimulante adictivo que estaba de moda y tenía un lugar privilegiado en las economías británica y europea: el azúcar.
Antigua fue colonizada por los ingleses en 1632, y durante los siguientes 50 años, el azúcar se estableció gradualmente como el rasgo dominante y determinante de la vida de la isla, de su paisaje, su economía y su cultura.
En grandes plantaciones que empleaban esclavos importados de África se producía el azúcar para el consumo metropolitano en Reino Unido.
Asimismo, la colonia francesa más grande de las Indias Occidentales, Haití, entonces conocida como Saint Domingue, producía más azúcar que todas las islas británicas juntas.
El azúcar caribeño era un importante proveedor de ingresos tanto para los británicos como para los franceses, por lo que era la fuente principal de rivalidad comercial y militar entre los dos países.
Cuando Francia amenazó a las Indias Occidentales Británicas durante la Guerra de Independencia de Estados Unidos, Reino Unido inmediatamente reubicó tropas en el Caribe, prefiriendo sacrificar a Estados Unidos que perder el control de sus islas de azúcar.
El infierno en el paraíso
Es fácil pensar en Nelson en términos de sus grandes batallas navales, las victorias de las guerras napoleónicas en el Nilo, Copenhague y Trafalgar.
Pero como muchos marineros de su época, Nelson pasó gran parte de su vida y los años formativos de su carrera en el Caribe.
Su primer viaje a la edad de 13 años fue a las Indias Occidentales en un buque mercante. Además pasó la mayor parte de la guerra de la Independencia de EE.UU. en el Caribe, donde vio una batalla y comandó buques por primera vez.
El 28 de de julio de 1784, a la edad de 28 años, el Capitán Nelson llegó al Puerto Inglés, donde pasó cuatro largas temporadas de huracanes.
En esa época, el puerto era más que un refugio para los barcos que pasaban. Era el epicentro industrial del poder naval británico en el Caribe.
Había astilleros con hornos para fundir el hierro y el alquitrán, y en el aire flotaba el olor de azufre ardiente, que se utilizaba para limpiar el interior de los barcos sucios.
Los residuos de todos los procesos industriales eran arrojados al mar. Y sabemos por la excavación arqueológica que el fondo del mar donde anclaban los barcos estaba cubierto por metros de basura que los marineros tiraban por la borda.
Además, cuando una flota estaba ahí, cientos, a veces miles de personas vivían en barcos anclados. Y sus aguas residuales crudas iban directamente al mar.
Sin corrientes oceánicas que limpiaran el lugar, el que hoy es un magnífico puerto era un foso.
Los barcos mismos eran lugares desesperadamente insalubres, con tanta gente abarrotada en un espacio tan confinado.
A todo eso se sumaba un calor sin alivio pues hay colinas en el puerto que impiden el paso del viento... la vida en esos barcos debe haber sido insoportable.
Las fiebres tropicales, en su mayoría transmitidas por mosquitos, florecieron y causaron estragos en todo el Caribe, en gran parte como resultado de la destrucción de la ecología natural por los agricultores de las plantaciones.
La perspectiva para cualquiera que sirviera en el ejército o en la Armada británica de que lo enviaran a las Indias Occidentales era espantosa, no tanto por las experiencias militares que le esperaban, sino porque el Caribe tenía la reputación de ser un vertedero de cadáveres.
Antigua era más insalubre que otras islas: se le conocía como "el cementerio del inglés".
Nada como la esclavitud
La vida naval en el trópico era indudablemente ardua y peligrosa.
Pero si hubo un grupo condenado a una existencia infernal fue indudablemente el de los cientos de miles de esclavos que fueron enviados aquí desde África Occidental.
Los marineros británicos del siglo XVIII estaban muy conscientes de que la isla estaba totalmente dedicada al brutal negocio del cultivo de azúcar a escala industrial.
Toda la isla era un mar de caña.
Y esa es una historia que también están desenterrando.
En una de las primeras y mayores plantaciones de azúcar de Antigua hay otra excavación arqueológica en marcha, está encabezada por la profesora californiana Georgia Fox.
"La plantación Betty's Hope fue fundada a mediados de los años 1600 por uno de los primeros colonizadores de la isla , Sir Christopher Codrington", le cuenta a la BBC.
Betty's Hope legó a tener 700 acres y había una cuadra completa de trabajadores: administradores, supervisores, sirvientes y unos 400 esclavos. Era una gran operación, un complejo industrial.
"Excavar es importante para la historia de la isla local. Pocas plantaciones han sido totalmente excavadas en la región del Caribe y aún falta mucho que entender sobre cómo funcionaban las plantaciones", señala la experta.
"Los historiadores escriben acerca de las plantaciones y la vida de las plantaciones, pero la arqueología expande esos detalles a través de la excavación, la cultura material, los edificios, los objetos".
"Así que podrían contar una historia un poco diferente. Los artefactos no mienten", explica.
Central para el trabajo en Betty's Hope es una búsqueda de información arqueológica más detallada sobre la vida de los esclavos.
En la isla la mayoría de la población es descendiente de esclavos, así que una comprensión más detallada y forense de la esclavitud en las plantaciones es esencial para ayudar a futuras generaciones a desarrollar una comprensión adecuada de la parte más oscura de su historia nacional.
"Somos un pequeño país marginal del Caribe", señala el arqueólogo Reg Murphy.
"Todavía estamos tratando de aprender acerca de nuestro pasado. Lo que está escrito, es la historia contada por el ganador. ¿Qué sabemos de nuestra historia, en realidad, desde una perspectiva de Antigua?", pregunta.
"Así que recogemos todos los relatos escritos en todo el mundo. Y la arqueología nos ayuda a sacudir el antiguo árbol histórico para ver qué cae, y a veces encontramos que lo que está escrito no es exactamente lo correcto", afirma.
Historia propia
Una de las herramientas que está ayudando a precisar la historia es la química ósea arqueológica.
Tamara Varney, de la Universidad Lakehead de Ontario, Canadá, la aprovecha para investigar cómo cambió la dieta de los marinos y esclavos cuando llegaron a Antigua.
Así, puede separar a los europeos de los africanos cuando le entregan muestras de huesos y revelar, por ejemplo, que en el cementerio del hospital naval en Puerto Inglés, los europeos y los africanos fueron enterrados uno al lado del otro, contradiciendo algunas de las nociones de segregación racial en el Caribe del siglo XVIII.
Confirmó además que los colonos morían a una edad más temprana que los esclavos.
Lo que generalmente no puede encontrar es la causa de la muerte, pues el indicador suele estar en el tejido blando.
No obstante, lleva años investigando el fenómeno del envenenamiento por plomo entre los marineros del Caribe.
El fenomenal ron
Una de las preguntas históricas ha sido ¿qué llevó a la alta tasa de mortalidad de la Marina Real y el ejército en las Indias Occidentales?
Y una de las hipótesis históricas es: una combinación de alcoholismo y envenenamiento por plomo, con este último procedente del alcohol.
El subproducto más importante de la producción de azúcar es el ron. Y el ron, después del azúcar, era la exportación más importante de las islas de azúcar.
Pero también era parte de la vida en las islas.
Los plantadores se emborrachaban con él y también se distribuía regularmente entre los esclavos.
Pero los mayores consumidores de ron en Antigua eran los marineros y soldados para los que era el anestésico predilecto: cada marinero recibía su pinta tradicional de ron al día, y muchos ingerían mucho más.
Era ron barato, de primera destilación y probablemente muy venenoso. Todas las tuberías en las que se destilaba eran hechas de plomo.
Entonces, no era sólo fiebre amarilla y malaria lo que mató a tantos. De hecho, los que no morían directamente por la intoxicación de plomo quedaban más vulnerables a estas enfermedades pues su sistema inmunológico se debilitaba.
¿Y Nelson?
Gracias a los registros navales, sabemos que la tripulación del buque HMS Boreas de Horacio Nelson no sufrió muchas pérdidas durante su estadía en Antigua.
Estuvo ahí a mediados de 1780, un período de paz relativa en el Caribe.
Los peores brotes de la enfermedad ocurrieron durante tiempos de guerra, después de que Nelson zarpó, en la década de 1790.
Con la guerra de Reino Unido con la Francia revolucionaria, las tropas francesas y británicas se vertieron en el Caribe a medida que el conflicto se extendía.
Muchos de esos europeos sin ninguna inmunidad a las fiebres tropicales murieron no en la batalla sino en sus hamacas.
Entonces el descontento de Nelson no era por razones de salud.
Tampoco de dinero. No le inquietaban los negocios de la isla.
La causa de su miseria Puerto Inglés fue el amor.
Mary Moutray
Nelson encontró un respiro de sus deberes navales en la casa del comodoro británico residente, sir John Moutray, en compañía de su atractiva esposa, Mary Moutray.
Por desgracia, Mary dejó Antigua con su esposo pocos meses después de que se conocieron.
Nelson quedó destruido.
En sus cartas la describió como la persona más amable que jamás había conocido.
La primera vez que volvió a Puerto Inglés después de que ella se fue, subió la colina donde estaba la casa y lloró al ver el lugar en el que había "pasado más horas felices que en cualquier otro".
Le escribió a su hermano: "Este país parece ahora intolerable. Mi querida amiga está ausente. Odio Puerto Inglés".
Irónicamente, el astillero en Puerto Inglés ahora es universalmente conocido como "el astillero de Nelson".
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Cómo el gobierno colonial británico dejó morir de hambre a un millón de indios
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Este ha sido un verano difícil en India.
Una sequía y un calor abrasador han afectado a 330 millones de personas en todo el país, una cantidad increíble.
Pero este verano también marca el 150 aniversario de un evento climático mucho más terrible y catastrófico: la hambruna de Orissa de 1866.
Hoy en día casi nadie está enterado de esta hambruna. Escasamente se menciona, aún en los tomos más extensos de historia india.
Habrá pocas, tal vez ni una sola conmemoración solemne. Sin embargo, la hambruna de Orissa mató a más de un millón de personas en el este de India.
En la región peor afectada, el estado de Orissa, una de cada tres personas murieron, una tasa de mortandad mucho más impactante que la que resultó de la gran hambruna irlandesa, causada por una peste que afectó los cultivos de papa y devastó a ese país.
La hambruna de Orissa también se convirtió en un importante momento coyunturalen el desarrollo político de India, estimulando discusiones nacionalistas sobre la pobreza india. Algunas tenues memorias de estos debates resuenan todavía en medio de los operativos de asistencia a los afectados por la actual sequía.
"Ninguna asistencia era la mejor asistencia"
Aunque la hambruna no era un evento desconocido en el subcontinente asiático, sí aumentó en frecuencia y mortalidad con la llegada del gobierno colonial británico.
La Compañía Británica de las Indias Orientales contribuyó a la destrucción de las otrora robustas industrias textiles indias, forzando cada vez más gente hacia la agricultura.
Esto, a su vez, hizo que la economía de India fuera más dependiente de los caprichos de los vientos monzones estacionales.
Hace 150 años, tal como es el caso con la actual sequía, el primer mal augurio llegó en la forma de un débil monzón.
"Tememos que ya no se puede esconder que estamos al borde de un período de escasez generalizada", anunció The Englishman, un diario de Calcuta, a finales de 1865.
La prensa india y británica publicaban reportajes del incremento de los precios, la reducción de las reservas de granoy la desesperación de los campesinos que ya no podían pagar por el arroz.
No obstante, nada de esto logró que el gobierno colonial tomara acción. A mediados del siglo 19, la creencia económica establecida era que la intervención del gobierno en hambrunas era innecesaria y hasta dañina.
Se pensaba que el mercado restablecería el equilibrio necesario. Cualquier número excesivo de muertes, de acuerdo a los principios económicos de Thomas Robert Malthus, era la respuesta de la naturaleza a la sobrepoblación.
Esta lógica había sido utilizada con efectos devastadores dos décadas atrás en Irlanda, cuando el gobierno británico decidió, por la mayor parte, que no dar asistencia era la mejor asistencia.
Durante una rápida visita a Orissa en febrero de 1866, Cecil Beadon, el gobernador colonial de Bengala (que incluía a Orissa), adoptó una postura similar. "Ningún gobierno puede hacer mucho para evitar o aliviar estas vicisitudes de la providencia", expresó.
"Muy tardía y muy podrida"
El regular los precios disparados de los granos arriesgaría alterar las leyes naturales de la economía. "Si intentáramos hacer esto", dijo el gobernador, "me estaría rebajando al nivel de un dacoit (un bandido birmano) o un ladrón".
Con esas palabras, Beadon abandonó a sus demacrados súbditos en Orissa, regresó a Calcuta y se dispuso a suprimir los esfuerzos de asistencia programados con financiamiento privado.
En mayo de 1866, ya no era fácil ignorar la creciente catástrofe en Orissa. Los administradores británicos en Cuttack (la antigua capital de Orissa) encontraron a sus tropas y agentes de policía famélicos.
El resto de los habitantes de Puri estaban excavando fosas en las que tiraban los cuerpos de los muertos. "Por kilómetros a la redonda escuchabas sus gritos pidiendo comida", comentó un observador.
A medida que llegaban a cuentagotas más testimonios desgarradores a Calcuta y Londres, el gobernador Beadon hizo un intento tardío de importar arroz a Orissa. Pero, con cruel ironía, fue entorpecido por un excesivo monzón e inundación.
La asistencia fue muy poca, muy tardía, muy podrida. El pueblo de Orissa pagó con sus vidas el burocrático arrastrar de los pies.
Durante años, una creciente generación de indios educados en Occidente sostuvo que el gobierno colonial británico estaba empobreciendo gravemente a India. La hambruna de Orissa sirvió como prueba contundente de esta tesis.
Motivó al pionero nacionalista Dadabhai Naoroji a iniciar sus investigaciones de toda una vida sobre la pobreza india.
Cuando la hambruna empezó a ceder a comienzos de 1867, Naoroji esbozó la primera versión de su "teoría de la sangría"; la idea que Gran Bretaña se estaba enriqueciendo literalmente de chupar la sangre vital de India.
"Sin duda tenemos mayor seguridad de vida y propiedad, en estos tiempos", reconoció. "Pero la destrucción de un millón y medio de vidas en una hambruna es una extraña ilustración del valor de la vida y propiedad que se ha asegurado hasta ahora".
Indiferencia
Su argumento era sencillo. India tenía suficientes suministros de comida para alimentar a los famélicos, ¿por qué los estaba dejando morir el gobierno?
Mientras en Orissa morían en masa en 1866, Naoroji se percató de que India había exportado unos 100 millones de kilos de arroz a Gran Bretaña.
Descubrió un patrón similar de exportación masiva durante otros años de hambruna. "¡Dios santo!", declaró Naoroji, ¿Cuándo terminará esto?"
No terminó nada pronto. Las hambrunas reincidieron en 1869 y 1874. Entre 1876 y 1878, durante la hambruna de Madras, entre cuatro y cinco millones de personas murieron después de que el virrey, Lord Lytton, adoptara una política de no meterse similar a la que se usó en Irlanda y Orissa.
Para 1901, Romesh Chunder Dutt, otro destacado nacionalista, enumeró 10 hambrunas masivas desde los años 1860, calculando el total de muertos en unos exorbitantes 15 millones.
Los indios eran para entonces tan pobres y el gobierno tan indiferente en su respuesta que, según él, "cada año de sequía era un año de hambruna".
Una India más rica, menos dependiente de la agricultura, está ahora mejor capacitada para asegurarse de que esto no ocurra.
Aunque todavía perduran problemas significativos: la Corte Suprema de India recientemente reprendió algunos gobiernos estatales por su actitud de "esconder la cabeza en la tierra" frente a la actual sequía.
Por estas razones, es aún más importante recordar la hambruna de Orissa. Este desastre humanitario, y los otros que le siguieron, estimuló a los indios a luchar contra el gobierno colonial británico.
El estructurar e implementar una fuerte política nacional contra la sequía, como lo ha ordenado la Corte Suprema, será una manera justa de conmemorar el millón de indios que perdieron la vida hace 150 años.
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Guillermo Gonzalo Sánchez Achutegui
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