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En cerca de cinco siglos, la región de Cataluña ha intentado varias veces declararse Estado.
El último empeño ocurrió hace exactamente 83 años: el 6 de octubre de 1934. Y sólo duró diez horas.
En medio de la crisis institucional que vive actualmente España, debido a la inminente decisión de los líderes políticos de la comunidad autónoma de declarar de forma unilateral la independencia de Cataluña, los recuerdos de aquella "revolución de octubre" -tal como le llaman algunos expertos- parecen cobrar fuerza.
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"La declaración del Estado de Cataluña en 1934 es vista por muchos como humillante, especialmente por la forma en que acabó", le dice José Álvarez Junco, historiador español de la Universidad Complutense de Madrid, a BBC Mundo.
"Aunque está claro que no fue una declaración de independencia. Fue la intención de crear un Estado catalán dentro de la República española. No tenía un espíritu secesionista", aclara.
Lo que ocurre en la actualidad es diferente. El presidente del gobierno catalán, Carles Puigdemont, impulsa la independencia total de Cataluña del resto de España.
Aquel Estado catalán fue proclamado a las ocho de la tarde por el entonces presidente de la Generalitat, Lluís Companys, y fue dada por finalizada hacia las seis de la mañana del siguiente día, el 7 de octubre, con la detención de los líderes del gobierno y el parlamento catalán.
Aquello no tuvo la movilización social que estamos viendo ahora en las calles"
Pero pese a su brevedad, para algunos historiadores fue el inicio del fin de la Segunda República, que había cobrado forma en 1931.
"Lo que siguió fue el camino que desembocó en la Guerra Civil de 1936. Un proceso que se inició en aquella revolución de octubre de 1934", le dice el historiador Enric Ucelay-Da Cal, de la Universidad Pompeu Fabra de Barcelona, a BBC Mundo.
Pero ¿qué fue lo que llevó a las autoridades de Cataluña a declarar el "Estado catalán" y por qué duró tan poco?
Un contexto difícil
El 14 de abril de 1931 se había proclamado la segunda República de España, lo que dio fin a la monarquía de Alfonso XIII y obligó al rey a exiliarse y a vivir en varias ciudades europeas antes de terminar sus días en Roma.
Pero a pesar de la ilusión con la que se recibió en varias regiones del país y entre diversos sectores, el gobierno provisional pronto empezaría a enfrentar conflictos que se agravarían entre 1933 y 1934.
"Los grupos anarquistas y de izquierda de Cataluña armaron un frente común frente al posible ingreso al gobierno (de la Segunda República) de algunos ministros que eran evidentemente de la derecha", explica Álvarez Junco. En noviembre de 1933, la Confederación Española de Derechas Autónomas (CEDA), una coalición española de partidos católicos y de derechas, ganó las segundas elecciones del periodo republicano.
A esa idea se le sumó un hecho concreto: el rechazo por parte del predecesor del actual Tribunal Constitucional de la Ley de Contratos de Cultivo, que había sido aprobada por el Parlamento catalán y con la que se pretendía llevar a cabo una especie de reforma agraria y beneficiar a los campesinos de la región.
Lo que siguió fue el camino que desembocó en la Guerra Civil de 1936"
"Los catalanes, en vez de retocar la ley para que el Tribunal de Garantías Constitucionales la aceptara, proclamaron la ley directamente. Y eso creó una reacción en cadena que terminó con el rechazo total del gobierno central", explica Ucelay-Da Cal.
"La izquierda catalana consideró que, a juzgar por esos últimos hechos, el gobierno en Madrid era monárquico y fascista".
En ese contexto, el presidente de la Generalitat, Companys, decidió dar un paso más allá y declarar el "Estado catalán" desde el balcón de la sede del gobierno, acompañado de sus consejeros.
Además invitó a los distintos estamentos del país a establecer "en Cataluña un gobierno provisional de la República".
"Octubre ha sido en España el mes adecuado para establecer las nuevas ideas políticas y las ideas de Estado. No es coincidencia que el reciente referendo de Cataluña se haya celebrado en este mes", dice el historiador de la Pompeu Fabra.
Volver al principio
Lo cierto es que apenas el presidente se bajó del balcón y le pidió lealtad al ejército, éste, al mando de dos generales que comandaban dos divisiones regionales, inició una recuperación de Cataluña para el gobierno central.
En menos de 10 horas, Companys y varios de sus compañeros de Izquierda Republicana de Cataluña (ERC, por sus siglas en catalán), un partido de izquierda y catalanista, tuvieron que retractarse de sus intenciones.
"Fue corta porque Companys no contó con el apoyo militar necesario. No pudieron resistir el asedio y en menos de medio día ya se estaban rindiendo", señala Álvarez Junco.
Aunque Companys continuó siendo presidente de la Generalitat hasta 1940, después del ascenso del general Francisco Franco al poder y el inicio de su gobierno militar, tuvo que marcharse al exilio. Fue capturado en la Francia ocupada por los nazis y entregado a las autoridades franquistas que lo habían reclamado. Tras un juicio sumarísimo, fue fusilado el 15 de octubre de ese año.
Para Ucelay-Da Cal, las consecuencias de aquella "revolución de octubre" fueron, de alguna manera, irreversibles: se alteró la estructura de la Segunda República, que finalmente vio su fin en 1939.
"Esa revolución hundió el sistema republicano y fue una instancia de la cual la República nunca se recuperó", anota.
"La guerra civil española surgió de un golpe de Estado al Frente Popular, que había sido una respuesta a la revolución del 34, que incluyó también a Asturias".
Aunque en el imaginario popular hay algunas semejanzas, los expertos señalan que el proceso de la Cataluña actual no es un heredero directo de aquella "revolución efímera".
"Una de las grandes diferencias de aquella proclamación del Estado catalán con lo que está pasando ahora es que en 1934 no tenía la movilización social que estamos viendo actualmente en las calles", explica Álvarez Junco.
Y Ucelay-Da Cal deja claro que los recuerdos no siempre generan los mejores sentimientos: "No es bueno cuando vives la historia, cuando estás en medio de ella. En Cataluña estamos viviendo momentos de mucha angustia y ansiedad".
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Sentados en una terraza en una plaza del centro de Barcelona, una pareja de jubilados daneses disfrutan de unos vasos de sangría y del sol que riega la capital catalana en estos días de tanta convulsión política.
"Estamos tan contentos de que todo esté normal ahora", le dice Jytta Nielsen, de 70 años, a BBC Mundo. A su alrededor, la ciudad bulle como cualquier otro día, con el rugido de las omnipresentes motos, los turistas llenando las Ramblas y los barceloneses atareados con sus quehaceres diarios.
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Nielsen habla en contraposición a lo sucedido el martes de esta semana, cuando miles de personas en toda Cataluña salieron a la calle para protestar contra la actuación policial durante el referéndum de independencia celebrado el domingo anterior y declarado ilegal por el Tribunal Constitucional.
"Ese día decidimos no ir a algunos sitios por si había enfrentamientos", asegura, aunque los paros se celebraron de forma pacífica en toda Cataluña.
En realidad, al menos en lo que refiere a la economía y la política, las cosas son poco "normales" estos días en esta región del noreste de España.
El Banco Sabadell, el quinto más grande de España y que tiene su sede en Cataluña, acaba de anunciar que se traslada fuera para preservar los intereses de los clientes ante la crisis política existente.
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Uno de los principales diarios en esta comunidad autónoma, La Vanguardia, aparecía este jueves en los quioscos con un editorial en el que alertaba de la tensión existente, en la calle y en los despachos de los políticos.
"La caldera ha alcanzado una altísima temperatura y puede estallar en cualquier momento", dice el editorial, que califica la declaración unilateral de independencia anunciada como inminente por el gobierno catalán como un "tremendo error".
"¡No hay derecho!"
Aunque hasta ahora las movilizaciones han sido pacíficas y no se han registrado incidentes violentos entre la población, la actuación policial del pasado domingo ha dejado una huella emocional en muchos catalanes.
Las imágenes de la Policía Nacional y la Guardia Civil (una fuerza militar policial que depende de los Ministerios de Defensa e Interior), llegados en muchos casos desde otros puntos de España, desalojando por la fuerza los centros de votación corrieron como la pólvora por los grupos de WhatsApp y mucha gente, incluso los que no habían ido a votar, las pudo ver.
El resultado de 800 heridos, según las autoridades catalanas, se quedó grabado en la mente de muchos, mientras que el gobierno central aseguró que la actuación policial fue proporcionada.
"Dice el refrán que más vale una imagen que mil palabras", ilustra Modesto Nolla, un barcelonés de 89 años que se declara "neutral" en el conflicto independentista.
"Cuando veo esas imágenes de señoras con la cabeza ensangrentada, me pregunto ¿por qué? ¡No hay derecho! Lo del domingo me recordó a la época franquista", asegura en referencia a Francisco Franco, el gobernante de facto que mandó en España durante casi 40 años.
Los relatos de gente llorando en las escuelas que sirvieron de centros de votación o en sus casas, al verlo por televisión, han ido emergiendo en días pasados.
Para algunos de los que experimentaron la tensión en los colegios, en los que la policía utilizó en ocasiones pelotas de goma y porras, la vivencia ha generado un "trauma", en palabras de Jordi Barris, psicólogo de la clínica Heia, situada en la ciudad de Girona.
"No diría que hay estrés postraumático, pero sí algunos síntomas que tienden a eso, como la falta de sueño, la rememoración de sucesos o el miedo. Lo he visto en mis amistades", asegura.
¡No hay derecho! Lo del domingo me recordó a la época franquista"
Para Barris, el sentimiento predominante entre las personas que fueron a votar el domingo (unos 2,3 millones, cerca del 40% de la población con derecho a voto) es el de "ultraje".
"El estereotipo del catalán es el del seny, el raciocinio, el ser más bien pactista", dice. Sin embargo, "la sensación de imperialismo, colonialismo, ultraje y desafección lleva a que no hay cabida a esa idea de pactar y a que bueno, pues si no podemos convivir, nos vamos".
"Radicalización de sentimientos"
Para Henry De Laguérie, periodista francés autor de Les Catalans ("Los catalanes") se ha producido una "radicalización de los sentimientos y de las reacciones", en especial desde el pasado 20 de septiembre, "cuando la maquinaria del Estado se puso en marcha de forma contundente contra el referéndum" y la policía detuvo a altos cargos del gobierno autónomo.
"Muchísima gente considera que se ha atacado a las instituciones y que en Cataluña hay unas fuerzas de ocupación. Y ya sé que aquí no tienen referencia histórica pero en Francia, sí. En Francia las fuerzas de ocupación son los nazis".
Para el periodista, que vive en Barcelona desde hace ocho años, algunas expresiones que se han escuchado en las calles son preocupantes.
"No creo que todo el independentismo sea así, pero cientos de personas cantandoEls Segadors (el himno catalán) frente a una comisaría de los Mossos d'Esquadra(la policía catalana) con el puño alzado para dar las gracias; o gente que va a los hoteles en los que se aloja la Guardia Civil a gritar '¡fuera, fuera!', o 'no queremos ser una colonia', son palabras mayores."
Muchísima gente considera que se ha atacado a las instituciones y que en Cataluña hay unas fuerzas de ocupación"
"Me preocupa un poco porque creo que todo el mundo, independista o no, está en un momento de exaltación".
Situación incómoda
Hay personas (no se sabe cuántas) que, sin embargo, no se identifican con las dos posturas en su versión más polarizada: ni con el gobierno catalán que busca con afán la independencia ni con los que se niegan a que haya cualquier tipo de votación.
Lo cual les puede poner en una situación incómoda que les causa no pocos malos tragos y momentos desagradables.
Es el caso de Natalia Bravo, una chica de 32 años que trabaja en comunicación para un portal inmobiliario y que no es independentista.
"El respeto parece que solo existe si estás callado. O eres independentista o parece que estás con Mariano Rajoy (el presidente del gobierno español)", le dice a BBC Mundo.
Bravo explica que, por primera vez en muchos años, el pasado viernes vivió un momento de tensión durante una cena con la familia de su novio.
"Mi pareja y mis suegros son independentistas. Con su familia me llevo súper bien, pero el viernes pasado hubo tensión al hablar del tema. Me dieron ganas de llorar. ¿Por qué tengo que estar tensa con mi familia política? ¿Cómo puede ser que esto nos esté afectando?".
Para Bravo, el tema es omnipresente, tanto en ámbitos laborales como familiares. "Desde el 6 de septiembre, cuando se aprobó la Ley del Referéndum, se ha vuelto el único tema", asegura.
Y ella se ha ido sintiendo cada vez más incómoda y desamparada. "Un amigo incluso me dijo: no es que no respete tu opinión, es que estás diciendo mentiras".
"Estoy estigmatizada porque parece que no apoyo lo que está pasando y no tengo sensibilidad".
Estoy estigmatizada porque parece que no apoyo lo que está pasando y no tengo sensibilidad"
Barris dice que también ha tratado a personas con ansiedad porque se sienten "entre la espada y la pared".
"No defienden ninguno de los dos discursos polarizados. En un momento de conflictividad importante, te polariza. Te lleva a extremar posiciones, con lo cual el espacio intermedio no queda", asegura Barris.
"Yo les digo que reivindiquen su espacio de naturalidad, que no te dé la gana de tomar posición".
Peleas y enfados
Pero ¿hay una división creciente en Cataluña?
De Laguérie opina que sí, pero es un fenómeno poco visible. "Es evidente que no hay violencia, nadie se pega en la calle. Pero hay algo más insidioso: gente que se pelea en WhatsApp y deja los grupos, cenas y fiestas que acaban mal y de las que gente se va enfadada, cosas que hieren las sensibilidades y que antes no pasaban".
Para algunos sectores, sin embargo, agrietar el clima general de convivencia en Cataluña es una estrategia del Estado español.
"Lo que buscan es consolidar un grueso suficiente de la población catalana que sea altamente hostil al Proceso (así se denomina el camino hacia la independencia), de forma que se rompa el relato pacífico e integrador que preside las movilizaciones soberanistas", asegura en una pieza de opinión publicada este miércoles David Miró, subdirector del diario en catalán Ara.
Según él, los medios de comunicación están jugando un papel activo generando una percepción de fractura mediante el "conocido sistema de elevar casos anecdóticos a categoría".
Estoy decepcionado por el comportamiento de algunos y orgulloso por el de otros"
Este mismo jueves, medios locales publicaron que 200 alumnos de un centro de secundaria de la provincia de Barcelona se concentraron a las puertas del instituto para pedir respeto hacia sus compañeros que son hijos de Guardias Civiles y que se quejaron por el trato recibido por parte de algunos profesores, que les habrían recriminado la participación de este cuerpo en las entradas policiales durante el referéndum del 1 de octubre.
Las llamadas a una mediación internacional entre los dos gobiernos se intensificaron en los últimos días: desde el presidente catalán, Carles Puigdemont, a la alcaldesa de Barcelona, Ada Colau o al líder del partido español de izquierdas Podemos, Pablo Iglesias.
Carles Comas tiene 25 años y dice que ha sido independentista toda su vida. Confiesa que se siente "decepcionado por el comportamiento de algunos y orgulloso por el de otros".
La decepción es con respecto a la Policía Nacional, la Guardia Civil y el gobierno español, y el orgullo es por las personas que, el domingo, pasaron como él todo el día en los colegios para defender que se pudiera votar.
Comas no cree que haya crispación entre amigos, pero dice que ha sentido alguna vez miradas de rechazo por parte de personas que pasaban por la calle cuando, como cada día a las 10 de la noche desde las últimas semanas, sale al balcón para participar en las caceroladas a favor del referéndum o en contra de la intervención policial.
Se declara a favor de una declaración unilateral de independencia. Aunque reconoce que sería hacerlo "a la brava", cree que hay momentos en la vida en que "o te arriesgas, o no sabes que va a pasar".
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